31.8.11

En el fragor de la batalla

Takashi Miike nunca ha sido santo de mi devoción. En general, su cine me parece soporífero, pedante y en extremo provocador. Vaya, en una palabra: insoportable. Tanto es así que 13 Asesinos me ha sorprendido gratamente. Y es que tras este trabajo -en realidad un remake de un viejo film de Eiichi Kudo de 1963-, se esconde un gran homenaje al cine clásico de aventuras de toda la vida y, en particular, a Los Siete Samuráis de Kurosawa.

La épica de la batalla y el romanticismo de la aventura unidos a través de una narrativa tan academicista que es inevitable, durante su visionado, pensar en muchos de los grandes films de gente como John Ford o del citado Akira Kurosawa. En esta ocasión, el amigo Miike deja a un lado su faceta más iconoclasta y nos obsequia con una ración de gran cine. De ese CINE, con mayúsculas, que cuesta tanto de ver en los tiempos actuales.

Ambientada en el Japón feudal, 13 Asesinos se centra en la historia de Shinzaemon Shimada, un samurai que, con una larga experiencia a cuestas, ha sido llamado por sus superiores para acabar con la vida de Lord Naritsugu, el violento y ruin hermanastro del actual Shogun. De hecho, se teme que, como posible sucesor en el poder, sus actos violentos e injustificados pudieran terminar con la paz del país.

La cinta, en su primera parte, hace especial hincapié en la presentación del grupo de hombres que el tal Shinzaemon reúne para perpetrar la aniquilación del futuro Shogun y, ante todo, en describir, con todo lujo de detalles, los actos bárbaros del personaje a exterminar. Siempre va al grano, sin colgarse en detalles secundarios y preparando al espectador para el aparatoso combate final que esos 13 integrantes del peculiar Grupo Salvaje mantendrán con las huestes del perverso Naritsugu.

45 minutos de batalla sin cuartel. 45 minutos de espectáculo en toda regla. 12 (+1) honrados samuráis contra 300 tipos dispuestos a todo con tal de proteger la vida de su amo. Una lucha sin tregua que no deja títere con cabeza ni cede tiempo al aburrimiento. Ni Tarantino llegó tan lejos en la recordada escena final de la primera entrega de Kill Bill. Catana va, catana viene. Flechas, lanzas, explosiones... peleas cuerpo a cuerpo. Un delirio visual, de ritmo endiablado y filmado de forma magistral. La coreografía y el montaje de la particular guerra en la que nos sumerge Miike es para sacarse el sombrero.

Una inesperada sorpresa. Cine del bueno y de la mano de un cineasta que, en su personal pulso con los grandes clásicos, tampoco renuncia a los detalles que ha ido cultivando a lo largo de su extensa e incalificable filmografía. Amante del gore más contundente, no escatima en violencia (totalmente explícita y acorde con la historia narrada) ni en acercase a los horrores de la mutilación. Sin lugar a dudas, lo mejor de Takashi Miike en años.

25.8.11

Los Goonies vs. E.T.

La recién estrenada Super 8 supone un inmenso guiño cinéfilo a toda una generación que se educó cinematográficamente con productos made in Spielberg. Los Goonis (su más claro referente), E.T., Gremlins o El Secreto de la Pirámide, entre otros títulos, están muy presentes en el largometraje que, producido por Steven Spielberg, ha realizado J. J. Abrams. Y no sólo se trata de un homenaje a una generación concreta y a una manera de entender el Séptimo Arte ya que, al mismo tiempo, se aproxima con mucho cariño a todos aquellos cineastas (el propio Spielberg en cabeza) que se iniciaron en la dirección a través de cortometrajes en Super 8.

