31.10.14

El precio del empleo


El actor y director Don McKellar, con La Gran Seducción, rememora el espíritu coral de las viejas cintas de la casa Ealing para narrarnos una simpática historia ambientada en una pequeña comunidad de pescadores canadienses en paro cuya cabeza visible, un hombre dispuesto a acabar con el desempleo que azota su aldea, trama una gran farsa con la complicidad de todos sus vecinos para conseguir que un joven doctor, destinado “accidentalmente” a su parroquia, se quede a vivir entre ellos, condición indispensable para que una gran empresa petrolera monte en la zona una nueva fábrica destinada al reciclaje de residuos petroquímicos, una ocasión de oro para que sus habitantes vuelvan a tener empleo estable y dejen de cobrar el vergonzoso subsidio estatal.


Basada en una película también canadiense y de idéntico título (La Grande Séduction) del año 2003, la versión que ahora nos ocupa no está muy alejada de las intenciones de un clásico como Los Apuros de un PequeñoTren, mostrandose McKellar totalmente hábil en la descripción de sus personajes principales, empezando por el interpretado por el cada vez más inmenso (en todos los aspectos) Brendan Gleeson y terminando por el dibujo que hace de sus vecinos y, ante todo, del médico recién llegado (un efectivo Taylor Kitsch).


Comedia agradable, sin pretensiones y con una buena carga de crítica social y política, que sin embargo se queda un poco coja a la hora de arremeter contra el atentado ecológico que significa la implantación de una planta petrolífera en una franja tan verde y pura como la que nos presenta el film, detalle que tan sólo queda apuntado brevemente a través del personaje de la joven tendera de la localidad. Una incorrección política en contra de los ecologistas a la que hay que sumar la del soborno económico propuesto por la petrolera para instalar su empresa entre ellos. Pero es que el precio a pagar para conseguir un lugar de trabajo a veces resulta extremadamente caro.

Sencilla y enormemente divertida, lo mejor de la propuesta radica en todas las falsas escenografías que montan Gleeson y sus coleguillas para lograr que el atolondrado médico se sienta cómodo entre sus nuevos convecinos. Una sarta de engaños y mentiras destinados a conseguir un fin común y que tendrá su punto culminante y graciosísimo durante la visita de un grupo de representantes de la multinacional a la pequeña aldea; un hilarante momento coral que, en parte, recuerda a las locuras cinematográficas que organizaba el gran Luis G. Berlanga.

30.10.14

Conectando crímenes


Betibú es una coproducción argentina-española que, filmada casi íntegramente en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, nos ofrece una historia policiaca, con un montón de crímenes entrelazados y protagonizada por tres de los periodistas de la sección “policiales” del periódico El Tribuno que se encargan de investigar el caso para el rotativo: el novato Mariano Saravia, el veterano Jaime Brena y Nuria Iscar, una prestigiosa escritora de novela negra, conocida entre sus más íntimos como Betibú, que ha sido invitada por su antiguo amante, el director del diario, a formar parte del equipo de investigación.


Dirigida por Miguel Cohan, la cinta posee un inicio prometedor y bien expuesto que se mueve entre los cánones más clásicos del género: la correcta exposición del primer crimen, la presentación de sus protagonistas principales y las primeras pesquisas, añadiéndole un toque de sarcasmo (muy de agradecer) sobre esa corriente elitista que significa la alarmante proliferación, en países sudamericanos, de grandes y lujosas zonas residenciales blindadas del exterior gracias a la seguridad privada (lugar en donde se comete el principal asesinato) y sobre la que se esconde todo un elegante guiño a la excelente película hispano-mejicana La Zona.

Betibú sigue manteniendo el interés del espectador en su parte central. Va exponiendo nuevos datos a la platea de forma dosificada y siempre manteniéndose dentro de los márgenes de un argumento perfectamente comprensible. Incluso se atreve a introducir a un divertido y curioso personaje de lo más conspiranoico, El Gato, un tipo con pinta de homeless que vive entre miles de carpetas y cintas de video y audio asegurando la existencia de una organización secreta que controla nuestra existencia.


