30.11.08

Documentos Spaulding: En tiempo de crisis, drogas baratas...

Año 1968. La Dinamita Está Servida. Laura Valenzuela sirve la materia prima y Tony Leblanc le ofrece una lección inenarrable a Alfredo Landa. Y es que, en tiempo de crisis, hay que montárselo con los ingredientes más impensados. Mañana mismo voy a por plátanos.


Con viciosos como el Leblanc, todo tiene explicación:

28.11.08

Ustedes lo han querido: EL PROTEGIDO

Después del éxito público y crítico obtenido con El Sexto Sentido (para mí, el mejor film de realizador hasta el momento), Shyamalan lo tenía bastante difícil en su siguiente propuesta para contentar por un igual a la taquilla y a los profesionales. El Protegido fue el título elegido; una cinta en la que repetía protagonismo Bruce Willis pero que, sin renunciar a otra sorpresa final (en este caso bastante previsible), se alejaba un tanto de las coordenadas de su anterior trabajo.

En la película, Shyamalan traspasa los arquetipos del mundo del cómic a la vida real a través del nacimiento de un superhéroe y el seguimiento (e instigamiento) que de éste hace un pirado por el universo de las viñetas. El primero es Bruce Willis, David Dunn en el film, el único superviviente de una catástrofe ferroviaria; el segundo es Samuel L. Jackson, aka Elijah Price, un tipo enfermizo (y quebradizo) y amante de los tebeos de superhéroes. Indudablemente, tanto Willis como Jackson, se convierten, por sus excelentes interpretaciones, en el plato fuerte de la función... a pesar de que el primero se apoya un tanto en las constantes depresivas del psiquiatra que interpretara en El Sexto Sentido (aunque sin peluquín y rapado al cero).

Dunn es un tipo tristón que se niega a creer en la posibilidad de estar dotado de poderes sobrenaturales. Su matrimonio anda sobre un hilo y cualquier piedra filosofal a la que poder agarrarse le iría como anillo al dedo. Elijah Price, al que de pequeño sus compañeros bautizaron como Señor Cristal, sufre una enfermedad genética que ha debilitado su estructura ósea. La única vía de escape psíquica a su dolor radica en el intento de localizar, dentro del mundo real, a alguien cuyas constantes vitales sean más propias de sus héroes de papel que las de aquellos que le rodean.

Shyamalan, acertadamente, se mueve entre el melodrama y el thriller, apostando incluso más por la parte directamente dramática que por la otra. Su intención primordial (y conseguida) es la de mostrar los miedos e inseguridades del personaje interpretado por Willis y las obsesiones imposibles y descabelladas de Jackson. De hecho, cuando entra en la parte teóricamente más intrigante, lo hace en forma de pequeño apunte; una mínima excusa para redondear ese golpe de efecto final que, en realidad, poco sorprenderá al espectador amante de los cómics. De hecho, desde el primer tête a tête entre David y Elijah, el realizador hindú suelta al vuelo (como quien no quiere la cosa) un par de apostillas que empiezan a definir la última pieza del puzzle.

El inquietante aspecto que le otorga a Bruce Willis con su muy particular uniforme terrenal de superhéroe (un impermeable con la capucha siempre encasquetada) y las estrafalarias y coloristas vestimentas de Samuel L. Jackson (con bastón de cristal incluido), son dos de las mejores bazas con las que juega Shyamalan para dibujar esa búsqueda desesperada (y, en el fondo, imposible) del estilo de vida imperante en los cómics que realiza Elijah Price. Y es que, entre otros apuntes (incluidos los religiosos), en El Protegido se amaga una moraleja tan simplista como la de aseverar que el mundo real, el palpable, el de cada día, nunca podrá ser igual de fantasioso que el plasmado en los tebeos, por muchos héroes y villanos que lo habiten.

Comparado con El Sexto Sentido, se trata de un trabajo irregular pero, al mismo tiempo, muy superior a sus productos posteriores. Y es que uno de los valores que posee es el de ampararse en una en una historia mínima sin irse por las ramas; siempre impregnada de una atmósfera de tensión y suspense que, por desgracia, nunca llega al éxtasis esperado. Igual que un coitus interruptus, sin llegar a profundizar jamás y con el freno puesto. Incluso, en los momentos con más nervio (como el de la puesta de largo de Willis como nuevo superhéroe), narrativamente hablando se sitúa a cierta distancia de sus protagonistas, como si lo suyo fuera despreciar a sus criaturas.

Un trabajo cargado de buenas intenciones, con un par de personajes de antología y con una habilidad especial (y ya habitual en su realizador) para colocar la cámara de forma inteligente, buscando siempre el mejor ángulo para que visualmente produzca un efecto más turbador en la platea. Lástima que su historia camine sólo a medio gas, sin pisar jamás el acelerador a fondo.

27.11.08

Crítico Maldito se infiltra en San Sebastián

Al igual que el año pasado, el amigo Juan Carlos Paredes (aka Crítico maldito), se dio un garbeo por San Sebastián y, en plan colaborador avezado, cuelga en Spaulding’s blog sus impresiones sobre una de las semanas más terroríficas del país. Con él les dejo.

San Sebastián 2008
XIX Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror

por Juan Carlos Paredes

Es un misterio cómo lo consigue, pero la Semana de cine Fantástico y de Terror de San Sebastián se supera continuamente. El pasado noviembre vivió de hecho una de sus mejores ediciones: filmes de calidad, cuidada selección de cortometrajes, selecto reconocimiento a Frank Henenlotter, una retrospectiva de cine animado japonés, clásicos recuperados y exhibidos con copias nuevas en 35 y un emotivo homenaje a John Phillip Law ha sido el suculento menú que se nos ha presentado y del que hemos disfrutado, cómo no, en un Teatro Principal repleto de los incondicionales freaks que cada año transforman esta vetusta sala en su venerado santuario.

