31.12.06

Recapitulando (y II): Lo más peor del 2006

Al igual que el listado colgado por la mañana, éste irá de menor a mayor grado. O sea, de lo menos inaguantable a lo más ofensivo:

10.- Corrupción en Miami. La innecesaria puesta al día de la serie televisiva de idéntico título. Más de lo mismo para un thriller exento de cualquier atisbo de originalidad. Un renqueante guión -lleno de agujeros del tamaño de los de un queso gruyere-, al servicio de un producto en donde todo cuanto ocurre gira alrededor de su trabajado look visual. El resbalón más fuerte, en varios años, de un Michael Mann más preocupado por la funcionalidad estética que por otorgarle un mínimo de coherencia a una historia imposible, a la que poco ayudan la sosería de Colin Farrell y la arrogancia interpretativa de Jamie Foxx.
(crítica)

9.- Los Fantasma de Goya o el batacazo más sonoro en la carrera del prestigioso Milos Forman; un Forman en baja forma perdido, con su cámara, por tierras españolas. Un melodrama demasiado exagerado en todos los aspectos (empezando por el histrionismo de un Javier Bardem pasado de rosca) e incapaz de profundizar, mínimamente, en uno sólo de los variopintos temas sobre los que trata, empezando por el grotesco y suave enfoque que hace de un estamento tan suculento como el de la Santa Inquisición. Un producto plano, aburrido y sin chicha, fallido a la hora de retratar el malestar de una época ciertamente oscura de nuestro país y que, de manera alucinante, posee una larga elipsis narrativa -de más de quince años de duración- durante la cual no hay ningún personaje que envejezca (o muera) como es debido. ¿Historia o un relato de ciencia-ficción?
(crítica)

8.- El Código Da Vinci. Jamás leí la novela pero, les puedo asegurar que, tras ver los tristes resultados cinematográficos de su adaptación, no le pienso dar ni un mínimo vistazo al original literario de Dan Brown. Su guión se me antoja aburrido, ridículo y plagado de lagunas y cabos sueltos, por lo cual, la abusiva utilización de flash-backs y de extensos monólogos explicativos, resultan del todo inútiles. Un envejecido Tom Hanks y una inexpresiva Audrey Tautou, sin química alguna entre ellos, forman la pareja protagonista más edulcorada del año. Hagan un curioso experimento: cambien al personaje de Hanks por el de Tintín y al de la pánfila Amelie por el del perrito Milou y tendrán un Hergé inédito, Tintín y El Secreto de la Sangre Real.
(crítica)

7.- El Intruso. Una de las pedanterías más solemnes de la temporada. Un film fatuo y molestamente discursivo, repleto de disertaciones metafísicas y existenciales de mucho cuidado. El accidente de un globo aerostático, un intelectual atormentado, una escultora snob y un tipejo piojoso y atrapado por la religión, son algunos de los forzados puntales en los que se sustenta esta torpeza tan presuntuosa como vacía.
(crítica)

6.- Brick o cómo lograr que a Sam Spade y a Philip Marlowe se les llene la cara de acné. Una engreída revisión teenager del cine negro de los años 40 y 50, en la cual se amontonan, sin mucho orden y ningún concierto, todos los tópicos del género. Un film descafeinado, y sin fuerza alguna, que se ampara en un rocambolesco y mal explicado guión. No hay nada mejor, para un producto tan aburrido y soporífero como éste, que haber obtenido cierto renombre gracias a su presencia en el Festival de Sundance. Posiblemente, si no hubiera llegado precedida por un bautizo cinéfilo tan selecto, otro gallo le cantara.
(crítica)

5.- World Trade Center. La otra cara de la moneda respecto a United 93. Oliver Stone, en su particular visión de los sucesos del 11-S, se muestra demasiado blando y pro yanqui en sus intenciones. Unas intenciones en nada objetivas, en donde los buenos son muy buenos y los malos son muy malos. El aspecto emotivo nubla y domina demasiado la película; tanto que, en muchos momentos, termina cayendo en el mayor de los ridículos. ¿Se imaginan a Jesucristo con una botella de agua Fontvella entre sus manos? Ustedes, no lo sé; pero Stone sí. Y el tipo no se corta ni un pelo a la hora de ponerlo en imágenes.
(crítica)

4.- Réquiem. El Exorcismo de Micaela. El film premiado como el mejor título de la última edición del Festival de Sitges. Un dogma de baratillo, basado en un caso real y disfrazado (a modo de descarada coartada intelectual) de empalagoso panfleto antirreligioso. Filmado cámara en mano y manejada bajo los mareantes impulsos temblorosos del Parkinson más avanzado, Réquiem se adentra en una historia mínima y reiterativa en la que la epilepsia, el fanatismo religioso y las relaciones de familia cobran un protagonismo especial, aunándose en desafinada armonía para conjugar uno de los peñazos más solemnes del 2006. De exorcismo muy poquito; de comida de coco, una exageración.
(crítica)

3.- La Joven del Agua. El Viva La Gente del siglo XXI: un canto utópico a la unidad que, tal y como está realizado (a manera de cuento fantástico), suena a ridículo, desfasado y falso. Una película vacía, envuelta por un lujoso tecnicismo visual y auspiciada por un guión mínimo y en exceso infantiloide. Junto con su anterior película, El Bosque, ésta es una de las mayores gansadas de la filmografía de Shyamalan, un director que, bajo mi punto de vista, está perdiendo toda la credibilidad que había alcanzado en sus inicios.
(crítica)

2.- Lo que sé de Lola. Aparte de una gigantesca tomadura de pelo y de un atraco a mano armada al espectador (¡que una entrada cuesta sus buenos euros!), el film de Javier Rebollo significa una rotunda y aplastante muestra del arte de simular decir mucho para, al fin y al cabo, no contar nada de nada. Total, al acabar la película, usted seguirá sin saber nada sobre la Lola. Rebollo, con engaños como éste, que se la pique un pollo.
(crítica)

1.- GAL. O el mayor orgasmo que haya tenido jamás en su vida Pedro J. Ramírez. Una de las películas más sospechosamente reaccionarias y fachendas del 2006. Una bufonada ofensiva que, sin vergüenza alguna, se atreve a tergiversar la verdad de unos hechos históricos para favorecer -con todo el descaro del mundo- ciertos intereses políticos y en donde, por si fuera poco, Jordi Mollà hace gala de su desmesurado histrionismo a la hora de construir a un José Amedo recién salido de El Gran Circo de Televisión Española. Caca de la vaca. Hasta huele mal y todo. De Juzgado de Primera Instancia.
(crítica)

¡Que tengan ustedes un feliz 2007!

Recapitulando (I): Lo más mejor del 2006

Como cada fin de año, hoy toca pasar cuentas. Las 10 mejores y las 10 peores películas. En dos entregas, como ya va siendo habitual en este blog desde hace un par de temporadas. Primero las buenas y por la noche, un poco antes de las campanadas, las más horrendas.

Pongamos manos a la obra.

LO MAS MEJOR DEL 2006 (ordenado de menor a mayor importancia, como sí de una cuenta atrás se tratara)

10.- Nueve Vidas. 9 vidas de mujer, diseccionadas con total delicadeza por el ojo clínico de Rodrigo García, a través de 9 planos secuencia distintos filmados con una delicadeza exquisita. Amor, muerte, frustración, soledad, familia, suicidio... : un catálogo interminable de realidades para detallar los sentimientos y emociones de 9 mujeres diferentes. Nueve ocasiones de oro para aprender a conocerlas mejor.
(crítica)

9.- United 93. Una crónica excelente, cercana al docudrama, de uno de los días más negros de la historia actual, el 11 de setiembre de 2001. A pesar de la temática, Paul Greengrass, su realizador, se muestra frío con sus personajes y evita, en todo momento, la muy humana tentación de tomar partido. Meticulosa en la plasmación de los hechos y fiel a su estilo documental, su atenta cámara se mueve por varios de los frentes en los que se vivió con más intensidad la aterradora jornada. De ritmo frenético y rehuyendo, con una maestría indiscutible, cualquier trampa para conseguir la lágrima del espectador, ha acabado convirtiéndose -por derecho propio- en uno de los documentos más compactos e interesantes del año.
(crítica)

8.- El Camino de los Ingleses. El segundo film como realizador de Antonio Banderas. Un trabajo filmado a golpe de sentimientos y con el corazón, tras el que se esconde la plena madurez del autor. Una película difícil y dura, pero en nada ambiciosa ni pedante. Gélida y distante con sus protagonistas, la cámara de Banderas indaga las sensaciones de un grupo de jóvenes malagueños que, en los años 70, abandonaron su adolescencia a estacazos de vida. Poesía e imagen unidas por el dantesco espíritu de La divina Comedia.
(crítica)

