31.10.12

SITGES 2012: Jornada 9 (bosques encantados, monstruos hoteleros y guionistas borrachuzos)

13 de octubre de 2012. Recta final del festival. En la penúltima jornada y a primerísima hora de la mañana toca soportar El Bosc, una nimiedad cutrona con todo el aspecto de una telemovie de poquísimo presupuesto que mezcla, en su historia, la guerra civil española con la ciencia-ficción. Ambientada en el Bajo Aragón, se adentra en el seno de una familia de payeses en cuyos terrenos albergan una puerta hacia otro mundo; portal que, una vez iniciada la contienda y huyendo de los milicianos, será utilizado bastante a menudo por el propietario. Tras la cámara, un hombre de cierto prestigio: un Óscar Aibar quien, en esta ocasión, ha perdido los papeles en el maremágnum de una historia disparatada y hasta por momentos ridícula, amén de políticamente sospechosa y diría que hasta tendenciosa. Al menos, y mirándola con buenos ojos, en su versión original, la propuesta se muestra espléndida en el tratamiento del catalán que se usaba en la franja aragonesa.


El día continuó con Hotel Transylvania, una sencilla cinta de animación en la que el conde Drácula inaugura un hotel de lujo para todos los monstruos del planeta; un lugar exclusivo en donde esconderse de la amenaza de los humanos; seres a los que temen desde lo más profundo de su alma. Un homenaje simpático, sencillo y muy infantil a toda la fauna de criaturas infernales que han poblado las salas de cine durante años y años, desde Frankenstein a El Hombre Lobo (quien por cierto, en la versión doblada, habla con acento andaluz), pasando por un sinfín de peculiares especímenes. Una cinta inocente, claramente dirigida a los más pequeños de la casa.

La película estrella del día fue la compacta Seven Psychopaths. Escrita y dirigida por Martin McDonagh tras su espléndida Escondidos en Brujas, narra las peripecias de un guionista cinematográfico durante la confección de un guión en el que quiere utilizar la figura de 7 asesinos psicópatas. Sus problemas con el alcohol sumados a algunas amistades peligrosas le harán conocer, muy de cerca, a los 7 pintorescos personajes de su libreto. Un guión brillante e inteligente, lleno de sabrosos diálogos y estallidos de violencia episódica, arropa a la perfección a un buen número de interpretaciones magníficas de gente como Colin Farrell, Christopher Walken, Sam Rockwell, Woody Harrelson, Harry Dean Stanton o Tom Waits (nunca había estado tan bien como en este film el músico de California). Todo un lujo de casting a disfrutar. Una comedia distinta; un thriller coñón… Un trabajo excelente dotado de un particularísimo y envidiable sentido del humor. Una joya en bruto.


Y esto ya se acaba. En el próximo post, el día final.

27.10.12

SITGES 2012: Jornada 8 (de militares conspiranoicos, casas encantadas y escritores paranoicos)

El jueves 8 de octubre, para empezar la jornada, en el Auditorio del Meliá se presentó el último film de Daniel Calparsoro, Invasor; un Calparsoro que llevaba 7 años alejado de la gran pantalla y dedicado, casi en exclusiva, al mundo de la televisión. Su nuevo trabajo se trata de un thriller de acción, suspense y un toque de denuncia política y militar, todo muy bien orquestado y en la línea de otros productos similares, de factura norteamericana, en donde las conspiraciones campan a sus anchas. Un entretenimiento trepidante que acerca al espectador a la investigación que inicia un médico del ejército español, al no creer ni una palabra del informe oficial emitido tras haber sufrido un atentado durante una misión internacional en Oriente Medio. Atención al oficial encabronado al que da vida un sobresaliente Karra Elejalde: para sacarse el sombrero.


Sinister es una más de tantas películas sobre casas encantadas. Ni aburre ni defrauda, pero tampoco aporta nada nuevo al género. De esas que yo denomino de “encefalograma plano”. En este caso, se acerca a las vivencias de un escritor que, buscando información para su nuevo libro, se traslada, junto a su mujer e hijos, a la casa en la que fueron asesinados todos los miembros de una familia. Un festival Ethan Hawke (prácticamente no hay escena en la que no salga) al servicio de un producto típico y tópico. Correcto pero preocupantemente previsible. De Scott Derrickson, el mismo que tuvo el morro de colar El Exorcismo de Emily Rose como un caso real.
 

Por la tarde, una comedia protagonizada por Simon Pegg, un actor cuya presencia ya empieza a ser bastante habitual en Sitges: no hay año que no salga en alguna de las películas del certamen. En esta ocasión lo hace con A Fantastic Fear of Everything, un título británico que, dirigido al alimón por Crispian Mills y Chris Hopewell, se acerca a los terrores paranoicos de un guionista televisivo quien, durante sus investigaciones para una serie sobre criminales célebres de la Inglaterra Victoriana, empezará a ver a posibles asesinos dispuestos a llevárselo al otro barrio en menos que canta un gallo. La cosa no empieza mal. La historia obsesiva que expone tiene su gracia, pero a la media hora uno acaba cansándose, tanto de su tratamiento como de la sobreactuación con la que Simon Pegg afronta a su histérico personaje. Después el invento va hacia otros derroteros (más patéticos si cabe) y, aun conservando el mismo hilo conductor, se convierte en otra película (¿por eso lo de los dos directores?) en la que el escritor, al intentar superar una de sus fobias, habrá de enfrentarse a un serial killer en el interior de una lavandería nocturna. Este fragmento, por su temática y ambientación escénica, me recordó a otra cinta, igualmente prescindible, presentada el año pasado en este mismo festival: El Callejón de Antonio Trashorras.
 

To be continued…

26.10.12

SITGES 2012: Jornada 7 (virus de famosetes, niños desaparecidos, pulpos alienígenas, morgues de mal rollo y perritos resucitados)

El miércoles 10 de octubre empezó con una presentación en sociedad: la del debut como realizador de Brandon Cronenberg, el hijo de David, con la película Antiviral, un producto muy acorde con las neuras de su progenitor y en la que se nos presenta a una empresa que comercia con virus cultivados en la piel de personajes famosos. Pues eso: el universo enfermizo del padre le ha quedado en herencia al primogénito. Una cinta malsana e igual de perturbadora que su enigmático protagonista, Caleb Landry Jones, que, sin embargo y a pesar de su más que correcta realización, peca de reiterativa. Vamos, a mí al menos me pareció que la historia se quedaba embarrancada sin avanzar demasiado. Vistos los resultados y limando asperezas, el joven Brandon puede convertirse en un buen narrador de historias purulentas y escabrosas.


A continuación, el director de la polémica Martyrs, Pascal Laugier, presentó su nuevo trabajo, The Tall Man, una cinta excelente y con tres registros distintos conseguidos gracias a un par de giros de guión ingeniosos y perfectamente planteados. Rompiendo con la tónica gore (y hasta diría que gratuita) que lucía en Martyrs -aunque salvando parte de ese toque sectario que poseía-, Laugier plantea una historia tensa, misteriosa y por momentos trepidante, en la que el fantástico y el horror van relevándose a lo largo de su metraje. La cinta se acerca a la historia de un pequeño poblado norteamericano, Cold Rock, en la que la población infantil está desapareciendo tras ser raptada por la que dicen ser una figura sobrehumana: la de un ser indefinido, alto y delgado. Un trabajo inteligente, crítico con ciertos aspectos de nuestra sociedad y que, a buen seguro, creará cierto debate entre los espectadores. No les chafo más. Sólo les digo que su principal protagonista, Jessica Biel, aparte de guapa está espléndida.


Grabbers es un divertimento de factura muy irlandesa y de intenciones muy cercanas a la gamberrada que en su día significó (salvando las distancias) la magistral Gremlins. O sea, una aldea al lado del mar, una taberna en donde emborracharse a gusto, mucha camaradería vecinal y, de propina, una grupo de monstruos marinos que, en forma de pulpos y venidos del espacio exterior, empezarán a sembrar el terror entre los habitantes del lugar. El film es sencillo, no aspira a mucho, pero, precisamente por su sencillez, se ganó merecidamente las simpatías del público. Además, hizo pasar un rato agradable a la platea del Auditorio del Meliá, cosa muy de agradecer después de un par de títulos ciertamente tensos. Y es que unas risotadas nunca vienen mal del todo.


Y de una comedia placentera, saltamos sin más al MAL ROLLO (así, en mayúsculas y negrita) por excelencia: el The Weight del coreano Jeon Kyu-Hwan. Mal rollo y mal gusto, todo sumado. La historia se centra en la figura de un hombre solitario y jorobado que trabaja como vigilante de una morgue, excusa que le sirve al tal Kyu-Hwan para divagar y salpicar al espectador con un sinfín de escenas gratuitas en donde la provocación y el morbo cobran un protagonismo especial. El guión es lo que menos le importa a su director: él sólo se aproxima a los cadáveres de la morgue y a su vigilante para fantasear con imágenes enfermizas que puedan ofender a la platea. Cansado de tanto morbo sin sentido, a la media hora decidí huir raudo de la sala para alimentar mi cuerpo serrano. Era la hora de comer y el cuerpo me pedía algo más que una cretinada tras otra.


Por suerte, por la noche, la cosa cambió de tercio y pudimos asistir al esperado estreno del Frankenweenie de Tim Burton. Basándose en el cortometraje de idéntico título que dirigiera en 1984 y en el que un niño resucitaba a su perro muerto siguiendo las mismas artes que el Dr. Frankenstein, Burton ha recurrido a la técnica del stop motion y a la fotografía en blanco y negro para urdir una divertidísima historia plagada de referentes y con un endiablado sentido del humor. La imaginería del realizador, por suerte y después de varios tropiezos, vuelve a estar presente al cien por cien. Una comedia que hará las delicias del espectador habituado, ante todo, a los viejos films fantásticos de la Universal, pues posee un clímax final lleno de guiños cinéfilos de envergadura, totalmente chispeante y trepidante. Atención al monstruario ilustrado que nos ofrece en su recta final; una recta final, cachonda y antológica, que logra hacer olvidar algún que otro bache de su parte central. El Tim Burton de antaño ha vuelto a aparecer.

  To be continued...

25.10.12

SITGES 2012: Jornada 6 (taxistas psicópatas, millonarios en limusinas, niños asesinos, técnicos de sonido gafapastosos y vampiros trasnochados)

No hay mejor manera de empezar una mañana, y despertar de golpe y porrazo. que enfrentándose a Chained, el nuevo trabajo de una Jennifer Lynch en plena forma que regresa a Sitges 4 años después de haber conseguido el premio al mejor film por Surveillance. Ahora lo hace mediante un thriller claustrofóbico, violento y contundente que narra la relación entre un taxista asesino de mujeres y un niño, hijo de una de sus víctimas, al que adopta como esclavo personal. Tenso, vibrante y lleno de pasajes dignos del mejor cine, cuenta con la espléndida interpretación de un Vincent D’Onofrio fuera de serie quien, por su labor, fue recompensado con el galardón al mejor actor de esta edición. Su giro final dejó descolocado a más de uno, pero a mí, personalmente, me gustó.


Cosmopolis es un aburrimiento firmado por uno de los incuestionables del fantástico, David Cronenberg. La cinta relata un día en la vida de un multimillonario que, a bordo de una limusina blanca, recorre la ciudad en busca de una barbería para un corte de pelo. Es innegable que el producto, irreguladísimo en donde los haya, está cargado de buenas intenciones. El realizador intenta recuperar su espíritu de siempre, pero se queda encallado en una narración estructurada a base de episodios a la que le cuesta avanzar. Afronta la crisis económica actual desde una perspectiva que parece muy crítica pero que, al mismo tiempo, peca de una dualidad ideológica un tanto sospechosa. Robert Pattinson se esfuerza en sacar adelante su personaje, sin llegar a conseguirlo y dejando que un esmerando plantel de secundarios (Juliette Binoche, Mathieu Amalric y Paul Giamatti, entre otros) se lo coman con patatas. Lo mejor de todo, como casi siempre en el cine de Cronenberg, radica en ese ambiente enrarecido con el que dibuja una urbe que está a punto de irse a tomar por culo.


De México llegó Juego de Niños, un remake de la popular ¿Quién Puede Matar a un Niño? de Narciso Ibáñez Serrador. Su director, un tipo nacido en Bielorusia y que oculta su rostro y su personalidad, atiende por el pseudónimo de Makinov. Aunque, más que Makinov, podría haberse puesto el de Juan Palomo, por eso del “yo me lo guiso, yo me lo como”, pues el hombre se ha encargado de todos los aspectos técnicos e intelectuales del film (fotografía, música, guión, producción, montaje, sonido…). De hecho, por mucho que lo parezca, tampoco se ha esforzado en demasía, ya que su cinta no deja de ser una fotocopia de la de Chicho: dejando a un lado su introducción, el resto del film es calcado, plano por plano, al del original de 1976 (la cual, curiosamente, tenía varias secuencias filmadas en Sitges).