Otros puntos a favor de la película se encuentran en el buen trabajo de una sobria Mercedes Morán, la Betibú del título, y de la pequeña aunque intensa colaboración del todoterreno José Coronado, dando vida al director de El Tribuno, así como de la solvencia de Daniel Fanego (el reportero experimentado). Otra cosa es la esforzada (aunque endeble) interpretación de Alberto Ammann (el periodista principiante) que, para más INRI, hace gala de una dicción un tanto difícil de entender (sobre todo para el público de España).


Es una lástima que un producto bien planteado e interesante como este, no sepa llegar a una resolución mucho más sugestiva. Y es que el tal Miguel Cohan, en su afán por ser original y romper con el clasicismo que exhibe durante casi todo el metraje, apuesta por un final rompedor que lo único que consigue es dejar cabos sueltos por todas partes.

28.10.14

Ensalada de espías



El director holandés Anton Corbijn, el mismo que dirigiera la interesante El Americano, se instala en la ciudad alemana de Hamburgo y, amparándose en una novela de John le Carré, con El Hombre Más Buscado se adentra en una historia de espías en la que convergen un par de delegaciones internacionales, la CIA y la BND (la agencia de inteligencia extranjera del gobierno alemán) en un mismo caso en el que, aparentemente, se ven implicados un inmigrante checheno recién llegado al país y una presunta red ligada directamente con el terrorismo islamista.

El gran reclamo de la cinta recae en su protagonista principal, el llorado Philip Seymour Hoffman dando vida, en la que es su obra póstuma, a Günther Bachmann, un espía alemán que conoce muy a fondo el tema de la traición y de la manipulación de los informes secretos. Fumador compulsivo, bebedor y destinado a Hamburgo debido a una mala experiencia en la ciudad de Beirut, es el rol ideal para que Seymour Hoffman, gracias a su inteligencia actoral, dotara de humanidad a uno de esos personajes herméticamente gélidos del universo literario de John le Carré. Quizás no se trate de una de sus mejores interpretaciones ya que, a pesar de cumplir a la perfección con su cometido, en algún que otro momento se le nota un tanto sobreactuado.


No busquen en El Hombre Más Buscado una cinta de acción al estilo de las de James Bond. Mucho más próxima a títulos como El Espía Que Surgió del Frío o el más reciente El Topo, se trata de un trabajo mucho más reflexivo sobre el oscuro trabajo de los profesionales de la investigación y, ante todo, de las trabas que ambas agencias van poniendo a sus respectivas indagaciones.
 

Ciertas lagunas narrativas no significan ningún problema para que su complicada trama, llena de personajes y situaciones distintas, esté tan bien perfilada que resulte perfectamente comprensible para el espectador, teniendo su punto más álgido en su resolución final en donde, mediante un inesperado giro de guión, quedan totalmente plasmadas las intenciones iniciales del director y que no pienso desvelar (¡Tutatis me guarde!) para no chafarles el meollo de la historia.

Un comentario aparte merece el trabajo de espléndidos secundarios de la talla de Willem Dafoe, Rachel McAdams o Robin Wright quienes, de modo incuestionable, refuerzan la labor del desaparecido Philip Seymour Hoffman.


Un producto totalmente recomendable a los amantes del espionaje más clásico y real y que, al mismo tiempo, se muestra capaz de recuperar las coordenadas (puestas al día) de un género que tuvo su época de esplendor gracias a la llamada guerra fría.

27.10.14

Vía crucis


Tras dos interesantes films como El Silencio de Lorna y El Niño de la Bicicleta, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne vuelven a la carga con Dos Días, Una Noche, un sólido producto que reafirma la proximidad de los dos hermanos belgas con el comprometido estilo del británico Ken Loach. Cine social de envergadura que se adentra en un tema tan candente como el de los despidos laborales, en donde brutales reformas laborales, nacidas bajo la excusa de la puta crisis, han dejado al trabajador totalmente desamparado ante las caóticas decisiones de muchos empresarios sin escrúpulos.

Paga extra o el despido de una compañera: el dilema que tendrán que afrontar 18 trabajadores de una pequeña fábrica de placas solares ante la presión del propietario. Si deciden votar por tener la paga, Sandra, una mujer que acaba de salir de una tremenda depresión, tendrá que abandonar su lugar de trabajo.


Durante todo un fin de semana, la cámara de los Dardenne Bros. sigue al humillante vía crucis de Sandra yendo a implorar a sus colegas, uno a uno, el voto a su favor. La imposibilidad de afrontar la educación de sus dos hijos y el pago de la hipoteca de la casa que comparte con su marido, la obligarán a suplicar a sus compañeros que renuncien a una bonificación de 1.000 euros para poder seguir con su empleo.

Una cinta dura, compacta, emotiva y totalmente crítica con el mundo empresarial que refleja, con todo lujo de detalles, una realidad que afecta a miles y miles de seres humanos. Y allí, dando vida a esa mujer al límite, una Marion Cotillard sublime y sin apenas maquillaje que hace totalmente creíble la desesperación de su personaje.


Una historia cruda, real como la vida misma, de una honestidad moral incuestionable, llena de personajes entre la espada y la pared y que, al  mismo tiempo, abriga una defensa a ultranza de la dignidad humana. Sin desperdicio alguno.

24.10.14

Porno casero light


Para Sex Tape: Algo Pasa en la Nube, Jake Kasdan repite con Cameron Diaz y Jason Segel, dos de los protagonistas de Bad Teacher, su anterior película, para urdir una alocada comedia picantilla que, en el fondo, no es más que un producto distendido para mayor lucimiento de una cuarentona Cameron Diaz que aún está de muy buen ver.

Su divertido inicio, en el que se pone de manifiesto la falta de sexo en las parejas que ya llevan varios años casados, parece prometer un divertimento atrevido que, en realidad, nunca acaba de materializarse. La cosa empieza bien: tras varios años de matrimonio y ya con dos hijos a los que educar, Anny y Jay han perdido la fogosidad de sus inicios. El estrés, el trabajo y la falta de tiempo han menguado (por no decir anulado) sus relaciones sexuales. Aprovechando una noche en la que sus dos pequeños duermen en casa de sus abuelos, Anny decide solucionar el asunto y recuperar su viejo espíritu fornicador grabando en video una extensa sesión de sexo de tres horas de duración. La cosa funciona, pero un error en una aplicación informática hará que su película aparezca en los iPods de sus conocidos más cercanos, llegándose a alojar incluso en una web de pornografía doméstica.


La incorrección política que destilaba Bad Teacher se pierde una vez superado su prólogo, convirtiéndose en una película más, del montón, sin muchas sorpresas en su haber. Es entonces cuando la monotonía y la previsibilidad invaden todo el conjunto, siendo salvado mínimamente por el desparpajo habitual de la Cameron (la actriz ideal para este tipo de payasadas) y algún que otro momento aislado, como sucede con la graciosa descripción del impagable personaje que interpreta Rob Lowe o la aparición de un niño repelente y chantajista.

Un quiero y no puedo que, pese a sus buenas intenciones iniciales, se queda en agua de borrajas. Quiere ser muy explícita sexualmente hablando y se queda en una pura anécdota plagada de fugaces e inocentes desnudos; quiere ser muy incorrecta y nunca se atreve a cruzar del todo la frontera de la transgresión. Lo único que en realidad consigue, al cien por cien, es ser una mamarrachada más a engrosar la lista de la mayoría de comedias norteamericanas actuales.

23.10.14

Dinamitando el matrimonio


Perdida vuelve a poner en la palestra cinematográfica a David Fincher, uno de los realizadores más notables de las últimas décadas. Tras el breve paréntesis televisivo que ha supuesto su aventura con la excelente serie House of Cards, Fincher regresa a la gran pantalla con un thriller atípico, diferente, en donde se cuestiona y dinamita la institución del matrimonio a través del cáustico retrato de una pareja cuyo detonante emotivo empieza cuando, cinco años después de su boda, la mujer, una escritora de éxito, desaparece misteriosamente haciendo recaer las sospechas de la misma sobre su esposo, un hombre que potencia la desconfianza en los demás debido a su dificultad para expresar sus verdaderos sentimientos.


Contando con la colaboración como guionista de Gillian Flynn, la autora de la novela en la que se basa, el director de Seven disecciona los defectos de una pareja en plena crisis de forma cínica y vitriólica, valiéndose para ello de una narración construida a golpes de flash-back y moviéndose bajo dos puntos de vista distintos: por un lado el de él, un tipo frío e impasible que poco ha hecho para salvar su matrimonio y, por el otro, el de ella, una mujer sin límites morales que maneja el juego de la mentira y el engaño como nadie.


Ambientada en una pequeña localidad a orillas del Mississippi y jugando con el carácter de sus habitantes (empezando por la propia policía que lleva el caso), plasma asimismo la manipulación (que no información) que ejerce la prensa sobre la opinión pública. Todo un juego de inteligente artificio, con giro de guión incluido, al servicio de esos atmosféricos microcosmos que tanto le gustan a su realizador.

No sólo se muestra hábil tejiendo una trama que bascula entre el melodrama y el thriller (sin olvidar algún que otro apunte de comedia de lo más sardónico), sino que Fincher ha conseguido de Ben Affleck su mejor trabajo como actor ya que, potenciando al máximo su sosería habitual, hace que ese marido imperturbable ante la desaparición de su esposa sea  totalmente creíble para el espectador, al tiempo que saca de una soberbia y camaleónica Rosamund Pike una interpretación fuera de serie dando vida a la “misteriosa” mujer esfumada.


Un film interesante al que sin embargo se le escapan algunos detalles que personalmente no me resultaron muy verosímiles, tal y como sucede por ejemplo (y no siga leyendo porque ahi va un pequeño spoiler) con la meada de la vecina de la pareja protagonista (fin del spoiler). A pesar de ello y de la calma narrativa que se toma para contar la historia, se trata de un producto de dos horas y media que pasa en un abrir y cerrar de ojos. Y es que Fincher es todo un as a la hora de hipnotizarnos con sus particulares y sórdidos universos.

22.10.14

Torrente's Eleven


Desde principios de este mes, el particularísimo Torrente vuelve a estar entre nosotros. Torrente 5: Operación Eurovegas es el título de la nueva entrega protagonizada por el friki más fachendoso de nuestro país. Poco se puede decir que ya no se sepa del personaje y, mucho menos, del estilo de comedia con el que se van a enfrentar. Tacos, "guarrerías españolas" (que diría el gran Chiquito), escatología por un tubo y un montón de cameos protagonizados por un sinfín de personajillos (la mayoría, tanto o más inmundos que el propio Torrente) habituales de la telebasura patria.

En esta ocasión, se adentra en la planificación y ejecución de un golpe a un casino aunque con ciertos apuntes futuristas, ya que cuando Torrente sale de cumplir condena en el año 2018 se enfrentará con varios detalles que trastocarán su enfermizo espíritu españolista. España ha sido expulsada de Europa, vuelve a tener la peseta como moneda legal y, lo que es peor para su patriotismo enfervorizado, Catalunya ya es un país independiente cuya selección de fútbol se ha clasificado para jugar la final de la Copa Mundial contra Argentina. Y, para más INRI, unos “presuntos” catalanes han mancillado la estatua de El Fary que engalanaba la tumba del cantante.

Una premisa divertida y simpática que sin embargo no va más allá de su planteamiento (excepto un celebrado gag con los entrenadores de las selecciones de Catalunya y Argentina). Torrente va siempre a lo mismo: el “caca, culo, pedo” que entusiasma a sus seguidores. Santiago Segura ya no sorprende ni con su personaje ni con su propuesta. Torrente es Torrente y punto. Pero el muy cabroncete sigue teniendo gracia.

  
Sus fans no se van a defraudar. Segura les da lo que quieren y no escatima ni los chistes de siempre. El “¿nos hacemos unas pajillas?” no podía faltar, aunque en esta ocasión ponga manos en el asunto con técnicas más sofisticadas y “asfixiantes”. No se rompe la cabeza buscando muchas innovaciones, pero lo que hace, lo hace con desenvoltura y añadiéndole alguna que otra variación: se rodea de buenos cómicos y amiguetes (Barragán, Julián López, Florentino Fernández, un insuperable Carlos Areces o la siempre magnífica Chus Lampreave), reconvierte a algún que otro friki televisivo en coprotagonista excepcional (Jesulín de Ubrique), recupera del ostracismo a alguien caído en desgracia (acertadísimo el tenderle un cable a Fernando Esteso) o, alucinantemente, consigue fichar a un actor de la talla de Alec Baldwin para que se apunte a sus gamberradas torrentianas. Y es que Santiago Segura no tiene un pelo de tonto. Sabe a la perfección lo que se hace (aunque siempre sea lo mismo).


Si Steven Soderbergh, con Ocean's Eleven, orquestó un excelente remake de La Cuadrilla de los Once para dar un golpe en un casino de Las Vegas, el amigo Segura hace un tanto de lo mismo para desmantelar otro casino en Eurovegas, incluyendo una escena final de acción filmada con todo lujo de detalles. Y, a pesar de su previsibilidad, su engranaje usual le funciona a la perfección. Torrente no engaña, es lo que es. Y a quien no le guste, que no vaya a verlo. Yo, con sus chabacanerías, me lo sigo pasando lo mar de bien.

20.10.14

SITGES 2014: Jornada nueve y última (de camiones explosivos y musicales criminales) + el Top-Five de Spaulding

El sábado 11 de setiembre terminó oficialmente la 47ª edición del Festival Internacional de Cinema Fantàstic  de Catalunya – Sitges 2014. Aunque personalmente me fue imposible asistir al pase de la película de clausura, el Burying The Ex de Joe Dante (una comedia con una zombi que persiste en seguir su relación sentimental con su antiguo novio), sí que pude darle un vistazo a una de las joyitas de este año: la recuperación, por todo lo alto, del montaje que el propio William Friedkin hizo de un título que en la década de los setenta, en su estreno europeo, fue brutalmente mutilado por la productora. Se trata de Sorcerer (más conocida en España como Carga Maldita), remake de la magistral cinta francesa de 1953 de Henri-Georges Clouzot El Salario del Miedo. En su puesta al día, Friedkin se mostró totalmente respetuoso con la solidez del film original, aunque incluyó en su historia un potente prólogo en el que se narra el pasado de sus principales protagonistas, dándole igualmente un giro distinto a la escena final, sin alterar por ello el espíritu de la película de Clouzot. En Sorcerer se cuenta la aventura que vivirán los integrantes de una cuadrilla compuesta por personajes solitarios y oscuros (un atracador acusado erróneamente de asesinato, un banquero corrupto, un terrorista y un asesino a sueldo) cuando deciden transportar un par de camiones cargados de explosivos a través de una ruta ciertamente peligrosa en el corazón de México. Un film tenso, inquietante y perfectamente filmado (de antología la escena del camión intentando cruzar un destartalado puente colgante) que destaca por su sobriedad narrativa y por la presencia, siempre de agradecer, de alguien como Roy Scheider. De propina, un Paco Rabal de lo más castizo con su siempre fantástico spanglish.


Por la noche, Stage Fright, una mescolanza entre el cine musical y el de psicópatas asesinos con máscara incluida. Una burrada como un templo, exenta de cualquier tipo de interés, que expone los avatares de un grupo de jovencitos cantores que, durante sus vacaciones veraniegas en un campamento dedicado a las artes escénicas, deciden adaptar su propia versión de El Fantasma de la Ópera pero al estilo kabuki y contando como principal protagonista femenina con la hija de una actriz que, 10 años antes y durante el estreno de la misma obra en Broadway, fue asesinada a puñaladas por un hombre que usaba la misma máscara que el fantasma del título. Una chorrada como la copa de un pino, ridícula en su propuesta y totalmente previsible tanto en su desarrollo como en su desenlace. A pesar de la presunta originalidad de mezclar el musical con terror teenager, no ofrece nada nuevo y fresco al espectador. Más de lo mismo, sin gracia ni fuerza alguna: asesinatos de lo más variopinto, sangre por un tubo y una sarta de números musicales totalmente desaboridos. Lo mejor entre tanto despropósito se encuentra en la brevísima colaboración inicial de Minnie Driver. El resto, es para huir despavorido de la sala.


