31.12.16

Recopilando (I): Lo más mejor del 2016

Como cada fin de año y conservando la tradición, hoy toca apuntar las que han sido, a mí gusto, las diez mejores películas del 2016. Como siempre, algunos títulos interesantes han quedado fuera de la lista, tal y como ha sucedido con la compacta El Contable, ese extraño cuento australiano que atendía por La Modista, la gamberra La Fiesta de las Salchichas o las muy emotivas El Olivo o La Correspondencia.

Pues nada, que aquí tienen las 10 mejores del año. Y, como siempre, de menor a mayor relevancia. O sea, del 10 al 1.

10.- Dos Buenos Tipos. Una locura graciosa y, para más coña, surtida de un sinfín de guiños cinéfilos ciertamente curiosos. Todo un homenaje a las buddy movies de una época muy concreta que, ambientada con mucho cariño en la década de los 70, nos acerca a la investigación que un par de detectives inusuales de Los Ángeles llevan a cabo para descubrir el paradero de una joven desaparecida. Ryan Gosling y Russell Crowe sorprenden con sus inesperadas dotes cómicas y, su director, Shane Black, recupera el mismo espíritu gamberro que vertió en Kiss Kiss Bang Bang dándole, en esta ocasión, cierta relevancia al gag visual al más puro estilo Blake Edwards. Un entretenimiento en estado puro, filmado y escrito sin complejo alguno.


9.- Espías Desde el Cielo. Militares, drones y terroristas al servicio de una historia mínima pero altamente tensa en donde, a través de una operación conjunta de los servicios de inteligencia británicos y norteamericanos, un refugio de extremistas en Nairobi está a punto de ser destruido. Sofisticado thriller psicológico y altamente crítico que demuestra la sabiduría de su director, Gavin Hood, a la hora de manejar situaciones angustiosas y al que hay que añadir un buen número de sobrias interpretaciones a cargo de gente tan prestigiosa como Helen Mirren o el desaparecido Alan Rickman. Cínica y brutal. Nunca hasta ahora los efectos colaterales de una acción militar se habían reflejado con tanta mala leche como en este film.


8.- La Doncella (The Handmaiden). Una pequeña joya del coreano Park Chan-wook que abriga una historia de timadores en la Corea ocupada por los japoneses durante los años 30, en donde un par de rufianes, un hombre y una chica experta en el arte del engaño, se aliarán para conseguir que una muchacha adinerada caiga en las redes sentimentales del primero para conseguir sus favores y su tentadora herencia. Dotada de una belleza plástica insuperable y de una magnética narración, que en nada rompe los cánones clásicos del Séptimo Arte, Chan-wook nos regala una cinta llena de inesperados giros de guión y con tres partes claramente diferenciadas para narrar lo que acontece en pantalla desde distintos puntos de vista. Suspense, misterio y, de propina, un puntito de morbo otorgado por una excelente escena de sexo lésbico. Canela en rama.


7.- Comanchería. Un thriller polvoriento y sudoroso que, dirigido por el británico David Mackenzie, nos traslada a la América rural de Nuevo Méjico para contar la historia de un par de hermanos que, con el fin de saldar una deuda familiar con los bancos, se dedican a asaltar pequeñas agencias de una entidad bancaria muy concreta ante la atenta mirada de un obstinado y cascarrabias sheriff local que, a punto de jubilarse, intentará atrapar a los atracadores. Su compacto guión y la fuerza del personaje del policía creado por un impresionante Jeff Bridges aún en plena forma, así como los buenos trabajos de unos sorprendentes Chris Pine y Ben Foster, hacen de ésta una de las mejores propuestas del año. Si a todo ello le suman un puntito de humor de lo más cínico, un inevitable toque de tragedia y la solidez de la crítica social y política que lleva implícita su argumento, tendrán un film de visión obligatoria. Para sacarse el sombrero.


6.- Mustang. Un interesante y compacto melodrama que, por su magnetismo e interés crítico fue nominado al Oscar a mejor película de habla no inglesa. Dirigido por la debutante Deniz Gamze Ergüven, una mujer turco-francesa, nos narra el periplo que sufrirán cinco hermanas huérfanas de un pequeño pueblo al norte de Turquía, cuando sus familiares más cercanos (una abuela y su tío) decidan encaminarlas hacia el matrimonio. Un soberano mazazo al patriarcado y a las insanas costumbres religiosas y sociales de un país que, a pesar de su explícita dureza, no renuncia al sentido del humor para afrontar alguno de sus pasajes. Un claro grito a la libertad que cuenta, además, con las brillantes interpretaciones de sus cinco jóvenes protagonistas. Emotiva y sorprendente.