La tercera paja mental del certamen apareció con Berberian Sound Studio, una inmensa tomadura de pelo en la que un técnico de sonido británico viaja hasta un estudio cinematográfico italiano para poner los efectos sonoros a un film de horror. Una película gafapastosa, capaz de crear una fuerte atmosfera enrarecida para, al final, dejar al espectador boquiabierto al no ofrecerle ningún tipo de clímax narrativo. Una especie de coitus interrumpus cinematográfico. Una bufonada de la que sólo cabe destacar el buen trabajo de Toby Jones, un actor que se está afianzando a marchas forzadas en el panorama del cine actual.


Para terminar la jornada, en el Auditorio fuimos castigados con el Drácula 3D de Dario Argento, una coproducción italo-franco-española, con Enrique Cerezo de productor y coguionista que, por su cutrez escénica y narrativa, resulta de lo más risible y ridícula. Sólo le funciona el uso del 3D. Basado en la obra original de Bram Stoker (aunque respetándola poquísimo), da la impresión de tratarse de una especie de obra teatral realizada directamente para televisión a principios de los años 70. Decorados de cartón piedra, actores en baja forma (que pena da ver al Unax Ugalde totalmente perdido en la piel de Johnathan Harker) y un montón de situaciones de lo más patético. Ni la Asia Argento llama la atención. Cualquier Estudio 1 de la época resultaría más tentador. Ante lo arcaico de la propuesta, decidí salirme de la sala hacia la hora de proyección. Era tarde y lo mejor que podía hacer era dormir para afrontar un nuevo día.


To be continued…

23.10.12

SITGES 2012: Jornada 5 (serial killers campestres, brujería pajolera, comediejas indis y ositos parlanchines de peluche)

La cosa empezó muy bien, el lunes 8, con la proyección de Sightseers, una comedia negra, de humor muy británico, que narra las vacaciones campestres de una pareja de enamorados que desatan sus iras llevándose por delante a cuantos se cruzan en su camino. Dirigida por Ben Wheatley (el mismo de la para mí decepcionante Kill List) y escrita por su sus dos protagonistas principales, Alice Lowe y Steve Oram, el film, que tiene como claro referente a Los Asesinos de la Luna de Miel, se alzó con varios de los premios del Palmarés de esta edición, como el de mejor guión y el de mejor actriz. Un trabajo espléndido que destaca por la mala leche que destila.


El siempre controvertido Rob Zombie presentó uno de los truños mayúsculos del Festival: The Lords Of Salem, o lo que yo daría en llamar como la segunda paja mental del certamen. En ella, y potenciando descaradamente las (pocas) dotes interpretativas de su esposa (Sheri Moon Zombie), el hombre intenta narrar la posesión diabólica de una locutora de radio por parte de un grupo de brujas. Una aburridísima cinta, plagada de pasajes colgadísimos, que no conduce absolutamente a ninguna parte. Lo que prometía ser una película verdaderamente terrorífica, no es más que una mera nimiedad sin sentido ni ritmo alguno. Demasiadas alucinadas y divagaciones varias le costaron una buena pitada en el Auditorio del Meliá.

Safety Not Guaranteed es una comedia muy pequeñita y simple que, sin embargo, se ganó la simpatía del público asistente. En su argumento, en el que se amaga una mínima coartada fantástica, se barajan varios factores: desde los típicos y tópicos que conllevan las historias de amor hasta los devaneos habituales de las comedias de enredo. Tres periodistas siguen la pista del hombre que ha publicado un anuncio en un diario solicitando un compañero para realizar un viaje en el tiempo. Todo en plan muy indi y sencillito. La verdad es que me cuesta entender la buena acogida que obtuvo, pues la cosa me pareció de lo más banal. Será que me estoy haciendo mayor.


