26.2.11

Las 10 nominadas en 4 palabras

127 Horas: Un alpinista se la quiere pelar pero tiene la mano ocupada.

Cisne Negro: Una bailarina que está como una puta cabra se masturba y casi la pilla su madre.

El Discurso del Rey: A un Rey tartaja le preocupa el tartamudear cuando le suelte el sermón a Hitler.

La Red Social: Un gilipollas inventa el Facebook.

Los Chicos Están Bien: Un tío se la pela y tiene dos hijos.

Origen: Un tío tiene unas pesadillas del copón.

The Fighter: Un joven alimenta a su familia numerosa a base de hostias.

Toy Story 3: Un vaquero y un astronauta se deprimen cuando un amigo se va a la Universidad.

Valor de Ley: Un marshall borracho, una niña repelente y un boy scout se van de caza.

Winter’s Bone: Una niña que come ardillas lucha para que no le embarguen la barraca en donde vive.

25.2.11

La familia... y uno más

Cuatro nominaciones al Oscar (mejor película, actriz principal, actor secundario y guión original) avalan a Los Chicos Están Bien, la última película de Lisa Chodolenko, una realizadora que, en su cine, le encanta hacer gala de su militancia homosexual, tal y como ya demostró en 1998 con High Art, su ópera prima. En esta ocasión, y contando con un sentido del humor ciertamente sutil, se enfrenta a las desventuras de un matrimonio de lesbianas a partir del momento en el que sus dos hijos (una chica y un chico) se interesan por conocer la personalidad del donante de esperma que posibilitó su inseminación artificial.

Un film agradable, aunque sin muchas sorpresas en su haber, cuya originalidad (y simpatía) radica en el interesante paralelismo que plantea entre los matrimonios héteros y los gays. Como relación de pareja y de familia, los problemas que aparecen son prácticamente los mismos. Las inseguridades y recelos no distinguen el sexo de las parejas.

Atención, ante todo, a las espléndidas actuaciones de Annette Bening (con merecida nominación incluida) y Julianne Moore. Ambas forman el matrimonio lésbico protagonista: Nic y Jules. La primera, médico de profesión; la segunda, ama de casa con ganas de independizarse a través de un negocio propio a punto de empezar. Tan sólo por el interesante duelo interpretativo que nos ofrece, ya vale la pena darle una oportunidad.

Y allí, en medio de las dos mujeres y hostigado por dos criaturitas de las que se siente un poco el padre, el tercero en discordia, un Mark Ruffalo alejado de sus papeles habituales. Su Paul es un bon vivant de pasado sospechosamente hippie, con tendencias naturistas, de trato encantador y excesivamente sensible. Un hallazgo de personaje.

Mia Wasikowska y Josh Hutcherson, son los encargados de dar vida a los hijos de las “mamás”. Ella (la Alicia de Tim Burton) atiende por el nombre de Joni (según sus madres, en homenaje a la cantante Joni Mitchell); él, lo hace por el de Laser. La chica tiene 18 años; el chico, 15. Tal y como dirían The Who sobre ellos: “The kids are alright” (los chicos están bien). Ambos serán el detonante que haga cuestionar a todos los integrantes del grupo sus verdaderos lazos familiares.

Un film de obligada visión para aquellas mentes cerradas que aún siguen abogando cansinamente por la familia “tradicional”.

24.2.11

Primada

Diego tiene más moral que el Alcoyano. Su novia le ha dicho que nones justo cinco días antes de casarse. Él, sin embargo, el día pactado para la boda se presenta en la Iglesia esperando que ella recapacite y acuda a la cita. El milagro no se produce. Ahora deberá afrontar la vida de forma diferente a la que había planeado, aunque antes decidirá, en compañía de dos primos suyos, realizar un viaje hasta la pequeña localidad cántabra en la que veraneaban durantes sus años de infancia. Este es la premisa inicial de Primos, la nueva película de Daniel Sánchez Arévalo, una comedia fallida que rompe con la excelente tónica que hasta el momento ostentaba el cine del director madrileño. Azuloscurocasinegro y Gordos, por suerte, son otra historia.

Primos, al contrario que sus dos títulos anteriores, apuesta directamente por la comedia alocada, aunque con ciertas pinceladas (mínimamente) ácidas para darle ese (forzado) toquecillo de cine de autor. Las escenas teóricamente cómicas no tienen gracia, suenan a fantochada; las dramáticas (las mínimas), no encajan ni con calzador. Los tres personajes protagonistas ni están bien definidos ni tienen gancho. Historias como la que plantea la película las hemos visto en multitud de ocasiones. Un déjà vu más al que hay que añadirle ese molesto aspecto de teleserie que en los últimos años rezuman la mayor parte de productos españoles.

Quim Gutiérrez, ese Diego abandonado ante el altar, demuestra que lo suyo, más que la interpretación, es el recitar: suelta sus frases de forma encadenada, a cien por hora, como un autómata, de manera alarmantemente inexpresiva. Adrián Lastra -el primo descerebrado y con un parche en un ojo- carga pésimamente con el personaje más insoportable del film, el típico friki escapado de una comedia teenager norteamericana, mientras que Raúl Arévalo repite, sin sorpresas y por enésima vez, su rol de quincorro de buen corazón. Nada nuevo bajo el sol.

No me sean primos y ahórrensela. Cualquier episodio de Doctor Mateo (o similar) provoca el mismo efecto. Y es que hasta incluso resulta excesivo el borracho al que da vida Antonio de la Torre, un actor de solvencia contrastada. Suerte de la presencia de Inma Cuesta, lo más fresco y positivo del film.

22.2.11

El Rey tartaja

El próximo domingo 27 de febrero se realizará la 83º edición de los Premios de la Academia de Cine, lo que más popularmente se conoce como la Noche del Oscar. Y a una de las 10 películas nominadas que parten con más posibilidades, El Discurso del Rey, aún la tenía pendiente de comentar en esta página. Con un retraso considerable respecto a la fecha de su estreno, por fin le ha llegado su turno.

Dirigida por el londinense Tob Hooper, la cinta hace gala de esa corrección formal que tienen los ingleses a la hora de afrontar ciertos pasajes de su historia. En este caso, se acerca al episodio que muestra los problemas de tartamudez de un recién coronado Jorge V quien, tras la escandaloso abdicación de su hermano Eduardo VIII, hubo de tomar apresuradamente las riendas de un país que estaba a punto de entrar en guerra.

Dos crisis, una política y otra personal, que El Discurso del Rey resuelve de manera efectiva. Centrándose en la particular relación que se creó entre el monarca (ya desde antes de alcanzar el trono) y Lionel Logue, su muy peculiar logopeda, la película avanza a medio camino entre el melodrama y la comedia. Las geniales y divertidas sesiones impartidas por Logue a su cliente de sangre azul contrastan, a la perfección, con la inseguridad de un personaje marcado traumáticamente desde su más tierna infancia y al que la corona le venía un poco grande.

A un lado, dando vida a Jorge V (Bertie para los más íntimos), Colin Firth, un actor que siempre se me había antojado bastante soso y que, con este papel, logra finalmente dar la gran campanada de su carrera: sobrio, elegante y al mismo tiempo capaz de transmitir el desequilibrio emocional de su personaje al espectador. Y al otro, en la piel del educador, un magistral Geoffrey Rush, todo un monstruo de la gran pantalla. El poder y la plebe cara a cara. Un duelo interpretativo en el que no hay ganadores ni perdedores, pues ambos están de Oscar.

No hay más que esto: el tartaja y el plebeyo, cierto apunte crítico al poder político de la Iglesia (a través del personaje del arzobispo Cosmo Lang interpretado por un insuperable Derek Jacobi) y un mucho de emotividad a lo largo del relato. En definitiva: la crónica de la gestación de una gran amistad (con sorpresa incluida) rematada por el crucial discurso radiofónico que el monarca lanzó a sus súbditos horas antes de entrar en guerra con Alemania. Todo muy british y refinadamente aséptico. Divertido y emotivo al mismo tiempo. La filosofía de educar históricamente a través de pequeñas anécdotas personales, ha vuelto a funcionar a las mil maravillas.

21.2.11

Pasaporte a la locura

En su anterior film, El Luchador, Darren Aronofsky indagaba en el mundo de la lucha libre a través de la figura de un profesional en decadencia. Ahora, en Cisne Negro y mediante una tónica muy similar, entra de lleno en el mundo del ballet para mostrar la degradación psíquica (e incluso hormonal) de una bailarina dispuesta a meterse por completo dentro del personaje que le ha tocado representar.

Si para El Luchador se apoyó totalmente en la actuación y la presencia de un Mickey Rourke espléndido y desorbitado, en Cisne Negro hace lo mismo con una sorprendente Natalie Portman, verdadera alma mater de la cinta y totalmente capacitada para ofrecer una brillante interpretación plagada de matices y cambios de personalidad. La actriz da vida a la obsesiva Nina Sayers, una bailarina que, totalmente dominada por su madre, ve la gran ocasión de su vida ante la posibilidad de convertirse en la protagonista del nuevo montaje que sobre El Lago de los Cisnes prepara un perfeccionista y exigente director artístico y coreógrafo.

Un melodrama psicológico que, en forma de thriller terrorífico, propone al espectador un viaje hasta el interior de la locura, algo similar a lo que hizo Mary Aaron en su discutida adaptación cinematográfica de American Psycho. O sea, Aronofsky, para definir a su frágil Nina, mezcla en su narración la materialidad del personaje con las alucinaciones mentales del mismo. Un proceso éste que va en aumento hasta llegar a ese punto en el que a la platea le resulte difícil (o casi imposible) distinguir entre ficción y realidad. Ni a David Cronenberg, en su etapa más enfermiza (Inseparables, El Almuerzo Desnudo, Crash), le hubiera quedado mejor.

Lástima de sus excesos visuales, en general demasiado forzados y casi siempre buscando el rechazo del espectador más sensible. Pero Aronofsky es así y tiene que descolgar sus neuras por algún lado. Para compensar, en otros momentos, se embarca en apartados más sensuales (aunque no por ello menos enfermizos), tal y como sucede con la escena en la que muestra una masturbación (interruptus) que hasta resulta divertida por lo inesperado de su resolución.

Con la intención de machacar en grado sumo la inestable personalidad de la atrapada bailarina que interpreta Natalie Portman, se encuentran dos secundarios de excepción en dos papeles de lo más retorcido: Vincent Cassel y Mila Kunis. Entre las exigencias del primero y la amenazadora (¿o tentadora?) sombra de la segunda, la pobre Nina lo va a tener difíl. Los perversos ecos de Eva al Desnudo siguen escuchándose en el cine actual.

Atención al rol autoparódico y fugaz de una desconocida Wynona Ryder y, ante todo, a la inquietante presencia de Barbara Hershell en el papel de la madre de la atormentada bailarina: una estremecedora mezcla entre la Reina de Blancanieves y la mamá hijaputa del Carrie de Brian De Palma.

Por ser del mismo tipo que realizó la insoportable Pi, Cisne Negro, a pesar de sus salidas de tono, hasta me parece una buena película.

18.2.11

No todo el monte es orégano

Nominada a 4 Oscar: mejor película, actriz principal (Jennifer Lawrence), actor secundario (John Hawkes) y guión adaptado. Y aquí, en España, como somos muy quijotescos, va y la estrenamos casi de tapadillo, en poquísimas salas, cuando se trata de un muy buen film que, por su dura temática, se ha colado milagrosamente entre los 10 films que optan al preciado galardón hollywoodiense de este año. Su título, Winter’s Bone.

Una historia dura y triste, muy triste, a veces escalofriante. Escenarios grises, en los que la suciedad y la dejadez campan a su aire. Personajes desarraigados, incultos, salvajes como la propia naturaleza que les rodea. La América profunda no es moco de pavo y Debra Granik, su directora, retrata ese microcosmo enfermizo con una frialdad rotunda.

Ree Dolly, una joven de 17 años (excelente y sorprendente Jennifer Lawrence), se alza como el personaje conductor del film: ella sola deberá hacerse cargo de sus dos hermanos menores y de su madre enferma tras la desaparición de su padre, un hombre que siempre ha salido adelante a base de trapicheos, tráfico y cocinado de drogas incluido. La búsqueda del padre por parte de ella se convertirá en una realidad acuciante. Sin la presencia de éste en los juzgados, podrían perder la barraca en donde viven, ya que durante su última estancia en prisión la dejó como fianza para obtener la libertad condicional.

Un melodrama y un thriller al mismo tiempo. Un retrato agónico y estremecedor de los habitantes de una tierra que se rigen por sus propias normas. Una mafia diferente a la que el cine y la televisión nos han mostrado a través de El Padrino o Los Soprano. Su negocio son las drogas y la ley del silencio su precepto sagrado. Viven en las montañas de Ozak, en el Missouri. Las fuertes ligazones consanguíneas que se han establecido entre ellos, marcarán el peculiar y dificultoso camino iniciado por la joven Ree Dolly para descubrir que narices le ha sucedido a su ausente padre.

