28.1.10

YoGa 2009

Siguiendo la tradición, ayer noche el colectivo Catacric (Catalans Critics) se reunió un céntrico restaurante de Barcelona para otorgar los 21º premios YoGa a lo peorcito de la producción cinematográfica del 2009.

Por primera vez en la trayectoria catacriquera, nos hemos adelantado a los oficiales premios Goya y a los casi recién inaugurados premios de la Academia del Cine Catalán.

Empezamos por el cine español.

- Peor película: YoGa ¿Hacemos Una Porno? a Mentiras y gordas, de Alfonso Albacete y David Menkes.

- Peor director: YoGa Mauvais Èpoque a Fernando Trueba, por El Baile de la Victoria.

- Peor actor: Yoga Gomina Power a Rubén Ochandiano, por Los Abrazos Rotos.

- Peor actriz: YoGa Qué He Hecho Yo Para Merecer Tetro, a Carmen Maura, por idem (Tetro).

Seguimos con el cine extranjero.

- Peor película: YoGa La Tita Asustada a Anticristo, de Lars von Trier.

- Peor director: YoGa Festival de Canas a Jim Jarmusch, por Los Límites del Control.

- Peor actor: Yoga Lo Puto Gusiluz a Robert Pattinson, por La Saga Crepúsculo: Luna Nueva.

- Peor actriz: YoGa Meganvixen, Megan Fox, por Transformers 2 y Jennifer’s Body.

YoGa Uno de los Nuestros

A Boris Izaguirre, por A-ventura-rse ‘A la Deriva’.

YoGas Especiales

- YoGa Apaltamento Pala Ttles(*) a Jaume Roures, Isabel Coixet y Sergi López, por Mapa de los sonidos de Tokio.
(*) si recuerdan, la película transcurría en Tokio

- YoGa Un Xiguagua en Beverly Hills, a la Academia del Cine Catalán en Hollywood.

- YoGa La Chica Con Una Cerilla y un Bidón De Gasolina, a la ministra de Cultura.

- YoGa Arráncame la vida y arrástrame al infierno, donde viven los monstruos, ¡malditos bastardos! , a la SGAE.

Elemental mi querido Watson

Diversas y de todos los colores han sido las adaptaciones y elocubraciones que, sobre el inmortal detective creado por Arthur Conan Doyle, han sido llevadas al cine o a la televisión. Unas con mayor fortuna que otras, aunque pocas -a excepción de la mirada juvenil de El Secreto de la Pirámide- tan trepidantes como el Sherlock Holmes de Guy Ritchie, un film que, sin basarse en ninguna novela anterior, ofrece una visión distinta, más moderna y totalmente alocada del personaje, aunque sin olvidar por ello las constantes que han marcado la personalidad del mismo.

Guy Ritchie ha sido valiente y se ha acercado a Holmes sin renunciar, ni un ápice, a ese sincopado estilo visual y narrativo que viene cultivando desde Lock & Stock y del que siguió dando buena muestra en Rocka'n'Rolla, su anterior trabajo. La ciudad de Londres siempre le ha molado. No es de extrañar, por ello, que se haya hecho cargo del nuevo Holmes para, al mismo tiempo, darle un repaso al mundo suburbial de ese Londres victoriano al que tanto nos tienen acostumbrados las revisiones del universo holmesiano. Grisáceo, neblinoso, cochambroso y aún con la Torre de Londres, y su puente, en plena construcción; el escenario ideal para que el realizador británico de rienda suelta a su frenético y divertidísimo acercamiento a las investigaciones de Holmes y el Dr. Watson, una extraña pareja que, en esta ocasión, ve potenciada, en forma de ataque de celos, su camaradería y amistad. La misoginia está servida.

Un complot de connotaciones diabólicas y políticas conforman la excusa para entrar a saco en materia. La historia es simple, elemental, como diría Holmes, pero efectiva al cien por cien. No es necesario comerse el coco en exceso a la hora de construir un buen film de aventuras. Juega al fantástico, sin serlo, y acierta en la diana. Los toques de comedia son innegables; astracanados, aunque efectivos. Para sutilezas, ahí tenemos la maestría de Billy Wilder con La Vida Privada de Sherlock Holmes; pero esa es otra historia, y también funciona, aunque a distintos niveles.

El hombre del 21 de Baker Street se sube por las paredes, elocubra, experimenta y alucina pepinillos: el personaje ideal para que Robert Downey Jr. suelte todo el histrionismo que lleva dentro y se desmadre a su libre albedrío. Un personaje, éste, cuya desmesura se ve compensada por Jude Law quien, con total sobriedad, hace creíble y cercano a un Watson distinto a lo habitual. Y allí, amargando la vida a los dos investigadores, un malo de envergadura: Lord Blackwood, un tipo salido del infierno al que da vida un maravilloso Mark Strong, uno de los actores emblemáticos de la factoría Ritchie.

No busquen tres pies al gato y déjense atrapar por la película. La cinta sólo pretende distraer. Y lo consigue con nota alta, pues no posee ni un solo bache a lo largo de su metraje. Dos horas y pico para disfrutar como un enano. Lástima que Moriarty aún no haya alzado el vuelo.

26.1.10

Coleccionando clichés

Con Nine, un claro homenaje al 8 ½ de Fellini en clave de musical, Rob Marshall pretende repetir el éxito conseguido con la oscarizada Chicago en el 2002. Y, en realidad, a pesar del empeño y de contar con un atractivo casting, la película sólo anda a medio gas.

Una madre. Una puta. Una esposa. Una amante. Una amiga. Una periodista. Una musa. Y allí, en medio de todas ellas, Guido Contini, un reputado director cinematográfico en horas bajas quien, en plena falta de inspiración creativa, recurrirá a las mujeres de su vida en busca de ayuda para salir del bache.

Basándose en el musical de idéntico título que representaran Raúl Julia y posteriormente Antonio Banderas sobre los escenarios de Broadway, Marshall carga la mayor fuerza de su trabajo en el envoltorio visual. Mucho look pero poca chicha. Las relaciones de Guido con sus mujeres no son más que una alarmante colección de clichés, mientras que una gran parte de sus números musicales (a excepción de un par de compactos y bien resueltos) se me antoja sosísima, tanto coreográfica como musicalmente hablando. A veces, recurre al estilo de su propio Chicago mientras que, en otras, hurga descaradamente en el Cabaret de Bob Fosse. Y siempre, siempre, siendo insertados en la mínima trama que expone de forma poco natural, quedando totalmente distanciados de la parte no musical, como una especie de postizo obligatorio para que cada uno de sus intérpretes pueda tener su escenita de baile y de lucimiento vocal.

Daniel Day-Lewis, como siempre, hace de Daniel Day-Lewis; o sea, cara de puro restreñimiento y de pasarlo muy mal anímicamente. Penélope Cruz, fiel a la María Elena de Vicky Cristina Barcelona que le valió el Oscar, repite personaje y maneras sin pudor alguno, aunque al menos se marca el número más caliente de la función, mientras que Nicole Kidman, al igual que Day-Lewis, hace de ella misma, de una estrella conciente de ser una estrella; la ley del mínimo esfuerzo en toda regla.

Más estimulante resulta la recuperación mitómana de Sophia Loren (a pesar de contar con un rol, el de la madre, que aporta poquísimo a la historia) o el poder ver a una sorprendente Judi Dench danzando y cantando como si lo hubiera hecho durante toda su vida. Aunque, sin desmerecer en absoluto las esforzadas colaboraciones de la cantante Fergie y de Kate Hudson (sobre la cual recae uno de los números más brillantes del film), la que en realidad se lleva el gato al agua, en todos los aspectos, es Marion Cotillard, la excelente protagonista de La Vida En Rosa y que, en esta ocasión, corre con el rol de la cansada esposa del infiel Guido. Y es que esta mujer no necesita más que una sola mirada para expresar un montón de sentimientos.

Música. Baile. Erotismo. Un tributo a Fellini y, por extensión, al cine italiano. Con sus ingredientes, podría haber llegado muy lejos, pero su banal empeño en coleccionar tópicos y en no ligar de forma adecuada su parte musical con la más estándar, hacen de Nine uno de los musicales más aburridos que me haya tirado en cara.