Cerrando una jornada no muy tentadora, el barcelonés Marçal Forès presentó Animals, un gigantesco despropósito que baraja en su argumento un montón de cuestiones sin llegar a profundizar en ninguna de ellas. Un film desangelado y extremadamente ridículo en muchos de sus pasajes, que pretende acercarse al despertar sexual y emotivo de un joven solitario que, marcado por la muerte de sus padres, mantiene conversaciones con un osito de peluche. Al más puro estilo de las telemovies, Tremendo. Una soberana tomadura de pelo, mal filmada y peor interpretada. Una forma como otra de probar la capacidad de aguante del público asistente.

Un día ciertamente desalentador. Suerte de Sightseers, que le dio un poco de color a un lunes en nada prometedor.

To be continued...

17.10.12

SITGES 2012: Jornada 4 (robots sanitarios, tsunamis devastadores, alienígenas entrañables y alucinadas metafantásticas)

El domingo 8 de octubre no podía empezar mejor. De buena mañana, una pequeña joya: Robot & Frank. Dirigida por Jack Schreider, se trata de una cinta futurista que, navegando entre la comedia y el melodrama, nos acerca a la relación establecida entre un hombre con primeros síntomas de Alzheimer y un robot a su servicio que, contratado por su hijo, ejerce las funciones de cuidador. Emotiva y divertida por momentos, la película se beneficia del espléndido trabajo de un Frank Langella mayúsculo: él es ese hombre enfermo, gruñón y solitario, que estimulado por la presencia del autómata sentirá la imperiosa necesidad de recuperar su antiguo oficio, el de ladrón de guante blanco. De propina, haciendo lado a Langella, gente como Susan Sarandon y Liv Tyler. Un producto sencillo, aunque totalmente estimulante y cargado de sentimientos que, por derecho propio, consiguió el Premio del Público. Todo un lujo.


A continuación, en el Auditorio se proyectó el plato fuerte de la mañana, Lo Imposible, el nuevo film de Juan Antonio Bayona tras El Orfanato. Basado en el caso verídico de una familia que sobrevivió al tsunami tailandés del 2004, lo mejor del producto (a pesar de que ya lo había mostrado Clint Eastwood con anterioridad en Más Allá de la Vida) se encuentra en su primera hora de proyección, en donde el realizador, para exponer los efectos devastadores de la ola gigantesca, hace un alarde de tecnología ciertamente brillante. Después, a mi gusto, la cosa decae un tanto. La cosa se trata de reunificar de nuevo a los cinco integrantes de la familia protagonista: por un lado, la mujer y su hijo mayor; por el otro, el hombre y los dos pequeños. Bayona busca en demasía el uso del kleenex. Es tanta la emotividad que pretende crear que, por exceso, a mi me dejó bastante frío. A pesar de los pesares, se trata de un film valiente y esforzado que dignifica a la producción española actual y que, sin lugar a dudas, se convertirá en el título al que acudirán en masa los espectadores poco habituados a ir al cine. Interpretativamente hablando, resaltar los trabajos de una impresionante Naomi Watts y del joven Tom Holland, sobre el que recae el mayor peso de la película. Por su parte, Ewan McGregor da la impresión de ir un tanto perdido (y nunca mejor dicho) en medio de tanto barro y destrucción.


La mañana del domingo aún siguió por derroteros tentadores, pues llegó el turno de recuperar el E.T. El Extraterrestre en la impresionante pantalla del Auditorio del Meliá, en copia restaurada y remasterizada. Una gozada para quien no sufriera la desgracia, como me sucedió, de tener justo en la fila de atrás a un matrimonio que tuvo la inconsciencia de llevar a su hijo de apenas 2 años a ver una película en versión original subtitulada. Y es que la pobre criatura -con razón- no paró de preguntar y el padre, sin moderar la voz, de explicarle todo cuanto decían y sucedía en pantalla. Como no quería amargarme la sesión y conservar un buen recuerdo del film de Spielberg, a los quince minutos salí de la sala. Aún quedaba una película más por delante y valía la pena aprovechar el tiempo muerto para cargar las baterías de mi cuerpo serrano.