Si el pasado año se abrió y cerró el festival con dos largometrajes españoles, para esta ocasión se ha preferido dejar ese honor en manos yanquis, que viste más. Para la clausura se apostó por lo seguro: Surveillance de Jennifer Lynch venía de triunfar en Sitges y no decepcionó tampoco en San Sebastián. Para la apertura, la cosa encalló al tomar otros derroteros. The Alphabet Killer de Rob Schmidt hubiera funcionado mejor proyectándola una tarde como acompañamiento a otras cintas de mayor fuste, pero arrancar todo un festival le vino demasiado grande. Cuando se estrene, si se estrena, esta consabida historieta de un serial killer y una policía esquizofrénica pasará desapercibida, ya lo verán. Exactamente igual que Midnight Movie de Jack Messitt, cuya premisa es un tanto original (los espectadores de una cinta de terror en blanco y negro son asesinados dentro de la propia película), pero luego se convierte en una slasher más, de esas que a los diez minutos los “actores” ya están tardando en ser destripados. Tampoco llegará a nuestras pantallas, aunque por diferentes razones, Idiots and Angels, el último largo de Bill Plympton, del que cada vez echo más de menos sus cortos. Si llegarán, sin embargo, los otros dos títulos norteamericanos presentados en el certamen: City of Ember. En busca de la Luz de Gil Kenan y Repo! The Genetic Opera de Darren Lynn Bousman. La primera, basada en una novela juvenil de Jeanne Duprau, titulada en España La Ciudad de la Oscuridad, es una entretenida producción (más que la novela, de hecho) en la que dos adolescentes tendrán que encontrar la manera de salir de su agónica ciudad, enterrada en las profundidades de la tierra y con fecha de caducidad (200 años) muy próxima. De la segunda, lo mejor que se puede decir de ella es decir poco. Su director, el tal Bousman, se superaba continuamente en las secuelas de Saw, demostrando que era muy capaz de hacer la siguiente más aburrida que la anterior.

Aburrida del todo no, pero estereotipada, confusa, mal interpretada y peor dirigida sí que es Prime Time, de Luis Calvo, la supuesta película estrella que presentaba España en el Festival. Una especie de radical reality a lo Gran Hermano en el que unos señores y unas señoras conviven en una prisión psicodélica para disfrute de la audiencia televisiva. Contiene eso sí una excelente idea: al expulsado le pegan el tiro de gracia; a lo mejor es para que luego no vaya largando por otras cadenas de televisión. Mucho más modesta y con menos pretensiones es La Raíz del Mal de Adrián Cardona, una alegórica historia donde las raíces de los árboles representan lo más maligno de la naturaleza humana y no humana. Producida con cuatro cuartos por Javier Perea, regente de Imagen Death (la ya mítica productora y distribuidora española de cine truculento e ínfimo presupuesto), ofrece lo que promete sin engañar a nadie.

Pero el rey del bajo presupuesto no es otro que el brasileño José Mojica Marins, que ha vuelto a la palestra festivalera con su personaje de toda la vida: Ze do Caixao. Encarnaçao do Demônio es soportable, pero solo si eres un acérrimo fan de Mojica o tendente a las costumbres… góticas.

Ya que estamos con clásicos, Italia ha enviado este año a dos viejas glorias: el siempre intrascendental Pupi Avati y el siempre irregular Dario Argento. El primero vino con Il nascondiglio (El Escondite), un producto poco inspirado donde una señora con desórdenes psicológicos (que se dice ahora) descubre el secreto que encierra un caserón maldito. ¡Toma originalidad de goma! Argento por su parte se presenta prácticamente sin llamar la atención, como en él es habitual últimamente, con La Terza Madre, una especie de giallo con fantasmas y brujas que la toman con la siempre espectacular Asia Argento. Y para que todo quede en familia, su tío Claudio, hermano de Dario, produce el asunto.

Más atención atrajo la comitiva japonesa; o al menos parte de lo que envió. Sobre todo ese Tokio Gore Police de Yoshihiro Nishimura, una auténtica bestialidad cinematográfica, con sesos, tripas y criadillas de señores malos, servidos por una policía en las carnes de una bellísima Eihi Shiina. La señorita que ya nos deslumbró en Audition aparece aquí embutida en gabán, botas y minifalda de cuero, camisa blanca y corbatita de chica buena y muy aficionada a las katanas y a las sierras mecánicas. Cuidado: los que vayan a verla en sala porque salpica sangre. Tampoco se queda muy atrás Appleseed: Ex Machina de Shinji Aramaki, una animación con cyborgs (humanos con partes cibernéticas) y bioroides (clones humanos sin emociones) que ofrece ni más ni menos que acción sin respiro para todos los amantes de este tipo de películas. Reconozco que ante este particular género un servidor acaba, salvo maravillosas excepciones, aburriéndose ante tanta acción y tanto robot animado.

