Finbar McBride (Fin para los amigos) es un buen hombre, aunque tiene un problema que le aparta de la sociedad: es enano. Ha perdido su empleo pero, en compensación, ha heredado un pequeño terreno en Newfoundland, una apacible localidad cercana a Nueva Jersey. Allí buscará cobijo en la vieja y abandonada caseta del jefe de una estación de ferrocarril ya desaparecida y, al mismo tiempo, aprovechará para disfrutar de la lectura y dar rienda suelta a una de sus pasiones más enfebrecidas, la del mundo de los trenes. Su llegada al lugar provocará la curiosidad de sus vecinos más cercanos.
Esta es la premisa con la que se presenta la extraña (pero atractiva) The Station Agent (Vías Cruzadas), ópera prima de Thomas McCarthy, un actor televisivo que ha intervenido en algunos de los productos cinematográficos del clan Clooney/Soderbergh. Es un film diferente, capaz de narrar una historia mínima de manera deliciosa, en la que se mezclan conceptos tan sensibles y hermanados como el amor y la amistad. Para ello junta a tres personajes totalmente distintos, unidos por un solo nexo en común: el de la soledad.
Un cubano un tanto pesado -aunque adaptable a todas las situaciones (¡Zelig en persona!)- y una mujer deprimida, completan el terceto protagonistas. Para éstos, la inesperada presencia en su entorno del pequeño recién llegado significará un nuevo aliciente para la monotonía diaria a la que están acostumbrados. La relación entre los tres acaba de nacer. Y, cada uno de ellos, con sus neuras, vicios y manías particulares, necesitará el apoyo de los otros para seguir adelante.
Un precioso canto a la amistad que, a pesar de su tono melodramático, no escatima en sentido del humor. Un sentido del humor un tanto cáustico, pues la mayoría de gags están sacados directamente de la vida diaria: la sorpresa, el disimulo o el desprecio que mostramos ante un ser de diminutas proporciones dan mucho juego a su realizador para adentrarnos en el mundo de la comedia... aunque sea de manera cínica y en cierto modo crítica, evitando caer en todo momento en el mal gusto o la broma soez.
Peter Dinklage es Fin, un enano con el rostro de Robbie Williams cuya magnífica y sobria actuación se convierte en uno de los grandes puntales de The Station Agent. Junto a él, secundándolo a la perfección, la madura Patricia Clarkson -con esa indiscutible profesionalidad interpretativa que siempre desprende- y Bobby Cannavale quien, con su personaje, le da un toque de frescura al film.
Un producto original, inteligente y diferente, de esos que dan la impresión de no contar nada y cuentan mucho más que otros con demasiadas pretensiones. Denle una oportunidad si la pillan en el vídeo-club o en Digital +. Creo que no se van a arrepentir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario