31.7.06

(con perdón) Me cago en Suevia Films

Vigilen con todos los DVD que estén editados por Suevia Films. Los responsables de esa empresa no tienen vergüenza alguna, ni siquiera el más mínimo respeto por el Séptimo Arte. Es inconcebible que, en la época de los televisores panorámicos, aún sigan sacando a la venta copias con el formato no respetado o, tal y como hicieron en el caso de La Mujer del Cuadro, con la imagen totalmente quemada y oscura. De juzgado de guardia. No hace mucho, le ha tocado el turno a Robert Mulligan y La Noche de los Gigantes, un espléndido western al que esa editora no le ha mostrado la más mínima consideración.

Para que vean como se las gastan estos individuos con el film de Mulligan, les cuelgo un YouTube de muestra. En él he puesto la misma escena en dos ocasiones. La primera, respetando el formato original, está sacada de un VHS y pertenece a la copia que hace un tiempo emitió Digital +; la segunda, la copia desgraciada, pertenece a la edición de los impresentables de Suevia. Sobran las palabras.

30.7.06

Imprescindible el uso de biodraminas

A Tony Scott siempre se le ha acusado, con mucha razón, de utilizar en su cine un estilo en exceso paralelo al del vídeo-clip y los spots televisivos. Pero nunca antes, como en su última película, Domino, había abusado tanto de esas imágenes sincopadas. Les puedo asegurar que, en sus dos largas horas de proyección, no hay un solo plano que aguante en pantalla más de cuatro segundos, al tiempo que hace pruebas con la luminosidad y el color de su fotografía. Y eso, la verdad, acaba agobiando y mareando al más pintado; sobre todo si la mayoría de ellos son primerísimos primeros planos que poco aclaran sobre la historia a narrar.

Y es una lástima ya que, en principio, lo que cuenta la película podría haber sido ciertamente interesante pues, aparte de ser un thriller, apunta hacia otros derroteros más profundos y nunca desarrollados a fondo (como ocurre con la relación madre dominante e hija rebelde). En ella se narra una etapa concreta de la vida de la desaparecida Domino Harvey, la hija del actor Laurence Harvey, una ex-modelo que, harta de su profesión e inquieta por encontrar un lugar en el mundo y un trabajo que la motivara, decidió convertirse en cazadora de recompensas. La cinta, de manera muy libre, escenifica uno de los casos más arduos y peligrosos con los que (en teoría) se enfrentó la muchachita. Un caso en el que se mezclan un robo a un furgón blindado, un niño moribundo, el FBI y dos bandas mafiosas rivales. Un interrogatorio con una psiquiatra del FBI (una Lucy Liu que últimamente sale hasta en la sopa), será la pauta que seguirá el realizador para contar todo cuanto acontece en Domino.

Tantas imágenes descabelladas -disparadas sin ton ni son como ráfagas de metralleta-, sumadas a una narración construida a base de flash-backs metidos dentro de otros flash-backs que hacen que la acción avance y retroceda en el tiempo (sin lógica alguna), sólo sirven para que el espectador, abrumado con esa exagerada e innecesaria zozobra visual, se pierda en el maremágnum de un guión no muy bien escrito y con demasiadas lagunas sin aclarar. Personajes que aparecen y desaparecen como el Guadiana, y un montón de situaciones poco comprensibles, suponen el principal defecto de un guión endeble que intenta disimular sus enormes deficiencias a golpes de violencia y salpicaduras de sangre por todas partes.

Es innegable que Domino, a pesar de esa insistencia en acelerar todo cuanto ocurre en pantalla, tiene algún que otro acierto positivo. Poquitos, pero los tiene. Y uno de ellos es esa crítica ácida y furibunda contra la tele basura actual; esa tele que busca y escarba en los rincones más recónditos de nuestro planeta para enseñar, en vivo, en directo y vía satélite, las miserias más oscuras de la humanidad. Al igual que hizo Oliver Stone en su gratuita Asesinos Natos, colocando una cámara en el interior de una prisión, Scott hace algo similar al introducir en la historia a un equipo televisivo siguiendo los pasos de Domino Harvey y su grupo de cazadores de recompensas.

Un simpático y curioso guiño a la figura de Laurence Harvey -el padre de la criaturita-, mediante la inserción de una escena de El Mensajero del Miedo (emitida por una televisión situada en medio de un brutal tiroteo), acaba convirtiéndose, sin lugar a dudas, en lo mejor de un producto disparatado y, casi, casi, experimental (como la época más empírica y peñazo del antes citado Stone). Tal y como diría un honorable y famoso crítico catalán, “a mí, los experimentos que me los den con patatas”.

De los actores, la verdad, ni se sabe. Particularmente, me resulta imposible valorar cualquiera de las interpretaciones de Domino. Los vaivenes visuales, su veloz ritmo videoclipero y la abusiva utilización de música estridente y a todo volumen, apaga todo atisbo de interpretación. Eso sí: la presencia en pantalla de Mickey Rourke, cada día más desfigurado e hinchado, y las fugaces apariciones de las múltiples arrugas de Christopher Walken, Tom Waits y Jacqueline Bisset, son una demostración palpable de que los años no pasan en balde. Y ella, la jovencita, la reina del plató, Keira Knightley, luciendo tipito y convertida en la estrella de un film estrellado.

Si se acercan a Domino, procuren no colocarse en las primeras filas. Y ante todo tengan a mano unas cuantas Biodraminas, pues el efecto vapuleante de sus descoordinadas imágenes es peor que una travesía en un barco destartalado durante una marea infernal.

28.7.06

Ustedes lo han querido: UN CADÁVER A LOS POSTRES


Para mí, siempre ha supuesto un inmenso placer revisar, de vez en cuando, un título como Un Cadáver a los Postres. En él se aúnan varios ingredientes que lo convierten en una comedia única, satírica, mordaz y, ante todo, surrealista. El dominio del absurdo es lo que más prima en la ópera prima de Robert Moore, un director que procedía del mundo televisivo. Aunque, de todos modos, el máximo responsable del producto se debe a un nombre que siempre tendría que escribirse en letras mayúsculas, NEIL SIMON, ese gran dramaturgo que pasará a la historia del teatro norteamericano por haber escrito obras tan divertidas como La Pareja Chiflada o La Extraña Pareja.

Un Cadáver a los Postres no es ninguna adaptación de una de las obras de Simon. En esta ocasión, el autor escribió el guión directamente para la gran pantalla. Un guión original planteado como una farsa desmitificadora de toda la literatura policiaca y, por defecto, del cine negro y de misterio. Neil Simon, con una inteligencia desbordante, jugó a exagerar y caricaturizar al máximo los tópicos de los detectives y policías más conocidos de ese universo. Así, en la cinta, se baraja la presencia de personajes como Hercúles Poirot, Miss Marple, Sam Spade (totalmente intercambiable por Philip Marlowe), el oriental Charlie Chan y el matrimonio compuesto por Nick y Nora Charles, inmortalizados estos últimos en celuloide por William Powell y Myrna Loy en la serie iniciada con Ella, Él y Asta.

El argumento es igual de gamberro que todo cuanto ocurre a lo largo de su proyección. Lionel Twain, un excéntrico millonario, invita, durante todo un fin de semana a su lúgubre y rocambolesca mansión, a los cinco detectives más famosos del mundo con sus respectivas parejas y acompañantes. En realidad, tras esa convocatoria se esconde un reto criminal, pues la tarjeta personal citándolos al evento reza claramente que, durante su estancia, tendrán “cena y crimen”. En el fondo, se trata de descubrir quien es el mejor criminólogo de los cinco.

A partir de aquí, Neil Simon inicia un jocoso deambular, de apariencia teatral, en donde los juegos de palabras y el absurdo se convierten en los reyes de la función. Lo que menos importa es su final, pues tanto su guionista como el director tenían claro que la salsa de la película se centraba en la destrucción furibunda y sin concesiones de la fauna elegida. Con sus diálogos, retratan a la perfección los tics de cada uno de los personajes citados anteriormente aunque, para la ocasión, los rebautiza: Milo Perrier (Poirot), Jessica Marbles (Marple), Sam Diamond (Spade), Sidney Wang (Chan) y Dick y Dora Charleston (el matrimonio Charles). El parecido nominal es evidente, aunque es mucho más debastador y sarcástico el modo en que define a cada uno de ellos. Buscan los puntos más débiles y repetitivos de cada personaje, para luego exprimirlos hasta conseguir ridiculizarlos al máximo.


Otro de los grandes alicientes de Un Cadáver a los Postres estriba en su excelente casting. Pocas veces se pueden ver juntos en pantalla a gente de la talla de David Niven, Peter Falk, Alec Guinness, Peter Sellers, Elsa Lanchester, Maggie Smith o el mismísimo Truman Capote, entre otros. Juntos y además sin robarse planos los unos a los otros, dispuestos en todo momento a compartir el protagonismo a partes iguales. Todos ellos, del primero al último, están geniales en sus respectivas composiciones, aunque personalmente destacaría los trabajos de los tres primeros. David Niven borda el papel de hombre de la alta sociedad con gustos exquisitos; Alec Guinness, capaz de clonarse en varios caracteres diferentes en un determinado pasaje del film, construyó a las mil maravillas a Jamesir Bensonmum, el mayordomo del disparatado propietario de la mansión; mientras que el inmenso Peter Falk se convertía en el Humphrey Bogart particular de Neil Simon: un tipo duro, maltratado por la vida, con un agujero de bala en la espalda de su americana e incapaz de tratar con un mínimo de delicadeza a su compañera de aventuras, una desbordante Eileen Brennan. Simplemente genial.

Nunca me cansaré de ver esta película. Siempre descubro algún detalle que jamás había percibido con anterioridad, desde nuevos juegos de palabras a las insospechadas y casi desapercibidas muecas imprevisibles de un Peter Sellers achinado y en nada capacitado para construir una sola frase con artículos. Bien vale la pena darle un vistazo, aunque sólo sea para asistir a las discusiones monologadas que mantiene el mayordomo ciego con la cocinera sordomuda en la cocina, o para asombrarse ante el alucinante desmelene de Truman Capote, autoparodiándose a través del rol del maquivélico Lionel Twain en una de sus pocas incursiones como actor (por no decir la única).

Les puedo asegurar que reuniendo a Agatha Christie, Raymond Chandler y Dashiell Hammett para escribir una historia similar, no se habría conseguido un guión tan cachondo.

27.7.06

Frankenstein uncut

A pesar de tener un buen número de críticas acumuladas, el asfixiante calor de estos últimos días hace que uno se plantee mucho el sentarse ante el ordenador para empezar a teclear. Es por ello que, tal como les avancé ayer, decidí poner en orden mi videoteca. Y repasando cintas ocurre que, a veces, se descubren verdaderos tesoros que resultan difíciles de ocultar al resto de la Humanidad.

Hoy he podido recuperar una joya impagable; una joya de museo, pues se trata de un descarte de uno de los films clásicos por excelencia del cine fantástico, el Frankenstein del 31. Acomódense y denle al YouTube. Ustedes serán los primeros en poder disfrutar de la escena que James Whale, su director, decidió suprimir del montaje final. Todo un incunable.

26.7.06

Minutos publicitarios

Indexando mi videoteca he descubierto un documento excepcional. Es más, me he quedado boquiabierto al ver el tesoro que poseía en formato VHS: una colección de spots publicitarios, de los años 80, completamente delirantes y antológicos. Ni corto ni perezoso, me he tomado la molestia de digitalizarlos y colgarlos para que también puedan disfrutar de ellos. Lástima de la mala calidad de la imagen... pero menos da una piedra.

Siempre me quedará la pregunta: ¿se llegaron a emitir realmente algún día por televisión? Ustedes mismos. Pasen y vean.

El día menos pensado, les cuelgo una nueva entrega.

25.7.06

De Rebelde Sin Causa a La Leyenda del Indomable

Siempre he sido un gran admirador de los trabajos realizados por Pixar, pues la mayoría de veces han demostrado un ingenio superior a lo habitual en cuanto al género de animación se refiere. Quizás por esa ferviente admiración me esperaba mucho más de una película como Cars.

Todo, en ella, prometía mucho: un mundo poblado de coches con vida propia, con los mismos defectos que los humanos y en la que queda patente la diferencia de clases sociales y de razas. Y, de entre todos ellos, uno que se apellida como el gran Steve McQueen, Lightning McQueen: un rebelde sin causa; pero un rebelde soberbio e individualista. Él ha ascendido de la nada y, de la noche a la mañana, se convierte en triunfador en el mundo de las competiciones automovilísticas. Quiere ser el Número Uno a toda costa, sin contar con la ayuda de nadie. Pero tanta vanidad le conducirá hacia un camino totalmente inesperado para él y en el que se verá obligado a asfaltar una carretera destartalada, al igual que le ocurrió a Luke Jackson en La Leyenda del Indomable.

La cinta empieza de manera electrizante, con una trepidante carrera automovilística en la que los guiños a los viejos films sobre el universo de los Fórmula 1 están más que latentes. La lástima es que después, esa vivacidad narrativa y la chispa ingeniosa de sus hilarantes gags, se desinfla hasta extremos impensables, Ese Giro al Infierno, que empieza para el engreido Lightning McQueen tras haberse quedado solo y desamparado en medio de la famosa Route 66, cambia totalmente el rumbo de la cinta. Y más concretamente con la llegada forzosa de éste a Radiator Springs, un pequeño pueblucho alejado del mundanal ruido.

Lo que se iniciaba como una gamberrada más de la Pixar, se convierte en un film cursi y endeble, con esa filosofía tan moralista y cargante típica de los peores productos de la casa Disney. "Hay que ser bueno; la colaboración es importante; la vanidad es peligrosa; el triunfo no sirve para nada..." Con tanto consejo y buenas intenciones, la cinta se estrella. Pierde su vibrante ritmo y se queda en agua de borrajas, a pesar de que, durante la estancia del rojito McQueen en Radiator Springs, se sucedan algunos gags aislados ciertamente graciosos (como el acoso nocturno a los tractores con la presencia incluida de la Madre Alien-Tractor).

A pesar de su irregularidad y de esas ganas de mostrarse políticamente correctos, en Cars también hay algunos aciertos. Pocos, pero haberlos, haylos. Uno de ellos, el más importante, radica en el arte de John Lasseter y Joe Ranft por dotar de vida propia a un montón de automóviles y cacharros de todo tipo, otorgándoles una personalidad única a cada uno de ellos y convertirlos, casi en su integridad, en verdaderos seres humanos, con sus mismos defectos y virtudes. La expresión de su rostro y los movimientos corporales de los automóviles son de una perfección inmejorable.

Y el otro gran acierto se encuentra en la elección de Paul Newman (otro amante de las carreras) para prestar su voz a uno de los coches protagonistas; aunque, de todos modos, éste es un detalle que sólo podrán disfrutar los que vean su versión original. Escuchar la voz señorial del actor es un placer glorificante; un placer que al mismo tiempo acerca a su personaje -un resplandeciente y aún conservado Hudson Hornet del 51- a ese juez Roy Bean al que Newman dio vida, de manera brillante, en la excelente El Juez de la Horca de John Huston.

Lástima que tanta ñoñería y moralina hayan dado como resultado un film fallido, en donde los coches se quedan sin gasolina a medio camino y en el que la mayoría de guiños cinéfilos resultan muy forzados, tal y como ocurre con ese homenaje innecesario a La Guerra de los Mundos. ¿Será debido a que Spielberg compitió demasiados años con la animación de Pixar? ¡Vayan ustedes a saber!

24.7.06

El prota se quedó sin su mejor amigo

No se trataba de un secundario más. No era un actor del montón. Era, sencillamente, Jack Warden, uno de los grandes. El pasado día 19 de julio hizo las maletas y nos abandonó.

Casi siempre fue el comparsa del protagonista, su amigo fiel, el pasante de los mejores abogados o el entrenador personal de los deportistas de elite. Doce Hombres Sin Piedad, Todos Los Hombres del Presidente, El Cielo Puede Esperar, Bienvenido Mister Chance, Veredicto Final, Balas Sobre Broadway o Cosas que Hacer en Denver Cuando Estás Muerto son algunos de los títulos más significativos en los que intervino.

A lo largo de su dilatada carrera interpretó más de 150 personajes distintos, fue nominado al Oscar en dos ocasiones y siempre fue reclamado por los directores más considerados, desde John Ford a Woody Allen. Y muchas veces, la mayoría de ellos, contaron con su presencia en varias ocasiones. No es de extrañar, pues Jack Warden se merece un lugar de honor en la historia del Séptimo Arte.

Descanse en paz.

21.7.06

Gracias a ellos, estamos a salvo de mariconadas...

Ser más papista que el propio Papa es difícil. Pero haberlos, haylos. Para muestra, la página web de Hazteoir.org, integrada dentro del Foro Español de la Familia... ¡Uffffff! Foro Español de la Familia... No sé.... suena como a eso del Fuero de los Españoles, como a franquismo rancio y putrefacto.

Pues nada, que estos seres pudibundos, siempre velando por nuestra moral, se han indignado con ese anuncio de la Frigo en la que una Paz Vega duplicada lame un helado Magnum. Dicen que se trata de un anuncio homosexual, lésbico, y que esa imagen podría llegar a confundir la verdadera sexualidad de los más pequeños de la casa. Como actitud combativa, piden el boicot a los Magnum y, al mismo tiempo, solicitan la inmediata retirada de todos los carteles publicitarios y del par de spots que se están emitiendo en televisión.

Anda, que si la Paz Vega en lugar de un helado anunciara bollos o bacalao de Islandia... ¡la que se habría armado!

Eso sí: gracias a los de Hazteoir y al Foro Español de la Familia, los españolitos de a pie ya podemos dormir tranquilos. Nuestra moral está a salvo. La impudicia no trastocará nuestros sueños. Que bonito es descubrir que aún hay cuatro gatos que luchan por alejar de nuestro lado a gente tan impúdica y apestada como lesbianas y maricones.

Me extraña, de todos modos, que años ha, a finales de los 70, cuando el anuncio del Tren Payá –en el que una voz masculina no paraba de repetir las palabras “Tren Paya”-, no iniciaran una cruzada en contra del juguete de marras por considerarlo una incitación a la homosexualidad en toda regla.

Señores de Hazteoir..., sencillamente: ¡mandan cojones! De mi parte, ya saben donde podrían meterse el Magnum. Y si es la Magnum de Harry Callahan, mejor que mejor.

Por Tutatis, que descansao me quedao...

