Motorway fue otra de las propuestas del día. Una cinta de acción procedente de Hong Kong y producida por Johnny To. Su director, un tal Soi Cheang. La cosa va de un policía novato que, explotando su pericia al volante, se obsesiona en pillar a un quincorro especializado en conducir coches para otros y huir tras la ejecución de sus crímenes. La cinta, a pesar de contener un sinfín de trepidantes persecuciones automovilísticas y de estar filmada con un ritmo frenético, acaba aburriendo al más pintado. Viendo su primera media hora ya hay más que suficiente, pues no avanza hacia ningún lado y se me antoja absolutamente reiterativa. Díganme clásico, pero para persecuciones me sigo quedando con la de Bullit.
To be continued...
A media tarde fue presentada Iron Sky, una película financiada casi en su integridad por internautas y que fue recibida en el Auditorio con una gran expectación. Su temática, a priori, prometía una comedia gamberra y divertida: un grupo de nazis, que permanecen escondidos en la cara oculta de la luna desde finales de la Segunda Guerra Mundial, pretenden instaurar el IV Reich en la Tierra del año 2018. La verdad es que, a los pocos minutos de su proyección, todas las esperanzas se me fueron al garete. Un festival de chistes baratos y chabacanos, sumado a un sinfín de despropósitos narrativos, acabaron de alejarme por completo de la propuesta de su director, el finlandés Timo Vuorensola (lo de llamarse Timo debería haber sido premonitorio), un hombre al que, de forma un tanto torpe y en las escenas en las que intenta hacer paralelismos jocosos con la política actual, se le va un tanto la mano en sus numerosos acercamientos al Teléfono Rojo, ¿Volamos Hacia Moscú? de Kubrick. Lo único mínimamente gracioso -aunque por reiterativo, cansivo- es que el héroe protagonista sea un negro decolorado por un científico hitleriano.
Mucho más interesante resultó el último film del día, la revisión del Maniac de los años 80 que, con idéntico título, ha dirigido Franck Khalfoun. Producida por el propio William Lustig (el realizador del Maniac original) y Alexander Aja (todo un experto en urdir excelentes remakes de viejas cintas del fantástico), la película propone una visión distinta del asesino de mujeres que en su día interpretó el grandullón de Joe Spinell ya que, en esta ocasión, todo cuanto acontece en pantalla está filmado con cámara subjetiva, colocando así al espectador en el mismo punto de vista del criminal. Y no sólo cambia su estilo narrativo, sino que incluso se atreve a sustituir la corpulenta figura del psicópata original por la más esmirriada y bajita de un genial Elijah Wood, actor al que, en su mayor parte, sólo se le ve a través de espejos y cristales. A pesar de dichos cambios, el Maniac actual se muestra totalmente respetuoso con las intenciones y el argumento del primitivo, al que dedica un buen número de guiños. Asume a la perfección la vertiente gore y sanguinaria del primero aunque, en su estructura y guión, se muestra mucho más sólido y acorde con los tiempos actuales, atreviéndose, en varias ocasiones, a homenajear a Brian de Palma a través de algún que otro travelling, tal y como sucede en la escena en la que el trastornado personaje de Elijah Wood persigue y acosa a una mujer en los andenes y pasadizos del metro. De lo mejorcito del festival hasta el momento.
To be continued...
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