Al día siguiente, el Festival, como cada año, ofreció una variedad de maratones cinematográficas, con lo (teóricamente) más notorio de la programación.

Y ya, para concluir la crónica de estos 9 días de cine intenso, les dejo con mi top-five particular:

2.  Cold in July 
4.  Musarañas 
5.  Oculus

A esta lista me gustaría añadir una mención especial para Wake in Fright (Despertar en el Infierno) y Sorcerer (Carga Maldita), los dos títulos de los años 70 recuperados para la ocasión. Y, de propina, un saludo a todos aquellos amigos con lo que, certamen a certamen, nos vamos reencontrando en Sitges.

19.10.14

SITGES 2014: Jornada 8 (de jovencitas paranoicas, de road movies apocalípticas, de hackers conspiranoicos y de hongkoneses adrenalínicos)

El penúltimo día del Sitges 2014 abrió sus puertas con It Follows, una cinta indie en la que su realizador, el norteamericano David Robert Mitchell, urde un peculiar homenaje al cine de John Carpenter (música incluida) a través de una paranoica historia en la que una joven adolescente, tras mantener relaciones con un chico extraño y solitario, verá su vida y la de los que la rodean en peligro al empezar a ser acosada por seres extraños que sólo ella puede ver. Cinta curiosa e inquietante que, sin embargo, peca de excesivas lagunas en su historia y de no explicar demasiado sobre los sucesos que le suceden a la chica protagonista (una brillante Maika Monroe, lo mejor de la propuesta). Cine para adolescentes con pretensiones de cine de autor y, lo que es peor y amparándose en la excusa de que se trata de cine fantástico, el director se toma la libertad de no revelar ciertos datos incomprensibles para el espectador, optando por colar un montón de detalles insostenibles saltándose todo tipo de reglas habidas y por haber que el género (interiormente) demanda.


The Rover es otra nueva propuesta australiana sobre un tema recurrente en el género desde hace unos cuantos años: el de un mundo en crisis, a punto de la extinción, tras una hecatombe mundial. Dirigida por David Michôd y contando con el gancho de dos actores como Guy Pearce y Robert Pattinson (genial dando vida a un tipo cortito de entendederas), orquesta una road movie polvorienta y sucia por desérticas carreteras cuando un hombre se obsesiona en dar caza a los tres quincorros que acaban de robarle su automóvil. En su perseverancia, le acompañará el hermano de unos de los ladrones, al que recoge malherido durante el trayecto. El film tiene empaque y, a pesar de su excesiva lentitud narrativa, consigue enganchar gracias a sus aislados y secos destellos de violencia, a la sobriedad mugrienta de cuanto expone y a la parquedad con la que describe a sus personajes principales. Y con sorpresa final incluida, al presentar el motivo por el cual su protagonista ha decidido recuperar su coche a toda costa.


La tercera propuesta de la mañana fue The Signal, una extraña aunque efectiva cinta norteamericana de William Eubanks, en donde tres adolescentes (dos chicos y una chica), durante un viaje por carretera intentando dar con el paradero de un hacker que les está amargando la existencia, caerán de lleno en las redes de una conspiración en la que se mezclan organismo pseudogubernamentales, alienígenas y complejos secretos de alta envergadura. Lo mejor de la cinta se encuentra en la opción del tal Eubanks para, durante su recorrido argumental, fragmentar su metraje en tres partes bien diferenciadas, homenajeando en cada una de ellas a un estilo muy concreto: su primera parte bebe directamente de la fuente de las road movies; su parte central es todo un guiño a la conspiranoia desde el punto de vista de lo que sería el cine de John Carpenter (por segunda vez presente su sello en esta jornada), con laboratorios científicos y todo el ritual que ello supone, mientras que en su última media hora entra de lleno en el gran espectáculo de las persecuciones y efectos de todo tipo sacados de la factoría de Michael Bay (quizás su segmento menos atractivo). Un popurrí con más una sorpresa en su haber (robótica incluida).


Personalmente, cerré la jornada con una estimulante película de acción made in Hong Kong, Firestorm; un acelerado thriller policiaco, de realización impecable que, dirigido con mano firme por Alan Yuen e interpretado por un ya mayorcito Andy Lau, plasma la obsesión de un policía por dar caza a una banda de atracadores de métodos expeditivos entre cuyos miembros se encuentra un antiguo compañero de escuela. Más de lo mismo, aunque haciendo gala de una sabiduría extrema a la hora de afrontar sus numerosas y celebradas escenas de acción filmadas, la mayoría de ellas, en medio de la gran ciudad, al más puro estilo del tiroteo de Heat pero a lo bestia, sin escatimar en detalles ni en efectivos y atreviéndose, incluso, con un final sacado directamente del cine de grandes catástrofes. A destacar, ante todo, la dualidad con la que se presenta al personaje de Andy Lau, un agente de la ley que bascula, buena parte de su metraje, entre la dicotomía del bien y del mal. Un entretenimiento adrenalínico en toda regla.


En breve, el último día del festival.

18.10.14

SITGES 2014: Jornada 7 (de gotas que colman el vaso, de fantasmadas teatrales niponas, de violencia selvática, de Inteligencia Artificial vía Banderas, de polis pasados de rosca y de perversiones australianas de todo tipo)

La jornada del 7 día empezó con la proyección de Relatos Salvajes, film argentino (estrenado ayer mismo en España) que, producido por El Deseo (la productora de los Almodóvar Bros.) y dirigido por Damián Szifron, nos muestra, a través de seis episodios sin desperdicio alguno, lo que puede llegar a hacer la persona humana cuando es sometida a una situación límite, cuando cae la gota que colma el vaso, vaya. Dramática, trágica, cínica y, ante todo, negrísimamente divertida. Grandes actores como Grandinetti, Sbaraglia o Darín, entre otros, dan soporte a una cinta milimétricamente calculada: desde su magistral prólogo a bordo de un avión hasta el capítulo final centrado en la celebración de una boda. No hay ningún episodio que destaque por encima de los otros, todos tienen el mismo nivel de calidad y demuestran que, en tan sólo cuatro trazos de guión, Szifron tiene más que suficiente para definir a la perfección a todos sus personajes y las circunstancias que les llevarán a su irremediable explosión de furia. Dos horas que pasan volando y que, a mi gusto, sólo tiene una pega: me quedé con ganas de dos o tres episodios más. Redonda. Como diría Carlos Pumares en su época de gran esplender radiofónico: “para ver en reclinatorio”. No se la pierdan. De lo mejor del festival y de la temporada cinematográfica.


Después de disfrutar de lo lindo con Relatos Salvajes, tocó enfrentarse con la tediosa y soporífera Over Your Dead Body, un Takashi Miike que, para la ocasión, se ha decantado por la vertiente insoportablemente fantasmagórica de su carrera como cineasta. Aquí, escudándose en la adaptación de la obra teatral kabuki de fantasmas de 1825, Yotsuya Kaidan, juega a dos niveles narrativos: por una parte, filma la representación de la obra directamente sobre un escenario y, por la otra, se inmiscuye en la vida real de los actores que la representan, plasmando al mismo tiempo cuantos paralelismos sean necesarios entre la realidad y la ficción. Un peñazo de padre y muy señor mío. Difícil de digerir y totalmente previsible. La inserción repetitiva de unos planos muy concretos a lo largo de su metraje, hacen que uno pueda adivinar su final con muchísima anticipación. ¿De dónde habrá obtenido tanto prestigio el pelmazo del Miike?