No ocurre lo mismo con las tres cintas con las que participó el Reino Unido, que no son como para tirar demasiados cohetes pero levantan el ánimo. La menos lograda de todas es cuanto menos curiosa: Eden Lake de James Watkins se une al filón de parejas hostigadas por muchachos malvados que tanto ha proliferado últimamente. En este caso, la parejita está de fin de semana en la orilla de un idílico lago pero acaban, como mandan los cánones, en un bosque. Y contiene mensaje social, por supuesto, pero el más tópico que podían encontrar: la culpa es del mal ejemplo que dan los padres. The Cottage de Paul Andrew Williams es divertida, sí, pero también subversiva y con mucho humor negro. Cuenta las desventuras que tres pobres diablos (entre ellos Andy “Gollum” Serkis) sufren durante su primer secuestro, que lógicamente acaba como el rosario de la aurora. Luego, llegan también a un bosque de la campiña británica y a uno de sus típicos pueblos habitado por poca gente, y muy desconfiada. Cuando la vean comprenderán por qué. Por último el Hush de Mark Tonderai no cuenta nada nuevo y los malos son un amasijo de clichés, pero su ritmo es diabólico, corto, nervioso y acaba enganchándote en sus redes. Un chaval, que viaja colocando carteles en gasolineras con su novia, con la que no para de discutir, cree ver una mujer encerrada en una jaula en la parte trasera de un camión durante una noche lluviosa. Todo ha pasado muy rápido. Poca visibilidad. Paran en una gasolinera. La chica desaparece. Ahora ya es personal… Lo dicho, nada nuevo, pero entretiene.

Tampoco cuenta nada nuevo la noruega Manhunt (o Rovdyr, en el original noruego) de Patrik Syversen. El título lo dice todo: unos cazadores prefieren pasarse de la caza mayor a la caza humana, que al parecer es más morbosa porque las piezas se resisten incompresiblemente más. Todo se desarrolla en un bosque por lo que evitaremos citar las referencias. Sin embargo, lo mejor del festival llegó de muy cerca, Suecia, que presentó Déjame Entrar (Let the Right One in) de Tomas Alfredson, una bellísima historia de amor y amistad entre una vampira y un humano, ambos de doce años (al menos es lo que ella aparenta), en un frío suburbio del Estocolmo de los años 80. Nunca antes una historia de vampiros ha tratado con tanto respeto las reglas del género para trascenderlo de manera tan espiritual y físico a partes iguales. Sencillamente sublime.

En otro apartado, y aprovechando el estreno de su última cinta, se le rindió un retrospectivo tributo a un excelente transgresor de imágenes: Frank Henenlotter. Se visionaron sus clásicos ¿Dónde te escondes, hermano?, traducción prácticamente calcada de Basket Case, y Franhenhooker, además de, por supuesto, Bad Biology, su extrovertida historia de dos seres, digamos, humanos con anomalías, digamos, sexuales que estaban destinados a entenderse, o a cualquier otra cosa.

San Sebastián se ha caracterizado siempre por su selectiva elección de los cortometrajes a concurso. Gustó I Love Sarah Jane (Australia), de Spencer Susser, por su cruda visión de cómo tratar a los zombis familiares. Fascinó el Berni’s Doll (Francia), de Yann J, por su concepción en partes del amor entre un anodino señor y una respondona muñeca gigante; y deleitó el Spider (Australia), de Nash Egerton, por su fresca fábula sobre una venganza merecida.

Por último, el festival dedicó su retrospectiva oficial de cada edición al cine animado japonés, programando Akira de Katsuhiro Otomo, el maravilloso Vampire Hunter D. de Yoshiaki Kawajiri o la imperecedera El Viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki. Y como cada año contó con su sección ‘Clásicos Recuperados’ para proyectar con copias remasterizadas joyas que algunos jamás habíamos tenido la fortuna de disfrutar en pantalla grande: The Lost Word de Harry O. Hoyt, ¡Suspense! (The Innocents) de Jack Clayton o El Viaje Fantástico de Simbad de Gordon Hessler. Con esta última se rindió también un emocionante homenaje al recientemente fallecido John Phillip Law, a quien, por cierto, le fue dedicado el certamen.

25.11.08

Más vale tarde que nunca

Desde que The Fall obtuviera el premio a Mejor Película en el Festival de Sitges del 2007, ha transcurrido más de un año en exhibirse en pantallas comerciales. A pesar de haberse estrenado mal y en contadas salas, al menos ahora el espectador más inquieto tiene la posibilidad de recuperar un título espléndido en el que, a partes iguales, se reparte originalidad, fantasía y ternura.

La historia que plasma The Fall está enmarcada en un hospital ubicado en Los Angeles de los años 20. Allí coincidirán un especialista cinematográfico en escenas de acción, que está reponiéndose en el lugar de un grave accidente acaecido durante un rodaje, y Alexandria, una niña rumana de 10 años de edad que acaba de romperse un brazo. La relación que se establece entre ambos se verá reflejada en el fantasioso cuento que, a modo de evasión, el primero narrará a la pequeña; una fábula, plagada de aventuras exóticas, en la que se irán incluyendo las fobias y temores de ambos personajes.

Con este film, Tarsem Singh, deja atrás cuantos despropósitos volcara en La Celda, ese patético e insustancial producto que, protagonizado por Jennifer Lopez, supusiera su ópera prima como realizador. De él, por suerte, sólo rescata lo único potable que ofrecía: su imaginería visual aunque, al contrario que en su nefasto debut, consigue utilizarla al servicio de un guión tierno, ingenioso y salpicado, al mismo tiempo, de momentos de inusitada dureza emocional.


The Fall (a la que, para su estreno español, le han encasquetado la innecesaria coletilla de El Sueño de Alexandria) se mueve entre el mundo real en el que se desenvuelven sus dos protagonistas y el mundo onírico y estrambótico que han ido creando entre ellos. Dos universos que se complementan el uno al otro y que, inevitablemente, sirven de terapia personal a los miedos infantiles de Alexandria y a las tendencias autodestructivas del adulto.

Cine en estado puro, del que cuesta olvidar una vez visionado y que nos obsequia con imágenes de esas que, por su belleza, quedan retenidas para siempre en nuestras cabezotas, tal y como sucede con la ralentizada escena que, fotografiada en blanco y negro, abre sus títulos de crédito. Pura magia visual y narrativa.

Y atención, ante todo, al buen hacer de Catinca Untaru, la niña que da vida a Alexandria y que, con su presencia, se convierte en uno de los ejes principales de su bien planeada estructura; una criatura maravillosa dotada de multitud de recursos interpretativos. La sola expresión de su mirada es simplemente fascinante.

Imagen y guión aunados para ofrecer al espectador un inenarrable festival de sensaciones y que, como gran remate final, apuesta por uno de los homenajes más sensibles dedicados a los dobles de acción que arriesgaron sus vidas en los inicios del cine. Chapeau!

24.11.08

Renovarse y morir


Sobre James Bond ya se ha dicho todo, un problema éste que obligó a sus productores, en la interesante Casino Royale, a lavarle la cara, cargar baterías y empezar casi de cero, desde su primera misión una vez recién adquirida su licencia para matar; una operación que funcionó mucho mejor de lo que se esperaba. No ha ocurrido lo mismo con su nueva entrega, la banal Quantum Of Solace, una cinta rodada sin ángel y que ha despertado en mí serias dudas sobre la validez de Daniel Craig en la piel de 007.

Por primera vez en la saga, se trata de una continuación directa de la película anterior, pues justo se inicia minutos después del final de aquella. Tal detalle obliga a revisionar la última media hora de Casino Royale para pillar. más o menos, el mínimo entramado (en forma de venganza) de una historia vacía y sin fuerza, aunque difícil de comprender si no se tienen claros algunos detalles de la cinta precedente. Y es que, en los últimos tiempos, una de las cosas más fáciles del Planeta es olvidar en un plis plas los repetitivos argumentos de las pelis de James Bond.

En Quantum Of Solace, sin orden ni concierto, se baraja un poco de todo, comenzando por el azar: ajustes de cuentas, dictadores destronados, malvados de opereta disfrazados de ecologistas y trepidantes persecuciones por tierra, mar y aire. Pero, a pesar de las sanas intenciones por hacer al personaje más serio y creíble, no hay apenas guión que lo respalde. Un poco como ocurre con la última hornada de superhéroes con ínfulas de cine de autor: Bond ha de ser como el Batman de El Caballero Oscuro, un tipo amargado y depresivo. Pero, aparte de ese puntito inútil y desmitificador, el resto es más de lo siempre. pero en descafeinado, incluidas esas ya clásicas chicas Bond que, en cada nueva aventura (y salvando contadas excepciones), se me antojan más sosas y menos tentadoras. Y cuando una chica Bond no me pone, esa es una muy mala señal.

Sus tres guionistas (incluido Paul Haggis) -es de suponer que azuzados por Barbara Broccoli, la productora-, están empeñados en que, además de brutote, James Bond ha de ser un espía circunspecto y sufridor; un error éste en el que ya cayeron cuando Timothy Dalton se hizo cargo del agente secreto y que, curiosamente en Licencia Para Matar, también representó otra (delirante) historia de venganza personal a partir del asesinato de ese Felix Leiter que, desde el Bond vía Craig, ha sido resucitado felizmente para el espectador. Y es que, entre otras cosas, la serie 007, para bien o para mal, nos ha enseñado que nuestro hombre no es un sufridor nato; le cuesta angustiarse. Él es un tipo duro, pero cínico y coñón: la sola visión de un lasser a punto de desintegrarle los huevos le provoca, más que temor, una sonrisa maliciosa de oreja a oreja. En contra, Daniel Craig frunce demasiado el cejo y pone cara de mala leche.

La sobriedad con que se afrontó Casino Royale, aquí se ha convertido en austeridad total. Por desaparecer (y siguiendo las pautas de la anterior), hasta han desaparecido esos míticos e iconográficos gadgets que tanta popularidad le dieron a su protagonista. Ahora, del estilo de la serie sólo queda la acción; acción por la acción, sin una base argumental mínimamente sólida y con un 007 apagado que ha perdido su desfachatez durante el camino de remodelación.

Quantum of Solace sólo destaca sobre el resto de capítulos de la saga por ser uno de los más cortos de la misma. 104 escuetos minutos que, sin embargo y debido a su nula consistencia, acaban resultando interminables y, por si fuera poco, sin esa celebrada historieta inicial, al margen del argumento central, con el que se abría cada uno de sus episodios.

Por cierto: ¿algún día se darán cuenta de que Judi Dench está de los más insoportable en el pellejo de M?

20.11.08

Fecinema 2008: Las dos ovejitas negras (entrega 03 y última)

Es una lástima que un Festival tan compacto como el Fecinema de este año se haya visto empañado por dos manchas pestilentes. Una de ellas debida a las perversas artimañas comerciales de la Disney y, la otra, a un músico sin escrúpulos capaz de manipular una obra ajena hasta extremos ofensivos. Vayamos por partes.

BuenaVista, la filial adulta de Disney, enseñó en el certamen su cara más oscura y ponzoñosa demostrando hasta dónde puede llegar con tal de vender un producto en el que no confía en absoluto y del que tan sólo dispone de ocho copias para su estreno español. Hace apenas un mes, en Sitges y con la misma película, suspendieron un pase matinal, abierto al público y con las entradas ya vendidas, alegando que los responsables del certamen no cumplían las normas de seguridad establecidas; un pase que, por cierto, y después de haber sido difundida la noticia de la suspensión a bombo y platillo por la mayoría de medios de comunicación, fue trasladado a otro horario siendo proyectada en una sesión nocturna.

Una operación maquiavélica que supuso, sin ningún gasto extra para la distribuidora, una golpe de marketing magistral: ellos no invierten ni un puto euro, el Festival se gasta su pasta gansa en contratar a cuatro gorilas provistos de detectores de metales y anteojos de visión nocturna y la prensa, en casi su totalidad, divulga el teórico escándalo y vende con ello un producto que no saben como encasquetar y al que no quieren destinar en promoción ni un céntimo de más.

Manresa, programando en una golfa idéntica película (de la que ni siquiera me apetece citar su título para no seguir el juego a la perversidad comercial de BuenaVista), cayó de buena fe en el mismo error que Sitges y, cómo no, los gastos de publicidad (indirecta) corrieron de parte del Festival. Disney sigue sin soltar un duro de publicidad; con la excusa -siempre por delante- de la piratería, obliga a la organización a montar un ridículo pero notorio despliegue de seguridad e incluso, antes de la proyección, llega a requisar provisionalmente teléfonos móviles de los más precarios, de aquellos desprovistos de cualquier dispositivo de grabación. Surrealista, pero real. La cuestión es que se hable de ello y que cuatro medios de comunicación, de forma inocente, citen por todo lo alto los problemas que sufrieron los espectadores para entrar en la sala y disfrutar de la película. Una manera indecente de crear falsas expectativas ante su próximo estreno.

Puro marketing, pero del más bajo y ruin. No es de extrañar cuando se trata de una casa que sería capaz de perseguir a un menor de edad y quebrarle las extremidades sólo por jugar con un muñequito de Micky no autorizado por la propia Disney. Igual que en los viejos tiempos: aún siguen tentándonos con manzanas envenenadas.

El otro que dio la nota en Manresa fue Carles Cases, un músico que ha trabajado, entre otros, al servicio de gente como Lluís Llach y Maria del Mar Bonet y que ha compuesto un considerable número de bandas sonoras. Él fue el encargado de cerrar el acto de clausura del Festival a través de un concierto tras el que se esconde un indignante atentado contra las obras de Ennio Morricone y Brian De Palma.

Les cuento. El hombre, con la excusa de homenajear a Los Intocables, ha creado una nueva banda sonora para la película, eliminando por completo la genialidad que escribió para la misma un inspirado Morricone. Por si no tuviera suficiente con creerse superior al músico italiano, el Cases, para ilustrar su espectáculo, ha recurrido a la cinta de De Palma recortándole media horita, eliminando los diálogos y utilizando las imágenes resultantes como telón de fondo a las nuevas e innecesarias notas musicales que ejecuta con la ayuda de sus músicos. Un acto de desprecio hacia una obra bien acabada y redonda que, con tal manipulación (en la que incluso inserta fragmentos del episodio piloto de la serie televisiva de los 50), pierde todo su sentido y su fuerza original. Les aseguro que si llego a disponer de un tomate a mano, se lo hubiera lanzado a la cocorota de Carles Cases al finalizar su interminable, lamentable y pesarosa interpretación. Vaya, que Los Intocables han sido tocados... y con mala saña.

Supongo (y me temo que es mucho suponer) que, como mínimo, el individuo habrá pagado los pertinentes derechos de autor a Morricone, Brian De Palma e incluso a los herederos del desaparecido humorista catalán Joan Capri, cuya voz, alucinantemente, ha sido robada de uno de sus divertidos monólogos y metida a saco (y sin venir a cuento de nada) en una escena de la película.

Disney y Carles Cases: dos casos de vergüenza ajena. Manresa no se merece tan malas artes.

19.11.08

Fecinema 2008: Los placeres ocultos del Off Festival (entrega 02)

Reencontrarse un año más con el calor y la humanidad que rezuman Maria Casals y Carles Ortega (Kop para los amigos), dos de las almas más visibles y palpables del Fecinema.

Descubrir el peculiar sentido del humor del director del certamen, el manresano Manuel Quinto.

Poder convivir durante cuatro jornadas intensas (comidas y cenas incluidas) con Carlos Pumares, un personaje incomparable por el que cada día siento un cariño más especial y mayúsculo. Incluso, de este hombre, respeto sus espantadas y nada discretas escapadas justo en el momento en el que la sociedad que le rodea se convierte en tumulto.

El habérseme exteriorizado, en vivo y en directo, el timburtoniano universo creado por Jack Mircala quien, invitado por el Festival, acercó al mismo una pequeña muestra de su sorprendente obra ilustrativa. Un creador como la copa de un pino con el que pude pasar una noche loca y surrealista, llena de citas cinematográficas y vigilados muy de cerca por la atenta mirada de Edgard Allan Poe (¿o era la sombra de mismísimo Trotsky?). Lástima de la profunda afonía, en plan Vito Corleone, con la que me levanté a la mañana siguiente.

Compartir, en varias ocasiones, café, copa y puro (e incluso un espléndido chuletón y un arroz negro) con Marina Ortiz y Luis Manso, productores de la espléndida Camino y conocer, muy de cerca, sus vivencias personales y las de Javier Fesser a raíz del estreno de la película. Dos personajes encantadores a los que pude agradecerles en persona la existencia de tan valiente film.

Vivir un rato irrepetible y emotivo al lado de la actriz Asunción Balaguer (por cierto, manresana de nacimiento) y recordarle la grandiosidad de su desaparecido esposo, Paco Rabal. En su honor y rememorando Belle de Jour, un brindis con Anís del Mono.

Poder hablar de nuevo con un Ángel Sala distinto y alejado de sus funciones como director de un Festival de envergadura como es el de Sitges. Despojado de sus vestiduras de dire, incluso da la impresión de ser una persona de carne y hueso. El cine de aventuras y policiaco de los 70 fue el tema principal de la conversación. Nos subimos en el último tren a Katanga e hicimos trasbordo en el Pelman 1, 2, 3.

Fue toda una delicia (y una humorada) ver en acción al dueto formado por Ramón de España y Jordi Batlle-Caminal, miembros ambos del jurado. El primero aún llora por las dificultades de no poder vender el proyecto de su segunda película; el segundo aún recuerda el día en que una de sus críticas para La Vanguardia salió firmada por un tal Jordi Batlle-Criminal. Para su consuelo, siempre le recuerdo que a Margarita Chapate, una compañera de profesión de Barcelona, se la acreditó en una ocasión en Sitges bajo el nombre de Margarita Chaputa.

Disfrutar de la espontaneidad (turística y festivalera) de Domingo y María, los dos canarios que presentaban el cortometraje Última Toma y que, al igual que el resto de invitados (entre los que me incluyo), se dejaron querer y mimar por el cariño de Cop y Maria.

Poder bromear en diversas ocasiones con Anna Obradors, la simpatiquísima y amable viuda de Toni Galindo, el mejor cartelista español de los últimos tiempos.

Las alegres comidas en comandita en Las Vegas... cuyas dos hermanas que lo regentan, por su santa paciencia, se merecen un fuerte besazo y otro brindis con Anís del Mono.

Envidiar sanamente el porte y el buen humor de los chóferes al servicio de la organización e invitados y que, ¡por suerte!, me ahorraron alguna que otra caminata.

Caérseme la baba viendo como también a mi santa, convidada igualmente por el festival, se le caía la baba ante tanta buena gente.

¿Quién dice que en Manresa hace frío? Falacias...

18.11.08

Fecinema 2008: Las películas (entrega 01)

Problemas con la conexión wi-fi del hotel en el que estuve alojado, junto con la falta física de tiempo que conllevan los múltiples actos de un festival, han impedido poderles tener informados, día a día, de los avatares y proyecciones de la décima edición de un certamen tan tentador como es el del Fecinema. Cinco ajetreadas e interesantes jornadas que, cinematográficamente hablando, intentaré resumir en el presente post.

El Festival abrió el miércoles por la noche con Gomorra, una brillante y durísima cinta italiana que ya pueden disfrutar en las pantallas españolas tras su estreno el pasado viernes. Dirigida por Matteo Garrone, la película se acerca a los entresijos de la Camorra a través de cinco historias paralelas, a cual más cruda y violenta. Una Camorra a la que se aproxima desde un punto de vista suburbial y de base, alejada de altos jerifaltes y centrada en las miradas de los “ejecutivos” (o ejecutores) de calle y las de sus víctimas. Un trabajo imprescindible y sin desperdicio alguno que, por su radicalidad y franqueza, removerá tripas y conciencias entre los espectadores.

En la sección oficial de cine negro volví a sufrir con la visión del cantarín peluquín que luce un nefasto Willem Dafoe en Anamorph y que ya logró dejarme boquiabierto en el último festival de Sitges: un serial killer de apariencia televisiva y nula inspiración. Suerte que, hablando de asesinos en serie, desde Arropiero, el Vagabundo de la Muerte, el catalán Carles Balagué, amparándose en el formato del documental, hace un brillante repaso al oscuro mundo de Manuel Delgado Villegas, un vagabundo sobre el que pesan más de 48 crímenes repartidos por toda España: un título que, a pesar de su dureza expositiva, posee su toque surrealista y humorístico, sobretodo en aquellas cuestiones que hacen referencia a la relación del desaparecido criminal con los dos inspectores de policía que le acompañaron en varias de las reproducciones de sus asesinatos. Contundente y, al mismo tiempo, capaz de cuestionar la validez y la falta de seriedad del sistema judicial actual.

Arropiero obtuvo el merecido premio Plácido ex aequo con Flammen & Citronen, una visible coproducción entre Dinamarca y Alemania que refleja algunos de los aspectos que marcaron un episodio verídico de la resistencia danesa durante la ocupación nazi. A pesar de su claro interés cinematográfico e histórico, su adormecedor tono narrativo la sitúa a años luz, por ejemplo, de la brillante El Libro Negro, título de coordenadas similares aunque de planteamiento y tratamiento totalmente distinto.

Frozen River -un rutinario thriller norteamericano de corte independiente ambientado en la frontera entre el Estado de Nueva York y Québec-, Lady Jane -el celebrado salto del francés Robert Guédiguian del cine de autor sobre el proletariado a una interesante historia sobre una banda de ladrones de joyas en Marsella- y Traitor –una nueva vuelta de tuerca sobre la CIA y el terrorismo islámico con muy pocas sorpresas a bordo-, destacan sobre la aburrida y pretenciosa mecánica de la hongkonesa The Equation Of Love And Death y la precariedad narrativa, argumental e interpretativa de la nueva comedia negra de Gerardo Herrero, Que Parezca un Accidente, un título a mayor gloria de unos insoportables Federico Luppi y Carmen Maura.