Super 8 es entretenimiento en estado puro. No pierde el tiempo en coartadas culturales ni segundas lecturas. La cinta de Abrams no es más que lo que se ve en pantalla, sin engaños de ningún tipo. Efectos especiales, maquetismo por un tubo y niños intrépidos. Más que suficiente para lograr un producto comercial totalmente digno y atractivo. Un film fantástico y de aventuras con el (inevitable) toque dulzón de la mayoría de producciones de la Amblin de los años 80.

Ambientada en el verano de 1979, justo durante las vacaciones estivales, nos presente a una pandilla de chavales enfrascados en la filmación de un corto sobre zombis. Durante una de sus tomas, la cámara captará accidentalmente el brutal descarrilamiento de un tren de mercancías militar que, con el paso de los días, provocará extraños e inexplicables fenómenos en la tranquila y pequeña localidad de Ohio en la que residen. Algo sobrenatural parece estar azotando a la población.

Este es el punto de partida de la esperada unión de dos titanes de la imagen como Abrams y el director de En Busca del Arca Perdida. Los Goonies han sido actualizados. Y, en su camino, se les ha colocado un E.T. con demasiadas ganas de regresar a su planeta. Añádanle una historia de amor entre dos de los chicos de la pandilla (maravillosa Elle Fanning, por cierto), la inquietante presencia de un grupo de militares sin escrúpulos y un grupo de policías locales, capitaneados por el padre de uno de los muchachos, dispuestos a dar con el problema que azota a su pueblo.

La cinta funciona a dos niveles. Uno, el mejor, con el retrato de los miembros de la pandilla y todo lo que hace referencia a la divertida producción de su film en Super 8, así como a la historia de amor entre el hijo del sheriff y la hija de un tipo conflictivo y cargado de problemas con la ley. El otro nivel, el que hace referencia a los posteriores efectos del accidente ferroviario y la caza del alienígena, se queda un poco corto ante las expectativas creadas: la previsibilidad y el desmelene (la forzadísima escena final no es digna de todo su desarrollo anterior) están a la orden del día. No molesta, tampoco aburre, pero en el fondo no ofrece nada nuevo al espectador.

Lo mejor de Super 8, aparte de su endiablado ritmo, es su vena nostálgica por recuperar el sabor de los productos de los 80 en pleno 2011. Un logro más que suficiente como para perdonar ciertas irregularidades en su parte más aventurera. La compacta escena del descarrilamiento o sus ingeniosos créditos finales (de los que no hay que salirse antes de tiempo), demuestran el imaginario y la fuerza de J. J. Abrams tras la cámara.

23.8.11

EN RESUMIDAS CUENTAS: Ferreteros, chinos, profesoras y despedidas de soltero

Ricardo Darín sigue acertando a la hora de elegir productos. Ahora lo hace con Un Cuento Chino, una efectiva comedia que, dirigida por el argentino Sebastián Borensztein, nos expone todo cuanto puede desencadenar una vaca caída del cielo.

Aguantando estoica y merecidamente en la cartelera barcelonesa, la cámara de Borensztein se convierte en el principal testigo de la singular y forzada relación que se establece entre un argentino y un chino. El primero es un ferretero solitario y refunfuñón cuyo principal entretenimiento estriba en coleccionar recortes de periódicos con noticias insólitas, mientras que el segundo, el oriental, es un tipo que anda totalmente perdido por la ciudad de Buenos Aires, sin saber ni una sola palabra de español y yendo en busca de un pariente al que no consigue localizar.

Cada uno de ellos tiene su particular y gris historia tras de sí, aunque, en comparación con la del ferretero interpretado por un cascarrabias Darín, la del chino se lleva las de ganar. Una película ingeniosa, divertida y tierna. Las relaciones humanas vistas desde un punto de vista distinto. Si aún no la han catado, intenten recuperarla antes de que salte de las pocas salas en las que se mantiene.

Si algo bueno tiene Bad Teacher es el la incorrección del personaje al que da vida Cameron Diaz, una profesora (accidental) a la que le importan tres rábanos los alumnos que le han sido asignados. Su principal meta es la de ahorrar para ponerse una delantera nueva y atrapar a un novio con posibilidades económicas.