Antes de comer tocó visionar El Ardor, una medianía producida y protagonizada por Gael García Bernal y dirigida por Pablo Fendrick que nos sitúa en plena selva tropical de Misiones (Argentina), en donde un grupo de violentos mercenarios se dedica a arrasar las propiedades de los demás, hasta que llega al lugar un personaje misterioso, surgido del río, que ayudará en su venganza a una de las víctimas de la cuadrilla, una joven que ha sido secuestrada tras ver morir asesinado a su padre (una Alice Braga que, por fin, empieza a demostrar sus buenas cualidades como actriz). Dotada de un mínimo aire fantástico que entronca directamente con una leyenda de la región, la cinta avanza a ritmo lentísimo para desembocar en un final deudor del estilo más ralentizado (y con primerísimos primeros planos incluidos) del maestro Sergio Leone. Las buenas intenciones que denota el film no son suficientes para superar sus deficiencias narrativas y argumentales. Menos da una piedra.


Por la tarde aterrizó en el Auditorio del Meliá Antonio Banderas quien, en calidad de productor y actor, presentó su nuevo film, Autómata. Dirigido por Gabe Ibáñez (el mismo de Hierro), nos narra una historia (pésimamente explicada) enmarcada en un desolado mundo futuro en donde un agente de seguros investiga el asesinato de un robot. Dotado de un look visual inicial robado directamente de Blade Runner, la cosa cambia de aspecto (para ir a peor) cuando sus protagonistas salen de la ciudad para adentrarse en un desierto colapsado por los altos niveles de radiación. Antonio Banderas ofrece una de sus peores interpretaciones en años (comparable a la de su insoportable papel en Los Mercenarios 3), mientras que gente como Melanie Griffith (¡por Tutatis, lo que fue de la Dolores!), Dylan McDermott o Robert Forster pululan entre autómatas como verdaderos zombis. Y lo peor es que el amigo Gabe Ibáñez, en su oferta, denota pretensiones de autor. Un despropósito al que no hay por donde pillarlo. Caca de la vaca.


Por la noche le llegó el turno a Filth, curioso producto escocés que, dirigido por Jon S. Baird y protagonizado por un brillante James McAvoy, se adentra en el autodestructivo retrato de Bruce Robertson, un policía que ostenta todo tipo de perversiones: cocainómano, alcohólico, putero, trepa y corrupto. Basada en una novela de Irvine Welsh (el mismo de la vitriólica Trainspotting), la cinta se inicia como una comedia tremendamente pasada de rosca para dar paso, en su parte final, a un melodrama teñido de tintes trágicos. A primera vista, puede resultar un film difícil, de esos que hay que digerirlos durante varias horas para apreciarlo en su totalidad; una digestión a la que, sin lugar a dudas, ayuda su compleja y acelerada estructura narrativa y, ante todo, el buen hacer de gente como Jamie Bell o el imparable Eddie Marsan. Un título transgresor al que hay que acercarse con ciertas precauciones. Luego, una vez metido en él, es cuestión de dejarse cautivar por su locura tragicómica.


El fin de la jornada lo puso la sección Seven Chances con la recuperación de la copia restaurada y en óptimas condiciones de Despertar en el Infierno (Wake in Fright), film australiano de 1971 que, dirigido por Ted Kotcheff, marcaba un tanto las pautas de lo que sería posteriormente la filmografía de ese país. Un melodrama como la copa de un pino que plasma, a la perfección, la degradación de un ser humano hasta límites insospechados. Lo que en un principio tenían que ser unas plácidas vacaciones navideñas en Sidney para un profesor de escuela de un pequeño y polvoriento poblado del desierto australiano, se convertirán en un descenso a los infiernos cuando haga un alto en el camino en la ciudad minera de Bundanyabba. Litros ingentes de cerveza, ludopatía, ninfomanía, salvajismo, violaciones y de propina, entre otras perversiones, una inquietante y terrorífica matanza nocturna de canguros (para poner los pelos de punta). Aterrador y sobrio; un título que, con el paso de los años, se ha ganado a pulso el merecido calificativo de película de culto. Y con el aliciente de contar, entre sus actores, con el gran Donald Pleasence en un papel de lo más desagradable.


En el próximo post, más películas festivaleras.