Dentro de la sección dedicada al cine fantástico hay que destacar la frescura visual de City of Ember (una fábula infantil sobre el posible futuro de un mundo enterrado bajo tierra) y el éxito de público obtenido por Blindness, la adaptación de una obra de José Saramago realizada por Fernando Meirelles, el director de Ciudad de Dios y El Jardinero Fiel y, ante todo, el pase de la sueca Let The Right One In, el Premio Méliès del pasado Sitges y uno de los puntales clave en cuanto al género vampírico actual se refiere. De hecho, Déjame Entrar (título previsto para su estreno español) brilla, ante todo, por su originalidad: una historia de amor entre un niño y su joven vecina, una niña vampiro que se resiste a iniciar cualquier tipo de relación sentimental con él. Tierna, emotiva, gore y dotada de un peculiar sentido del humor, la película de Tomas Alfredson se mantiene fiel, al mismo tiempo, a las constantes narrativas y escénicas del cine sueco de toda la vida, pero sin caer en la pedantería que abrigan la mayoría de producciones de esa nacionalidad. Sin lugar a dudas, a mi parecer este ha sido el mejor film del Festival. Dreyer o Bergman jamás habrían llegado tan lejos: sólo por la expresividad de los ojos de la muchacha protagonista (una tal Lina Leandersson) vale la pena darle un vistazo.


Un comentario aparte merece el decepcionante Appaloosa, western que, incluido en la sección Pantalla de Actualidad, supone el segundo trabajo como director de Ed Harris tras su compacta Pollock. Y es una lástima, pues su violento y contundente inicio no cuadra en absoluto con su apática continuación. La aparición en escena de una nefasta Renée Zellweger (¿por qué no jubilan de una vez a esta chica?) da al traste con la propuesta y, con su presencia, la historia cae en picado; una historia en la que se mezclan tríos y cuartetos amorosos (incluso quintetos) con el violento enfrentamiento que mantienen un par de servidores de la ley (excelentes Ed Harris y Viggo Mortensen) con un ranchero hijoputa y con ansias de poder (un Jeremy Irons desconocido e insólito). Su nula consistencia en la descripción de personajes y su cansino ritmo narrativo, hacen de este un producto tan innecesario como aburrido.

La curiosidad de conocer la Barcelona gris de 1963 que reflejaba A Tiro Limpio o la posibilidad de descubrir que el Asunto Interno de Carles Balagué (filmado en 1996) jamás se llegó a estrenar en salas comerciales por ser inenarrablemente espantosa a todos los niveles, fueron los dos alicientes más contundentes de la retrospectiva que Manresa ofreció sobre el cine negro catalán; una recapitulación que se cerró con la inexplicablemente reivindicada My Way de Salgot y la petulante y laberíntica Las Vidas de Celia de Antonio Chavarrías.

Las excentricidades de Giuilio Andreotti a cargo de un sobreactuado Toni Servillo en Il Divo (película que cerró el certamen) o la divertida y sangrienta crítica a los spams telefónicos vertida desde el corto ganador No Se Retire, fueron el remate final de un Festival cuya innnegable calidad pide a gritos más ayuda por parte de un Ayuntamiento que parece querer darle la espalda en próximas ediciones.

Un certamen en el que ha habido de todo un poco, pero sobre todo (y a pesar del clima gélido de la región) un mucho de calor humano. Y ese calor es el que, en definitiva, hace grande al Fecinema y dignifica al off festival. Sentirse como en casa, fuera de casa, es una maravilla… y la buenas gentes que hacen posible este encuentro cinéfilo siempre logran tal efecto.

Con manresanos tan sanotes como los que conozco, aún no entiendo el porqué Plácido Alonso tuvo tantos problemas a la hora de pagar la última letra de su motocarro la noche de Navidad de 1961.

10.11.08

La anual borrachera manresana de cine negro (y ciertos desatinos dentro del mundo de la exhibición cinematográfica en España)

El próximo miércoles 12 de noviembre y por décimo año consecutivo, Manresa se vuelve a vestir de gala para recibir al Fecinema (Festival de Cine Negro de Manresa), un certamen pequeñito que, paso a paso, se está convirtiendo en una celebración gigante dotada de una excelente programación.

Gomorra, el film de Matteo Garrone sobre la Camorra napolitana que llega precedido de muy buena prensa, será el encargado de abrir esta edición. Il Divo (el repaso, en clave de thriller, de los contactos mantenidos por Giulio Andreotti con la mafia); Arropiero de Carles Balagué (un documental sobre la vida de Manuel Delgado Villegas, el serial killer más sanguinario de la historia de España); Que Parezca Un Accidente (la nueva comedia negra de Gerardo Herrero, con Carmen Maura y Federico Luppi al frente del reparto) o Traidor (una de espías con Don Cheadle y Guy Pierce), forman parte, entre otros, de los productos que componen la sección oficial de cine negro.

Como ya es habitual, también continúa un apartado paralelo dedico por completo al fantástico; sección en la que se darán a conocer Quarantine -el remake norteamericano de la compacta [REC]- y la quinta entrega (y, por el momento última) de Saw, recuperando, al mismo tiempo, dos de los títulos que más dieron que hablar en el último Sitges: la "cegata" Blindness y la vampírica y sueca Let The Right On In.


Aparte de tres inevitables y merecidos homenajes a Paul Newman, Richard Widmark y Sidney Pollack, en cuanto a retrospectivas se refiere, Manresa dará un repaso a lo que ha significado, a lo largo de los años, la influencia del cine negro realizado en Catalunya. A Tiro Limpio, Asunto Interno, Las Vidas de Celia y My Way son las películas que darán cuerpo a tal revisitación.

El western Appaloosa, dirigido e interpretado por Ed Harris; el melodrama francés Entre Les Murs o la nueva cinta del reputado Michael Winterbottom, Genova, será el terceto que dará cuerpo a la sección Pantalla de Actualidad.

Como pueden observar, se trata de una cuidada selección de la que pueden ampliar más datos, títulos y horarios, consultando directamente la web del Fecinema. Un servidor, al igual que en la edición anterior, estará allí de nuevo aunque, en esta ocasión, desde el primer día.