El día aún depararía otro título asombroso más: The Cabin In The Woods, todo un homenaje, ingenioso y divertido, al cine fantástico en toda su extensión. Realizada por Drew Goddard tras su guión para Monstruoso, la cinta, con un sentido del humor envidiable, entra a saco en lo que se ha dado en llamar el metalenguaje del género. Lo que empieza como una hiriente sátira a programas televisivos tipo Gran Hermano, y con un mucho de Los Juegos del Hambre en su haber -en donde cinco teenagers verán violada su intimidad en el interior de la solitaria cabaña que han elegido para pasar un fin de semana-, cambia totalmente de tercio cuando el director, a través de varios giros de guión, abre nuevas y sorprendentes capas en su argumento. Debido al número de sorpresas que acumula en su metraje (incluido un cameo de una estrella muy ligada al cine fantástico), es mejor dejar en este punto los comentarios. Vale la pena que la descubran por ustedes mismos. Seguro que la disfrutarán.


To be continued…

16.10.12

SITGES 2012: Jornada 3 (terremotos con pijillos, persecuciones amarillas, nazis lunáticos y psicópatas de mucho cuidado)

La tercera jornada, la del sábado 6 de octubre, empezó demasiado pronto, como casi cada día. A las 8:30 se proyectaba en el Auditorio Aftershock, la última película del chileno Nicolás López, el mismo que hace unos años tuvo un rifirrafe personal conmigo en el blog a raíz de un comentario mío sobre su nefasta Santos, cinta presentada igualmente en este Festival. La verdad es que el chico se ha esmerado un poco más en su nuevo título, pero tampoco crean que su leve mejoría es para celebrarla con un castillo de fuegos artificiales. Supongo que la presencia de Eli Roth (Hostel) en la producción, guión e interpretación ha influido muchísimo en tal nimia mejora. Y es que, antes de entrar en materia, se pasa 40 agotadores minutos de reloj (sin exagerar) mostrando los devaneos de un grupo de turistas pijos bailando y emborrachándose por locales nocturnos y discotecas de Valparaíso; tiempo más que suficiente como para acabar odiando a todos sus protagonistas, incluido a Eli Roth. Cuando el espectador ya está derrotado ante tanta gilipollez, un terremoto remueve las tripas de Valparaíso y pone a los jovenes borrachuzos en un brete. La ciudad es un infierno. Incluso un grupo de reclusos violentísimos, aprovechando el caos imperante, han logrado escapar de prisión. Aquí es justo cuando la cinta empieza a funcionar. Accidentes, decapitaciones, violaciones, cementerios derruidos… Todo muy burdo y casposo, aunque entretenido y siempre con el regusto de la serie B de antaño (tirando a zetosa). Limando asperezas y eliminando la paja acumulada al inicio, hasta tendría su gracia (aunque su final resulta de lo más previsible). A lo mejor, algún día, es posible que al López le salga un buen producto. Todo es cuestión de cruzar los dedos y encomendarnos a Tutatis.


Motorway fue otra de las propuestas del día. Una cinta de acción procedente de Hong Kong y producida por Johnny To. Su director, un tal Soi Cheang. La cosa va de un policía novato que, explotando su pericia al volante, se obsesiona en pillar a un quincorro especializado en conducir coches para otros y huir tras la ejecución de sus crímenes. La cinta, a pesar de contener un sinfín de trepidantes persecuciones automovilísticas y de estar filmada con un ritmo frenético, acaba aburriendo al más pintado. Viendo su primera media hora ya hay más que suficiente, pues no avanza hacia ningún lado y se me antoja absolutamente reiterativa. Díganme clásico, pero para persecuciones me sigo quedando con la de Bullit.



A media tarde fue presentada Iron Sky, una película financiada casi en su integridad por internautas y que fue recibida en el Auditorio con una gran expectación. Su temática, a priori, prometía una comedia gamberra y divertida: un grupo de nazis, que permanecen escondidos en la cara oculta de la luna desde finales de la Segunda Guerra Mundial, pretenden instaurar el IV Reich en la Tierra del año 2018. La verdad es que, a los pocos minutos de su proyección, todas las esperanzas se me fueron al garete. Un festival de chistes baratos y chabacanos, sumado a un sinfín de despropósitos narrativos, acabaron de alejarme por completo de la propuesta de su director, el finlandés Timo Vuorensola (lo de llamarse Timo debería haber sido premonitorio), un hombre al que, de forma un tanto torpe y en las escenas en las que intenta hacer paralelismos jocosos con la política actual, se le va un tanto la mano en sus numerosos acercamientos al Teléfono Rojo, ¿Volamos Hacia Moscú? de Kubrick. Lo único mínimamente gracioso -aunque por reiterativo, cansivo- es que el héroe protagonista sea un negro decolorado por un científico hitleriano.


Mucho más interesante resultó el último film del día, la revisión del Maniac de los años 80 que, con idéntico título, ha dirigido Franck Khalfoun. Producida por el propio William Lustig (el realizador del Maniac original) y Alexander Aja (todo un experto en urdir excelentes remakes de viejas cintas del fantástico), la película propone una visión distinta del asesino de mujeres que en su día interpretó el grandullón de Joe Spinell ya que, en esta ocasión, todo cuanto acontece en pantalla está filmado con cámara subjetiva, colocando así al espectador en el mismo punto de vista del criminal. Y no sólo cambia su estilo narrativo, sino que incluso se atreve a sustituir la corpulenta figura del psicópata original por la más esmirriada y bajita de un genial Elijah Wood, actor al que, en su mayor parte, sólo se le ve a través de espejos y cristales. A pesar de dichos cambios, el Maniac actual se muestra totalmente respetuoso con las intenciones y el argumento del primitivo, al que dedica un buen número de guiños. Asume a la perfección la vertiente gore y sanguinaria del primero aunque, en su estructura y guión, se muestra mucho más sólido y acorde con los tiempos actuales, atreviéndose, en varias ocasiones, a homenajear a Brian de Palma a través de algún que otro travelling, tal y como sucede en la escena en la que el trastornado personaje de Elijah Wood persigue y acosa a una mujer en los andenes y pasadizos del metro. De lo mejorcito del festival hasta el momento.


To be continued...

15.10.12

SITGES 2012: Jornada 2 (niños enfermos, gafapastadas de tomo y lomo, chinos saltarines, humillaciones perversas, teenagers colgados y émulos de Bonnie and Clyde)

El viernes 5 de octubre estuvo marcado por una sobrecarga de cine. La cosa empezó muy temprano, a eso de las 8 y media de la mañana, con Insensibles, una coproducción entre España, Francia y Portugal dirigida por Juan Carlos Medina. La cinta propone un acercamiento distinto a la guerra civil y a la postguerra española, de tono fantástico y terrorífico, a través de un centro médico en el que están internados (o mejor dicho, encerrados a cal y canto) varios niños que sufren de un mal que les hace insensibles al dolor. Un film estremecedor y de mal rollo, perfectamente estructurado y ambientado, que mezcla el horror del nazismo, con enfermedades incurables y torturas espeluznantes. Muy capaz de crear ambientes tensos y cargados de una atmósfera insana, ofrece al mismo tiempo una buena interpretación de Alex Brendemühl. Lástima que el realizador, en su desmesura, pierda los papeles en sus nada convincentes y desmadrados minutos finales.


La mañana siguió con la primera paja mental del certamen y que, con posterioridad, se hizo con los premios a mejor película y dirección, entre otros. Se trata de la para mí insufrible Holy Motors, una soberana y aburridísima pedantería del francés Léos Carax. Una fábula onírica (¿o una colgada indignante?) que, siguiendo al pasajero de una limusina en su larga travesía por las calles de París, hace un recorrido por los distintos roles del ser humano, tanto en la vida como en la muerte. Soledad, amor, sexo, violencia, hastío, cotidianeidad… Centenares de conceptos amontonados sin orden ni concierto. Hasta juraría que hace un par de homenajes velados a El Planeta de los Simios y al Cars de la Disney… ¿o no?. Pues eso: que el Carax va de inteligente, lo sabe todo y se atreve con todo. El gurú del cine actual. Para impartir su clase magistral se vale de Denis Lavant (el tío al que Eva Mendes se la pone palote), su claro alter ego, un actor (cargante) que representa a varios personajes diferentes a lo largo de sus dos interminables horas de duración. Rayando el más gusto en algunos episodios (ciertamente desagradable el protagonizado por la Mendes) y tremendamente irritante en otros (ese número musical interpretado por Kylie Minogue en plan peli del Jacques Demy), la cinta fascinó a unos e irritó a otros (entre los que estoicamente me cuento). Los “fascinados” dicen que se trata de una provocación artística dotada de gran sensibilidad; personalmente prefiero calificarla de postalita turística parisina disfrazada de gafapastada con ínfulas.