25.1.10

Página en blanco

Un Narciso Negro abrió las puertas de Hollywood a su Cara de Ángel. Un Extraño Suceso, que podría haberse convertido en una Trágica Obsesión, hizo que se cumplieran sus Horizontes de Grandeza al lograr Vivir En la Cumbre. Su nombre, Jean Simmons. Anteayer, a la edad de 80 años, nos abandonó para siempre.

La Reina Virgen, debatiéndose entre El Fuego y la Palabra y tocada por La Túnica Sagrada, fue amante de Hamlet, Espartaco y Sinuhé el Egipcio. A pesar de dar ciertos Pasos en la Niebla y de codearse con Mujeres Culpables, esquivó alguna que otra Bala en el Camino. Desirée fue su nombre de guerra; un nombre que Ellos y Ellas respetaron Con Los Ojos Cerrados.

En los setenta, Después de la Oscuridad, vivió toda una Noche de Titanes al afianzarse en el mundo de la televisión tras haber declarado que Esta Tierra Es Mía”.

Descanse en paz.

20.1.10

El judío gafe

Los Coen rebobinan y con Un Tipo Serio regresan al cine de bajo presupuesto, igual que en sus inicios. Pillan a un sobrio Michael Stuhlbarg, me lo disfrazan de Harold Lloyd, le otorgan una identidad muy peculiar marcada por su condición de judío y lo meten, de lleno, en el ojo de un huracán plagado de insalvables problemas personales y familiares. Un nuevo gafe acaba de nacer.

Una sátira sobre el judaísmo llevada hasta límites insospechados. En este aspecto, ni Woody Allen ha llegado jamás tan lejos. De ritmo pausado y apostando por un humor ciertamente perspicaz, Un Tipo Serio se convierte en un claro ejemplo de sutilidad cinematográfica.

Los hermanos de marras, en la que aseguran se trata de la más personal de sus películas, huyen de la socarronería que en general inunda sus comedias y, de manera envidiable, buscan la sonrisa cómplice del espectador ante las penurias del vapuleado Larry Gopnik, su protagonista, un profesor de matemáticas que verá cambiar radicalmente su existencia en poquísimos minutos. Las desgracias y las malas noticias nunca llegan solas y, en el caso de Gopnik, lo hacen en manada.

No busquen una comedia alocada. Es un film extraño, reposado. Cuesta entrar pero, cuando se consigue, hay que disfrutarlo al máximo y tomarlo como una más de las parábolas, sin sentido, que los rabinos le recitan a un impotente Gopnik cuando éste recurre a ellos con el fin de aliviar sus penas acumuladas.

Algunos, sin mucha razón, dirán que se trata de una obra menor de los Coen. A mi parecer, se trata de un film pequeño dotado de un contenido inmenso y mucho más logrado que esa astracanada que significó su título anterior, Quemar Después de Leer. No es cine negro (al que tan habituados nos tienen sus autores), pero posee algunas de las constantes del mismo; no es un melodrama, pero poco le falta para ello; tampoco es una comedia en el sentido estricto de la palabra: es, sencillamente, la vida en forma de absurda parábola judía.

18.1.10

¡Mamá, quiero ser artista!

En 1980, un Alan Parker recién salido de El Expreso de Medianoche, se embarcó en Fama, un musical juvenil que no fue muy bien visto por la crítica de la época pero que, sin embargo, obtuvo el beneplácito del público. Tanto es así que la popularidad del film hizo que, un par de años después de su recorrido por las pantallas de todo el mundo, éste se convirtiera en una serie televisiva que resistió 6 temporadas seguidas en antena.

Ahora, 30 años después de su estreno y a pesar de mantenerse aún vigente, el fenómeno Fama regresa a los cines (de forma innecesaria) por la puerta grande. Kevin Tancharoen, un bailarín y coreógrafo que se pone por primera vez detrás de las cámaras, ha sido el encargado de su nueva puesta en escena.

La historia expuesta en Fama es prácticamente la misma que la de los 80, aunque sin ángel y forzando en extremo todo cuanto muestra con tal de huir de la fotocopia cinematográfica. Una escuela pública destinada a la enseñanza de futuros bailarines, músicos y actores, se erige en eje central de sus distintas tramas. Las relaciones que nacen entre los estudiantes y, ante todo, los miedos y frustraciones que denotan algunos de ellos, se convierten en los principales focos de atención.