7.- Volver. Un drama con ribetes de comedia que, personalmente, sirvió para reconciliarme con el ya (para mí) alejado universo de Pedro Almodóvar. Un Almodóvar en plena forma (aunque fiel a sus mujeres de siempre), capaz de lavarle la cara a su estilo y desenterrar, al mismo tiempo, un montón de fantasmas de su propio pasado y de sus personajes. La conjunción perfecta entre la cámara, la historia y sus actrices. Olvida la provocación a la que nos tenía acostumbrados y se decanta, tan sólo, por hacer buen cine; cine del grande. Sus miedos y sus pasiones afloran en cada una de las escenas, pero de manera sutil, sin necesidad de recursos estrambóticos y rocambolescos. Una película delicada, femenina, sin fisuras ni tiempos muertos y con una Penélope Cruz inmensa disfrazada de Sophia Loren.
(crítica)

6.- Ficción. Una enternecedora historia de amor, narrada con una naturalidad poco habitual en el cine actual. El retrato de dos personajes alejados de su contexto habitual; dos seres solitarios convertidos por azar en náufragos sociales. Diálogos entrecortados, grandes silencios y un sinfín de miradas explícitas, son los recursos narrativos que Cesc Gay utiliza, de modo delicioso, para recordar que, detrás de muchos momentos de la vida que nos pueden parecer en extremo banales, se amagan un sinfín de pensamientos y emociones dotados de una fuerte carga de vitalidad.
(crítica)

5.- Declaradme Culpable. Un film que pasó sin pena ni gloria por las pantallas españolas; tanto que ni siquiera, en su día, tuvo su merecida reseña en esta página. Y se trata de uno de los mejores productos del reputado Sidney Lumet. Con él, el cineasta volvió a uno de los temas más recurrentes de su interesante filmografía: el sistema judicial norteamericano puesto de nuevo en la picota a través de su cámara. Basado en la vida real de Giacomo DiNorscio, un miembro de los Luchesse -una familia mafiosa de Nueva Jersey-, la cinta analiza el proceso judicial al que se vio sometido y en el que acabó actuando como acusado y abogado al mismo tiempo. Un guión brillante, dotado de un sinfín de toques al más puro estilo Soprano, conforma esta ácida comedia en la que sobresale, de manera inesperada, la magistral interpretación de un Vin Diesel desconocido y totalmente alejado de sus trabajos habituales. Una maravilla a redescubrir.

4.- El Laberinto del Fauno. Guillermo del Toro entra y sale constantemente del espejo de Lewis Carroll para orquestar una de las películas más originales y atípicas sobre la posguerra española. En ella se mezcla, con una perfección inaudita y sin ningún tipo de estridencias, la fantasía y la realidad. Mundos góticos, tenebrosos y oscuros se alternan con la cruda verdad de un país desmoronado y enfermo. Una niña fantasiosa y su padrastro se alzan como las dos caras de una misma moneda, enfrentadas por culpa de la sinrazón y el odio. Un trabajo duro y muy triste, con nulas concesiones a la taquilla.
(crítica)

3.- La Noche de los Girasoles. Una ópera prima cruda, cínica y violenta. Real como la vida misma. Un film coral y, al mismo tiempo, amoral. Su director, Jorge Sánchez-Cabezudo, deja muy claro que la línea divisoria entre el bien y el mal es extremadamente delgada; casi invisible. Y que los humanos, por ese sentido de la maldad tan acentuado que poseemos, tendemos a inclinarnos hacia el lado más oscuro de la frontera. Los bosques de una pequeña población avilesa serán el marco geográfico ideal para ubicar esa frontera virtual; un violador, un par de espeleólogos, la compañera de uno de ellos, un Guardia Civil y dos aldeanos enfrentados, serán los personajes que se verán imbuidos en la extraña espiral de virulencia provocada por el azar más diabólico. Un retrato sobrio y valiente de esa España profunda y negra que, escondida y dormida entre la verde floresta, aún sigue existiendo.
(crítica)

2.- Hijos de los Hombres. Un futuro gris, nada lejano, escalofriantemente desolador. Un mundo sumido en el caos; un mundo en el que el llamado terrorismo de estado está a la orden del día. Y, por si fuera poco, 18 años silenciosos y sin color; 18 años sin las voces ni la presencia de niños en sus calles. El don de la fertilidad en las mujeres es una cosa del pasado; ciencia-ficción pura y dura para los habitantes del 2027. El Apocalipsis Final está cantado y Alfonso Cuarón lo plasma en su film con todo lujo de detalles, a través de una narración trepidante y sorpresiva, llena de golpes de efecto inesperados y sobrecogedores: un insuperable plano secuencia, cámara en mano y mostrando los brutales efectos de una batalla, es un buen ejemplo de la maestría con la que el realizador mejicano ha planteado la película. Devastadora, emocionante y emotiva. A partes iguales. Una maravilla con carga ideológica de alto voltaje.
(crítica)

1.- Munich. Las Olimpiadas de Munich de 1972; un sangriento atentado terrorista por parte de un comando de Septiembre Negro y, siguiendo el orden lógico y cronológico de la historia, la venganza judía. Spielberg se olvida de la melaza y entra a saco en el problema de su propio pueblo y de su victimismo, siempre de manera vibrante y a ritmo de thriller; de esos thrillers que ya no se hacen, dotado de la estética visual de los films de género de los 70. Un producto que destila ideología y acción a raudales. Homenajea a Hitchcock en un par de ocasiones y, al mismo tiempo -rompiendo con su tónica habitual- ofrece una de las escenas más frías y violentas de su filmografía al recrearse en el asesinato de una mujer. Cine comercial, comprometido y de autor. Con Munich se desvela la recuperación de una manera artesanal de hacer cine que parecía ya perdida para siempre. Indiscutiblemente, para quien esto escribe, ésta es la joya cinematográfica del 2007.
(crítica)

29.12.06

Y los orejones... ¿adónde están?

El nombre de Stephen Frears fue el que me indujo a ver The Queen. No hay ningún otro motivo, pues el episodio de la muerte de Lady Di y la reacción silenciosa de la Casa Real británica sobre el incidente, siempre ha sido un tema que me ha dejado bastante indiferente.

Estaba convencido que Frears -conociendo su trayectoria anterior-, le habría dado la vuelta a la tortilla y se mostraría mucho más cínico de lo que ha sido con la monarquía y con Tony Blair quien, en esos tiempos, hacía escasos meses que había obtenido el puesto de Primer Ministro; un político, por aquel entonces, de ideas liberales y progresistas quien, con sus polémicas declaraciones tras el suceso y en medio del mutismo total de la familia real, consiguió meterse a los londinenses en el bolsillo y remover las tripas y los sentimientos más intimos de la Reina de Inglaterra, la cual se vio obligada, finalmente, a dar la cara ante la ciudadanía.

El film no es más que eso. No va más allá aunque, a pesar de su irregularidad, ha conseguido uno de sus objetivos principales: cabrear a los habitantes del Palacio de Buckingham. Lo del cabreo, en parte, es lógico, ya que está claro que es el papel que les toca representar, y a los de sangre azul pocas veces les gusta verse radiografiados y semidesnudos en la pantalla grande. Y mucho menos si les meten (aunque sea un poquito, como en este caso) el dedo en la llaga. Aunque la verdad, lo del cabreo es un tanto innecesario, pues The Queen es un producto excesivamente plano e ideológicamente controvertido que, en el fondo, lo que hace es humanizar a los integrantes de la monarquía británica. No entra jamás a saco y, en general, se muestra demasiado condescendiente con ellos. De hecho, quien más "palos" (entre comillas) recibe es un joven Tony Blair: el retrato que hace de éste manifiesta, a la perfección, que ese idealismo con el que llegó al Gobierno acabó desapariciendo, en un tiempo récord, para dar paso a una política conservadora y totalmente sumisa a los intereses de la Casa Real, transformándose en un siervo más de Elizabeth II.


The Queen no explica nada nuevo que no supiéramos ya de una de las crisis más fuertes sufridas por la figura de la Reina y sus aledaños. De hecho, lo más atractivo (por no decir lo único) del film estriba en la excelente y vibrante interpretación de una soberbia Helen Mirren. Nadie como ella podría haber dado vida, con tanta fidelidad, al personaje de esa reina que ve perder su popularidad desbancada por la que obtuvo el sobrenombre de Princesa del Pueblo, Lady Diana. Los ojos de la actriz y su entristecida mirada (a veces furibunda) denotan, en todo momento, la categoría interpretativa de una mujer alejada de cualquier tipo de sobreactuación. Los silencios y cuatro detalles mínimos en su rostro, son más que suficientes para que el espectador sepa que diablos está maquinando la mente de esa altiva reina que, un buen día, notó su trono tambalear.

