17.2.09

Libros y secretos


The Reader (El Lector) es un film excelente, tanto por su causticidad argumental como por la emotividad que se desprende del mismo. Narrado en dos partes bien diferenciadas, ninguna de ellas tendría consistencia sin la existencia de la otra. En la primera asistimos a una historia de amor, de las de iniciación sexual, en donde un joven menor de edad queda prendado de los encantos de una mujer mayor. En la segunda, Stephen Daldry, su realizador, tras desvelar un misterio sobre la vida de ella, entra a saco en el melodrama más ácido y sobrecogedor. Él, el muchacho, atiende por Michael Berg; ella, por Hanna Schmitz, una trabajadora de la red de tranvías berlineses.

Ambientado en Berlín Occidental, pocos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, retrata a una sociedad triste y fría, en medio de la cual, los amantes protagonistas, a escondidas, dan rienda suelta a sus placeres ocultos. A petición de Hanna, el sexo y la literatura andan cogidos de la mano. Cada encuentro tendrá su apartado literario, pues ella disfruta haciendo que su “niño”, antes de encamarse, le lea en voz alta alguna que otra novela. Él es un lector brillante; ella una oyente agradecida. Todo parece funcionar a la perfección hasta que, un mal día, ella desaparece sin dejar rastro alguno.

La película de Daldry, casualmente producida por dos cineastas recientemente desaparecidos, Anthony Minguella y Sydney Pollack, cobra un especial interés justo tras la volatilización y posterior reaparición de Hanna. Ella y el par de secretos con los que carga, conforman un innegable punto de inflexión dentro de la trama, la cual, a partir de ese trazo desvelador, se convierte en un reto psicológico tanto para el espectador como para el atormentado Michael; un desafío de los que remueven todo tipo de sentimientos... ante todo los contradictorios. Un mazazo inesperado para un patio de butacas que se verá obligado a reciclar cuanto ha visto durante la hora anterior y a enfrentarse, a golpe de conciencia, a cuestiones ideológicas que muchos creían tener asumidas desde hace tiempo.

Una cinta a la que hay que acercarse sin conocer nada de antemano de su argumento pues, en buena medida, gran parte de la fuerza de The Reader radica en esa sorpresa devastadora que nos reserva hasta bien entrado su metraje. Por desgracia, demasiados críticos sin escrúpulos, algunos cinéfilos deslenguados y varios noticieros cinematográficos de tres al cuarto, ya se han encargado de divulgar la clave del film. Y les puedo asegurar que, sin saberlo con anterioridad, el efecto buscado por Dandry al descubrir "el misterio" resulta ciertamente impactante y
demoledor.

Kate Winslet está magnífica en la piel de Hanna, una criatura a la que ha creado, con toda la delicadeza posible, alejándose de cualquier tipo de amaneramiento. Primero, la April de Revolutionary Road; ahora es el momento de Hanna: dos mujeres distintas, aunque ambas marcadas por el estigma de la fatalidad. Definitivamente, este es el año Winslet. Espero que ninguna otra (Streep incluida) se atreva a robarle el merecidísimo Oscar por esta actuación.

Kate no está sola en el invento. Su papel se complementa tortuosamente con el de David Kross, el joven que da vida a su amante adolescente y que, con su interpretación, logra estar casi a su misma altura. El de Kross es un personaje que, en su edad adulta, ha recaído en un lacónico Ralph Fiennes quien se ha acercado al mismo a través de un registro muy cercano al de su jardinero fiel, siendo este actor, junto al forzado maquillaje de ella, lo más flojo de un producto ciertamente interesante y, en muchos aspectos, doloroso.

Un emotivo canto a la literatura. Un baile de sentimientos. Un baño de conciencias intranquilas... The Reader es todo ello y más; mucho más.... aunque, para disfrutarlo, hay que digerirlo al máximo durante unas cuantas horas después de su visionado. Y es que se trata de un plato consistente, en nada apto para estómagos delicados.

No hay comentarios: