28.10.09

SITGES 2009: LOS OTROS (hay más cine más allá de Méliès)

Aparte de las películas que optaban al Méliès de Plata, también tuve la posibilidad de ver otros títulos, tal y como ya avancé en el primer post sobre Sitges 09 y en el que citaba las excelencias de la surcoreana Thirst o la decepción que significó para mí la nueva entrega de [Rec].

Sin más dilación, vamos a por las otras:

La norteamericana Grace, muy a su manera, no deja de ser una copia descarada (y sin garra) de la francesa A l’Interieur. En ella, tras dar a luz después de un fatal accidente, una mujer tendrá que enfrentarse a la crianza de su bebito recién nacido: una criaturita a la que le encanta zamparse biberones de sangre. A pesar de su prometedora base argumental (con madre sufridora incluida, para seguir la tónica del festival de este año), la cinta es de lo más vacío que uno pueda echarse en cara. Lenta, aburrida y con poquísimas sorpresas. Desesperante: Sundance se cuela hasta en el fantástico ¡Con lo maja que hubiera quedado una historia así en manos de alguien como Larry Cohen!

La Huérfana, cinta norteamericana del catalán Jaume Collet-Serra, supone un trabajo correcto (y muy formal) capaz de recoger, sin estridencias, muchos de los tópicos del género para construir una historia efectiva y, a pesar de su inesperado giro final (bastante acomodaticio, por cierto), con muy pocas sorpresas en su desarrollo. Uno de sus principales valores es que cuenta con dos horas largas de metraje y no aburre en absoluto. De nuevo, otra madre sufridora en el certamen (excelente Vera Farmiga) aunque, en este caso, padeciendo las terribles consecuencias de haber adoptado a una huerfanita de armas tomar.

De la mano de Joe Dante, llega un film rodado en 3D: Miedos 3D (The Hole). Dante, el padre de criaturejas como los Gremlins, ya no es el de antes y, aunque se empeñe en volver a relanzar el estilo de cine fantástico y juvenil que potenció en los 80, se queda corto en su nueva película. En ella, tres adolescentes se muestran intrigadísimos ante el agujero negro que descubren en el sótano de su nueva casa y deciden ir más allá de sus conjeturas. La historia no da para mucho: cuatro efectos pensados directamente para el 3D y un par de pasajes con cierta trempera. En general, se trata de una película aburrida y con muy poca chicha.
Werner Herzog se atreve con el Bad Lieutenant de Ferrara y con el histrionismo (en esta ocasión ideal) de Nicolas Cage para organizar uno de los títulos que este año más me han captado la atención: Bad Lieutenant, Port of Call New Orleáns. Y es que el hombre, aprovechando solamente la figura del policía corrupto que a principios de los 90 interpretara Harvey Keitel, urde un festival de locuras en donde las drogas, las alucinaciones y las malas intenciones se convierten en los principales ingredientes de un menú en el que se ha anulado, por completo, las ásperas connotaciones religiosas (totalmente cargantes) de la cinta original. A Cage, como poli maloso y colgado, le va de narices su habitual sobreactuación, mientras que el New Orleans post-Katrina se convierte en el escenario perfecto para un extraño y enfermizo producto que navega entre la comedia más cínica y el thriller más radical. Y además sale la Eva Mendes, que siempre es de agradecer.
Un Vincenzo Natali totalmente alejado de las coordenadas de Cube presentó Splice, una cinta que se mete de lleno, bajo un prisma de lo más comercial, en el mundo de la experimentación genética. Un matrimonio de científicos conforma la pareja de mad doctors protagonistas (un correcto Adrien Brody y una afectadísima Sarah Polley). Ella, siguiendo la tónica temática del festival, va de mamita sufridora; él, por el contrario, no tiene nada claro lo que han hecho dando vida a su hija: un monstruito nacido de un cruce de varias especies, incluida la humana. Lo curioso es que el animalejo tiene un fuerte potencial erótico. Distraída y con muy buenos efectos especiales. La previsibilidad es su peor enemigo.