Una cinta desgarrada, de clanes familiares no declarados y de un montón de personajes proscritos a los que el mundo les ha dado la espalda. El miedo y la inseguridad, las principales sensaciones de Ree Dolly, una joven que se ha convertido en toda una mujer antes de tiempo. Y allí, potenciando la turbación de la chica y transmitiéndola directamente al espectador, se sitúa la inquietante figura de Teardrop, el tío de Ree. El recelo que difunde la presencia de este personaje bien le ha valido a John Hawkes la nominación a mejor actor de reparto.

Si no saben como se despelleja una ardilla para comérsela enterita, Winter’s Bone les servirá de imprecindible manual de ayuda. Una pequeña joya del cine independiente: a veces no es necesario entrar en muchos detalles para que el espectador lo entienda todo. Y ello sin tener que recurrir a simbologías de tres al cuarto.

17.2.11

De Hathaway a los Coen

En 1969, y basándose en el best seller de Charles Portis, Henry Hathaway dirigió Valor de Ley, un western en su día muy popular que le valió a John Wayne el único Oscar de su carrera. Parte del mérito se debía a la construcción de su pendenciero personaje, “Rooster” Cogburn, un marshall tuerto, alcoholizado, de métodos expeditivos y especializado en capturar a criminales. Seis años más tarde, en el 75, Wayne repetiría personaje al lado de Katharine Hepburn en El Rifle y la Biblia.

Vista hoy en día, Valor de Ley ha envejecido mal, ha quedado como un film pequeño, muy pequeñito, con una cargante niña resabiada como coprotagonista (Kim Darby) y conductora de una manida historia, típica y tópica, en la que el tema de la venganza se alza como motivo principal. Algún que otro momento aislado, como el enfrentamiento de Wayne en solitario, en medio de una inmensa pradera y a lomos de su caballo, con un grupo de peligrosos hombres armados, ha pasado a formar parte de la memoria colectiva, así como las insolentes frases fachendas que suelta el tal “Rooster” Cogburn durante sus habituales melopéas. El resto es más de lo de siempre, alejado de los grandes clásicos del género, aunque resuelto con el academicismo formal de un artesano como Hathaway.


Ahora, los hermanos Coen, han recurrido a la misma novela de Portis para actualizar la vieja cinta del 69 con idéntico título, Valor de Ley. Y, la verdad, pocos elementos diferencian un film del otro, a no ser por la siempre celebrada presencia de un monstruo como Jeff Bridges al que un papel como el del tal “Rooster” le viene como anillo al dedo y que, en el fondo, termina por convertirse en la mejor baza de esta revisión.

El resto es más o menos similar, con algún que otro cambio no muy sustancial. La reducción del metraje, por ejemplo, es totalmente de agradecer, ya que a las dos horas y pico del original se le han restado casi treinta minutos, otorgándole de este modo un poco más de ritmo a la historia. Como anécdota, y contraviniendo la fama de políticamente incorrecto que siempre ha tenido el cine de los Coen, aquí se llega a salvar a un personaje que moría en la película original de Hathaway. El añadido de un epílogo, para dar a conocer el devenir de algunos de sus personajes, es quizá la innovación más visible con respecto al producto del 69.

¿Era necesario un remake de Valor de Ley? Una pregunta que incluso se llegó a plantear en su día el propio Jeff Bridges ante la propuesta de Joel y Ethan Coen. Personalmente, al igual que ante la mayoría de remakes, pienso que se la podrían haber ahorrado. No tuvieron suficiente con revisar las excelencias de El Quinteto de la Muerte a través de la olvidable Ladykillers que ahora han vuelto a las andadas. Aunque, en esta ocasión, con mejores resultados pues, en general, han sabido llevar a su terreno (y aligerar) muchas de las situaciones que en su tiempo planteó Henry Hathaway.

No es una mala película. Tampoco es el gran título del año. Sencillamente se trata de un producto digno, quizás innecesario, capaz de ofrecernos un gran trabajo de Bridges (siempre al límite de la sobreactuación, pero sin caer en ella) y del buen número de actores que le secundan, entre ellos Matt Damon, Josh Brolin o la joven Mattie Ross, esa niña que para vengar la muerte de su padre a manos de un viejo empleado de la familia, decide recorrer a las malas artes de alguien como el legendario “Rooster” Cogburn.

No me negarán que sería altamente singular que Jeff Bridges consiguiera su segundo Oscar gracias al mismo personaje que antaño ya se lo diera a John Wayne. Una manera como otra de cerrar el círculo.