La película, en conjunto, es una más del montón, sin apenas guión y de una endeblez argumental que tumba de espaldas. La gracia radica, tal y como he dicho, en la Diaz, una actriz que se ha especializado en roles de marcado carácter gamberro y que aquí se hace totalmente con la Elizabeth Halsey que le ha tocado representar. Ni un esforzado (y sosísimo) Justin Timberlake, ni una cargante Lucy Punch (la cursi maestra rival), nada tienen que pelar al lado de la acaparadora presencia de su genuina protagonista femenina.

Atención al eroticus homenaje a la limpiadora de coches de La Leyenda del Indomable. Y es que la actriz, alma mater de la comedieja, con sus casi cuarenta tacos a cuestas, aún sigue estando de muy buen ver... aunque me temo que ha tirado en algún que otro momento de dobles cuerpos.

Es innegable que Resacón 2, ¡ahora en Tailandia!, a pesar de ser una especie de fotocopia de la primera entrega, también tiene su puntito de coña. Se buscan nuevas localizaciones geográficas, se cambia al personaje del novio (en este caso le toca casarse al amigo dentista) y se parte igualmente de una loca noche de despedida de solteros. El nuevo amanecer, tal y como sucedía en Resacón en Las Vegas, será un caos total.

La discutible “originalidad” de la primera se ha perdido en su totalidad por el camino, pero queda su mismo espíritu transgresor y gamberro. Lo políticamente incorrecto le mola a la disfuncional tribu creada por Todd Phillips. Deja un poco de lado al personaje de Justin Bartha (el novio de la cinta primitiva) pero, en compensación, nos obsequia con un mono de lo más delirante: un tití dedicado al tráfico de estupefacientes, fumador y ataviado con una chupa tejana con la lengua de los Stones bordada en su parte trasera. Sencillamente fantástico. El resto es más de lo de siempre, pero narrado con gracia y desparpajo.

Por cierto, para auténticas despedidas de solteros me quedo con la de Very Bad Things.

16.8.11

La ventana indiscreta

El Hombre De Al Lado es una película sorprendente. Cine argentino del bueno, del que no hay que dejar escapar. Un melodrama con pinceladas de comedia cínica (muy cínica) y dotado de cierto aire de thriller psicológico. Un film diferente, a veces minimalista, en el que el mal rollo va en aumento de manera progresiva. Dos son sus directores, Mariano Cohn y Gastón Duprat. Y dos son sus personajes principales: un diseñador moderniqui y un chuleta sin oficio ni beneficio.

Ambos son vecinos. El primero vive, en compañía de su esposa y su hija, en una inmensa casa de varias plantas diseñada por el prestigioso Le Corbusier, la única construcción de este arquitecto ubicada en Sudamérica, concretamente en La Plata (Argentina). El otro es su vecino, un individuo inquietante que habita en una casona contigua a la susodicha finca y que, con la apertura de una nueva ventana en su morada, creará un difícil conflicto de convivencia.

El enfrentamiento entre ambos sólo acaba de empezar. Los ánimos se irán templando por momentos. La cuestión, por parte del diseñador e instigado por su esposa, es conseguir que el vecino deje de levantar una ventana que considera indiscreta y un atentado a la memoria de Le Corbusier. La negociación es dura. Resulta difícil llegar a un acuerdo. El uno quiere su ventana y el otro no quiere ni oír hablar de ella.

Los sonoros y contundentes mazazos que acompañan a la polémica reforma del vecino y la cámara inmóvil soportando largos planos de forma estoica, ayudan a crear una envolvente atmosfera de lo más asfixiante. Mientras, como plato principal y contando con dos espléndidos actores no muy conocidos en nuestro país (Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz), se va tejiendo el retrato de dos individuos antagónicos: el pijo engreído y el quincorro amenazador. Pero en realidad nada es lo que parece. Dicen que las apariencias engañan y El Hombre De Al Lado se muestra como una buena demostración de ello.