19.7.06

El oso que pudo acabar con la carrera de Woody Harrelson

Hace ya un buen tiempo que el cineasta alemán Werner Herzog, tras varios productos con no muy buenos resultados, dejó a un lado el cine de ficción y entró de lleno en el mundo del documental. Una manera como otra de reencontrarse a sí mismo y de intentar descubrir su propia y verdadera identidad. No es de extrañar que, mediante esa investigación personal e intrínseca a través del subconsciente, Herzog le haya dedicado Grizzly Man a Timothy Treadwell, un hombre que, al igual que él, pasó su vida dando palos de ciego en busca de un espacio en la sociedad; un microcosmos particular en el que poder instalarse y en el que, al mismo tiempo, se sintiera cómodo y a gusto con su propia persona.

Herzog parece haberlo encontrado en su nueva posición de documentalista, al igual que hizo Timothy Treadwell en su reconversión en hombre silvestre. Su paraíso y su territorio se alojaban en el Parque y Reserva Nacional de Katmai, en Alaska. Allí volcó toda su pasión por los animales y desbravó sus múltiples inseguridades en lo que él se tomó como una cruzada en pro de la conservación de los osos pardos. Convivía con ellos, a su lado, arriesgando su vida, día a día, y sin llegar a ser consciente jamás del daño que le podrían causar. Con total convencimiento, aseguraba que había aprendido a vivir con tan peligrosos animales.

Durante trece años, a lo largo de la temporada estival, abandonaba a los suyos y se instalaba en esa Reserva Nacional. Sin ánimo de lucro, a su vuelta, daba charlas por centros ecológicos y escuelas de Norteamérica, narrando sus experiencias al lado de los osos y velando para que éstos no se convirtieran en otra especie más en extinción. De todos modos, las buenas intenciones mostradas por Treadwell, debido a su carácter paranoico e inestable, daban la impresión de ser tan sólo una más de sus neuras existenciales.

Herzog decidió iniciar este documental cuando Treadwell y su compañera fueron encontrados muertos y devorados por un oso en la citada Reserva Nacional, concretamente en la zona bautizada como el Laberinto de los Osos. A partir del accidente, contando con las más de 100 horas de grabación en vídeo que el propio Tim Treadwell había realizado a lo largo de los años, y recurriendo a entrevistar a varios de los compañeros y familiares del difunto, Herzog montó Grizzly Man.

La película escarba en el pasado del aventurero desaparecido. Muestra su inestabilidad e inseguridad a través de los diversos y numerosos empleos por los que fue pasando. Deja claro que se trataba de un don nadie ansioso por llegar a figurar en la vida. Quería ser famoso, al precio que fuera. Incluso, antes de decantarse por la convivencia con los osos, llegó a presentarse a un casting convocado por la serie Cheers, quedando el segundo después de Woody Harrelson. A un pelo estuvo de encontrar el estrellato que tanto deseaba.

Herzog, a través de su cámara y de la selección de escenas grabadas por Treadwell, muestra su propia dualidad hacia el personaje. A veces lo ama; a veces, lo detesta. Para el realizador ha sido como enfrentarse a su propia sombra. Verse reflejado en un espejo tal cual. Grizzly Man posee momentos verdaderamente cínicos y descarnados con el amante de los osos y también, al mismo tiempo, otros en los que el realizador demuestra toda su admiración por la locura de ese quijote al borde del abismo.

Y no sólo vuelca ese cinismo en la figura del hombre oso. El director alemán juega, en ocasiones, a satirizar a los personajes entrevistados por él. Los satiriza y, en general, los ridiculiza. Y, para ello, utiliza un recurso muy perverso que acaba convirtiendo a varios de sus entrevistados en seres grotescos e inútiles pues, cuando acaba de filmar sus palabras, deja la cámara inmóvil ante ellos y éstos, sorprendidos por haber acabado ya su perorata y, sin saber que hacer ni que decir, quedan paralizados ante el objetivo de Herzog. En este aspecto, resulta genial la escena en la que parlamenta con el forense que realizó la autopsia de los restos de Treadwell.

Grizzly Man es un film diferente, interesante y (por parte del director) conscientemente maniqueo. Y es bueno, como espectador, dejarse llevar por ese astuto y descarado maniqueísmo ya que, en el fondo, forma parte del juego del propio Treadwell. A pesar de que muchos puedan creerlo, no se trata de un falso documental, aunque lo podría haber sido debido a la extravagancia de su protagonista y el surrealismo al que conllevan muchas de las situaciones plasmadas. Se trata de un producto extraño y con cierto poder hipnótico y fascinante, capaz de transmitir a la platea el mismo sentimiento variable de Herzog hacia el alucinado personaje: amor, odio y pena. Pena o tristeza, tanto da, llámenlo como quieran. Y es que, la verdad, al finalizar la cinta, un servidor se quedó un poco más deprimido de lo que estaba al empezar.

Y es que convertirse en famoso gracias a terminar tus días en la panza del Oso Yogui, resulta realmente estremecedor y triste. Muy triste. Y más sí, física y mentalmente, uno tiene las mismas coordenadas que Pocholo Martínez Bordiu... como le ocurre a nuestro Grizzly Man.

17.7.06

Los herederos de Dertycia

En 1977, Wes Craven, cinco años después de haber debutado como director con La Última Casa a la Izquierda, conseguía uno de los títulos más reputados de la serie B de esa época, Las Colinas Tienen Ojos; un título que, con el paso de los años, se ha convertido en un film de culto para los amantes del fantástico. Siendo ese un film que se amparaba claramente en las constantes y el estilo inculcado por el ya clásico La Matanza de Texas, era de esperar que, al igual que el de Tobe Hooper, las Colinas de Craven tuvieran su propio remake.

Las Colinas Tienen Ojos, versión 2006, está producida por el propio Wes Craven. Alexandre Aja, en esta ocasión, es el hombre que se ha colocado tras la cámara, otorgándole un estilo muy personal al producto. La cinta es ciertamente efectiva, a pesar de ofrecer poca cosa nueva con respecto a la original. Pero tiene fuerza y empaque y, en el fondo, tomando en cuenta su cuidada fotografía y su formal (y casi académica) realización, resulta un trabajo más cuidado, al tiempo que respeta y no desmerece en nada al primero.

La nueva versión sigue siendo fiel a las coordenadas de la serie B, aunque con un presupuesto más holgado que el de la primitiva. Los toques gores que tanta pasión despertaron en su día entre los más acérrimos al género, siguen estando presentes. Alexandre Aja no escatima en escenas sanguinolentas y no se corta en absoluto a la hora de mostrar miembros amputados y cuerpos desgarrados. En ese aspecto resulta igual de válida y escalofriante. Y más teniendo en cuenta que sus numerosas escenas de violencia no están metidas en calzador dentro de la historia, tal y como como suele ocurrir -en la actualidad- en este tipo de producciones. Todas esas escenas tiene un porqué detrás, aparte de acompañar a la perfección el envolvente crescendo narrativo planteado por el director.

El argumento es el mismo que el de la versión del 77. El desierto californiano acoge, en sus calurosas dunas, a una familia que -con su 4x4 y su roulotte- queda encallada accidentalmente en medio de sus áridas colinas. Se trata de esa parte concreta del desierto que, durante los 50 y los 60, fue machacada por el ejército norteamericano para experimentar con explosiones nucleares; esa misma parte en la que aseguran que John Wayne pilló el cáncer que se lo llevó al otro barrio y, al mismo tiempo, la que dotó de extraños poderes destructivos al amigo Bruce Banner (aka Hulk). Allí, rodeados de silenciosas y acechantes colinas, esa familia vivirá uno de los momentos más terribles de su existencia.

Los títulos de crédito con los que se abre la película son una pequeña maravilla. Densos, impactantes y crudos. Da la impresión que, para confeccionarlos, se hayan inspirado en The Atomic Cafe, ese documental de culto que tan bien describió el amigo Absence desde su blog. Explosiones nucleares, de todo tipo y tamaño, alternadas con imágenes de humanos y fetos con malformaciones genéticas, son el principal leit motiv de esos créditos. Una manera inteligente de explicar, con cuatro rasgos bien montados e insertados, el porqué de todo cuanto acontecerá en el film. Tan sólo por ese fabuloso inicio vale la pena darle un vistazo a un remake digno y, repito, mejor acabado que el original de Craven en ciertos aspectos.

De todos modos querría citar que hecho en falta a Dertycia and family, ese grupo de criminales monstruosos con que nos obsequió el título primitivo. Aunque, la verdad sea dicha, los sustitutos frikis del amigo Dertycia y sus colegas no desmejoran en nada al producto original. Éstos también tienen tela. Y, sin ir más lejos, entre esos caretos deformes que aparecen en pantalla, podrán adivinar ciertas semejanzas con John Voight y Mick Jagger.

No les cuento más. Dejo que la disfruten y la sufran a partes iguales, pues el clima de tensión que crea el tal Aja no es moco de pavo. Y atención, ante todo, a las escenas que transcurren en un pueblo abandonado, construido especialmente en los 50 para realizar las citadas pruebas nucleares y habitado, en su mayor parte, por numerosos maniquíes. Allí, el suspense está garantizado al cien por cien.

15.7.06

Peliagudo

Tanto Mario Camus como Miguel Delibes pueden empezar a preocuparse. Y eso, al menos, es lo que demuestran sus rostros: el primero, cara de asombro; el segundo, el escritor, cierta dubitación en su faz y en su pose. Ambos están perturbados. Eso está claro. Y no es para menos. Yo, en su lugar, estaría acongojado. Les cuento...

El otro día, revisando la película de Lara Polop, Le Llamaban J.R. , me pareció descubrir un curioso guiño cinéfilo en una de sus escenas. El homenaje parecía dedicado claramente a uno de los pasajes más cínicos e hirientes de uno de los mejores productos de nuestra cinematografía, Los Santos Inocentes. Tenía su gracia pero, al mismo tiempo, tratándose de un producto tan casposo como el de Polop, daba la impresión de tratarse de una ofensa al film de Camus basado en la obra de Delibes.

A la hora de escribir la reseña, pensé incluir en la misma (como dato curioso) la citada referencia a Los Santos Inocentes. Pero, como buen profesional, hice lo lógico en esos casos. O sea, contrasté las fechas de producción de ambos productos. Y, ¡cáspitas!, la verdad sea dicha, caí espatarrado al suelo de mi estudio. Mis ojos no daban crédito a lo que acababa de descubrir. Me quedé inmovilizado, tendido en medio del despacho durante varios minutos, hasta que mi mujer, asustada y temerosa de que me hubiera ocurrido lo peor, me ayudó a incorporarme. Después, como buena alma caritativa que es, me dio a beber una sorbito de Agua del Carmen con un poco de azúcar.

Volví a sentarme ante el ordenador. Internet Movie Data Base podría estar equivocada. Recurrí al Google y, al igual que un poseso, inicie una desesperada búsqueda tecleando en multitud de ocasiones el título de ambas películas. Y todas las búsquedas, inevitablemente, me indicaban lo más desconcertante y misterioso.

No era ningún guiño. IMDB estaba en lo cierto. Las fechas de las películas así lo indican claramente. La de Lara Polop, con Pepe Da Rosa, es una producción de 1982. La de Camus y Delibes, Los Santos Inocentes, está fechada en 1984. Seguía estupefacto. Otro sorbito más de Agua del Carmen.

No son imaginaciones mías. Aquí pueden ver un par de pruebas gráficas (y fehacientes) sobre el hecho en cuestión. Ustedes mismos pueden juzgarlo por las dos fotos comparativas. Acababa de descubrir uno de los plagios más grandes de la historia del cine ibérico. Todo parecía indicar que Camus y Delibes habían robado vilmente una idea a Francisco Lara Polop.

Pueden tildarme de exagerado. Total, se trata de unas instantáneas que no son del todo parecidas, a pesar de contener ciertas similitudes alarmantes. Pero ahí no acaban mis pruebas. Si no están convencidos de la posibilidad del hurto de la propiedad intelectual del bueno de Polop, tengan la amabilidad de darle un vistazo al siguiente YouTube. En el vídeo-clip, he realizado un montaje en el que podrán observar las dos escenas en su integridad. No es que sean similares o parecidas. Son paralelas, tal para cual. Como dos gotas de agua. Y cuando lo empiecen a visionar, tengan claro un solo concepto: Le Llamaban J.R. se estrenó dos años antes (¡dos años!) que Los santos Inocentes.

Pienso que la SGAE (Sociedad General de Autores), en lugar de perseguir a los chinos topmantas y amenazar con el FBI a los muleros, tendría que meter mano en este asunto. Aquí, o bien hay uno o varios impostores de tomo y lomo, o Francisco Lara Polop es un visionario de mucho cuidado. También cabría la posibilidad de que Camus fuera un ferviente admirador de Le Llamaban J.R. y le dedicara un indiscutible homenaje a través de su película. Por respeto a Los Santos Inocentes, personalmente me inclino por la segunda posibilidad, la del visionario.