Con la finalidad de actualizar sus diversas temáticas, Tancharoen ha intentado lavarle la cara al trabajo de Alan Parker aunque, por el contrario, da la impresión de haberla embadurnado de arriba a abajo. Los jóvenes protagonistas han pasado, de pertenecer en su mayoría a la clase baja, a convertirse en unos pijitos de armas tomar. Ha cambiado algunas de las historias, otorgándoles un toque políticamente más correcto: ni racismo ni homosexualidad que valgan. Ha mezclado ciertos conceptos y ha destrozado, sin muchos miramientos, la banda sonora original, colando nuevos ritmos un tanto machacones y sin sustancia. O sea, lo mejor del trabajo original de Parker, la música, se ha perdido casi en su totalidad, a excepción de una nueva versión de Out Here On My Own, una exquisita balada que, compuesta por Michael y Leslie Gore, interpretara en su día Irene Cara.

En definitiva, la Fama del siglo XXI mantiene las mismas coordenadas que la del siglo XX, aunque en legañoso, sin un ápice de originalidad, alarmantemente aburrida y habiendo perdido, por el camino, a la entrañable figura del profesor Sorowsky.

13.1.10

EN RESUMIDAS CUENTAS: Los que aguantan

(500) Días Juntos lleva casi tres meses en cartel, una permanencia más que merecida teniendo en cuenta que se trata de un film pequeño y que, al mismo tiempo, aborda un tema de lo más clásico y manido: el de chico conoce a chica y chico pierde a chica. Pero lo hace de manera completamente distinta a lo habitual, con mucha gracia y mediante un ritmo trepidante. Detrás de la cámara se encuentra el debutante Marc Webb, un joven procedente del mundo del vídeo-clip y la publicidad.

Amor y desamor; desamor y amor: el orden de los factores no altera el producto. Webb, con su narración desordenada y valiéndose de la relación sentimental establecida entre un joven arquitecto y la nueva secretaria de su jefe, no hace más que demostrarlo. Las flechas del amor, en ocasiones, pueden ser de lo más venenoso. Él piensa que ella es su mujer ideal; ella, por el contrario, no está de acuerdo con nada de lo que él opina. Sólo coinciden en su pasión mutua por la música de The Smiths. El resto es darle cancha ancha a su director: ahora un número musical, luego unas cuentas referencias a El Graduado, después una buena dosis de diálogos ingeniosos... Todo cuadra a la perfección. Joseph Gordon-Levitt está espléndido en el rol de bobalicón enamoradizo, mientras que Zooey Deschanel, mediante un personaje al que se puede odiar y amar a partes iguales, ha logrado por fin su papel más compacto y atractivo.


Algo Pasa en Hollywood es otro de los films mínimamente interesantes que aún aguantan en pantalla. Cine desde el propio cine, un género que a duras penas ha tenido el beneplácito del público pero que, en general, ha generado buenos trabajos. Un Barry Levinson aún en plena forma es el encargado de narrar los avatares de Ben, un productor de Hollywood que vivirá al borde del infarto a lo largo de una inacabable semana.

Levinson es gato viejo. Conoce como nadie el oficio de director y los intríngulis del Hollywood más frenético; en definitiva, se trata del tipo ideal para retratar los odios, rencores y fobias de aquellos que integran la industria hollywoodiense. Mostrándose frío con toda la jauría de personajes que inundan su metraje, urde una comedia ácida y crítica con un mucho de melodrama y, al mismo tiempo, saca de un sobrio Robert De Niro (el estresado Ben) una de sus mejores interpretaciones en tiempo, alejada totalmente de sus tics habituales. Atención a los cameos de Sean Penn y Bruce Willis y, ante todo, al sentido del humor que demuestra este último al aceptar cachondearse de sí mismo.


Un mes largo lleva ya en cartelera In the Loop, una sorprendente sátira política dirigida por el escocés Armando Iannucci quien, con su ópera prima, arremete sin piedad con la política exterior de Gran Bretaña y los Estados Unidos. Todo se inicia con unas inapropiadas declaraciones sobre la posibilidad de una guerra contra Irak realizadas por Simon Foster, el inseguro Secretario de Estado británico para el Desarrollo Internacional. El resto no es más que una trepidante amalgama de intereses oscuros y manipulaciones de todo tipo: una partida que se jugará a ambos lados del charco.

Un film ágil y lleno de ingeniosos y punzantes diálogos, cuya mayor proeza estriba en la habilidad que posee a la hora de definir perfectamente a sus numerosos personajes con una única, pero precisa, pincelada. Pocos segundos le bastan al tal Iannucci para dibujar, de pies a cabeza, a sus protagonistas: un rugido, una sarta de tacos o una simple mirada, son más que suficientes para dar a conocer al espectador el carácter de cada uno de ellos. Añádanle al invento la gran creación interpretativa de Tom Hollander (Simon Foster) y la mastodóntica presencia de un James Gandolfini disfrazado de general, y sabrán lo que vale un peine. Lástima que su versión original subtitulada sea tan difícil de seguir: la velocidad de sus diálogos es realmente imparable... aunque bien vale la pena el esfuerzo.

7.1.10

Recapitulando (y II): Lo más peor del 2009

Con un poco de retraso, llegan ya las esperadas 10 peores películas del 2009.

10.- Tetro. Con las ganas de experimentar, a Coppola se le va la bola y organiza una historia plagada de odios y rencores familiares, muy a lo tragedia griega, que no hay quien la soporte. Todo muy exagerado y esperpéntico, tanto que acaba por caer en el más grande de los rídículos. Maribel Verdú hace lo que puede al lado de un histriónico Vincent Gallo, mientras que Carmen Maura (en uno de los papeles más patéticos de su carrera) aprovecha para desmadrarse en plan diva y a sus anchas. Más de dos largas e interminables horas para dar rienda suelta al bostezo. Asusta el pensar que aún tiene otro film, anterior a este, pendiente de estreno en nuestro país. ¡Qué lejos queda el Coppola de El Padrino!

9.- Harry Potter y el Misterio del Príncipe. Si la anterior entrega sobre Harry Potter ya no había por donde pillarla, ésta ya es un desaguisado de muy padre y señor mío. A estas alturas, el guión es lo que menos importa a los creadores de la saga o, al menos, eso es lo que parece: mal contado, aburrido y sin ángel. 155 minutos del alma para no explicar nada de nada. Un servidor empieza a estar hasta las narices del niñato gafotas, del Dumbledore y de la madre que les parió. Creo que voy a apearme para siempre de esta serie.

8.- Che: Guerrilla. La verdad es que al Soderbergh el Che: El Argentino le quedó de lo más majo e interesante, todo lo contrario que esta su segunda entrega, un film inversamente proporcional al primero. Se olvida del buen ritmo narrativo del film original, opta por la torpeza y se adentra en terrenos pantanosos retratando, a medias, los hechos de la revolución boliviana. Media historia se queda en el tintero y el espectador no se entera de muchos pasajes entrecortados. Del frescor de la propuesta inicial sólo queda el impecable trabajo de Benicio del Toro.
(ver crítica)

7.- Julia. El francés Erick Zonca, tras nueve años alejado de la dirección, regresa y se mete de lleno en una delirante historia, sin pies ni cabeza, protagonizada por una alcohólica que, dispuesta a enmendar su existencia, acepta un trabajito ilegal que la llevará de Los Angeles a Tijuana. Todo un barco a la deriva que navega, sin orden ni concierto, entre el melodrama y el thriller, dejando un montón de lagunas narrativas a lo largo de su viaje. Para más inri, a la beoda en cuestión, le da vida una inaguantable Tilda Swinton a través de una interpretación tanto o más caótica que la propia película.
(ver crítica)

6.- Julie y Julia. Comedia de lo más endeble y vacía con dos historias paralelas en su haber, a cuál más dulzona e indigesta. Por un lado, Julia Child, una norteamericana, afincada en Paris, que se convirtió en toda una institución en el ámbito de la cocina de su país en los años 50; por el otro, Julie Powell, una funcionaria neoyorquina que, a través de Internet, recreará cuantas recetas escribiera Child en su popular libro culinario. La primera es una Meryl Streep totalmente pasada de rosca, mientras que la segunda es unainsustancial Amy Adams; cada una en su estilo, pero ambas son dignas aspirantes de ir directamente a la hoguera. Tras la cámara, una ineficaz Norah Ephron. El empacho está asegurado. Definitivamente, el 2009 no ha sido el año de las Julias.

