La proyectaron en el Festival de Sitges y se me escapó. Ya saben que para mí, este año, fue una edición bastante fantasmagórica... Antes de que salte de cartelera, he decidido darle un vistazo al nuevo film protagonizado por Jodie Foster, Plan de Vuelo: Desaparecida. Y, la verdad, no me ha decepcionado en absoluto. Cine de entretenimiento en estado puro, filmado con oficio y sin ninguna coartada pseudocultural (o pseudointelectual) falsa en la que apoyarse. Un divertimento sin más. Tampoco creo que su director, el alemán Robert Schwentke, pretendiera otra cosa que no fuera hacer pasar un buen rato al personal. Y además concisa: 95 minutos son más que suficientes para narrar una película.
No negaré que es un producto falto de originalidad. Pero su sencilla premisa funciona y el tal Schwentke saca un buen provecho de su mínima historia argumental. Sencilla pero eficaz: una mujer joven, recién enviudada y con una hija menor a su cargo, decide abandonar la ciudad de Berlín y regresar a Nueva York al lado de sus allegados. Durante el vuelo en un avión de nueva generación (del que ella misma ha colaborado en su diseño), desaparece misteriosamente la pequeña. Nadie cree en sus palabras. Algunos miembros de la tripulación y ciertos pasajeros niegan que subiera a bordo en compañía de la niña. ¿Un complot o sencillamente un bloqueo mental por parte de una mujer herida en sus sentimientos?
Otto Preminger, en la espléndida El Rapto de Bunny Lake, o más recientemente Joseph Ruben, en la olvidable Misteriosa Obsesión, ya se habían acercado a una proposición similar. Añádanle al título ciertos ingredientes de Jungla de Cristal, La Habitación del Pánico y Air Force One y ya tienen servidos los resultados finales. Cine de consumo inmediato. Fast food, pero de gusto sabroso; no refinado. Ese tipo de cine comercial al que vale la pena darle un vistazo de vez en cuando (por no decir siempre). No intenten encontrar en Plan de Vuelo: Desaparecida una filmación llena de filigranas visuales como ocurre, por ejemplo, en la citada La Habitación del Pánico. Es mucho más básica, aunque igual de eficiente. La exquisitez por la imagen, en este caso, se encuentra al final de su metraje, en sus cuidados y sencillos títulos de crédito.
Un cocktail conseguido que destaca, ante todo, por el trabajo de Foster y por el esmerado toque de suspense e intriga que el realizador le otorga. Repito: no le busquen tres pies al gato (pues tiene cuatro, a no ser que algún perverso le haya amputado uno). Éste es un film para matar el tiempo. Y eso objetivo lo alcanza con buena nota, a pesar de tener durante su exposición una trampa muy forzada, falsa e innecesaria para llegar al desenlace final... Y es que, si han visto la película, entenderán que, siendo una producción norteamericana al cien por cien, había que darle algún que otro toque malicioso (aunque reconciliador) al tema árabe. No digo más para no chafarles el invento.
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