5.- Que Dios Nos Perdone. Un thriller duro y compacto, ambientado en 2011 durante la visita del Papa a un Madrid que nunca con anterioridad se había retratado de una manera tan decadente como lo hace su director, Rodrigo Sorogoyen. Llena de iconografía religiosa y buscando los barrios más abandonados de la capital, nos narra la historia de dos policías de caracteres completamente diferentes -uno calmado, tartamudo y solitario (genial Antonio de la Torre) y el otro tocado por un pronto violentísimo (brillante Roberto Álamo)-, que se enfrascan en la caza y captura de un serial killer al que le encanta asesinar a mujeres ancianas. Un film policiaco distinto, que rompe con los típicos y tópicos de las buddy movies norteamericanas y que, aparte de resultar acertadamente crítica con la sociedad actual, acarrea un mucho de melodrama en su haber. Traumas del pasado, religión enfermiza por un tubo y, de propina, un fuerte sablazo a la incompetencia de ciertos mandos del cuerpo policial. Francamente, una gozada. Y atención a la sorprendente caracterización de Javier Pereira.


4.- Suburra. Un thriller de connotaciones políticas que, ambientado en la Roma del año 2011, nos muestra las especulaciones que llevan a cabo un grupo mafioso de la ciudad, con la complicidad de algún que otro senador, para convertir al barrio romano de Ostia en un nuevo complejo urbanístico, lleno de casinos, similar a Las Vegas italiana. Dirigido por Stefano Sollima, éste es un film contundente que, en su narración, no deja títere con cabeza. Por pantalla circulan todo tipo de raras avis: sacerdotes, el mismísimo Papa, mafiosos, gitanos, prostitutas de lujo y, cómo no, politicastros dispuestos a vender a su propia madre sin con ello sacan tajada de algo. Violenta, seca y terroríficamente real; por momentos, puede recordarnos a algunos sucesos acaecidos en nuestro propio país. Chantajes, crímenes, corruptela, venganzas, traiciones y un mucho de tensión dramática. Precisa y densa. Lástima de su mala carrera comercial en España. Hay que recuperarla cuanto antes.


3.- La Punta del Iceberg. Una feroz crítica a la explotación laboral que arranca con la investigación que ha de realizar una mujer, alto cargo de una empresa multinacional, para aclarar los suicidios de tres empleados de su misma compañía. Un film duro, deprimente y que, con total claridad, muestra los efectos de la puta crisis en los entramados de una empresa que ha decidido apretar en exceso las tuercas a sus trabajadores. Un thriller laboral que se apoya, principalmente, en una brillantísima Maribel Verdú quien, con total solidez, compone un personaje ambiguo con distintos registros interpretativos. Dirigida por el debutante David Cánovas, lo peor de este producto es su mala carrera comercial en España, al igual que ha ocurrido con Suburra. Y es que, por desgracia, muchos espectadores prefieren mantenerse al margen de ciertas situaciones que creen que no van con ellos. Sobria y real como la vida misma. A recuperar con urgencia.


2.- El Renacido. 156 minutos de cine en estado puro ofrecidos por Alejandro González Iñárritu. Un remake, en nada encubierto, de El Hombre de una Tierra Salvaje de Richard C. Sarafian, en el que un cazador de pieles, en 1820 y durante una de sus largas incursiones por los bosques, es abandonado por sus compañeros de trabajo tras ser atacado de forma furibunda por un oso. Sus tremendas ganas de vivir y el ansia por vengarse de uno de los tramperos, harán que, poco a poco, vaya sobreponiéndose a sus numerosas heridas para encaminarse hacia la meta marcada. El protagonismo del film recae en un insuperable Leonardo DiCaprio y en un contundente Tom Hardy, pero quien en realidad se lleva el gato al agua es el oso que ataca al personaje del primero a través de una vibrante escena que no me cansaría de visionar y en la que, curiosamente y sin notarse en absoluto, los efectos digitales juegan un papel determinante. A destacar  la elegancia y brillantez con las que Iñárritu ha tratado su propuesta, tanto desde el aspecto visual como narrativo.