Una tensa y compacta escena inicial es lo mejor de The Hurt Locker, la nueva incursión cinematográfica de Kathryn Bigelow. Después, la cinta es más de lo mismo: la guerra de Irak de nuevo en la pantalla grande. En este caso, los protagonistas son los componentes de una brigada de marines especializados en desactivar explosivos. Filmado cámara en mano (lo del cinema verité ya empieza a atufar) y narrado de manera casi episódica, con una mínima continuidad argumental, el film se alarga hasta extremos increíbles (más de 130 minutos de metraje. Lo mejor: su modélico manejo del suspense en un par de escenas clave. Lo peor: el mensajito patriotero y fascistoide que suelta durante el spring final.

9, la cinta de animación dirigida por Shane Acker y producida, entre otros, por Tim Burton, significó, para mí, una de las mayores decepciones del festival. Perfectamente animada y haciendo gala de una técnica perfecta, el largometraje incide en mostrar un mundo post-apocalíptico, un tema extremadamente recurrido entre los cineastas actuales. Aquí, sin embargo, los protagonistas, en lugar de humanos, son muñecos de trapo que tendrán que luchar contra un ejército de máquinas robóticas construidas con finalidades destructivas. Hasta aquí, todo bien. Pero la cinta no va más allá de un espectáculo de acción al uso, pues su guión es mínimo y reiterativo. Hacía tiempo que no me aburría tanto con una película de animación.

Zombieland es una locura entretenida, sin más, en la que un grupo reducido de cuatro personas, un adulto y tres jovencitos, en medio de una invasión zombi, cruzan los Estados Unidos en busca de un lugar apacible en el que reiniciar sus vidas. La cinta tiene ritmo, gags brutotes y un lujoso cameo, en su parte central, de siglas BM. La lástima es que su realizador, Ruben Fleischer, no haya sabido sacarle un mejor partido a su desangelado clímax final en un parque de atracciones y se haya decantado, inexplicablemente, por un edulcorado canto a la unidad familiar.

Sitges cerró esta edición con The Road, otro film apocalíptico que, basándose en la prestigiosa novela de Cormac McMarthy, narra la odisea de un padre y un hijo que, al igual que los protagonistas de Zombieland, huyen del hambre en búsqueda de paisajes menos destruidos y más seguros. Lluvia ácida y hambre, mucha hambre. Viggo Mortensen y su pequeño compañero de penurias, están que se salen. La película, en general, aburre, no se acaba nunca y opta por un final de lo más descafeinado y nada lógico. A John Hillcoat le ha salido un producto de factura correcta y buenas intenciones, pero poca cosa más.

En otro post, y ya para terminar, las anécdotas del festival.

23.10.09

SITGES 2009: MÉLIÈS D'ARGENT (segunda parte)

Tal y como había prometido, aunque con un poco de retraso, sigo con las 11 cintas restantes nominadas al Méliès de Plata.

The Frost, del catalán Ferran Audi, explora en los sentimientos de unos padres tras perder accidentalmente a su retoño. Filmada en buena parte (y de modo innecesario) en Noruega, la película se basa, muy a su manera, en un relato de Ibsen. Psicología de andar por casa al servicio de una Aitana Sánchez-Gijón en baja forma. Un aburrimiento sin ángel alguno. El fantástico, a pesar del empeño de su realizador para que éste salga a flote, brilla por su ausencia.

The Children, junto a la ganadora The Eclipse, era una de mis favoritas. Su director, Tom Shankland. En ella se narra una historia navideña con niños perturbados y asesinos tocados por un extraño virus. Lo mejor se encuentra en la tensión que provoca en el espectador su presentación, cuando los pequeños de la casa están incubando una enfermedad desconocida. Su desarrollo, tenso, es más de lo mismo, pero con una efectividad que ya querrían para sí más de uno de los films presentados este año en el certamen. Y, como propina, uno de los mejores finales del Sitges 09, con un par de giros argumentales (y cargados de mala leche) en poquísimos minutos. Atención a la lolita protagonista: todo un bomboncito.

Shadow, de Federico Zampaglioni, demuestra que el terror italiano está de capa caída. Un quiero y no puedo que salta de género en género sin encontrar ningún tipo de estabilidad. Del survival (al más puro estilo de El Rey de la Montaña) pasa al torture porn para, de golpe y porrazo, optar por tomarle el pelo al espectador de forma descarada. De una parejita acosada en el bosque a un sótano plagado de símbolos neonazis. Cambiar el rumbo del guión parece no importarle en absoluto al tal Zampaglioni. Aberrante y sin sentido.


La experimental Amer es el homenaje franco-belga al giallo y, muy en concreto, a la filmografía y estilo de Dario Argento. Una fotografía espléndida, rocambolesca y elegante es lo más destacado de un film narrado en tres cortes. Una mujer es su protagonista. La cámara sigue a ésta y a sus terrores en tres etapas bien diferenciadas: la niñez, la adolescencia y la madurez. Casi no hay diálogos; sólo miradas y sonidos. Los ruidejos de la banda sonora terminan por convertirse en los verdaderos protagonistas de un trabajo pretencioso y de lo más aburrido. Una pena, pues la cosa prometía. De ella, vale la pena salvar su imaginería visual y su tentador cartel publicitario. Del resto es mejor olvidarse.

Con Heartless, el londinense Philip Ridley (el mismo de la interesantísima The Pasión of Darkly Noon) ha maquinado un film de horror muy en la línea del universo de Clive Barker. Un fotógrafo, marcado por grandes manchas en su piel, es su protagonista. La cinta tiene empaque y dosifica bien el mal rollo que implica su historia. La belleza y la fealdad de nuevo se baten en un pulso demoníaco. ¿Realidad?, ¿locura?... Varios son los interrogantes que encierra el personaje interpretado por un efectivo Jim Sturgess. Lo mejor, el retrato de un Londres barriobajero y enigmático; lo peor, la cantidad de lagunas que acumula su metraje.

La inglesa Dread, basada en un relato corto de Clive Barker, se enfrenta a los miedos personales del ser humano mediante el experimento psicológico orquestado por un joven que, en su infancia, vio morir a sus padres en manos de un psicópata. La película tiene gancho y maneja bien los típicos y tópicos del género. Sin altibajos en su desarrollo, posee una de las escenas más desagradables de este Sitges 09: su gran protagonista, un "suculento" entrecot.

Con The Human Centipede, el holandés Tom Six afronta una guarrada absoluta con una estética visual muy cercana a la de las coordenadas del cine porno. Nulo guión para una tontería de lo más escatológico. Una locura absoluta, con mad doctor de protagonista (de los de tebeo, con gafas de sol oscuras y bata blanca) y experimento infrahumano incluido. Píllese a dos jovencitas y a un japonés y únalos, mediante sutura, en forma de tren. Hay que coser boca con culo y boca con culo. Dé de comer al primero y espere que surta efecto la digestión. Pues eso: no hay que pedirle peras al olmo.

Colin es el acercamiento amateur al cine de zombis. Filmada en plan casero, la cinta tiene como protagonista al Colin del título, un zombi que tiene que aprender a desenvolverse como tal tras haber perdido su condición de mortal. La idea promete; si más no, resulta curiosa. La pega se encuentra en que, a los cinco minutos, ya no hay nada más que contar. Reiterativa, soporífera y pésimamente iluminada. El invento lo dirige el británico Marc Price.


Entretenido y simpático resulta el divertimento propuesto por Dead Snow, otra de zombis, de nacionalidad noruega y dirigida por Tommy Wirkola, cuya principal particularidad radica en que los muertos vivientes son antiguos soldados del ejército nazi. Comedia de tintes gores con un grupo de teenagers que ve estropeado su fin de semana entre las nieves por culpa de un tesoro mal guardado. Vistos los resultados, les puedo asegurar que a las huestes de Hitler les van los gags tipo cartoon.

Una de los títulos más esperados del Festival fue La Horde, otra más de zombis aunque, en esta ocasión, procedente de esa vertiente actual del cine francés que apuesta por el terror a golpe de vísceras y mal gusto. A pesar de la cantidad de muertos vivientes que asolan a los vecinos de un edificio suburbial, la cinta me decepcionó sobremanera. Un poco de [Rec] y un mucho de vídeo-juego. A 30 puntos por zombi descerebrado. Guión mínimo, casi inexistente; la sangre, por supuesto, a borbotones. La furia gabacha no tiene límites..., pero mi paciencia, sí.

