31.12.09

Recapitulando (I): Lo más mejor del 2009

Durante el último día del año, en éste y en otros blogs, lo más normal es dar un repaso a lo mejor y lo peor del año en materia cinematográfica. Para no perder la costumbre, les dejo con las 10 más destacadas, a mi gusto, del 2009. En breve, el próximo año, les cuelgo las más nefastas.

Como siempre, ordenadas de menor a mayor grado, les dejo con lo más sobresaliente de los últimos doce meses.

10.- Gordos. Una comedia ácida e inteligente que tiene, como a principales protagonistas, a cuatro obesos y a un terapeuta. Sus actores, del primero al último, están que se salen de la pantalla (tanto en el plano físico como en el interpretativo). Todos ellos con sus quilitos de más y apoyando el dilema planteado por Daniel Sánchez Arévalo, su director: ¿qué pesa más, el sobrepeso físico o el sobrepeso de las contradicciones que se acumulan en la cocorota del ser humano? El sentido del humor y el melodrama cogidos de la mano y dando forma a una ecuación perfecta, de resultado amargo y coletazos picantes.
(ver crítica)

9.- El Desafío: Frost contra Nixon, o la (injustamente) gran perdedora de la última edición de los Oscar. Un periodista y un ex presidente cara a cara. Como testigos de excepción, las cámaras de un canal televisivo. Uno de los hitos del periodismo político del siglo XX analizado con férrea meticulosidad y mediante un ritmo frenético. Los miedos y las fobias de ambos personajes afloran a la superficie perfilando, con ello, un par de retratos psicológicos ciertamente atractivos. La soberbia y la impotencia. El orgullo y la insolencia. El éxito y el fracaso... y, de propina, un Frank Langella de excepción. Ron Howard, por fin, obró el milagro al obsequiarnos con una película redonda.
(ver crítica)

8.- El Secreto de sus Ojos. Una obsesión. Un crimen del pasado sin resolver. Un amor jamás confesado. Un fiscal al límite. Un gran flash-back perfectamente resuelto. El hijo de la novia cumple su mayoría de edad y, con ello, Juan José Campanella, su realizador, urde su trabajo más complejo, regalándole, al mismo tiempo, uno de los personajes más maduros de su carrera a un insuperable Ricardo Darín, su actor fetiche. Un bello canto a la amistad y a la fidelidad que, en ciertos pasajes, consigue poner la piel de gallina a más de uno. Atención, ante todo, a la figura del pasante borrachín: toda una delicia.

7.- Lejos de la Tierra Quemada. Una excelente cinta que, sin embargo, pasó sin pena ni gloria durante su estreno español. Dos actrices como la copa de un pino: a un lado, Kim Basinger; al otro, Charlize Theron. Dos historias separadas en el tiempo aunque ligadas por un nexo en común. La primera va de marujona adúltera; la segunda, de mujer sexualmente atormentada. Guillermo Arriaga, el guionista de Babel y 21 Gramos, hace su debut en el mundo de la dirección y, acorde con su estilo habitual, narra a destiempo y a golpe de numerosos saltos temporales. Y, a pesar de la dificultad que en este caso supone para el espectador, le queda de lo más original. Sólo hay que colocar las piezas en su lugar y el puzzle queda resuelto. Dura como el granito.

6.- MR 73 es el otro brillante título al que el público dio la espalda injustamente. Cine negro en estado puro, desgarrador, violento y sin concesiones de ningún tipo. Un policía beodo y un serial killer. Una investigación con demasiadas zonas muertas. Todo un derroche de estilo cuyo título hace referencia directa al tipo de revólver que antaño usaba la policía francesa. Oliver Marchal es su realizador (el mismo de la contundente Asuntos pendientes) y Daniel Auteil su destartalado protagonista, un detective acabado y solitario con una desmesurada afición por la botella. Si Jean-Pierre Melville levantara la cabeza, babearía ante un film de tamaño calibre.
(ver crítica)

5.- Celda 211. Un motín carcelario con secuestro político incorporado. Y, de propina, un personaje de envergadura: el Malamadre, un reo con el careto de un Luis Tosar en estado de gracia. Por detrás suyo, un grupo de lo más variopinto: la florinata del presidio, una cohorte de quincorros casi escapados directamente del cine coral de don Luis García Berlanga. Mala leche a raudales y un par de giros de guión de lo más venenoso conforman el mejor trabajo, hasta el momento, de Daniel Monzón.
(ver crítica)

4.- The Reader (El Lector). Un film cáustico y emotivo, contado en dos tiempos y con un único hilo conductor capaz de diferenciar entre los dos pasajes de la misma narración. Por un lado, una historia de amor iniciática; por el otro, un vitriólico melodrama marcado por un sobrecogedor desengaño. Un reto psicológico en toda regla, tanto para sus protagonistas como para el propio espectador. Los sentimientos contrapuestos se abren camino a base de garrotazos. Si aún no la han visto, que nadie les desvele el misterio que se esconde tras el personaje interpretado por una espléndida Kate Winslet.
(ver crítica)

3.- Up. Una joya del cine de animación en estado puro. Pixar, año tras año, se va superando más y más. Un viejo viudo y gruñón, un boy scout tontorrón y un aventurero poco escrupuloso. El primero es Spencer Tracy, mientras que el tercero es el mismísimo Kirk Douglas ¡Viva la tercera edad!. Añádanle al terceto una casa voladora, una manada de perros parlanchines y un bichejo al borde la de extinción. Dotada de la misma magia que destilaba El Mago de Oz, la cinta es todo un dechado de imaginación, elegancia y emotividad. La delicadeza con la que muestra, en poquísimos minutos, toda la vida de un matrimonio, es mucho más que ejemplar.
(ver crítica)

2.- Gran Torino. Pocas sorpresas se esconden tras la última gran película de Clint Eastwood, una cinta que anda por caminos que parecen trillados hasta que el actor y director se saca de la manga un inesperado y sorprendente as. Un thriller, una comedia, un melodrama... Y, a lo lejos, la prepotente figura de Harry Callahan quien, para no despertar sospechas, se ha cambiado el nombre por el de Walt Kowalski y ha optado, al mismo tiempo, por lucir un Gran Torino del 72 en lugar de su preciada y demoledora Magnum. Un buen gruñido es la mejor opción para afrontar la actual sociedad multicultural.
(ver crítica)

1.- Déjame Entrar abriga una historia de amor entre un niño y su joven vecina, una vampira que se resiste a iniciar cualquier tipo de relación sentimental con éste. A mi parecer, el mejor título del año: tierno, emotivo, enigmático, gore y dotado de un peculiar sentido del humor. Un film fantástico y de producción sueca que, tanto por sus numerosos valores como por su innegable originalidad, se ha convertido en referente del cine actual sobre chupasangres. A pesar de su temática, Tomas Alfredson, su director, ha logrado mantenerse fiel a las constantes narrativas y escénicas del cine sueco de toda la vida sin caer, por ello, en la pesantez ni en la pedantería de muchos títulos de idéntica procedencia. Una obra maestra absoluta.
(ver crítica)

21.12.09

F de Flint

Flint Lockwood es un inventor desastroso. Sus diversos artefactos, del primero al último, han salido siempre chungos. Nadie cree en él, ni siquiera su propio padre. Todo cambiará para él cuando su nuevo invento, durante un acto público en el centro de su ciudad, revolucione el negocio de la alimentación pues, mediante un sofisticado sistema, consigue hacer caer del cielo comida en cantidades desorbiotadas.

Este es el punto de partido de Lluvia de Albóndigas, otro de los films de animación en 3D que pueblan la cartelera navideña y que, en ciertos aspectos, tal y como demuestran sus títulos de crédito finales, posee varios puntos en común con el El Submarino Amarillo, aquella fábula de dibujos animados que tenía como protagonistas a los integrantes de The Beatles. Phil Lord y Chris Miller, sus dos directores, han apostado por el surrealismo para acercarse a los niños.