1.- Los Odiosos Ocho. O el segundo western de la brillante carrera de Tarantino tras su excelente Django Desencadenado. De nuevo, aunque de forma más específica, vuelve a dejar claras las influencias del llamado spaguetti western en su particular universo cinematográfico y, a partir de ellas, desarrollar una tensa historia narrada en dos únicos escenarios: una primera parte que transcurre a bordo de una diligencia en medio de un paisaje nevado y, una segunda, que sucede íntegramente en el interior de un refugio, lugar en el que convergerán una serie de personajes con intereses muy perversos y en donde la mentira y el engaño se convertirán en el gran protagonista. Un sinfín de diálogos inteligentes, sin desperdicio alguno y, por supuesto, no exentos de ese sentido del humor tan característico y gamberro que ha marcado el estilo del director. Humor, tensión, un mucho de racismo latente y un toque de brutalidad al más puro estilo “aquí te pillo, aquí te mato”. Toda una gozada a disfrutar.


Y, durante los inicios del año que está a punto de nacer, lo más peor del 2016.

Por cierto, me olvidaba: ¡Feliz Año Nuevo!

28.12.16

Aún nos queda la princesa prometida

Hay princesas buenas, adorables, malvadas, corruptas… princesas de todo tipo. Y ayer, por desgracia, se nos fue una de las mejores, la princesa Leia, todo un icono inmortalizado por la gran pantalla: una princesa aguerrida y querida por todos, una especie de Dama de Elche galáctica a la que dio vida la actriz Carrie Fisher quien, a los 60 años de edad y tras una vida bastante complicada, decidió emprender su particular viaje sin retorno. Por suerte, aún nos queda otra gran princesa: la princesa prometida.

Descanse en paz, buena mujer.

25.12.16

Ellos también fueron navideños


El arbolito navideño de la Loren


Alfred Hitchcock, el hogareño


Incluso Cary Grant perdió su elegancia


La sensualidad de la Gardner


La sorpresa de Gregory Peck ante una Debbie Reynolds festiva


La Brigitte Bardot, antes de su historia con las focas, también adornaba el arbolito


El patetismo de Edward G. Robinson


El patetismo de Buster Keaton ante Bobbi Shaw


La dulzura del matrimonio Newman


Papá Noel existe y se llama Samuel L. Jackson.


Los marxistas también celebran la Navidad


A Jack Lemmon le irritaba Papá Noel

¡Felices fiestas a todos ustedes!

18.12.16

¿Heroicidad o imprudencia temeraria?


En realidad me daba cierta pereza enfrentarme a Sully, la última película de Clint Eastwood como director. El tema, el del avión comercial que en el 2009 y tras sufrir una fuerte avería en pleno vuelo, aterrizó en las aguas del neoyorquino río Hudson sin causar ninguna víctima de entre las 155 vidas humanas que conformaban el pasaje y la tripulación, me parecía de lo más trillado y poco sorpresivo.

Pero, la verdad, es que Eastwood, todo un maestro en esto de la narración cinematográfica: sabe darle la vuelta al tema y alejarse de lo que podría haber sido una película más sobre catástrofes aéreas, acercándose ante todo a la vertiente más humana y, en concreto, centrándose en el personaje de Chesley “Sully” Sullenberger, el capitán del avión siniestrado y sobre el que cayó un profundo dilema moral al verse presionado tanto por la propia compañía aérea como por las aseguradoras ya que, unas y otras, plantearon la posibilidad de haber podido realizar un aterrizaje más placentero en cualquiera de los dos aeropuertos más cercanos, tema este que, al margen del suceso ampliamente televisado en su día, no fue en exceso difundido.


Eastwood, para ello, cuenta con una pequeña trampa muy de agradecer: la de la interpretación de un soberbio Tom Hanks quien, metido en la piel del cuestionado Sully, impregna al personaje de un magnetismo y una humanidad tan grande que resulta digno de tener en cuenta. El actor, a veces tan sólo con la mirada, es capaz de expresar las dudas éticas que le plantean la investigación a la que será sometido. De héroe nacional, en cuestión de horas, pasa a ser un hombre que podría perder su licencia en un abrir y cerrar de ojos: la hipocresía de una sociedad actual que queda perfectamente reflejada en la película.


Momentos ciertamente emotivos, aunque nunca lacrimógenos (como sucede en su recta final) se mezclan, a la perfección, con otros mucho más visuales e impactantes (la bien filmada escena del amerizaje forzoso), así como la capacidad de síntesis de la que hace gala (no más de 96 minutos necesita para contar toda la historia), siguen conformando al realizador de la magistral Mystic River como uno de los últimos directores clásicos aún con vida. Toda una leyenda.

Si aún no la han visto, recupérenla cuanto antes.

2.12.16

El boicot es feo. La película, también


El estreno la última película de Fernando Trueba, La Reina de España, ha provocado una estúpida polémica totalmente al margen de la misma; polémica que ha desembocado en una llamada de boicot a la cinta. Todo se remonta a hace más o menos un año, cuando Trueba, al recoger el Premio Nacional de Cinematografía afirmó, entre otras cosas, que no se había sentido español en su vida ni durante cinco minutos. Pepistas y españolistas de pro lanzaron el grito al cielo; otros, como en mi caso, nos pegamos un panzón de reír. Está claro que, en este país, no tenemos derecho a opinar libremente, o sino que se lo pregunten al desaparecido y gran Pepe Rubianes, al que le acabaron amargando la vida. Y ahora, le ha caído un castigo similar por sus palabras al director de Ópera Prima.


Pues bien, como he dicho anteriormente, esta condena se ha extendido a ningunear a La Reina de España, esa continuación tardía de la ya irregular La Niña de Tus Ojos. Vale que la película no sea nada del otro mundo; más bien diría que es una mala película, pero no se puede prejuzgar sin verla sencillamente porque algunos le han pillado tirria a su principal responsable. Una pena de país, la verdad.

Dejando este surrealista boicot a un lado, toca centrarse en la película en sí misma; una cinta que recoge a los mismos personajes de la ya citada La Niña de Tus Ojos unos años más tarde: ese elenco de actores y profesionales del cine que, durante la Guerra Civil, se desplazaron a los estudios Ufa de Berlín a filmar una coproducción con Alemania. Ahora, en La Reina de España y contando con los mismos actores (más alguna nueva incorporación), Trueba vuelve a reunirlos y los sitúa en esa negrísima España de postguerra enfrascados en un nuevo rodaje que, en este caso, ha de ser realizado por un veterano director norteamericano, una extraña mezcla entre John Ford y Nicholas Ray.


Penélope Cruz, Antonio Resines, Santiago Segura, Jorge Sanz, Loles León, Rosa María SardàJesús Bonilla y Neus Asensi, entre otros, repiten sus papeles. A estos se les suman gente como Javier Cámara, Ana Belén, Chino Darín  y extranjeros como Clive Revill, Cary Elwes y Mandy Patinkin. Y, de entre todos ellos, no hay ninguno que parezca cómodo con su papel ya que, interpretativamente hablando, se trata de un desastre completo, empezando por los actores foráneos, quienes dan la impresión de pasearse como zombis ante la cámara sin saber que narices están haciendo. Por salvar algún que otro aspecto actoral, quizás remarcar ciertos pasajes de Penélope Cruz (aka Macarena Granada) y, sobre todo, la fugaz y divertida aparición de Carlos Areces quien, metido en la piel del innombrable Caudillo, alegra los últimos minutos de proyección.


Uno de los principales problemas de La Reina de España, aparte de poseer un guión ciertamente nefasto y deslavazado (¡cómo se echa en falta a Rafael Azcona a la hora de urdir un libreto tan coral como éste!), radica en que Trueba no ha sabido nivelar bien la balanza entre la comedia y el melodrama. En ningún momento, a lo largo y ancho de su dilatado metraje, uno no sabe distinguir si nos ha querido contar una historia dramática o una paupérrima farsa sobre el mundo del cine y la política; una farsa, por cierto, repleta de chistes facilones y en nada trabajados. Ya, su primera entrega, era flojita, pero al menos poseía media hora inicial digna del mejor cine de Berlanga. En ésta, sólo brillan unos escasos minutos, entre los que incluyo la jocosa colaboración de Areces reconvertido en el dictador por la gracia de Dios y, ante todo, por ese juego cinéfilo plagado de guiños a la historia del cine de los años 50, tanto nacional como de allende nuestras fronteras.


En definitiva, que si se niegan a ver el nuevo film de Trueba que sea por sus nulos valores cinematográficos y no porque, en su día, el director tuvo la osadía de decir que cuando juega la selección española de fútbol siempre suele ir a favor del equipo rival. Todo el mundo tiene el derecho a opinar lo que le venga en gana. Incluso de despotricar de una España que rezuma franquismo por todas partes.