Un producto distinto, arriesgado e ingenioso. De un pequeño grano de arena se alza una montaña gigantesca: una disyuntiva absurda que da pie a disertar sobre la locura que a veces se esconde tras las relaciones humanas.

10.8.11

Mi marciano favorito

Fuma como un carretero. Habla por los codos. Se muestra como un descreído total. Aparece y desaparece como por arte de magia. Su cultura es extensa. Su mente es prodigiosa. Él atiende por el nombre de Paul. No es un ser normal. No pertenece a nuestro planeta. Es un alienígena que, tras 60 años confinado en una base militar de alta seguridad, acaba de encontrar el momento propicio para escapar y regresar a su planeta. Y ese momento lo hará en compañía de dos turistas británicos, pirrados por los cómics y la ufología, que se cruzan accidentalmete en su camino.

Paul, título igualmente de la cinta, recupera la presencia y el particular sentido del humor de Simon Pegg y Nick Frost, el dúo protagonista de Zombies Party y Alma Fatal, para colocarlos al lado de un entrañable marciano de espíritu travieso. Una cinta diferente, divertida e ingeniosa, tras la que se esconde un gigantesco guiño al cine sobre extraterrestres habido y por haber. Ni Steven Spielberg ha podido sucumbir a realizar un pequeño cameo poniendo su voz en una escena en la que se hace referencia a los preparativos del rodaje de E.T.

El divertimento está asegurado. Sólo hay que dejarse llevar y seguir, en compañía de sus atolondrados protagonistas, la ruta de los OVNIS en EE.UU. Añádanle al terceto a una chica tuerta con fuertes creencias religiosas, un par de agentes del FBI un tanto cazurros, una especie de MIB obstinado y una mujer intolerante con cierto aire a la sargento Ripley.

De lo mejorcito de la cartelera actual. Alocada pero sin caer en la astracanada. Ideal para el público más gamberro. Lástima que no haya llegado a nuestro país ni una sola copia en versión original subtitulada. Y es que, en este caso, la voz de Seth Rogen al servicio del marciano Paul bien valía la pena. Aquí se han de conformar con la de Santi Millán. Menos da una piedra.

8.8.11

Los monos también están indignados

Cuando en 1968 Franklin J. Schaffner se ponía al frente del rodaje de El Planeta de los Simios (hoy en día considerado un clásico indiscutible), poco se imaginaba que estaba abriendo las puertas a una franquicia que parece no querer agotarse nunca. Varias secuelas, una serie televisiva, un (olvidable) remake firmado por Tim Burton y ahora, recién estrenada, llega El Origen del Planeta de los Simios, un bienintencionado producto que entronca directamente con el título original protagonizado por Charlton Heston. De hecho, en esta entrega se dan a conocer las claves que condujeron a la Tierra a convertirse en un planeta dominado por simios, de una forma más seria que en algunas de las básicas y zetosas secuelas de la época.

Al contrario que en el film de Burton, en donde éste se inventaba una nueva historia con algunas similitudes con la cinta primaria, Rupert Wyatt ha optado por una trama que de explicación a los interrogantes que se planteaba el personaje de Heston (George Taylor) en la magistral escena final de El Planeta de los Simios. Para desvelar tales enigmas, en El Origen del Planeta de los Simios se recurre a la experimentación farmacológica abusiva con chimpancés y al maltrato que algunos humanos infligen a estos animales. Añádanle a todo ello la posibilidad de la existencia de un simio dotado de una inteligencia superior y cierto poder de liderazgo entre los suyos... y pronto se armará la marimorena.

