21.7.09

El meu pare

De vez en cuando, al abrir el correo electrónico, éste quedaba totalmente encallado. Por norma, tras el problema, se encontraban esos e-mails gigantescos que mi padre enviaba cargados con decenas de fotos de mis dos sobrinos. A continuación, siempre se repetía la misma historia. Por mi parte, la llamada telefónica de rigor: “Papa, no m’enviïs tantes fotos juntes que em col·lapses el correu”. Y nada, que dale que te pego: que el hombre, en su afán por lucir a sus nietos, seguía empeñado en dejarme con el Outlook cojitranco.

Durante más de dos largos meses, llenos de inseguridad y noches en vela, el Outlook ha funcionado a la perfección. Pero por desgracia y desde ayer, no volverá a fallar nunca más. Y es que l’Antoniu, mi padre, después de una horrible semana encerrado en un cuerpo que ya no le respondía, se ha ido para siempre. Ahora quedan las vivencias a su lado, un montón de recuerdos imborrables y el consuelo de que por fin haya dejado de sufrir.

Hoy no sé cuánto daría para que, un día de estos, el Outlook se cuelgue de nuevo.

3.7.09

Érase de una nariz a un hombre pegada

Un actorazo como la copa de un pino. Un secundario de lujo. Detrás de su gran nariz se ocultaba un rostro impenetrable; un prominente apéndice el suyo que se convirtió en su propio infierno. Atendía por Karl Maldem. Ayer nos dejó, no sin antes haberse paseado por las calles de San Francisco a bordo de un tranvía llamado Deseo.

Vivió en primera mano la conquista del Oeste, se codeó con Patton, hizo migas con Matt Helm, entabló amistad con el hombre de Alcatraz, se fue de caza con Nevada Smith y desveló una oscura intriga en el Gran Hotel. Innegablemente, el suyo fue todo un gran combate.

La suya no era precisamente la ley del silencio. Jamás tuvo los labios sellados. Se decía que el suyo era un cerebro millonario: el cerebro de un millón de dólares. En sus numerosos devaneos se colgó de baby Doll, tonteó con tres azafatas y cayó en brazos de la Reina del Vaudeville. Y es que él, en el fondo, él era el Rey del Juego.

No le asustaba el precio del éxito pero, a pesar de ello, pasó por alguna que otra situación desesperada. Siempre al borde del peligro, cató el beso de la muerte, sufrió un verano para matar, fue amenazado con ser colgado del árbol del ahorcado y se enfrentó al gato de las nueve colas y al fantasma de la calle Morgue.

Ante su partida, yo confieso que fue uno de los actores del método que más me han atrapado. Maldem Forever!. Descanse en paz.