Por fin, ya creo en algo. Y ese algo se llama Polop.

14.7.06

Ustedes lo han querido: LE LLAMABAN J.R.

A principios de los años 80, una serie televisiva mantuvo a media España conmocionada y enganchada a los televisores. Se trataba de Dallas, un producto que primero fue emitido por canales autonómicos (creo que TV3 fue de los primeros), para después pasar a las cadenas nacionales. En ella, se narraba la vida, milagros y desgracias de los Ewing, una familia inmersa de lleno en el mundo de los negocios petroleros, cuyo personaje más visible era John Ross Ewing Jr. (más conocido como J.R.). Éste era un tipo malvado y de ideas perversas; un ser odiado por todos aquellos que le rodeaban y por los telespectadores de todo el mundo. Fue tal la antipatía que provocó en éstos últimos que el actor que le representaba, Larry Hagman (un secundario de tres al cuarto), fue insultado e incluso golpeado por las calles de su país.

Una de las temporadas de Dallas finalizaba justo en el momento en que el execrable J.R. era alcanzado por una bala disparada por un personaje en la sombra. Los responsables de la serie dejaron al respetable con la boca abierta y con un sinfín de dudas a cuestas. Las pastillas para dormir, en esa época, debieron subir sus ventas ya que, en nuestro país, muy pocos podían conciliar el sueño. Cientos y cientos de preguntas sin respuesta martilleaban el cerebro de los más adictos al culebrón: ¿estaría muerto J.R.? ¿quién habría disparado sobre él?... Numerosas teorías sobre el tema salieron al vuelo durante esos días. Ese fue el momento ideal para idear un marketing hispánico de mucho cuidado.

Primero saltó al ruedo el humorista español Pepe Da Rosa, con una prosaica canción dedicada al mismísimo J.R.. Poco después, el avezado realizador Francisco Lara Polop, amparándose en la canción de Da Rosa y en los principales rasgos de la serie norteamericana, puso manos a la obra y urdió ese fenómeno cinematográfico que ahora lleva por nombre Le Llamaban J.R.

Pepe Da Rosa, Mary Santpere, Antonio Garisa, Alfonso del Real y Luis Barbero, entre otros, eran sus principales actores. La florinata del cine hispano; el no va más de nuestra cinematografía. El Da Rosa es J.R., uno de los tres hijos del matrimonio formado por Santpere y Garisa. O sea: Eli y Jorge (Jor para los más íntimos), una pareja que se ocupa del servicio del cortijo del Marqués de Puerto Espiche; Marqués que, como cuyo ilustre apellido indica, espichará a los pocos minutos de proyección. Total, que Eli y Jor, de criados, pasarán a ser los dueños de todas las propiedades del difunto noble, consiguiendo, al mismo tiempo, que el citado J.R., su hijo mayor, olvide sus pretensiones de convertirse en cura para ejercer como Director Gerente de una de las empresas choriceras españolas de más prestigio a nivel mundial. Tomen buena nota del nombre de la misma, pues no tiene desperdicio alguno: Chorizo Egüik Company and Huevos Corporeision. ¡El no va más de la brillantez humorística! ¡El despiporre padre!

El resto de la película está dedicado a un sinfín de chistes y situaciones baratas que, de manera patética, intentan parodiar los escarceos sexuales y empresariales de los miembros de la familia Ewing original. Ninfómanas, capataces homosexuales, impotencia sexual, vecinos rivales y rencorosos... Una excusa como otra para, de vez en cuando, mostrar a la platea dos buenos muslos y un par de glándulas mamarias. Era la época del destape... y es lo que tocaba en nuestros cines. Cómo diría Forges... ¡País! Teta y humor cazurro; muy cazurro. Un sinfín de sandeces de entre las que, en el fondo, tan sólo se podía salvar esa voz ronca tan característica del desaparecido Garisa y poca cosa más.

Su nulo ingenio y la excesiva simplicidad de Le Llamaban J.R., son un buen ejemplo -en el fondo.- de que la comedia española sólo era patrimonio (casi exclusivo) del gran Berlanga. A pesar del enorme disparate que supuso tal film, el Lara Polop, ni corto ni perezoso, un año después, nos volvió a martirizar con J.R. Contraataca, una nueva entrega con más desmanes de su familia choricera.

Personalmente, he tenido más que suficiente con la primera. Aún estoy como petrificado tras haberla visto. Llevo un par de días encerrado en casa recapacitando sobre la película. Es tal mi asombro y para que juzguen por sí mismos que, de manera casera, me he tomado la molestia de realizar un pequeño montaje con algunos de los momentos más representativos de esta joya en bruto del cine español. Con él les dejo. Caspa al cien por cien. Me parece que, a partir de aquí, sobran las palabras. ¡Qué no les pase nada!

P.D.: Creo que aquel de ustedes que me solicitó este título para la sección, es una persona que me odia de manera furibunda. Sospecho quién es. Y, por ello, ya lo tengo anotado en mi agenda negra.

12.7.06

Sin joystick, pero pasando pantallas

Finales del siglo XXI. La sociedad está dividida en dos razas: los humanos y los hemófagos. Estos últimos son una especie mutante debida a un virus provocado por un experimento gubernamental, realizado con la intención de crear al soldado todoterreno. Los hemófagos son una raza en extinción, una especie de vampiros condenados a muerte. Es por eso que, para terminar definitivamente con los pocos que quedan, el Vicecardenal Ferdinand Daxus (la cabeza visible del gobierno instaurado), ha creado un arma letal en forma de niño. La criaturita atiende por el nombre de Six y no es más que uno de los ocho clones que el propio Vicecardenal ha ordenado hacer de su propio cuerpo. Pero Six lleva un anticuerpo que podría ser mortal para los vampiros postmodernos.

Ésta es, a grandes rasgos, la historia que nos plantea Ultraviolet, uno de los más pésimos films fantásticos estrenados los últimos días. El título de Ultraviolet se debe a la presencia de Violet, la heroína hemófaga protagonista que, interpretada por Milla Jovovich, deberá plantar cara a las huestes del tal Ferdinand Daxus y luchar por conservar la vida del pequeño Six ya que, retocando los anticuerpos de éste, ella y los de su misma especia podrían salvarse de una muerte casi segura.