Y para terminar, una más de muertos vivientes. El invento atiende por Doughouse y su realizador por Jack West. La guerra de sexos de nuevo en la picota. Seis amigos, de fin de semana, son los que tendrán que enfrentarse a una horda de zombis femeninas en un pueblecito alejado de la civilización. El tópico está servido. Una cinta tan vulgar como la mayoría de chistes sexistas que exhibe. Unos dirán que se trata de una película políticamente incorrecta. Yo les puedo asegurar que se trata de una chabacanada insoportable.

Como pueden ver, lo del fantástico europeo empieza a ser preocupante... No está muy fino, que digamos...

En el próximo post, los títulos que no tuve que juzgar.

17.10.09

SITGES 2009: MÉLIÈS D'ARGENT (primera parte)

La irlandesa The Eclipse, una película pequeña pero encantadora, fue la ganadora del Méliès de Plata. De hecho, debido a su sencillez y a pesar de sus mínimos matices fantásticos, destacaba muy por encima de las otras 21 cintas a concurso. Ambientada en un pequeño pueblecito de la costa en el que se desarrolla un festival literario, el título de Conor McPherson se centra en la figura de un vecino de la localidad que, tras haberse quedado viudo, empieza a verse atormentado por una serie de apariciones fantasmagóricos. Su sutileza narrativa, el academicismo formal de su realización, la emotividad con la que se acerca a sus tres personajes principales y, ante todo, la brillante interpretación del todoterreno Ciarán Hinds, hacen de este un trabajo imprescindible. A pesar de su poca relevancia dentro de la programación de este Sigtes 2009, ha sido, sin lugar a dudas, una de las mejores (y menos divulgadas) propuestas del certamen.

10 DE LAS OTRAS 21 PELÍCULAS A CONCURSO:

Dirigida e interpretada por una ególatra Julie Delpy, The Countess aborda, de modo alarmantemente plano, un nuevo repaso sobre la vida de la condesa Erzebet Bathory, una mujer altiva y déspota de quien se sospechaba, a principios del siglo XVII, que bebía la sangre de sus doncellas vírgenes para conservarse joven y lozana. Un mucho de biografía y un nada de cine fantástico, marcan un producto igual de descafeinado que la sosa actuación de Daniel Brühl. Suerte que por ahí, en un pequeño papel, pulula el siempre efectivo William Hurt.

La ópera prima del madrileño Gabe Ibáñez, Hierro, apunta por una de las constantes del festival de este año: el de las madres abnegadas y sufridoras. En ella, una imponente Elena Anaya (con un look sorprendente a lo Hilary Swank y a través de su mejor papel hasta el momento), remueve cielo y tierra para encontrar a su hijo de cinco años, desaparecido durante unas vacaciones en la isla de El Hierro. Una cuidada realización y una excelente fotografía no impiden que, en su segunda mitad, al director se le vaya la bola y caiga de lleno en un bucle tan repetitivo como previsible. Eso sí, la Anaya, en este ocasión, vale un Potosí.

Malice in Wonderland, del británico Simon Fellows, supone una nueva vuelta de tuerca a la inmortal Alicia en el País de las Maravillas. Su visión, un tanto vídeo-clipera, apunta por una estética moderna y un Londres de luces de neón, barrios bajos, tráfico de drogas y trata de blancas. La lástima es que la historia sólo se queda en la idea de trasladar la obra de Lewis Carroll al siglo XXI, pues su desarrollo, dejando a un lado su patético final en plan made in Hollywood, resulta de lo más acomodaticio y blando.


El prometedor duelo interpretativo que plantea Ne Te Retourne Pas, entre dos damas de armas tomar como Sophie Marceau y Monica Bellucci, no pasa del loable proyecto de reunir en un mismo título a dos actrices como ellas La historia de una mujer que, a pasos agigantados, se va convirtiendo en otra, no es más que una empanada mental de aquí te espero. Aburrida, pretenciosa y pésimamente explicada. La Marceau salva a la perfección su papel, mientras la Bellucci, a pesar de su indiscutible belleza, demuestra que lo de la interpretación es un arte que no ha asumido del todo. Su realizadora, la francesa Marina de Van, se ha quedado descansada con tal tomadura de pelo.

