19.10.10

SITGES 2010: Coletazos finales

Tres últimos días de Festival. El cansancio empieza a notarse. La disposición a seguir consumiendo cine, aún latente... aunque sea por vía intravenosa.

DÍA 8 (de tortilleras con colmillos, aliens in love, depravaciones asquerosas, homenajes exquisitos y emulos amarillos de Vicente Aranda y Jesús Franco)

El jueves empezó de forma dicharachera con la proyección de We Are The Night, una producción alemana con un grupo de apetecibles vampiras lesbianas como protagonistas. De cuidada realización, se trata de una cinta con ritmo, francamente entretenida y con un claro guiño a La Cenicienta de Disney. Algún que otro pasaje en plan vídeo-clip o la inconsistencia de su guión merman el interés de una trepidante propuesta que, a pesar de su frescor sangriento, podría haber estado mejor elaborada argumentalmente hablando.

A continuación, con Monsters, llegó una de los considerados platos fuertes del certamen y que, particularmente, me decepcionó en muchos aspectos. De producción británica, aunque filmada en Sudamérica, México y EE.UU., supone el debut en la pantalla grande de Gareth Edwards, un hombre procedente del mundo de los efectos especiales. Ambientada en un futuro no muy lejano, justo tras una invasión alienígena, más que una cinta de ciencia-ficción al uso se trata de una historia de amor, en toda regla, entre la hija de un magnate de la prensa y un fotógrafo, a punto ambos de cruzar una zona de alto riesgo para, desde México, alcanzar la frontera norteamericana. Lo mejor estriba en su prometedor inicio y en el buen hacer de sus dos protagonistas principales, Scoot McNairy y Whitney Able. Lo peor, su reiterativo desarrollo, la cutrez de unos pulpos extraterrestres (a la gallega estarían de puta madre) y su rosado final.

A Serbian Film, aparte de tratarse de un film de un mal gusto inenarrable, no es más que la exaltación de la depravación humana llevada hasta extremos increíbles. Cada año ha de salir al ruedo un provocador de turno y, en esta ocasión, ha sido el tal Srdjan Spasojevic quien ha tenido que dar la nota a través de un producto infecto, sin ningún tipo de aliciente cinematográfico y realizado con la única y exclusiva intención de ofender. Ante un producto de estas características, es mejor la indiferencia total. Lo peor es darle más importancia de la que tiene, pues no se merece tanto protagonismo. Punto y aparte.


El coreano Im Sang-soo, en la presentación en el Auditorio de su película The Housemaid, sin vergüenza alguna tuvo el valor de compararse con el mismísimo Alfred Hitchcock. En realidad, su propuesta, una historia de adulterio, amor y pasión entre un hombre adinerado y su empleada de hogar, se acerca más al cine del Vicente Aranda de los últimos años que al del realizador de Rebeca. O sea, un poco de sexo enfermizo, otro poco de morbo y un mucho de mal rollete familiar marcado por un par de embarazos y una suegra cizañera. Aburrida, aunque rodada con cierta elegancia. En los años 60 ya la había filmado, con mejores resultados, Kim Ki-young (La Criada).

El desaparecido José Luis López Vázquez recibió su merecido homenaje con la proyección de un par de brillantes y emblemáticos trabajos de su carrera, La Cabina y El Bosque del Lobo, dos títulos que siguen totalmente vigentes casi cuarenta años después de su estreno. Una excelente demostración de que no sólo de basura se alimentaban la televisión y el cine español de los setenta.

Les Nuits Rouges Du Bourreau De Jade se trata de un subproducto de serie Z que, filmado en Hong Kong, pretende mezclar el cine de aventuras con el thriller policiaco a través de una historia pésimamente contada y protagonizada por tres mujeres (¿fatales?) en busca de un “algo” (si la peli fuera digna irían tras un McGuffin). Hacía tiempo que no me enfrentaba un guión tan confuso como éste. De propina, y sin venir a cuento, una tortura extrema en plan Martyrs. Tal y como la definió a la perfección mi cuñado absence, "es como si Jesús Franco hubiese hecho una película en la China". O sea, para huir lo más rápido posible del cine. Y no se lo pierdan: para tal pérdida de tiempo se han necesitado a dos directores. Bestial.

DÍA 9 (de niñas vampiras remakeadas, colgadas tailandesas y anfitriones histriones)

La jornada se inició con Let Me In, el remake norteamericano de la compacta Déjame Entrar, un producto digno aunque totalmente innecesario. No posee, ni mucho menos, la poética y sensibilidad del título original, aunque respeta su reposado tempo narrativo (a pesar de inventarse un flash back inicial para llamar la atención del espectador) y se muestra moderado en el uso de efectos especiales. Los dos niños protagonistas están perfectos en sus respectivos papeles, pero un servidor se queda con los ojos y la mirada de la joven de la primera... una mirada difícil de olvidar. Dirigiendo el cotarro Matt Reeves, el mismo de Monstruoso.

Un tremendo palo para el intelecto y el cansancio acumulado significó la tailandesa Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Live (en español, algo así como las vidas anteriores del tío Boonmee), la Palma de Oro del último Cannes, una cinta cargada de alegorías sobre la vida y la muerte y con la presencia de un moribundo al que visitan algunos familiares, entre ellos un hombre mono y una mujer fantasma. Le di media hora de vida y aguanté estoicamente en la sala hasta los 50 minutos de proyección. Más de dos horas que duraba la bromita. El premio de la prensa (¡cómo no!) recayó en este título. La petulancia no tiene fronteras.

The Perfect Host fue la inevitable propuesta anual procedente de Sundance. De muy bajo presupuesto y dotada de una original e ingeniosa apertura, la indi del certamen nos acercó al infierno vivido por un quincorro que, tras un atraco fallido y huyendo de la poli, busca refugio en el domicilio de un anfitrión que promete afabilidad y simpatía. La fuerza inicial se pierde al cargar en exceso el peso de la función en David Hyde Price, un actor pasado de rosca que, con su cargante histrionismo, acaba con cualquier buena intención.

DÍA 10 (de clásicos mudos y familias iracundas)

Primero una proyección clásica, la de la versión restaurada de Metrópolis con la Maria incluida (robot femenino en el film de Fritz Lang y premio emblemático en Sitges). Para chuparse los dedos con ese peazo pantalla del Auditorio. Luego, y ya como punto final de un Festival este año no muy flamante, Mother’s Day, remake violentísima del título homónimo de 1980. Una serie B, esmerada y resultona, que narra el secuestro de los invitados a una fiesta casera por parte de un peculiar grupo familiar cargado de mucha mala baba. Al frente de los secuestradores, una cincuentona Rebecca de Mornay; tras la cámara, Darren Lynn Bousman, el mismo de los Saw 2, 3 y 4. O sea, tal y como pueden suponer, la sangre a borbotones está más que garantizada. No aburre, pero sabe a más de lo mismo.

Hasta aquí hemos llegado. El año que viene, siempre que el tiempo, las autoridades y los trolls lo permitan, más sobre Sitges.

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