10.3.06

The Game

La primera vez que vi Saw en Sitges, hace más de un año, me pareció una película tramposa. De todos modos, he de asegurarles que el problema de juzgar una película programada en medio de un festival cinematográfico es difícil; una ardua tarea. El cansancio de varios días con largas horas de proyecciones hace que, inevitablemente y demasiado a menudo, se acaben dando demasiados cabezazos a lo largo de un pase. Es por ello que, ante esa inseguridad, nunca acabé de dar una opinión certera sobre la película de James Wan.

Creyendo estar en un error y con la intención de enmendar mi primera impresión, ayer tarde la volví a revisar en DVD. Y me dejó la misma sensación de engaño y vacuidad que en la primera ocasión. El mismo sabor a déjà vu. Un guión rocambolesco, construido a modo de sorpresiva muñeca rusa, en el que se esconden múltiples engaños y situaciones imposible.

Tampoco es un film despreciable, pues se deja ver. El tal Wan se muestra inteligente y a pesar del artificio que supone el film, éste tiene su gancho. Consigue atrapar al espectador durante todo su metraje. Y eso tiene su mérito, a pesar de que al terminar uno se acabe planteando decenas de cuestiones sobre todo lo que ha visto en pantalla.

La situación inicial, en la que dos desconocidos despiertan encadenados en un sucio retrete sin saber que narices hacen allí, es original y tiene su morbo. Mucho morbo. Y más cuando uno de ellos descubre que el otro, para salvar la vida de su mujer y su hija, tendrá que acabar con la vida de su compañero accidental. Al igual que en Seven (título al que hace varios guiños), el oscuro asesino que se esconde tras la tensa situación, se basa en unas reglas muy concretas para llevar a cabo sus crímenes. Propone a las víctimas un juego, valiéndose de varias pistas en forma de adivinanzas y de algunos objetos (mínimos) que estos habrán de utilizar de un modo concreto.

Como es evidente, también está en la mente del realizador la engañosa The Game (curiosamente también de Fincher, al igual que Seven). Tras ese preludio tan prometedor, empieza a destapar su muñeca rusa. Los flash-backs aparecen uno detrás de otro, formando un laberíntico puzzle que acabará tomando cuerpo para el espectador en su parte final. Un juego dentro de otro juego. Y, evidentemente, gana la partida Wan, aunque para ello haya tenido que pegarse un montón de faroles hasta llegar a mostrar sus cartas marcadas.

No se puede negar que, a pesar de contar con un presupuesto muy bajo, tiene una factura (de serie B) impecable. No da tiempo al aburrimiento y posee varias escenas de una tensión inigualable. Su ritmo es imparable y acaba consiguiendo lo más difícil, pues hace digerible una historia inverosímil gracias a un guión plagado de engaños y a una correcta realización. Posiblemente sea ésta la gracia de Saw, hacernos comulgar con ruedas de molino: aceptamos una historia vista una y mil veces con anterioridad (y mejor tramada), toleramos que Wan nos vaya tomando el pelo durante una hora y media y después, al salir del cine, somos incapaces de despreciarla. Y ello, como mínimo, merece un respeto... aunque sea pequeñito.

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