14.2.11

Sopor (los Goya al cine español del 2010)

La de anoche fue una gala descolorida, aburrida, incluso diría que triste. La celebración de los 25 años de los premios Goya no estuvo a la altura, sin ir más lejos, de la edición anterior. Fueron, sencillamente, las bodas de plata del rencor. El mal ambiente provocado por la controvertida Ley Sinde(scargas) se palpaba en el ambiente. La tensión entre Álex de la Iglesia, presidente de la Academia, y la Ministra de Cultura, sentados uno al lado del otro, era más que visible. Sobre el escenario, Andreu Buenafuente, en su papel de maestro de ceremonias por segundo año consecutivo, intentó lo imposible para suavizar el mal rollito. Aún y su esfuerzo, el cómico se quedó a años luz del esmerado trabajo del año anterior. Trabajar en malas condiciones tiene su precio. Mientras, afuera, en la calle, un numeroso grupo de Anonymous seguía dispuesto a todo, a pesar de que TVE no se dignara a mostrar ni una sóla imagen del mismo.

Álex de la Iglesia, uno de los pocos asistentes ante el cual los Anonymous silenciaron sus abucheos al entrar por la alfombra roja junto al equipo de Balada Triste de Trompeta, aprovechó su discurso para esgrimir su malestar ante las ardides legislativas de Sinde y de su propia vicepresidenta, Icíar Bollaín. La cara de mala leche que esbozó esta última, a lo largo de las más de tres horas de ceremonia, no tuvo parangón. La Ministra en cambio, aunque muy a su pesar, aguantó estoicamente el jarro de agua fría que le soltó desde el estrado el presidente saliente. A mal tiempo, buena cara.

El goteo de premios (que pueden consultar íntegramente en este link) fue cayendo poco a poco, con demasiada lentitud. Primero, de forma repartida; luego centrándose en un único título, el Pa Negre de Agustí Villaronga. Ni los excesos esperpénticos de Balada Triste de Trompeta ni las forzadas (y poco creíbles) reivindicaciones político-sociales de También la Lluvia se vieron recompensadas. Al presi se le veía inquieto: ya tenía ganas de que el circo finiquitara. Incluso la interesante Buried se quedó aparcada en la cuneta con tres únicos Goya. Bardem de nuevo se salió con la suya, no sin tener que soportar antes a ese descerebrado de la barretina que se cuela en todo tipo de actos. Y si ya de por sí la gala estaba resultando de lo más indigesto, cuando faltaban pocos minutos para la una de la madrugada, Mario Camus, el Goya de Honor de la noche (¡que salió al estrado presentado por la voz en off como si se tratara de Federico Luppi!), nos torturó con un extenso y soporífero discurso que parecía no tener fin.

Al igual que Buenafuente, quien a través de un reiterativo gag desapareció del escenario en diversas ocasiones gracias a una trampilla situada en medio del escenario, este año los Goya también terminaron en el interior del oscuro foso del Teatro Real de Madrid.

Lo único positivo, y en compensación al inesperado empate del Barça en el campo del Sporting de Gijón, es que al menos, ayer noche, el cine catalán ganó por goleada. Hasta Pasqual Maragall tuvo su rinconcito. El resto es mejor olvidarlo.

11.2.11

La familia que boxea unida...

Los intríngulis del boxeo y sus aledaños es un tema recurrente en la filmografía norteamericana. Muchos son los títulos ya convertidos en clásicos que se han acercado al mundo de los boxeadores. Ahora cabría añadir a la lista el recién estrenado The Fighter, un sólido trabajo de David O. Russell, el director de Tres Reyes.

O. Russell se acerca a los negocios que generan los cuadriláteros a través de una familia atípica y totalmente disfuncional, compuesta por una madre autoritaria y sus 11 hijos -nueve chicas y dos varones-, habidos de dos parejas distintas. Marcados por tal matriarcado, allí, en medio de tanta fémina, se sitúan Dicky Eklund y Micky Ward, los dos chicos. El primero, un cuarentón pillado por el crack y con un pasado a cuestas como pugilista, hostigado por su madre, pretende entrenar a su hermanastro para que éste consiga aquellos títulos que a él se le escaparon de las manos. El enfrentamiento familiar está cantado.