Cine familiar pero con un regusto amargo ya que, en el hermético universo de Flint Lockwood, no es oro todo lo que reluce. Su madre murió; no se entiende con su padre y se ve dominado por el tiránico y negociante alcalde de una población que, hasta el momento, subsistía gracias a la pesca de la sardina; un alcalde que, curiosamente, posee ciertos rasgos físicos que le hermanan con Jordi Hereu, el de Barcelona. Por si fuera poco, nuestro héroe solitario sólo congeniará con un pequeño mono y con la chica del tiempo de una cadena televisiva; una chica denostada por sus superiores y con un montón de extravagancias en su carácter que le harán aún más atractiva a sus ojos. En pocas palabras: a pesar de ser una película dirigida al público infantil, se trata de una comedia de tonos grises, muy, muy grises.

Aparte de la ingeniosa manera de perfilar a los distintos y numerosos personajes que pululan por Lluvia de Albóndigas, y la curiosa interactividad que demuestran entre ellos al no saber expresarse con total claridad, el mayor acierto de Lord y Miller se localiza en el modo de combinar ese tono grisáceo con su vertiente más aventurera y acelerada, justo la que más atrae a los niños; una parte, ésta, que supone un inmenso guiño a todo el cine de catástrofes en general, desde Terremoto a la más reciente 2012. Huracanes de espaguetis, gigantescas piezas de comida desplomándose desde el cielo, ingentes cantidades de gente huyendo sin rumbo fijo...: un conglomerado de desgracias capaz de borrar de la faz de la Tierra a la pequeña isla en la que nació Flint.

Una cinta de animación distinta. A veces, surrealista; en ocasiones, tierna en extremo. No la dejen escapar: la originalidad que rezuma bien lo merece. Y, ante todo, tomen buena nota de los consejos marinos y pescadores que suelta el padre de Flint, uno de los mejores personajes de la película al que, en su versión original, pone la voz el mismísimo James Caan.

19.12.09

Invasores del espacio exterior

Las fiestas navideñas son ideales para llevar a los más pequeños de la casa al cine. Varias son las ofertas que, para ellos, se pueden encontrar. Planet 51 es una de ellas; una co-producción entre Norteamérica, Gran Bretaña y España, dirigida al alimón por tres realizadores de nuestro país: Jorge Blanco, Javier Abad y Marcos Martínez, quienes en su debut en el campo del largometraje demuestran un dominio total en el arte de la animación en 3D.

Lo más destacable de Planet 51, aparte de su correctísima animación, es su perfecto look visual, capaz de competir, en este aspecto, con las grandes producciones que del género se hacen en los EE.UU. en la actualidad.

La película parte de una premisa ciertamente original y divertida. Y lo hace acercando al espectador a la estética y temáticas de la sci-fi de serie B que llegaba de los USA en los años 50. Permuta los roles habituales de las citadas cintas, con lo cual los alienígenas se convierten en los invadidos y los humanos en los extraterrestres. De este modo, un astronauta recién llegado de Cabo Cañaveral a un planeta desconocido será, a los ojos de sus verdosos habitantes, un peligrosísimo monstruo procedente del espacio exterior. El enredo es gracioso y está bien planteado.

Hasta aquí todo funciona a la perfección y, en líneas generales (que en definitiva, es lo que más importa), entretiene. El problema se encuentra en la irregularidad de un guión que, cada dos por tres, cae en los tópicos y guiños de siempre, mostrándose un tanto incapaz de ofrecer nada nuevo a la platea (a excepción de una ingeniosa y peligrosa mascota inspirada directamente en el Alien de Scott). Tanto es así que incluso copia descaradamente la forma y modos de otros personajes anteriores del cine de animación, tal y como sucede con el fiel robot del astronauta Chuck Baker, cuyos rasgos y tics recuerdan en demasía a Wall-E.

Limando asperezas y apostando por una historia menos previsible, es muy posible que en un futuro no muy lejano este trío de realizadores nos ofrezca un producto redondo. Por el momento, ya han conseguido un trabajo muy digno que, sin lugar a dudas, hará las delicias de los más pequeños a quienes, en definitiva, va destinado. Los mayores somos otra cosa: más exigentes y generalmente cargados de puñetas.

17.12.09

Paranormal activity

Pues nada, que el otro día, los del HalosCan decidieron abandonarme y cambiar el sistema de comentarios. Dicho y hecho. La transferencia fue inmediata. Pero, hete aquí, que no todo es tan bonito y tan fácil como parece pues, por lo visto, hay muchos navegadores (como sucede con algunas de las versiones antiguas del Explorer) en los que ha desaparecido la posibilidad de colgar un comentario en esta página, ya que no hay manera de visualizar el nuevo sistema. Cosas de meigas, digo yo...

Ya saben: si no ven los comments, no les va a tocar otro remedio que actualizar o cambiar el navegador. Perdonen ustedes las molestias por las deficiencias técnicas pero, al igual que el fútbol, la informática es “asín”.

14.12.09

Post de autoflagelación: EL TUNEL DEL TIEMPO

Es duro reconocerlo... pero todos tenemos un pasado.

10.12.09

El Dream Team de Loach

En Buscando a Eric, Ken Loach apuesta directamente por la comedia, aunque sin olvidar su cine más social y comprometido, su particularísima seña de identidad. De este film, en el que aplica la filosofía del fútbol a la vida cotidiana, se puede decir que se trata de un Loach distinto que, al mismo tiempo, sigue contando sus historias de siempre.

Al igual que hizo Woody Allen en Sueños de un Seductor al emparejar a su protagonista con un Bogart imaginario, el director británico asocia a uno de los personajes habituales de su cine (en esta ocasión, un cartero depresivo) con una estrella del fútbol, un Eric Cantoná que, interpretándose con mucha gracia a sí mismo, se le aparecerá a su fan para aconsejarle sobre su maltrecha vida sentimental y familiar.

La cinta funciona bien, sobre todo en su primera parte. Los diálogos son inteligentes. No busca la carcajada; se conforma con la sonrisa, casi continua, del espectador. Mezcla con facilidad la comedia con su (ya más que demostrada) habilidad para describir el ambiente de los barrios obreros del Londres actual. Incluso, para darle un poco más de salsa a la historia, se saca de la manga una subtrama con connotaciones cercanas al thriller: la mafia de barrio entra en funcionamiento.

Cantoná está bien, tiene coña; pero su comparsa, Steve Evets, el actor que da vida al cartero que pretende enmendar los errores de su pasado, se lo come con patatas. Y es que el hombre domina todos los registros, desde el más dramático al más humorístico, moviéndose con idéntica determinación tanto en las escenas íntimas como en las corales (atención, en este aspecto, a las reuniones de éste con sus peculiares compañeros de trabajo).

Todo parece perfectamente ensamblado. Pero no es así. El engranaje, inesperadamente, deja de funcionar como es debido. Y es que Loach, en la recta final, pierde los papeles, aparca a un lado su correcto tono narrativo y entra de lleno en una astracanada poco creíble y cargada de excesos. Por suerte, sólo son unos minutos de desmadre, perdonables si se tiene en cuenta el resto de su metraje. En términos futbolísticos, este seria un fuera de juego aislado en medio de un partido inspirado.

Al fin y al cabo, tal y como dicen los profesionales, “el fútbol es asín”.

4.12.09

Malamadre no hay más que uno

Se me escapó en su pase por el Festival de Sitges, pero finalmente lo he podido recuperar. Se trata de Celda 211, el nuevo trabajo de Daniel Monzón, un realizador que aún no me había convencido en absoluto con sus propuestas. Incluso La Caja Kovak, su film más reputado hasta el momento, me parece totalmente sobrevalorado. Lo de esta celda, sin embargo, es otra historia.

Amparándose en la novela de Francisco Pérez Gandul, Monzón orquesta su mejor cinta. Su inicio es impactante; tiene garra y promete mantener al espectador enganchado. Y cumple con su promesa. La adrenalina fluye tanto desde la pantalla como desde el patio de butacas. De toda la vida, en el cine, el tema carcelario ha ofrecido grandes dosis de morbo. Si se juegan bien las fichas, como ocurre en este caso, la cosa funciona de mil maravillas.

Véanlo sino: un funcionario novato en presidio, un motín inesperado, un secuestro con connotaciones políticas y un personaje de antología: el Malamadre, el rey de los quincorros, la inteligencia suprema de entre los internos. No negaré que, en este aspecto, la cosa tiene truco. Y el truco se llama Luis Tosar. Tosar es Malamadre, el (casi cantado) Goya al mejor actor de este año. Y es que el hombre, a través de ese insano, aunque al mismo tiempo magnético personaje, está que se sale. Añádanle a este tipo la peculiar cohorte de la que se rodea -un grupo de subordinados que parecen escapados del Todos a la Cárcel-, y sabrán lo que vale un peine. Pero aquí, al contrario que en el film de Berlanga, no hay coñas marineras que valgan; aquí, lo que hay, es muchísima mala leche.

El desarrollo tiene algunos puntos oscuros (no muchos) y ciertos detalles poco creíbles pero, en general, la propuesta aguanta de narices. Lo cierto es que resulta tan brillante y acertado el dibujo del Malamadre de marras que, por sí solo, con su presencia, ya llena dos terceras partes de la película. Tanto da que hayan pequeñas fisuras narrativas o pasajes que no terminan de colar: Malamadre y sus tatuajes son más que suficientes. Y allí, en segunda fila, sumisos, aunque cumpliendo a la perfección, gente como Antonio Resines, Carlos Bardem o el debutante Alberto Ammann, dejándose arrollar y arrinconar por el genio interpretativo de un Tosar iluminado.

Malamadre es Celda 211. Y Celda 211 es la película española del año. Monzón ha madurado y, por fin, me ha cautivado.

1.12.09

Plenilunio

La primera vez que vi a Paul Naschy en persona fue en el 96, ahora hace unos 13 años, en el hall del hotel Meliá, durante el Festival de Cine de Sitges. El hombre, con todo su equipaje a punto, esperaba un taxi que le llevara hasta el aeropuerto del Prat. Marchaba airado del Festival, pues aseguraba que había sido insultado por gente afín a la directiva. El certamen, por esos días, pasaba por una de sus etapas más problemáticas. Eran tiempos oscuros; los tiempos de Àlex Gorina al frente del cotarro; tiempos de aparcar a un lado el fantástico y apostar por un cine más cultureta y pedante. Por supuesto, la caspa hispánica no les molaba en absoluto y Naschy, con la excusa de una retrospectiva sobre cine fantástico español, había sido invitado al lugar casi en calidad de hazmerreír. Pero el bufón no estaba para bromas. Puso la directa y desapareció, asegurando que nunca jamás volvería a pisar Sitges.

Gracias a Ángel Sala, el cine de género regresó a Sitges. Y con él, Paul Naschy. La caspa volvía a ser aceptada como es debido en la Blanca Subur. Durante esta última edición, tuve la oportunidad de cruzarme con nuestro particular hombre de las mil caras en diversas ocasiones. Su exilio voluntario había terminado, aunque su vuelta fuera ahora en silla de ruedas. Estaba contento de sentirse querido. A su alrededor, siempre una legión de jóvenes entusiasmados. Y él allí, en el centro, ejerciendo de estrella mimosa: firmando autógrafos, concediendo entrevistas, posando para fotografías personales. Todo un mito que se recomponía con el calor del público.

Menos de dos meses después y tras un largo año acarreando un cáncer terminal, hoy, a los 75 años de edad, nos ha dejado. Por fin descansa en paz. Con él también se ha ido Waldemar Daninsky, su personaje más emblemático; ese ser torturado que, en casi una docena de películas y durante las noches de plenilunio, sufría brutales transformaciones que le convertían en hombre lobo. Hoy, curiosamente, también es noche de luna llena. A eso de la medianoche, asómense al balcón y posiblemente se conviertan en testigos de excepción del último paseo del amigo Daninsky.

FECINEMA 2009: Los largos (y II)

Un Prophete fue el largometraje ganador de la sección oficial de cine negro del Fecinema, una cinta franco-italiana, de corte carcelario y dirigida por Jacques Audiard. En ella, y a través de un abusivo uso de la cámara en mano (con el fin y efecto de acercarse al cinéma vérité, aunque termine por marear al espectador), se narra la historia de Malik, un joven árabe que ingresa en prisión por un delito menor y que, con el paso del tiempo y siempre dentro de presidio, termina por convertirse en un personaje ciertamente peligroso. Una acertada crítica sobre la nula reinserción que ofrecen los centros penitenciarios pero que, a mi parecer, y una vez sobrepasada la primera media hora de proyección, se pierde por culpa de su abusivo metraje (155 minutos inacabables) y, ante todo, por el ingente número de personajes y nombres que pululan por la pantalla, lo cual, inevitablemente, hace que resulte un tanto dificultoso el seguimiento de su complicada (y no del todo creíble) trama argumental. Un poco más de concreción le hubiera sentado la mar de bien.


El llamado Asesino de la Ballesta también estuvo presente en el certamen gracias a Las Dos Vidas de Andrés Rabadán, la ópera prima del catalán Ventura Durall y, curiosamente, co-escrita por éste y el protagonista del suceso en la vida real, el Andrés Rabadán del título, un joven que ingresó en prisión acusado de acabar con la vida de su padre con la ayuda de una ballesta y de provocar el descarrilamiento de varios ferrocarriles. La película analiza el proceso de redención del personaje durante sus años de internamiento y, por extensión, la relación que se estableció entre éste y una de las asistentes del centro. Lo mejor de la cinta (que a priori, todo hay que decirlo, no me llamaba en absoluto la atención) se localiza en el buen hacer de su pareja protagonista (Àlex Brendemühl y Mar Ulldemolins), el tono intimista del relato y su sencilla puesta en escena. A pesar de sus buenas intenciones, alguna que otra laguna narrativa empaña sus ansias de transparencia a la hora de acercarse a los hechos reales.

Dejando a un lado Los Condenados (película española de Isaki Lacuesta, filmada entre Catalunya y Perú y a cuyo pase no pude asistir) y cerrando la sección oficial, una graciosa comedia francesa muy a lo Flint, Agente Secreto. O sea, una sátira, con todas las de la ley, sobre la filmografía de James Bond y similares. Su título, OSS 117: Rio Ne Répond Plus, clara continuación de OSS 117: El Cairo, Nido de Espías, una cinta que se convirtió en todo un éxito de publico hace unos tres años en el país vecino y que, al mismo tiempo, ya recuperaba a un personaje cinematográfico de antaño. Entretenida y cargada de buenos gags, vale la pena destacar de ella su cuidada estética sesentera y, ante todo, los chistes que se saca de la manga aprovechando una línea visual muy típica de esos años, tal y como sucede, por ejemplo, con las particiones de pantalla para exponer varias acciones al mismo tiempo. Espías tontorrones, chicas en bikini y nazis pasados de rosca. Un entretenimiento, nada desdeñable, en toda regla. Francamente, esta fue una sorpresa inesperada.

En el apartado de cine fantástico, Manresa proyectó el desbarajuste de Lesbian Vampire Killers, el premio del público en el último festival sobre el género de San Sebastián y cuyo único interés (qué ya es mucho, teniendo en cuenta el patetismo general de la cinta) reside en la tentadora legión de vampiras tortilleras y a su funcional y pequeño prólogo, un simpático homenaje al Drácula de Coppola. El inexplicable fenómeno de Paranormal Activity (película de la que me escapé a la media hora de proyección en el pasado Sitges), el aburrido (aunque bienintencionado) The Road o la sinrazón de Infestation (una aborrecible comedia zetosa con toques gores), fueron algunos de los otros productos que se programaron dentro de esta sección paralela.

El Festival de Manresa sigue en pie. Los organizadores del evento piensan regresar de nuevo el próximo año. Desde luego que se lo merecen. Y muchísimos más. Por mi parte, espero repetir en un montón de ocasiones. Atrás quedan unos días deliciosos compartiendo mesa, copas y vivencias con la gente e invitados del lugar. Una maravilla de personal, sí señor. Y desde aquí, y muy en concreto, un par de besazos en la frente a dos personajes únicos y encantadores que, procedentes de Ventdelplà, nos alegraron toda una jornada a mi santa y a un servidor: Mar Ulldemolins y Dafnis Balduz.