Después la cosa siguió de manera más desenfadada, aunque sin aportar nada bueno ni interesante. Para cortar por lo sano con los efluvios intelectualoides soltados a diestro y siniestro por Holy Motors, una tontería, sin pies ni cabeza, dirigida por Tsui Hark, Flying Swords of Dragon Gate. Una chinada de mucho cuidado, con catanas a granel, artes marciales, arqueros y tiparracos suspendidos en el aire dándose sonoros mamporros. Para matar dos horas perdidas y olvidarla luego por completo. No hay más. A excepción del uso del 3D, nada nuevo a resaltar en el cine del realizador vietnamita. O sea: historia cero, nula coherencia argumental y una realización bastante desastrosa, sólo salvada por los abusivos efectos del citado 3D. Un festival de hostias y un poco de magia potagia en la China de finales de la dinastía Ming.


Por fin, por la tarde, el día nos deparó una buena sorpresa con Compliance, lo mejor de la irregular jornada. Un film indi que, a pesar de proyectarse en horas difíciles (ya saben, tras la comida hay un claro peligro de siesta inminente), mantuvo al personal totalmente atento a la pantalla del Auditorio. Procedente de Sundance, basado en un caso real (¿por eso competía en la sección oficial de cine fantástico?) y contando con un escenario casi único -la trastienda de una hamburguesería en la América profunda-, se trata de un producto tan tenso como claustrofóbico cuyo destacable crescendo narrativo logra arrinconar del todo su posible vena reiterativa. Su director, Craig Zobel, para contar una historia en donde la humillación humana y las relaciones laborales juegan papeles importantes, parte de la llamada telefónica que realiza un supuesto agente de policía a la encargada del local, alertándola de que una de sus empleadas ha sido acusada de un delito de hurto por parte de una cliente. Lo que empieza como un simple aviso, acabará traspasando todo tipo de líneas morales. Un reparto efectivo (del que cabe destacar a la joven Dreama Walker) al servicio de un thriller cargado de fuertes aires melodramáticos y de una contundente crítica social. Por cuestiones culturales, al espectador español es posible que le cueste creer del todo el caso que expone… pero en los EE.UU., tal situación, ha sucedido en más de 70 ocasiones. Lástima que la película no haya sido recompensada de ningún modo durante la entrega final de premios.


John Dies At the End es una insignificante comedia de género dirigida por uno de los iconos de la serie B de los 80 (y casi, casi, diría que Z), Don Coscarelli, el artífice de Phantasma (y secuelas) y El Señor de las Bestias (y secuelas). La película, banal en donde las haya, es de esas que se olvidan totalmente a la media hora de haberla visto. Amparándose en una serie de episodios fantásticos nacidos en Internet y protagonizados por un par de adolescentes enganchados a una droga alucinógena, el film acerca al espectador hasta un universo plagado de situaciones surrealistas y a cual más estúpida, en donde seres monstruosos y conspiraciones satánicas danzan a su antojo. Un delirio vacío del que sólo despuntan un par de gags y la fugaz presencia de Paul Giamatti. Muy poco ha avanzado el amigo Coscarelli desde su debut con la citada Phantasma. A pesar de querer amoldarse a las nuevas tendencias, su cine sigue siendo igual de cutre. Me parece que ni los frikis celebraron en exceso su nuevo título. Pasto de estanterías de vídeo-club.


Y ya en sesión golfa en el cine Prado, en el corazón de Sitges y rematando la ardua jornada, una comedia ácida e independiente, totalmente crítica con el mundo de la televisión actual. Su título, Good Bless America; su director, un tal Bobcat Goldhwait. Lo mejor de la cinta estriba precisamente en su citado espíritu crítico y, ante todo, en sus compactos y gamberros quince minutos iniciales. Después, la cosa decae y se convierte en una reiteración continua, en donde el tópico termina por llevarse el gato al agua. La cinta, entre coñas a espacios televisivos al estilo de Tú Sí Que Vales y reality shows varios, se centra en la violenta alianza formada entre un hombre divorciado, amargado y sin empleo y una joven menor de edad quienes, en sus acciones, y erigidos en peculiares defensores de la “moralidad”, emulan a la mítica pareja compuesta por Bonnie y Clyde. Siempre rozando la provocación y la incorrección política, pero sin atreverse a entrar a saco en ningún momento. Un quiero y no puedo que acaba defraudando. Y más a altas horas de la madrugada.


To be continued…