The Fighter se basa en la historia real de Dicky y Micky, los dos hermanastros boxeadores. La cámara se acerca a ellos sin muchas sutilezas, más bien de forma fría, manteniendo las distancias aunque, afortunadamente, mimando más al rol del descarriado Dicky que al del futuro campeón. Los personajes al límite siempre son bienvenidos al microclima del melodrama. Y mucho más si, tras un tipo como éste, se encuentra alguien tan camaleónico y sorprendente como Christian Bale, un actor soberbio que se muestra capaz de construir a su destructivo personaje con unas gotas de ternura que logran suavizar al agresivo carácter del mismo.

De hecho, la película se sustenta ante todo del magnetismo que desprende tal personaje, ya que el resto no es más que una (muy bien metida) acumulación de cuantos tópicos envuelven al género, empezando por una historia de superación personal y siguiendo con las archimanidas relaciones de familia, en donde los celos, el mal rollo y la redención final no podían faltar. Ya saben: la familia que boxea unida, se mantiene unida... El ring no solo está en el cuadrilátero; la vida golpea incluso más fuerte en tierra firme.

Al tratarse de un caso verídico, el realizador le ha otorgado a su narrativa y a su aspecto visual un suave toque a docudrama, una muy correcta opción que se ve potenciada debido a la presencia, en pantalla, de un teórico equipo de reporteros de la HBO que, cámara en mano, realizaron en su día un par de reportajes sobre la figura del eclipsado Dicky Eklund.

Boxeo, familia, negocios, drogadicción, delincuencia... Un poco de todo al servicio de un film que, a pesar de las pocas sorpresas que depara su metraje, hace gala una solidez intachable, tanto por la seriedad que ostenta un guión que rehuye cualquier truculencia narrativa como por sus brillantes interpretaciones. Y es que aparte de Bale, Mark Wahlberg, Melissa Leo y Amy Adams también están sencillamente perfectos.

8.2.11

La roca

Las películas con situaciones altamente claustrofóbicas están de moda. Buried o la recién estrenada La Trampa del Mal son un buen ejemplo de ello. Danny Boyle, tras su oscarizada Slumdog Millionaire, se suma a la moda con 127 Horas, un melodrama sobre el instinto de supervivencia basado en el caso real de Aron Ralston, un solitario alpinista que en el 2003 quedó atrapado, durante más de 5 días, en una grieta de uno de los cañones del Parque Nacional de Canyonlands en Utah: tras una caída, su brazo derecho quedó inmovilizado bajo una roca de más de 360 kilos.

Al contrario que Rodrigo Cortés en la citada Buried -que buscaba la complicidad del espectador a través de un guión sobrio y exento de trampas narrativas para plasmar la odisea de un tipo encerrado dentro de un ataúd-, Danny Boyle, con la finalidad de otorgarle tensión a la historia de su alpinista inmovilizado, inunda la pantalla de imágenes al más puro estilo MTV, encadenando una larga serie de situaciones visuales y episódicas, a cual más maniquea, para representar los dilemas y las fantasías mentales que se le ocurren al accidentado (masturbación a mano libre incluida) a lo largo de su retención involuntaria.

El video-clip como sostén de una crónica de tipo intimista. Todo es válido para ir matando el tiempo. Las anécdotas sobre la vida de Aron Ralston no tienen consistencia: suenan a puro relleno para ampliar su metraje hasta la hora y media estándar. Más metraje, con tan poca sustancia, agotaría al espectador. Lo importante es entretenerlo, aunque sea a golpe de truculencias visuales, hasta llegar al momento cumbre, a esa escena por la cual se ha construido toda la película: la de la liberación (brutal) del hombre atrapado. Y es que el morbo no tiene precio.

James Franco está espléndido, magnífico, de largo lo mejor de la película. Sin él, posiblemente, 127 Horas se quedaría en nada. Bueno, sí: en esa sangrienta y cruel escena que intenta dar sentido, sin conseguirlo, a la sarta de pajas mentales (y físicas) que la preceden.

Muy maja If I Rise, la cancioncilla final nominada.

7.2.11

EN RESUMIDAS CUENTAS: ¡Vaya par de chorradas!

Espías jubilados, complots perpetrados desde el corazón mismo de la CIA, cantidad de explosiones, tiroteos varios y una larguísima sarta de chorradas son los principales ingredientes de RED, la adaptación cinematográfica que de la novela gráfica de Warren Ellis y Cully Hamner ha realizado Robert Schwentke, el responsable, entre otros títulos, de Más Allá del Tiempo y Plan de Vuelo: Desaparecida.