Otra empanada mental, de lo más esotérico y pedantillo, es lo que nos ofrece el húngaro Pater Sparrow en 1, su ópera prima, un título de connotaciones filosóficas que no hay por dónde pillarlo. A pesar de sus pretensiones de cine de autor, su realización es de lo más plano que uno pueda tirarse en cara. La historia, casi imposible de comprender, apunta por la aparición de centenares de volúmenes de un libro único, capaz de desestabilizar a la Humanidad, en una librería especializada. Algunos han calificado esta cosa como de ciencia-ficción abstracta. Y no van faltos de razón: no hay quien la aguante ni la entienda. Y menos visionándola en una sesión golfa a las doce de la madrugada.

Con Metropia, una coproducción entre Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia, el festival nos adentró a un futuro no muy lejano en donde una conspiración de tintes kafkianos llevará por el camino de la amargura a su protagonista, un hombre que oye voces en su mente cada vez que entra en el metro. Su espléndida animación, de tintes oscuros y grisáceos, y la colaboración en el doblaje de sus personajes principales de gente como Vincent Gallo, Juliette Lewis o Stellan Skarsgard, es lo más destacable de una cinta que, por su exceso imparable de diálogos, acaba resultando farragosa e insoportable. Una pena, pues su look visual y el tema de las conspiranoias, en un principio, se me antojan de lo más atractivo.


Les Derniers Jours du Monde, film francés de los hermanos Jean-Marie y Arnaud Larrie, viaja hasta el fin de nuestros días centrándose en los avatares de un hombre que se recorrerá media Europa (montañas de Montserrat incluidas) en busca de la mujer (sin tetas y con pinta de chico) que le llevó a divorciarse de su esposa. Más de dos interminables horas es el tiempo que invierten los Larrie para definir, a golpe de postalitas turísticas, el vacío más absoluto. Al menos, si de algo sirve la película de marras, es para descubrir que Sergi López no es más que un bluff al que le encanta mostrar, constantemente, sus atributos masculinos. Teniendo en cuenta que los hermanitos nacieron en Lourdes, lo milagroso, en este caso, es que hayan podido situarse tras una cámara. Si el Día del Juicio Final es tan folklórico como parece, les aseguro que vale la pena apearse de él unas cuantas horas antes.

Otro título dirigido en comandita ha sido el suizo Cargo. Sus responsables, Ivan Engler y Ralph Etter, han sabido sacarle el máximo partido a un presupuesto mínimo para llevar a flote una historia de ciencia-ficción muy en la línea de Alien y similares. Tensa (aunque un poco lenta) y perfectamente ambientada, la cinta sitúa al espectador en medio de una nave espacial, la Kassandra, en cuyo interior empiezan a suceder fenómenos inexplicables. La resolución tiene mucho que ver con los contenedores que transporta. Su dosificado suspense y la excelente dirección artística destacan sobre un guión que no acaba de resultar redondo. Las buenas intenciones también cuentan.

Valhalla Rising, del danés Nicolas Winding Refn, nos coló un soporífero guiño al cine de Ingmar Bergman a través de una de vikingos sin ritmo alguno. A pesar de contar con un inicio ultraviolento (con cráneo reventado incluido), de aventuras hay poquitas. En cambio, de religión y filosofía barata, un montón. El malo de Casino Royale, Mads Mikkelsen, con un ojo tuerto, es su salvaje guerrero protagonista. Por suerte y para salvaguardar mi salud mental, en menos de una hora abandonaba la sala de proyección. A ciertas alturas del festival, uno no está para pajas mentales. ¡Con lo majos que estaban Los Vikingos de Fleischer!

Mr. Nobody, visualmente hablando, ha sido la película con más empaque de las 21 a concurso. Su director, el belga Jaco van Dormael, se adentra en un film futurista en el que un anciano centenario, con la memoria borrada, intenta rememorar su pasado. Una primera hora original y excelente, marcada por el tiempo y las diferentes posibilidades que ofrecen las decisiones tomadas durante una vida, sumada a la interpretación de Jared Leto y su maquillaje, son su mejor baza. Después, sobrepasada su mitad, la película se encalla y no avanza hacia ningún lado. Su pobre guión (falto de ideas y fusilando, por momentos, títulos como El Show de Truman y similares) y un montón de finales alternativos acumulados en menos de veinte minutos, dan al traste con el producto. Como curiosidad, citar que esta era la cinta preferida de Antje Monning, el único miembro femenino del jurado de los premios Méliès.

En el próximo post, los 11 films restantes a concurso para el Méliès de Plata.

13.10.09

SITGES 2009: MÉLIÈS D'OR (debatiendo que es gerundio)

Sitges 2009 ya tiene su Palmarés. Han sido 11 días intensos, con muy poco tiempo para el descanso y plagados de sesiones cinematográficas y un montón de relaciones humanas. A pesar del sobreesfuerzo, reencontrarse con las caras conocidas de cada año siempre es un placer. Hoy mismo, volvería a repetir de nuevo la experiencia.

Empecemos el memorando con el Méliès de Oro, un premio que se otorgó durante una gala especial en el Auditorio del Hotel Meliá el pasado 5 de octubre y cuyo principal galardón recayó sobre la película francesa Martyrs de Pascal Laugier. Este es un título al que odio sobremanera por su innecesaria recreación por el mal gusto. Sin escatimar en detalles insanos, tiene a la tortura, en todas sus vertientes, como principal protagonismo. Una mínima excusa intelectual sirve de inconsistente tapadera para que su realizador organice una desenfrenada orgía de violencia y sangre destinada, tan sólo, a provocar al espectador y que, como plato fuerte de la función, regala a la platea el despellejamiento íntegro de una joven. La incitación es su única meta. A pesar de sus pretensiones, no hay que buscar en Martyrs cualquier otra coartada cultural.

Les puedo asegurar que, ante los otros dos miembros del jurado, intenté evitar el premio a un film de coordenadas tan básicas como las de éste pero, a excepción de la española Tres Días y la británica Moon, las otras opciones restantes no me dejaban mucha libertad de movimiento. Teniendo en cuenta que ninguno de los nueve títulos resultaba de mi total agrado y que Tim League y Antje Monning se alzaron como defensores a ultranza del film de Laugier desechando cualquier otra alternativa, cedí a sus deseos y acabé conformándome (a regañadientes) con su preferida. Un acto demócrata al cien por cien que, en un futuro, me dejaría jugar con ventaja a la hora de pactar el Méliès de Plata al final del certamen.

El Oro al mejor cortometraje fue, en decisión unánime, para el noruego Cold and Dry, una divertida fábula sobre un par de científicos que se dedican a liofilizar a buena parte de la Humanidad. Ni que decir tiene que, en este apartado, la decisión fue mucho más complicada debido a la alta calidad de la mayor parte de cortos en competición,

LOS OTROS LARGOS NOMINADOS AL ORO:

Tres Días, del cordobés F. Javier Gutiérrez, es otro título más de entre los que últimamente se apuntan a echarle un vistazo a lo que será el último día del planeta. Sin ser nada del otro mundo, y sobrándole un mucho su parte fantástica (un tanto metida a saco), la cinta se muestra inquietante en su aspecto de thriller rural y en la dosificación del suspense. La buena interpretación de su cuadro artístico (de entre los que cabe destacar la sobriedad de Víctor Clavijo y la enigmática presencia de un sobresaliente Eduard Fernández) ayuda a salvar en parte la gran cantidad de lagunas narrativas que abriga su historia.


Moon, la película más premiada de la Sección Oficial a concurso este año, también podría haber conseguido el Méliès de Oro, pero el desinterés que mostraron por ella los dos otros dos miembros del jurado y lo poco que me convenció su visionado, hicieron que no se alzara con el premio al Fantástico Europeo. Sin lugar a dudas, lo mejor del título de Duncan Jones (hijo de David Bowie) radica en su falta de pretensiones, su pasión por la ciencia-ficción de los 70 y la apuesta por el maquetismo, en sustitución de los efectos digitales, como diseño de producción. Sam Rockwell está que se sale en su impresionante construcción de un astronauta que lleva, en una estación minera lunar, más de tres años conviviendo al lado de un robot al que pone su voz el mismísimo Kevin Spacey. Su inicio es más que prometedor, pero su lentísimo tiempo narrativo y su reiterativa temática (en la que la clonación tiene un protagonismo determinante) lastran la fuerza de un trabajo cargado de buenas intenciones.

La finlandesa Sauna, de un tal Annti-Jussi Annila, resulta de una pedantería sin parangón. Ambientada en 1595, justo terminada la guerra entre Suecia y Rusia, tiene, como tema central, a los sentimientos de culpabilidad y la purgación de los pecados. Todo en plan muy esotérico y revestido con diálogos extremadamente rimbombantes. Aburrida y sin sentido. Es como si Bergman, tras El Séptimo Sello, hubiera resucitado y regresado de nuevo al cine fantástico con la intención de azotar al personal. Para tumbar al más pintado. Un tostón de padre y muy señor mío protagonizado por dos hermanos cartógrafos con personalidades antagónicas.

La inglesa Mum & Dad, dirigida por Steven Shell, es una nueva vuelta de tuerca sobre el arte de la tortura muy en la línea de Martyrs, pero con un look de subproducto televisivo ciertamente sospechoso. Una mínima (por no decir inexistente) línea argumental arropa las perversiones de un matrimonio dedicado a secuestrar jovencitos y jugar al límite con sus cuerpos. La provocación está servida de nuevo aunque, en esta ocasión, sin un mínimo de calidad cinematográfica. En resumidas cuentas: caca de la vaca.

Il Senso Della Farfalla (también conocida como Butterfly Zone) fue la patética aportación del italiano Luciano Caponni al submundo de los Méliès de Plata destinados a alcanzar un posible Méliès de Oro. Una cinta pretenciosa y de un surrealismo de lo más forzado en la que un portal invisible da paso a los mortales al mundo de los muertos. Uno de los títulos más insoportables de los nueve nominados que, por sus constantes animaladas, consiguió que, a pesar de mi condición de jurado, abandonase su visionado a la hora de proyección. Ni historia, ni interpretaciones, ni nada de nada. El vacío total. Caca de la vaca 2.

La alemana Absurdistan, de un tal Veit Helmer, posee un inicio de lo más divertido y surrealista. Cercana, visualmente hablando, al onírico mundo ideado por Fellini, la película se pierde tras sus prometedores y brillantes quince primeros minutos y, de un salto, pasa del universo felliniano al cine setentero de Mariano Ozores, orquestando el típico y tópico producto en el que la guerra de sexos y sus consecuentes y manidos chistes se convierten en su único hilo argumental. La excusa es el retrato coral de los habitantes de un pequeño pueblo, que ni siquiera figura en los mapas, marcado por la falta total de agua. La magia que pretende volcar en muchas de sus escenas acaba resultando de lo más ridículo y cursi.

Panique Au Village es una cinta de animación orquestada por los belgas Stéphane Aubert y Vincent Patar que no pasa de la sorpresa inicial que supone ver como las viejas figuritas de plástico, con las que jugábamos en nuestra infancia, cobran vida propia. Así, un indio, un cowboy y un caballo, comparten cama y mesa en una pequeña casita de campo. La fantasía y la locura vertida en su acelerada presentación son dignas de la mente de un niño en sus devanos solitarios. La lástima es que pronto se desvanece el impacto humorístico para dar paso a una serie de escenas reiterativas y sin ninguna coherencia aparente. La base del film estriba en una serie televisiva del 2000 en la que los tres protagonistas vivían pequeñas aventuras de seis minutos por episodio. El intentar alargarlas de modo estrepitoso, lo único que consigue es romper su frescor original y aburrir al personal de manera soberana.

Con Left Bank (Linkeroever), la cinta belga hablada en alemán y dirigida por Pieter Van Hees, llegamos al final de las nueve nominadas. De factura visual y realización impecables, este es un título que se pierde por la inconsistencia de su guión y por ostentar uno de los finales más insultantes e ilógicos que me he tirado en cara en mucho tiempo. Un pozo negro en el sótano de un edificio y las vivencias de una atleta enfermiza que suelta toner por la vagina, son las dos claves principales para entender el sentido de la vida que nos propone Van Hees. Francamente, de juzgado de guardia.