Es de esperar que tengan más suerte que el año pasado y no les falle ninguno de los títulos programados. En la clausura del 2007, tenían previsto el excelente Film Noir, una coproducción entre Serbia y Norteamérica que, a modo de cinta de animación, se alza en todo un potente homenaje a los grandes clásicos del género de los años 30 y 40. Problemas debidos a la no distribución en España, sumados a la férrea negativa de la productora a que fuera proyectada, obligaron a los responsables del Fecinema a retirarla de la parrilla a última hora. Una lástima.

Personalmente, he tenido ocasión de visionarla y les aseguro que se trata de una pequeña joya que hubiera dignificado la clausura de uno de los certámenes más dignos y humildes de nuestro país. Rodada en un espléndido blanco y negro, aunque con mínimos detalles de color, Film Noir posee un cuidado –y al mismo tiempo rocambolesco- guión que la emparienta, como bien mandan los cánones en el género, con los títulos más emblemáticos del mismo. Detectives privados, amnesias temporales, operaciones de cirugía estética, millonarios perversos, snuff movies y la profunda (y obligadísima) voz en off de su protagonista, se mezclan en una confusa intriga que nada tiene que envidiar a la muy peculiar trama de El Sueño Eterno. Simplemente magnética y embriagadora.

Ya que nadie ha tenido el detalle de acercarla a España, no tengan reparo algún en solicitar la ayuda de la mula mágica. Y es que Film Noir es un regalo para los ojos y los sentidos que no se nos puede negar a los amantes del negro… De paso, mientras la mula va tirando del carro, aprovechen al menos el fin de semana para darse un garbeo por Manresa. Pasarán frío, pero disfrutarán del mejor cine y, gracias al buen hacer y la amabilidad de sus responsables, se sentirán como en casa. Yo ya estoy haciendo las maletas. Dentro de lo posible (y si la wi-fi del hotel y el tiempo lo permiten), les mantendré informados.

7.11.08

Ustedes son unos malvados... y así lo han querido: EL ETE Y EL OTO

El éxito de la compacta E.T. deslumbró tanto a propios como a extraños. No es de extrañar por ello que, justo un años después de su estreno, en 1983, Los Hermanos Calatrava, símbolo indiscutible de la caspa hispana, decidieron llevar al cine su propia versión bajo el horripilante título de El Ete y el Oto, una cinta que, pretendidamente en clave humorística, seguía paso a paso las pautas argumentales de la original. El resultado fue de pura basura patria, de aquella imposible de reciclar, de la que revuelve el estómago y provoca profundas arcadas. De vergüenza ajena.

De hecho, su realizador, Manuel Esteba, amparándose en el guión escrito en compañía de los hermanitos de marras, Paco y Manolo Calatrava, fusila –en plan garrulo- la estructura del film de Spielberg. La llegada accidental de un extraterrestre y su acogida, por parte de un niño, en el chalet de su padre -un escultor con tres hijos a su cargo-, significa el pistoletazo de salida de tan nefasta sátira.


Descubrimiento del marcianito, adopción y toma de contacto con el recién llegado; posterior enfermedad de éste e, inevitablemente, tras su recuperación, la despedida y cierre; siempre siguiendo el orden cronológico del magistral producto del director de Tiburón. Pero por muchas pautas que siga, de continuidad lineal no hay ni un pequeño asomo: El Ete y el Oto está construida a base de una sucesión de chistes, a cual peor, para lucimiento exclusiva de la pareja de humoristas. Manolo Calatrava da vida al padre de familia (un escultor despistado y tontolculo), mientras que (¡faltaría más!) Paco Calatrava, enfundado en un ceñido traje plateado, se mete en la piel del alienígena que se pasa el día señalando las estrellas y permutando -en un mayúsculo golpe de ingenio- el “mi caaaasa” del original por un más terrenal “mi chooooza”. Pena, penita, pena.

Curiosamente, en medio de tanto despropósito y de un abuso de caras y sonidos guturales soltados por el gemelo de Mike Jagger, hay un pequeño oasis de absurdidad y locura que resulta de agradecer: una escena que, por delirante y surrealista, me llamó la atención y logró hacerme reír con ganas. En ella se mezclan, sin orden ni concierto, varios personajes a cual más pintoresco, aunque lo que de verdad destaca es la aparición del recientemente desaparecido vocalista catalán Ramon Calduch quien, con su inesperada presencia, se convierte por derecho propio en el centro de atención. Una referencia a La Casa de la Pradera y la entonación de Aquellos Ojos Verdes por parte del cantante, al tiempo que éste se encarama -micro en mano-sobre el moribundo bichejo, se encargan de rematar la chifladura.

Sobra decir que, cinematográficamente hablando, no hay por donde pillarla. No hay realización, ni montaje, ni siquiera un mínima coherencia en su guión capaz de respaldar la idea. Fue tal la despreocupación de Manuel Esteba tras la cámara que, en cada uno de los numerosos cambios de plano existentes, no ejerció ningún tipo de control sobre la iluminación a utilizar, ensamblando las imágenes, una tras otra, con una brusquedad alarmante… por no hablar ya de la nula función de la script, una tal Marga Carmona quien, con su nula atención, sólo consiguió que en el montaje final no hubiera un solo plano que cuadrara en lo más mínimo con el siguiente. Si en el aspecto técnico la anarquía reinante resulta de lo más absoluto, imagínense lo que significa en cuanto a interpretación se refiere: simplemente, caca de la vaca.

Suerte que, a duras penas, la cosa en sí no sobrepasa los setenta minutos de duración. De otro modo (y sin la inenarrable escena con el Calduch a bordo), sería un suplicio mucho más doloroso.