Al lado de la grandeza de Helen Mirren, los también compactos trabajos de gente como James Cromwell o Michael Sheen (el Príncipe Philip y Tony Blair, respectivamente) pasan bastante desapercibidos, aunque resulta loable el esfuerzo de Leo Davis, el encargado del casting, por lograr, con su elección, cierta semblanza física con los personajes reales. La lástima, sin embargo, es que no atinaran en que Alex Jennings, el actor que encarna al Príncipe Carlos, no luce esos desorbitados orejones que tanto caracterizan al actual marido de Camilla Parker Bowles, la Duquesa de Cornwall. Y es que el par de orejitas del tal Jennings no hacen honor a unas orejas mayúsculas que, con el paso de los años, se han convertido -por inmensas y por derecho propio- en un símbolo más de la realeza británica..


28.12.06

Reinas del celuloide

Helen Paredes y Marisa Mirren

27.12.06

Zapatero, a tus zapatos

Cándida es un personaje real; Villar es su apellido. Ésta, durante muchos años, trabajó como mujer de la limpieza en casa de los padres de Guillermo Fesser, uno de los artífices –junto a Juan Luis Cano- del popular programa radiofónico Gomaespuma. Con el paso del tiempo y al independizarse de su familia, Guillermo también recurrió a los servicios de Cándida para que le hiciera, unos días a la semana, algunas tareas domésticas hasta que, viendo que la señora necesitaba la jubilación con cierta urgencia, la retiró de fregar los suelos para convertirla en la peculiar crítica cinematográfica de su programa de radio.

Ahora, con toda la buena intención del mundo, Fesser, en Cándida -su debut como realizador- ha contado con esa mujer para que, interpretándose a sí misma, traslade parte de sus vivencias personales a la pantalla grande. Así es como ha nacido el film; un film que, en el fondo, pretende ser un cariñoso guiño a un grupo de mujeres anónimas (identificadas a través del personaje de Cándida) que han de ganarse el pan de cada día mediante un empleo miserable y mal pagado como es el de fregona.

La lástima es que Cándida sólo se queda en ese guiño beneplácito y sincero del director y en dos o tres gags muy concretos, debidos, ante todo, a la particular manera de expresarse de su atípica protagonista, una Cándida Villar que, sin ser actriz profesional, se alza en lo mejor de un título fallido y vacío, pues en él no hay una historia mínimamente atractiva (y lineal) a la que agarrarse. Varios retazos de la vida de esa mujer de la limpieza (algunos reales y otros ficticios) se funden, un poco sin orden ni concierto, para conformar una forzada mezcolanza entre la comedia al más puro estilo gomaespumiano (personajes y diálogos delirantes, aunque tópicos y previsibles) y el melodrama de connotaciones almodovarianas.

De hecho, la marginalidad de los hijos de Cándida, los barrios y edificios en los que habitan y esa citada mezcla de géneros, se acercan –aunque guardando las distancias- a uno de los títulos más emblemáticos del director manchego, ¿Qué He hecho Yo Para Merecer Esto?. Pero, al contrario que Almodóvar, Fesser no pasa del envoltorio, con lo cual jamás llegar a profundizar ni en sus personajes ni en sus acciones. Es más: la manera de exagerar a ciertos personajes, en lugar de emocionar al espectador, tan sólo consigue de éste un claro distanciamiento que le acaba apartando definitivamente de la película.


Cándida empieza encallada y continúa encallada, pues su metraje está alargado en demasía. El modo sui géneris de hablar de esa buena mujer (divertido, pero demasiado facilón) es de lo poco con cierto gancho de un film que, construido a base de pegar mínimas anécdotas entre sí (de manera burda y torpe), acaba resultando disperso y repetitivo, Todo cuanto ocurre en él es tan banal como ese innecesario viaje hasta Nueva York en el que embarca, en su apartado final, a su protagonista y a uno de sus señores (el alter ego de Guillermo Fesser).

Recuerdo, con mucho agrado, el debut de Fesser y Cano en las ondas radiofónicas, cuando a principios de los 80 y con Gomaespuma, animaban las madrugadas de los sábados desde la desaparecida Antena 3 Radio. Su humor funcionaba a las mil maravillas, igual que esa mínima tanda de inolvidables episodios –protagonizados por muñecos- con los que intentaron abrirse paso en el mundo de la televisión. Ese alocado universo era mucho más fresco, inteligente y gracioso que este erróneo salto de Fesser a la dirección cinematográfica. Sus anteriores guiones para El Laberinto de P. Tinto y La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón, al lado de su hermano Javier, ya prometían muy poco. Personalmente, me quedo con su vertiente radiofónica (o incluso la televisiva), lugares en los que ha demostrado su valía y su verdadero ingenio. Y es que ya lo dice el refrán: zapatero, a tus zapatos...

26.12.06

El hombre que iluminó a John Belushi

El Rey del Soul; el negro que vertía litros y litros de sudor en sus actuaciones; el cantante que más veces visitó la trena; el tipo al que le voló un Rolex de oro de su muñeca, mientras saludaba al público, durante una actuación en el Palacio de los Deportes de Barcelona. Su nombre era James Brown.

Decían de él que había hecho un pacto con el Diablo; otros opinaban que eso era imposible, pues el Diablo era él. La pasada Nochebuena, montó en su carrusel privado y se pegó el piro.

De él nos quedan cientos y cientos de canciones para mover el esqueleto y, ¡cómo no!, su reverencial presencia al lado de los Blues Brothers. Y para él, el orgullo de haber puesto en vereda al indomable “Joliet” Jack Blues.

25.12.06

Give Peace A Chance

Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra. Nochebuena de 1914. Cientos de soldados, pertenecientes a tres destacamentos de distintas nacionalidades, pasarán la noche, alejados de sus familiares y cobijados en sus respectivas trincheras. Escoceses, franceses y alemanes. El frío y la muerte les rodea. Mientras, a muchos quilómetros del horror del campo de batalla, los Estados Mayores celebran la fiesta por todo lo alto. La presencia, entre los soldados, de un tenor y de una soprano, cambiaron la vida y los sentimientos de cuantos estuvieron allí reunidos. Y todo fue gracias a la música, a sus emotivos cánticos.

Basada en una serie de casos reales que tuvieron lugar en distintos frentes de batalla durante la Navidad de 1914 (y que fueron descritos, con todo tipo de detalles, en el libro de Yves Buffetaut Las Batallas de Flandes y de Artois), Feliz Navidad, realizada por el francés Christian Caron, se alza como un hermoso y loable canto al pacifismo y a la hermandad, así como a una ácida y contundente crítica a la absurdidad de las guerras.

Feliz Navidad, siendo una película altamente emotiva, rehuye cualquier tipo de trampa narrativa para no caer en el simple recurso de la lágrima fácil. Al contrario: el film de Caron se mueve por otros derroteros mucho más sinceros ya que, en todo momento, intenta buscar la complicidad del espectador a través de recursos más humanistas para que éste se identifique plenamente con el soldado de a pie; un soldado que, en realidad, no es más que suculenta carnaza servida por los Altos Mandos, en bandeja de plata, al enemigo.

Una Navidad diferente, en donde los fusiles y los cañones dejaron de sonar y en la que las únicas explosiones fueron las provocadas por las múltiples bengalas lanzadas al cielo por los distintos destacamentos allí reunidos. Esa noche, la arma exclusiva fue la música; una arma que unió a tres grupos de hombres que, minutos antes de la Nochebuena, estaban dispuestos a aniquilarse los unos a los otros; una arma que, inevitablemente, puso en estado de alarma a todos aquellos que, en total armonía, celebraban la Pascua con manjares exquisitos y alejados del helado y ensangrentado campo de batalla: los empresarios de la guerra, aquellos que juegan a la estrategia militar amparados en el calor de sus mansiones, y en cuyo tablero, las fichas de la partida han sido cambiadas por personas anónimas; personas sin rostro ni nombre; simples cifras humanas para engordar las ruborizantes estadísticas del número de bajas en combate.

Un trabajo excelente. Sobrio e inteligente. Duro y comprometido. Un título capaz de complementar las intenciones antibelicistas del Stanley Kubrick de Senderos de Gloria. La misma guerra, los mismos mandos neuróticos, la misma incongruencia. Y, al igual que ocurría en una de las últimas escenas de la obra maestra de Kubrick, el canto y la música se convierten en utensilios intelectuales para desbancar el estúpido e ilógico honor militarista; un honor que sólo causa muertes y desolación por donde pisa.

Si se la perdieron en su día y la quieren recuperar, sepan que mañana, día 26 por la noche, se estrena en Canal +. También la pueden conseguir en DVD. Vale la pena.