Su director y guionista, Kurt Wimmer, tiene los santos cojones de aseverar que el argumento de Ultraviolet es todo un homenaje a uno de los títulos más emblemáticos de la carrera de John Cassavetes, Gloria. Al tal Wimmer se le debería caer la cara de vergüenza. ¿Gloria es Ultraviolet? Falacias. Lo único que ocurre es que, en este caso, una mujer lucha en compañía de un niño para salvar la vida de éste. Y nada más. El resto es puro espectáculo de feria barata. En multitud de películas hemos asistido a la relación de un niño con un adulto (sea hombre o mujer), huyendo de mafias o de peligros variados. Kurt Wimmer no es más que un farsante como la copa de un pino.

La verdad es que Ultraviolet es un cargante cocktail que mezcla un mucho de Matrix (sus luchas son una copia descarada), con la digitalización excesiva de títulos como el nefasto Catwoman, el entretenido Sky Captain y El Mundo de Mañana o Tron, ese curioso experimento waltdisneyano de lejana memoria La mayor parte de sus decorados son pura informática (eso sí, inspirados, de manera pedante, en algunos edificios emblemáticos de la ciudad de Hong Kong, lugar en el que transcurrió su rodaje), mientras que en demasiadas ocasiones, los personajes de carne y hueso -sobre todo en sus escenas de combate-, han sido retocados digitalmente.

Un film vacío, incluso ridículo y molesto. Una tomadura de pelo en la que el guión es lo que menos importa. Hostia va y hostia viene. La heroína, solita, en varias escenas, luchara contra 10 o 20 guerreros. Y de un solo movimiento, como si de La Novia se tratara, decapitará a los 10 (o 20). Una heroína capaz de sacarse armas del sitio más impensado (sin citar detalles anatómicos) para defenderse de las hordas del Vicecardenal maligno. Todo es válido para que esa muchachita, de buen ver y mejor polvo, salga indemne en cada una de las arremetidas a las que se ve sometida. Y si en alguna de ellas Violet cae muerta, el ultramegadirectoryguionistadelaostia, el tal Kurt Wimmer de las narices, ya se las ingeniará para hacerla resucitar de algún modo.

Como el tío es consciente de que con tropecientas escenas de bofetadas y disparos la cosa no acaba de funcionar, se saca de la manga un par o tres de pasajes edulcorados, de esos de lagrimilla fácil. Como la Violet y el soplagaitas del niño Six pillan buen rollo entre ellos, ofrece al respetable unas cuantas escenas (de lo más simplón y cursilonas) para que los más llorones/as se suenen sus mocos a placer en los Kleenex. Pero... ¡cuidado!... que, a medio moco, vuelven los tortazos, los tiroteos y la informática a todo meter. Entonces, de nuevo, nuestra heroica y esforzada Violet, con el criajo a cuestas, volverá a saltar de pantalla en pantalla, una tras otra, como si se tratara de un video-juego más. Y es que, en el fondo, más que de una película, Ultravioleta es un juego barato de ordenador (típico y tópico) sin posibilidad de interactuar.

Ella, la Jovovich, estará muy buena. Sí, no lo niego. Pero no es excusa suficiente para que se dirijan al cine en tropel a ver semejante gilipollada. Si quieren babear con la Jodov... Jovovich (perdón), quédense sentaditos ante el ordenador y denle con el cursor, cuando tome forma de dedito, a este enlace. Me lo agradecerán.

11.7.06

La culta y los simples

Hace unos cuantos años, una película avalada por el Festival de Cine de Sundance era una garantía casi segura. De un tiempo hacia aquí, es todo lo contrario. La prueba de ello es el estreno de una nimiedad tan olvidable como Junebug, un título aburrido, desangelado y con muy poca chicha.

A buen seguro, Junebug ha acabado estrenándose en nuestras pantallas debido a la nominación al Oscar, como mejor secundaria, de la actriz Amy Adams. Una actriz que, por este mismo papel, ha obtenido 9 premios más en esa categoría, la mayoría de ellos otorgados por círculos internacionales de críticos. Y, la verdad sea dicha, el trabajo de la chica es lo mejor que puede ofrecer el primer largometraje del tal Phil Morrison, su realizador.

Amy Adams interpreta a Ashley, una joven pueblerina, embarazada y a punto de dar a luz. Ella vive con su marido en casa de sus suegros. en Pfafftown, un pequeño pueblecito de Carolina del Norte y, al contrario que el resto de sus familiares, espera con una alegría inusitada la llegada al lugar del hermano mayor de su esposo, el cual les presentará a la mujer con la que acaba de contraer matrimonio, Madeleine. Ésta es una mujer británica, culta, mayor que él y que ejerce en Chicago como responsable principal de una galería de arte. Lo de la galería de arte es una excusa como otra para colar, a lo largo del metraje, la presencia de un pintor extravagante que plasma, en sus cuadros, distintas escenas de la Guerra de Secesión, resaltando, en todo ellos, a soldados con el pene al aire. El toque chorra e inevitable para cualquier producto que se tilde de independiente.

Mostrar el cantado choque de culturas entre la recién llegada y sus nuevos familiares, es la principal intención de su director. La tal Madeleine, ante la inocencia de sus nuevos parientes, ocultará su soberbia amoldándose, falsamente, al estilo de vida y preocupaciones de éstos, iniciando una amistad demasiado fingida con la joven preñada, ya que sus verdaderas intenciones están mucho más allá de ese núcleo familiar. Una Zelig en potencia.

Junebug es una película vacía que, en ningún momento, sabe decantarse hacia la comedia o hacia el melodrama. Se queda a medio camino de todo, pues uno de sus principales errores se halla en esbozar y sugerir demasiados temas para, posteriormente, no llegar a ninguna parte con ellos. Anda a medio gas durante todo el metraje, dando la impresión de que pretende abrir nuevas puertas en su guión, para retractarse de ello a cada una de las intentonas.

Un film básico y con pocos alicientes (a no ser por la ya resaltada actuación de la premiada Amy Adams). Tan básico como el resaltar, contínuamente y ante todo, la inocencia de los habitantes de Pfafftown ante el engreimiento de la recién llegada al hogar, una mujer capaz de anteponer sus intereses laborales a los familiares. Igual que resulta también muy elemental a la hora de colocar la cámara. Debido a su plana y monótona realización, existe muy poca diferencia entre este título y cualquier telefilme de tres al cuarto.

Y todo ello sin hablar de lo estereotipados que están todos sus personajes. La presencia de una madre dominante y absorbente y de un padre sumiso, compresivo y silencioso (en contraposición a la desbordante presencia de su mujer) son un buen ejemplo de ello.

Señores distribuidores, hágannos un inmenso favor e intenten ahorrarnos, durante una larga temporada, cualquier peliculilla que venga precedida de buena prensa en Sundance. Total, para ver nimiedades, me enchufo TV1 las 24 horas del día y me pongo a mirar tíos bailando... Por cierto, ¿qué les pasa a los de la Primera que se pasan toda la semana danzando? Cada vez que hago zapping, sea a la hora que sea, una parejita está dando saltitos en pantalla para demostrar sus habilidades en la pista de baile. Y nosotros, como buenos españolitos, permitimos que una tele estatal nos tome el pelo.

Perdonen: se me ha ido la olla.

9.7.06

Un regalo para sus ojos

Antes de empezar la nueva semana, que vendrá cargada de comentarios de la cartelera actual, les dejo con un regalo visual maravilloso. Se trata de un montaje cinematográfico insuperable, en donde la informática, los grandes títulos de la historia del Séptimo Arte y sus mitos más representativos, se aúnan para hacer las delicias de los más cinéfilos.

En realidad, es el montaje con el que se abrió la última edición de la entrega de los Oscar. Sin lugar a dudas, lo mejor de toda la ceremonia y, al mismo tiempo, un emotivo documento gráfico sin antecedentes. Simplemente, genial.

Los que en su día no pudieron verlo, éste es el momento ideal para recuperarlo; aunque sea a través de una pantalla minúscula. No se pierdan detalle. Vale la pena.

6.7.06

Ciclista ejemplar (El Bicivolador)

Los asiduos a este blog habrán notado que, en los últimos días y a través de los comments, se ha suscitado una polémica sobre el buen o mal comportamiento de los ciclistas urbanos.

Personalmente, no pienso insistir más en el tema. Tan sólo les dejo un montaje sobre algunos de los actos más aplaudidos de un ciclista modélico. Un ciclista del que los amantes de la bicicleta deberían tomar buen ejemplo, pues se trata de un tío sensato y cordial. Sobre todo, cordial.

Por cierto... Al primero que pille el título de la película de la que han sido extraídas las siguientes escenas, se llevará a casa un Gallifante virtual: ¡eso está chupao!. Una manera como otra, en época estival, de recuperar el concurso del año pasado: esos Juegos de Verano de tan grata (¿o infausta?) memoria.

5.7.06

Bikinis, piscinas y gallardos conquistadores

Hoy se cumplen 60 años del invento del bikini, esa prenda portentosa que los caballeros nunca nos cansaremos de mirar y alabar.

Sería de rigor que les colgase a la Raquel Welch con ese mítico bikini estampado con la bandera americana o, en su defecto, a Ursula Andress surgiendo de las aguas para epatar al mismísimo Sean Connery. Pero no; finalmente, he decidido ofrecerles algo más refrescante y veraniego.

Muchos de ustedes deben haber empezado las vacaciones estivales. Otros estarán a punto de ello. No hay nada mejor, para sentirse ya en plena canícula, que dar un vistazo al siguiente clip. Un clip extraído de un film cuyo protagonista disfrutaba como un cosaco paseando su tipillo por las piscinas y buscando a tentadoras chicas portadoras de mínimos bikinis.

Que lo disfruten. Y pongan atención a la canción. Una joya.

4.7.06

Succionador

Hay películas insulsas e innecesarias. Películas que tendrían que ser destinadas directamente a televisión y, debido al insignificante hecho de estar filmadas en formato Scope (sin aprovecharlo siquiera), reciben los honores de estrenarse en salas comerciales. Películas sin aliciente alguno. Thumbsucker es un buen ejemplo de ello: pocas diferencias existen entre este título y cualquiera de los que un sábado por la tarde emiten Antena 3 o Tele 5, empezando por su monótona y plana realización.

Lo único mínimamente interesante de Thumbsucker se encuentra en sus actores, Todos ellos, del primero al último (incluido el soseras del Keanu Reeves), son los que de verdad salvan de la hoguera a un film aburrido, vacío y pretencioso. Cuatro citas culturales, metidas con calzador, son el endeble cebo que utiliza su director, Mike Mills, para captar los favores del espectador menos exigente.

No se dejen engañar por esa máscara culta con la que Mills ha remozado su película. La historia es la de siempre: la de un joven adolescente, solitario y con graves problemas escolares y familiares que, para evitar plantar cara a sus numerosos conflictos emocionales, opta por refugiarse en su propia soledad para chuparse en silencio el dedo pulgar. Su padre no soporta esa actitud succionadora, mientras que su madre evita darle importancia a la situación. Un antiansiolítico apropiado, sumado a los consejos de un dentista con ínfulas de psicólogo, cambiarán radicalmente la situación del muchacho. Pronto dejará de mamarse el dedo para convertirse en un estudiante prodigioso que sorprenderá a propios y a extraños.

Como ven, se trata de una tema manido y conocido, con la única salvedad de que el muchacho sorbe a todas horas su dedo gordo, en lugar de frenar su insatisfacción apedreando gatos o dándose cabezazos contra la pared, tal y como harían otros jovencitos. Cuestión de gustos.

A lo largo de su inacabable y tediosa narración, no podían faltar los cuatro tópicos habituales: un padre frustrado por no haber conseguido realizarse como futbolista profesional; un maestro comprensivo que va de amigo con sus alumnos; muchas referencias a la marihuana y una iniciación sexual un tanto fallida. Y todo ello para llegar a la moralina tradicional: la superación personal es posible... y mucho más si se llega a ella gracias a la comprensión familiar.

Vaya que, en resumidas cuentas, Thumbsucker posee las mismas intenciones que La Casa de la Pradera, pero con chupóptero convulsivo, progres desfasados y porros de maría. El lobo, por mucho que se disfrace de oveja, acaba descubriéndose. Y a Mike Mills se le cayó el disfraz en menos de media hora de proyección. El tipo se debe pensar que aún nos chupamos el dedito.

Por cierto, hablando de chupadas... ¿saben que Chupa-Chups, desde ayer, ha dejado de ser catalán? Ahora es un producto italiano. Eso si que es frustrante de verdad, y no el tener un padre que iba para balonpédico.