Bruce Willis, Morgan Freeman, John Malkovich y Helen Miren componen el cuarteto de ex espías que dejarán atrás su retiro profesional para volver a la primera línea de acción a petición del primero de ellos, el cual ha visto amenazada su vida justo en el momento en que acababa de hacerse con una novieta más joven que él (una apayasada Mary-Louise Parker). Un asunto del pasado quiere pasarle justicia y, entre todos, deberán darle un giro a la historia para destapar los trapos sucios de la organización gubernamental que les tuvo contratados.
RED (siglas inglesas de lo que aquí traduciríamos como “retirados extremadamente peligrosos") no es más que una chorrada descomunal montada, única y exclusivamente, para el lucimiento de sus envejecidos protagonistas. Un poco siguiendo la estela iniciada por Stallone con Los Mercenarios, aunque dejando entrever una clara falta de inspiración y una ausencia total de guión. Todo el cotarro se basa en cuatro chistes baratos (y previsibles) sobre la avanzada edad de sus protagonistas y en un sinfín de efectos especiales para adornar las innumerables (e interminables) escenas de acción.

Un despropósito de proporciones descomunales del que tan sólo me atrevo a destacar la presencia (casi fugaz, aunque totalmente emblemática) de Ernest Borgnine: lo mejor de la película sin lugar a dudas. El resto, resulta de una ineptitud tremenda. Imagínense lo que llegaron a estrujarse el cerebro sus dos guionistas (Jon y Erich Hoeber) cuando decidieron bautizar al personaje interpretado por Helen Mirren con el nombre de Victoria: todo un alarde de ingenio que les dejaría agotados para el resto de sus días.

Sencillamente, no pierdan ni un minuto con esta cinta. Hay cosas mejores que hacer antes que ver a un grupo de abueletes dando tumbos y armados hasta las muelas.

Otra gran animalada, sin pies ni cabeza, es The Green Hornet, una sátira de lo más burdo sobre la serie televisiva homónima que, en los sesenta, popularizará a la figura de Bruce Lee en los EE.UU. Antes, en los años 30, había sido serial radiofónico e incluso, posteriormente, sus personajes llegaron a pasearse por el mundo del cómic.

Ahora, un Michel Gondry en horas bajas, ha acercado a sus protagonisas y a su particular universo hasta la gran pantalla. Britt Reid y su ayudante Kato ya tienen su rinconcito basura dentro del Séptimo Arte. El primero, como hijo adinerado de un mecenas de la prensa recién fallecido; el segundo, como un oriental que, empleado como chófer del difunto padre, pasará a convertirse en la mano derecha de Britt en el empeño de éste por luchar contra el crimen fingiendo ser un delincuente más.

Al igual que RED, el guión brilla por su ausencia. Las burradas de un cargante Seth Rogen, la sin razón de su (ridiculísima) trama "pseudopoliciaca" (por llamarla de algún modo) o sus descontroladas y nada atractivas escenas de acción (filmadas con la única intención de aprovechar al máximo el sistema 3D), conforman gran parte del cuerpo central del producto. A un lado, allí aislada, queda Cameron Díaz, luciendo claramente de mujer florero y poco más.

Nada; que no hay nada más allá de los ademanes y la voz altisonante del Seth Rogen, de las hostias marciales de Kato (¿debe ser apriente del Kato del inspector Clouseau?) o de los chutes de botox de una asiliconada Díaz. El vacío total; la gran chorrada. Como un nuevo Batman, pero en patético. ¡Que pena da ver metido en medio del asunto a Christoph Waltz, el nazi de Malditos Bastardos! A veces, ganar un Oscar, se convierte en un arma de doble filo


3.2.11

Telebasura matutina

Morning Glory, el nuevo trabajo de Roger Michell (Notting Hill y Venus), se alza como una comedia funcional y afable que, al mismo tiempo, satiriza sobre el aluvión de programas basura que invade el mundo de la televisión centrándose, ante todo, en las tensas relaciones entre los miembros de un espacio matinal de noticias de una cadena ubicada en la ciudad de Nueva York.

Una joven productora, recién llegada a la cadena en cuestión y contratada para levantar los mínimos de audiencia que acarrea desde hace tiempo el Daybreak -su espacio estrella de las mañanas-, deberá lidiar con los dos presentadores del programa: por una lado, con la diva conductora que se mantiene en antena desde sus inicios y, por el otro, con su nuevo fichaje, un periodista de prestigio, ya mayor, quejica y amargado, que en tiempos viviera momentos de mejor gloria. El enfrentamiento entre los tres profesionales está más que garantizado.

