Esta 45ª edición se inicio el jueves 4 de octubre
con la proyección de El Cuerpo, una cinta de producción española que supone el
debut en la dirección del barcelonés Oriol Paulo. En ella, un thriller de
intriga y horror ambientado en el seno de una morgue, asistimos a la investigación que
lleva a cabo un cansado inspector de policía para descubrir que se esconde tras
la desaparición del cadáver de una mujer adinerada a las pocas
horas de haber ingresado su cuerpo. Narrada a golpe de flash-backs, su
realizador, a pesar de lo truculento del relato, demuestra un
buen dominio del suspense y, sin miedo a caer en el mayor de los ridículos
(cosa que está a punto de sucederle en varios pasajes al jugar siempre al
límite), salva la papeleta con nota alta. La cosa es que, con sus defectos, entretiene y engancha. Gran parte de
su buen funcionamiento se debe a su trabajado y sorprendente giro final que, de tan
rocambolesco, hasta tiene su gracia. José Coronado, con un look ciertamente
desagradable, convence con su actuación, cosa que no ocurre con la desaborida
interpretación de Hugo Silva. Por su parte, Belén Rueda se confirma definitivamente como la
Dama del Fantástico Español actual y, al mismo tiempo, como la actriz
por excelencia encargada de darle vidilla (aunque sea haciendo de muerta) a las
galas de inauguración del Festival de Sitges: El Orfanato y Los Ojos de Julia son sus dos claros precedentes.
Esa misma mañana, se pudo ver (en mi caso, sufrir) en
el Auditorio del Meliá Nameless Gangster: Rules Of The Time, una producción de
Corea del Sur que, a pesar de estar basada en un caso real, competía a concurso
en la Sección Oficial de Cine Fantástico. La película, que pasó sin pena ni
gloria, repasa la vida de un mafioso con fuertes contactos en el mundo de la
política quien, en sus inicios, se introdujo en el Sindicato del Crimen gracias a
su innata facilidad, como funcionario de aduanas, para aceptar sobornos de todo
tipo. Ya saben, se trata de cine coreano: muchas ráfagas de violencia física,
un toquecillo de humor amarillo (para mí, difícil de entender) y un sinfín de
golpes en la cocorota de sus protagonistas. Alargada hasta extremos increíbles y
no muy bien explicada, la propuesta me resultó ciertamente indigesta y
aburrida. Vaya, que los bostezos se apoderaron de todo mi ser. Lo mejor del invento: el arte que tienen los coreanos para molerse a palos.
El primer día, como cada año, hay muy poco cine y un mucho
de reencontrarse con los viejos amigos. La gran traca cinéfila viene después. Todo es cuestión de
situarse y tomar conciencia para afrontar una larga semana llena de películas y vivencias que les
iré exponiendo en sucesivos posts. Mañana un poco más.
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