5.- Siete Minutos, o como traspasar el estilo “coral” de las teleseries patrias al mundo del largometraje. Uno de los despropósitos más alarmantes del cine español del año, de entre cuyos tres guionistas destaca el nombre de Ángeles González Sinde, la actual Ministra de Cultura. Varias parejas deambulan por la cámara tras haberse conocido en un local de citas rápidas. Amores y desamores a ritmo de nada y al servicio de una trouppe de mujeres al borde de un ataque de nervios. Por cierto: nunca había visto tan mal en una película a Marta Etura. Tras la cámara, Daniela Féjerman, otro fémina tanto o más histérica que las protagonistas de su film. El sopor y la previsibilidad son el plato fuerte del día. Ideal para bajárla del Emule y ni siquiera mirarla: tan sólo por joder.

4.- Los Sustitutos. Cine basura made in Hollywood. Ciencia-ficción de baratillo, de aquella que bien podría haber sido protagonizada por Santo Enmascarado de Plata y Blue Demon. Aquí, en su lugar, tenemos a un Bruce Willis calvorotas y a su doble robótico, otro Bruce Willis con una de esas pelucas rubias cantarinas que tanto le encantan al actor. De sociedades futuras y androides clónicos. Bien podría haberse titulado Mis Dobles, Mi Pelucón y Yo. Todo un poema al que sólo le falta la psicotronía que destilaban los enmascarados mejicanos.

3.- Génova. Cuando al Winterbottom le da por irse por los cerros de Úbeda, no hay quién le soporte. tal y como sucede con esta especie de amuermante aproximación a Amenaza en la Sombra, ese otro cuelgue que filmara Nicolas Roeg, en Venecia, allá por los años 70. Un padre y sus dos hijas, tras la muerte accidental de la madre, deciden pasar una temporada de sosiego en Génova. Allí, mientras la mayor decide apostar por el lado oscuro de la ciudad, la pequeña devaneará con el fantasma de la madre. Un cúmulo de despropósitos al servicio de una historia vacía y por momentos irritante. Por cierto: ¿por qué Colin Firth, en general, rechina tanto en sus interpretaciones?

2.- Un Cuento de Navidad. El título gafapastas por excelencia llegó de la mano del francés Arnaud Desplechin. Una cena de Navidad es la excusa ideal para que una familia desunida y marcada por la enfermedad se reencuentre. El cinismo inicial de la cinta promete, pero rápido se diluye en un mar de diálogos rimbombantes y excesivamente forzados. Hay que demostrar, a toda costa, que sus guionistas son muy inteligentes y saben construir grandes diálogos adornados de citas cultas. En cambio, para la platea, el tiempo avanza lento, muy lento: dos largas horas y media plagadas de inaguantables parábolas y segundas lecturas. Lo único positivo de tanta petulancia es descubrir que, por suerte, la gente normal, la de la calle, la de a pie, no mantiene conversaciones tan poco naturales como las que esgrimen la caterva de personajes del film de Desplechin. ¡Que pena da ver a una dama como la Deneuve metida, a su edad, en un invento como este!

1.- Anticristo. A pesar de que Lars von Trier se crea el mejor director de cine en activo, éste nos ha ofrecido la peor película de la temporada. Ha querido provocar y, con la provocación, sólo le ha salido un churro: el churro del año. Abre bien la cinta. Es innegable que su inicio tiene garra. La modélica filmación de la muerte accidental de un niño es ciertamente escalofriante. Luego, al analizar la relación del matrimonio que ha perdido al pequeño, la cosa empieza a ir de mal en peor. No avanza en absoluto y, cuando da un par de pasos hacia delante, le sale el mal gusto por todas partes. Sus dos únicos protagonistas, Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg, hacen lo que pueden; en este aspecto, menos da una piedra. Pero su guión no da para mucho: sólo para recrearse en la violencia y la desmesura en todas sus variantes. Von Trier se ha propuesto epatar al precio que sea y con ello se ha montado su particular exorcismo. Un maestro del engaño y la pedantería que ha sido incapaz de rizar el rizo con un mínimo de elegancia e inteligencia. Caca de la vaca.