Lo mejor de Morning Glory se localiza en sus actores. La crítica a la telebasura que a priori promete, existe, aunque queda un tanto arrinconada por las peculiaridades que lucen sus tres protagonistas principales. Harrison Ford, tras varias incursiones poco estimables, por fin consigue un papel mínimamente compacto. Logra hacerse suyo a ese reportero venido a menos y, a través de una divertida y perfecta actuación, construye un peculiar personaje, cínico y engreído, que muy bien podría haber sido interpretado (sin muchas diferencias en el método) por alguien como Jack Nicholson.

Diane Keaton, quizá cargando con el rol de los tres que tiene menos permanencia en pantalla, sigue haciendo lo que mejor sabe: de payasa. Y lo hace bien, siempre al límite de la sobreactuación pero otorgándole una comicidad intachable a su personaje. Entre ella y Harrison Ford transcurren los mejores momentos (y gags) del film. Cuando están juntos en pantalla hasta saltan chispas. Atención, en este aspecto, a sus piques ante las cámaras y en las “interminables” despedidas del show que presentan.

Y allí, sin desentonar en absoluto en medio de las dos megaestrellas, manteniéndose a flote y a su mismo nivel, una sorprendente Rachel McAdams, pizpireta y acelerada, dispuesta a no dejarse robar ni un solo plano. Incluso, con sus saltitos neuróticos, parece pedir a gritos convertirse en la heredera por excelencia de las gansadas de doña Keaton.

Sumen Armas de Mujer, Al Filo de la Noticia y El Diablo Viste de Prada y obtendrán Morning Glory. Un film gracioso y en nada molesto al que, sin embargo, le haría falta un pelín de mala leche para ser más efectivo.

2.2.11

YoGa 2010

El colectivo Catacric (Catalans Critics) se reunió, en la noche del 1 al 2 de febrero del 2011, en un céntrico lugar de Barcelona, para otorgar los 22º anti-premios YoGa a lo peorcito de la producción cinematográfica del año 2010.

En sus deliberaciones, el jurado, anónimo y mutante (como cada año desde hace 22 inviernos), tuvo en cuenta las apreciaciones, comentarios y sugerencias de los lectores de la web (http://www.catacric.org/).

También se aceptó la gentil petición de Carolina Bang de hace unos días: ha sido incluida en la lista de esta temporada y queda nombrada madrina para el próximo año.

Vayamos al grano.

Cine español

- Peor película: YoGa Putty woman, a Di Di Hollywood, de Bigas Luna.

- Peor director: YoGa Muerte entre las flores a Fernando León de Aranoa, por Amador.

- Peor actor: YoGa Que se mueran los feos a Mario Casas, por Tres Metros Sobre el Cielo.

- Peor actriz: YoGa La teta y la trompeta a Elsa Pataky y Carolina Bang (ex aequo), por Di Di Hollywood y Balada Triste de Trompeta respectivamente.

Cine extranjero

- Peor película: YoGa Los antojos de Julia a Come, Reza, Ama, de Ryan Murphy.

- Peor director: YoGa Vuelve a Alemania, Pepe a Florian Henckel von Donnersmarck, por The Tourist.

- Peor actor: YoGa 3D (desenfocados, desorientados y desubicados) a Liam Neeson, Gerard Butler y Ralph Fiennes, por sus trabajos del 2010 (Furia de Titanes, El Equipo A, Ex-posados, Un Ciudadano Ejemplar)

- Peor actriz: YoGa Copias certificadas a Jennifer Aniston, por Love Happens, Ex-posados y Un Pequeño Cambio.

Premios especiales

YoGa Con De la Iglesia hemos topado, a la ley Sinde.

YoGa Dónde estará Mi-Ñarro, al productor de El tío Boonmee Recuerda Sus Vidas Pasadas, O Estranho Caso de Angélica, La Mosquitera, Aita, Blow Horn y Familystrip, entre otras.

YoGa Chorizos Kaplan: el Gaudí tenía un precio.

YoGa Moco deluxe, al tráiler de Torrente 4.

Yoga Uno de los nuestros

YoGa Infiltrado, a Pere Vall (redactor jefe de la revista Fotogramas), por sus trabajos como actor en las películas La Leyenda del Innombrable, Felipe y Letizia, L’edèn, El Gran Vázquez, El Asesino A sueldo, Spanish Movie y E.S.O (entidad sobrenatural oculta), entre otras.