Un entretenido título que dignifica al género de la ciencia ficción y que, por méritos propios, queda muy por encima de las olvidables continuaciones (serie de televisión incluida) que surgieron a partir de la película del 68 y con las que, sin embargo, se muestra extremadamente respetuoso. Tanto es así que el chimpancé protagonista, una especie de Espartaco simiesco, atiende por César, el mismo nombre del mono protagonista de La Conquista del Planeta de los Simios, mientras que uno de sus compañeros de lucha, un orangután procedente del mundo del circo, ha sido bautizado como Maurice, seguramente en honor a Maurice Evans, el actor que encarnara a otro orangután célebre en el film original: el mítico Dr. Zaius.

Pero no sólo se conforma con los nombres de los animales ya que, a lo largo de su metraje, descubrirán un montón de guiños a la cinta del 68 que no voy a desvelar. Algunos de ellos son muy evidentes, mientras que otros quedan más velados debido a la sutileza con que han sido insertados.

De todas formas, El Origen del Planeta de los Simios por suerte no solo se alimenta de (gratos) homenajes cinéfilos. Es algo más que ello. Un loable trabajo que busca entretener a las plateas y que, en este aspecto, no decepciona en absoluto. Su tramo final, en el que el Golden Gate de San Francisco adquiere un relieve especial, aparte de trepidante, es de un virtuosismo visual ejemplar. Conjuga a la perfección los efectos especiales con la acción y, al mismo tiempo, logra que el espectador enfatice a la perfección con César, el simio líder de la revuelta, tras el que se esconde Andy Serkis, el mismo hombre que dotara de vida al inolvidable Gollum.

Una monada de película, vaya.

4.8.11

El heredero de Bates, la chica del millón de dólares y el abuelo Cebolleta

En su regreso, la mítica casa Hammer va dando tumbos sin centrarse definitivamente. Primero lo intentó con el (correcto) remake de la espléndida Déjame Entrar y ahora con La Víctima Perfecta (The Resident en su lengua natal), un thriller rutinario protagonizado por una solitaria doctora acosada por su casero, un tipo que parece llevar en sus genes un regalito del mismísimo Norman Bates.

Su premisa no podía ser más usual: joven atractiva que acaba de romper con su pareja y decide buscar un nuevo piso. Al final, encuentra un tentador apartamento en New York con espléndidas vistas y mejor precio aún. Y, de paso, hasta el propietario le hace tilín. El juego sólo acaba de empezar. Pero no todo es lo que parece... La historia es la de siempre: un (más que previsible) giro de guión a los veinte minutos y después toca alargar el metraje hasta el estándar de hora y media sin ofrecer nada nuevo sobre el tema.

La Hilary Swank (cada día más guapa, la "condená") es lo único potable dentro del desaguisado. Y ya que ejerce de productora ejecutiva, aprovecha la ocasión y se monta un festival para lucir palmito a la mínima de cambio: ahora salva a un paciente, ahora se desnuda, ahora se baña, ahora se masturba, ahora duerme, ahora sufre... Vaya, que la chica no para con su particular ajetreo. Mientras, de partenaire y desempeñando el rol del perverso de turno, está Jeffrey Dean Morgan, un desaborido actor que resulta una mezcla psicotrónica entre Harry Downey Jr. y Javier Bardem.

Tras la cámara, un tal Antti Jokinen, un director finlandés que, procedente del mundo de la televisión, no acaba de tener claro como mostrar al espectador la distribución del apartamento de la Swank y de los laberínticos pasadizos que se esconden tras sus paredes. Entre ello, su plana realización y lo mal resueltas que están ciertas situaciones, la verdad es que el hombre podría ir pensando en dejar el oficio y montar una pastelería. Y es que hacer una película de suspense sin gota de tensión ya es lo último.

Como autohomenaje, y ya que se trata de la Hammer, le han endosado un pequeño (pero prescindible) papel al gran Christopher Lee para que con sus canas y sus arrugas haga de inquietante abuelo Cebolleta. Tal y como demuestra esta Víctima Perfecta, muy lejanos quedan los días de esplendor de la productora y del actor británico.