23.12.06

Mi humilde pesebre

Mi carácter gruñón ha sido el único culpable, en muchos años, de no adornar debidamente mi hogar con lindos motivos navideños. La casa se mostraba fría y vacía. Faltaba el calor de una ornamentación alegre. Es por ello que, en esta ocasión y temeroso de convertirme en una réplica de Mister Scrooge, haya alterado un poco mi modo de vida en estos días de paz y confraternización.

Al no querer verme acosado por los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras, ayer tarde decidí montar un pesebre que alumbrase mi vida en días tan señalados. Un pesebre que, al mismo tiempo, dedico a todos aquellos que visitan por costumbre Spaulding’s blog.

A todos ustedes: ¡Feliz Navidad!. Espero que este belén, construido pensando en mis lectores con todo el cariño del mundo, les acompañe durante todas las fiestas.













22.12.06

Ustedes me han picado

Sí, lo están leyéndolo bien: ustedes me han picado, tal y como reza el título del post. Me picaron la moral. Eso fue hace pocos días, a través de los comentarios de algunos de los lectores del blog. Me resultó muy duro leer que Super Nacho era una película divertida. Incluso, de manera altamente temerosa, alguien afirmó textualmente que se trataba de la mejor película del año. Pensaba que era imposible que algo protagonizado por esa cosa llamada Jack Black fuera mínimamente potable. Es por ello que, armándome de moral, puse manos a la obra y desempolvé de la estantería una copia en DVD de ese título; un título del que estaba convencido que jamás llegarían a ver mis ojos. Pero ante tales aseveraciones suyas, llegué a tomármelo como un reto personal; como si se tratara de un Ustedes lo han querido en versión de urgencia. Aparte, tampoco sería lógico que un ser omnipotente y omnipresente como Spaulding se quedara sin conocer la que podría ser la mejor producción del 2006.

Dicho y hecho. Televisión, deuvedé y darle al play. ¡Tachín! Ahí estaba Jack Black, plantándome cara desde la pantalla y dando vida a un monje mejicano. Él, en el film, es Nacho, el encargado de la cocina de una abadía dedicada a la adopción de niños huérfanos. Y Nacho, un imbécil rematado como todos los tipos a los que interpreta este hombre, está pirrado por la lucha libre. Los enmascarados le roban el alma. Tanto aprecio tiene por ese noble deporte que, ni corto ni perezoso y tras convencer a Esqueleto -un adolescente tan idiota y sobreactuado como él-, deciden iniciar (a escondidas) sus andaduras como luchadores por los cuadriláteros del lugar. Super Nacho y Esqueleto. El primero, usará una máscara para sus combates; el segundo, lucirá su cuerpo delgaducho a pelo. El Pulga y El Linterna.

Pues eso: hostia va y hostia viene. El guión es lo de menos; no importa, por lo tanto, no existe. La cuestión es que los transgresores Nacho y Esqueleto haga el gilipollas cuanto más mejor. Los gags son de lo más burdo que se puedan imaginar. Las interpretaciones resultan igual de burdas que los gags. Y yo, allí, parado, con la boca abierta e intentando descubrir en donde se encontraba la inexitente brillantez de un film tan estúpido e innecesario como éste. Y entre mamporrazo y mamporrazo, su realizador y co-guionista (un tal Jared Hess), ofrece la posibilidad de asistir a un numeroso desfile de frikis -de lo más forzado y sin gracia alguna- representando a los adversarios del descerebrado dúo protagónico.

Para darle un mínimo de historia al despropósito, se saca de la manga el personaje de una monjita atractiva, la Hermana Encarnación, la cual hará que Nacho empiece a notar cierta calentura corporal bajo su sotana e intente conquistarla de diferentes maneras. Ya se pueden ir imaginando la de chorradas, aspavientos y muecas que el Jack Black realizará para meterse a la religiosa en sus calzones. El no va más de la exquisitez en la comedia actual.

Si la intención del tal Hess era satirizar los múltiples films mejicanos que, a partir de los 50 fueron protagonizados por gente como El Santo Enmascarado de Plata y Blue Demon, no lo ha logrado en absoluto. Esos títulos son insatirizables. Les puedo asegurar que, tras haber visto muchos de ellos, nunca nadie podrá igualar (y menos superar) el delirio que derrochaban esas ingenuas películas. Delirio y psicotronía, dos conceptos que no consigue ni a medias esta falacia del Super Nacho. Y que conste que, en el caso de Santo & Friends, el humor no estaba buscado a propósito. Sencillamente resultan humorísticas y deliciosas porque fueron filmadas en serio. Y, en contraposición, Super Nacho resulta de lo más penoso, pues siendo una comedia sólo consigue dar lástima.

