10.12.05

Haga usted su propia película de Steven Spielberg

Como ven, hoy le ha tocado el turno a Steven Spielberg, el Rey Midas de Hollywood. Sé que muchos de ustedes ansían poder hacer una película a su más puro estilo. Difícil lo tienen.

De todos modos, antes de ponerse tras la cámara (indispensable llevar una gorrita de esas con visera), necesitan tener mucho dinero ahorrado con la sola y única intención de poder pagar el salario de John Williams, ya que es condición sine qua non que el compositor de su banda sonora sea este distinguido músico. Williams se lo hará bonito y utilizará una gran orquesta sinfónica llena de maravillosos violinistas. Y sólo eso le va a costar un pastón. Vaya hipotecando ya su casa.

Aparte del citado músico, ha de tener una madre centenaria a la que poder lucir en todas las galas cinematográficas habidas y por haber. Si la suya es más joven o, en el caso más triste, se quedó a medio camino, desista rápidamente de intentar emular a Spielberg.

A continuación, como es habitual en esta insigne sección, les voy a dar unos cuantos consejos para poder filmar una película tal y como lo haría el propio realizador. Antes de seguir leyendo les recuerdo que, en caso de no contar con la colaboración de Williams y no gozar de una madre con más de un siglo a sus espaldas, desistan de continuar con este artículo.

Si ya les han quedado claro estos dos conceptos y cumplen con ambos requisitos, guarden en su memoria las siguientes sugerencias:

1) Siempre ha de contar, en el casting, con la presencia de un niño o niña. Cuanto más repelentes y rubitos sean, mejor que mejor. Los puede convertir en protagonistas absolutos o tan sólo usarlos como meros secundarios, con la única e insolente intención de dar la nota y molestar.

2) Haga siempre un elogio de la institución familiar, bien sea como símbolo o como núcleo central de su película. Si es como símbolo, guárdese la carta en la manga hasta que falten cinco minutos para terminar el film y entonces, con la excusa más estúpida, póngase tierno y deje claro que sin la familia no seríamos nada ni nadie.

En el caso de que quiera convertirlos en el eje principal de su argumento, los padres de esa familia han de formar un matrimonio acomodado, de unos cuarenta y tantos tacos y con un pasado como hippies del que no quieren hablar ante sus hijos. Éstos, como mínimo, han de ser tres: muy aptos en informática, impolutamente peinados, limpitos y devoradores de pizzas a domicilio. El más rebelde de ellos, para mostrar su alto nivel de inconformismo, deberá lucir una camiseta en donde se distinga claramente el anagrama de AC/DC.

No ha de olvidarse jamás de incluir una escena en la que los cónyuges cuarentones, a escondidas de su prole, aprovechen para fumarse un peta en la cama mientras leen la biografía de John F. Kennedy.

3) Sea un thriller, una comedia, un film fantástico o uno de aventuras, ha de exhibir claramente la bandera norteamericana en toda su extensión. De cabo a rabo, con todas sus estrellitas debidamente colocadas y, como mínimo, en más de 7 ocasiones diferentes y bajo cualquier pretexto.

4) Un mono, un perro, un dinosaurio, una cacatúa o un ñu deben salir en el film. Lo de los animalillos es una cuestión imprescindible. Éstos pueden ser perversos o, en su defecto, la mascota doméstica fiel a su amo.

5) Mueva siempre la cámara de manera suave y sutil. Largos travellings; sinuosos movimientos de acercamiento o de alejamiento o controlados planos picados y contrapicados. Una manera como otra de denotar elegancia en la filmación. Jamás intente experimentar con una cámara tremulosa (como la Coixet o el Von Triers), pues su público, poco acostumbrado a las piruetas visuales exageradas, podría vomitar toda su ingestión compulsiva de palomitas.

6) Enfréntese al tipo de género cinematográfico que le dé la gana, pero de cualquier manera ha de colar, en todas las ocasiones, una escena azucarada, de esas que empachan, de las de lagrimón subido. Los violinistas de John Williams subirán el tono de sus instrumentos al amparo de una melodía truculenta, de las que hacen inevitable el uso de los Kleenex en abundancia.

7) Para la escena de la melaza en concreto, puede utilizar algunos de los temas que cito a continuación:

- La muerte por envenenamiento de uno de los coprotagonistas. También vale un accidente de avión o de helicóptero. Si es usted una buena persona y no desea el fenecimiento de ninguno de los personajes, puede dejar tullido de por vida al íntimo amigo del prota.

- Una reconciliación familiar que parecía imposible también surge un efecto maravilloso. Puede utilizar la figura de un padre alcohólico que, tras muchos años, termina reencontrándose con su hijo, un yuppie estresado que acaba de verse envuelto en una intriga con connotaciones políticas.

- De todos modos, el mayor efecto sentimental y lacrimógeno lo conseguirá con la muerte de Steely, un simpático y tierno koala, introducido ilegalmente en los EE.UU. y convertido en la mascota inseparable de Tommy, un niño americano de doce años de edad, inválido y ciego (aunque espabilado como una liebre) y cuya máxima ilusión en la vida, aparte de coleccionar cromos con imágenes de jugadores de béisbol, es obtener un autógrafo de Toby McDillan, un afroamericano popular que forma parte de uno de los equipos de basquet de la NBA y que terminará tratando al pequeño Tommy con un desprecio absoluto.

Y ya, para finalizar, recuerde que es imprescindible colocar algún que otro guiño al universo de Walt Disney, un diálogo en el que se deje en mal estado la figura de Nixon y algún que otro momento en el que se haga memoria a la figura de John Wayne, ya sea a través de una frase, un póster o una estampita.

Por cierto, me olvidaba: el papel del koala podría interpretarlo, a la perfección, Tom Hanks.

Seguro que con estos consejos logra más dividendos que cualquiera de los títulos del maestro.

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