Sólo resta decir que todas las cintas fueron visionadas en mi domicilio, antes del Festival, gracias a los DVD proporcionados por la organización, ya que la deliberación debía estar cerrada al tercer día de iniciado el Certamen. Lo del Méliès de Plata ya es otra historia que les iré contando en post sucesivos.

10.10.09

SITGES 2009: Breve

Perdonen que les haya abandonado durante el Festival de Sitges. La verdad es que ejercer de jurado no deja apenas tiempo ni para dormir y, teniendo en cuenta que la wifi de la habitación ha estado 4 días sin funcionar, menos aún para actualizar. Mañana termina el certamen. Esta noche, los distintos jurados deliberamos. A partir del martes y durante varias entregas, les hablaré de las películas visionadas y de alguna que otra anécdota. Hasta entonces, que Tutatis reparta suerte.

Sólo decirles que estoy agotado... Nos vemos.

3.10.09

SITGES 2009: JORNADAS 1 Y 2 (de secuelas, espontáneos y vampiros)

Desde el día 1 que estoy metido de pleno en el Festival de Cine Fantástico de Sitges. Las obligaciones como jurado de la Sección Méliès, hacen que las posibilidades de actualizar a diario sean mínimas. 19 son los títulos que he de visionar a lo largo del certamen. Eso, sumado a las películas que me trago por puro placer o las continuas reuniones con los otros miembros del jurado, me tiene ocupado la mayor parte del tiempo.

Aprovecho un par de horas libres para ponerles un poco al día de lo acontecido en Sitges desde su inauguración. El Festival abrió anteayer con la decepcionante [REC] 2, una cinta que repite descaradamente los tópicos y esquema de la primera, perdiendo en el camino ese fresco toque coral y mediterráneo que la distanciaba de otros productos similares. El tándem Balagueró-Plaza, en esta ocasión, se ha conformado con el recurso más fácil y, soñando con seguir explotando el muermo, se atreve incluso con un final que apunta una nueva secuela. La máquina de fabricar dinero no ha hecho más que empezar, aunque sea a costa de fotocopiar el invento hasta la saciedad.

Filmax, productora de la película, no fue la única que sobresaltó a la platea con la reiterativa trama de [REC] ya que, inesperadamente y durante la ceremonia inaugural, un grupo de espontáneos, desde el mismísimo escenario del Auditorio, le dio un susto de aúpa a su cabeza visible, Julio Fernández, al denunciar, de viva voz y mediante lanzamiento de panfletos, ciertos temas turbios de la empresa.

La surcoreana Thirst de Park Chan-wook, del mismo realizador de Old Boy, dejó buen sabor de boca con una compacta historia sobre un sacerdote que acaba convirtiéndose en vampiro. De narración calmada e hipnótica, y a golpe de imaginería visual, la cinta no renuncia al sentido del humor para contarnos una historia sobre un chupasangres atípico y atormentado por los sentimientos de culpabilidad. Rompiendo esquemas, intercambia los roles entre el vampiro y el vampirizado y potencia, de forma inteligente, el protagonismo de una femme fatale que nada tiene que envidiar a las heroínas del cine negro de la época dorada de Hollywood.

The Countess, una nueva variación sobre el personaje de la condesa Erzebet Bathory, y Hierro, ópera prima española de Gabe Ibáñez protagonizada por Elena Anaya, fueron los otros dos títulos que pude visionar ayer y de los que, como jurado, me veo en la obligación de reservar mi opinión hasta que no se hayan otorgado los Méliès de Plata.

Por lo demás, y dejando a un lado el cansancio provocado por tantas proyecciones y reuniones, tan sólo queda decirles de nuevo que se está de narices viviendo de gañote. De todos modos sepan que, a pesar de ello, lo de ser jurado también tiene su parte oscura. Hoy, sin ir más lejos y debido a una deliberación para los Méliès de Oro, he tenido que renunciar a uno de los títulos que más me apetecían del certamen: Celda 211 de Daniel Monzón.

Cuando tenga unos cuantos minutos, seguiré informándoles.