Créanme: si nunca han visto un film original de los tropecientos existentes sobre enmascarados mejicanos, háganlo ya. Y un consejo más: empiecen con Santo y Blue Demon Contra los Monstruos; una obra magna en el género. Entonces es cuando se darán cuenta que lo del Jack Black es patético.

Y pensar que llegué a creer que con Super Nacho descubriría la mejor película del milenio... Iluso, que soy un iluso y un tontolculo.

21.12.06

EN RESUMIDAS CUENTAS: Familias

El argentino Daniel Burman, en Derecho de Familia, su última película, da una nueva vuelta de tuerca a uno de sus temas preferidos, el de la familia, tal y como hizo hace un par de años con la aburrida y pedante El Abrazo Partido. Pero en esta ocasión, el realizador y guionista, se muestra mucho más fresco e ingenioso. Deja cualquier esbozo de pomposidad a un lado y, con mucho sentido del humor, entra de lleno en materia, al igual que hace un excelente Daniel Hendler, su actor fetiche, quien, repitiendo el rol de protagonista y a través de su propia voz en off, se alza en el narrador de una historia tan sencilla como emotiva y agradable.

El análisis de la sempiterna y conflictiva relación padre e hijo conforma el núcleo central del film Para ello, y a modo de personajes probeta, utiliza a un padre y a un hijo abogados. El primero, Bernardo Perelman, viudo y con un bufete particular a su cargo, posee un método de trabajo ciertamente efectivo en el trato con sus clientes, ya que se apoya más en su sabia psicología personal que en la complicada legislatura; el segundo, Ariel Perelman, ha optado por el funcionariado, ejerciendo como letrado y profesor al servicio del Ministerio de Justicia. Casado y con una hija pequeña, tendrá que hacer frente a un inesperado reto de su progenitor; un reto que le hará cambiar la forma de afrontar su propia existencia.

Un trabajo digno y efectivo, sin sorpresas aunque destilando sentimientos a diestro y siniestro. Y de fondo, complementando ese particular estudio paternofilial, una cínica y divertida crítica al universo de las guarderías infantiles; unos centros que, en lugar de suponer un descanso para los ajetreados padres que dejan allí a sus pequeñas criaturas, acaban convirtiéndose en locales que exigen de los mayores una hiperactividad fuera de lo normal (reuniones con los educadores, fiestas infantiles en las que han de colaborar...).

A pesar de su sencillez aparente, Derecho de Familia bien merece un vistazo. Aunque sólo sea para disfrutar con los pequeños toques surrealistas que usa Burman para adornar su narración.


En Irresistible, la australiana Ann Turner, también da otro vistazo a la unidad familiar, pero en este caso con una efectividad nula y de manera totalmente distinta a la de Burman. Un thriller de baratillo al estilo de los soporíferos telefilms de sobremesa, en el que lo único que destaca es la sobriedad interpretativa de Susan Sarandon, pues su insulso partenaire, un envejecido Sam Neill, tan sólo se dedica a poner cara de perversillo a lo largo de su inacabable metraje.

La historia es lo mismo de siempre: una mujer casada y con dos hijos, empieza a sospechar que su marido la engaña con otra. Cosas que aparecen y desaparecen misteriosamente de su domicilio y ciertos detalles que sólo son observados por ella, harán que la pobre y desamparada Sarandon quede ante los demás como una loca de remate. Con ínfulas de thriller psicológico, Irresistible juega -en todo momento- a ser una nueva revisión de Luz de Gas, para al final intentar sorprender al espectador a través de un forzadísimo y descabellado giro de guión.

Cuatro sustos falsos y mal metidos y la siempre interesante presencia de la protagonista de Thelma y Louise es lo poco que ofrece un producto que, por suerte, ha sido estrenado casi a escondidas. Y, la verdad, es que tal nimiedad no se merecía otro tipo de honores.

19.12.06

Las primeras Navidades sin papá


Joseph Barbera, el único superviviente del tándem Hanna-Barbera, se nos ha ido, dejando huérfanas a un buen número de entrañables criaturas.














Buen hombre: allí dónde esté, muchas gracias por hacerme pasar momentos tan felices e inolvidables en mi infancia. Era usted todo un maestro.