DIA 3 (de exorcismos, prostíbulos, polis amarillos, muertos bien muertos, vengadores justicieros y esquiadores congelados)
La jornada del sábado empezó con buen pie. A primera hora de la mañana, aún con las legañas puestas, una especie de falso documental muy en la línea de El Proyecto de la Bruja de Blair y similares. Su título, El Último Exorcismo (The Last Exorcism). Dirigida por el norteamericano Daniel Stamm, la cinta finge el seguimiento de un exorcista que, ante la cámara de un equipo de reporteros, asegura que su trabajo no es más que una farsa para liberar de malos rollos y supersticiones a aquellos que creen estar poseídos por el demonio. Al contrario que muchas de sus predecesoras, atrapa, tiene sentido del humor y domina a la perfección el suspense en sus escenas más tensas, No tiene complejo alguno en utilizar una banda sonora para realzar sus pasajes dramáticos y se muestra inteligente en ir cambiando de rumbo su guión a medida que avanza su metraje. Atención al momento en que la niña poseída se hace con la cámara de vídeo: sencillamente delirante.
Carne de Neón significa el segundo largometraje del sevillano Paco Cabezas tras su decepcionante debut, hace unos tres años, con Aparecidos. Es indiscutible que su nuevo film, basado en su corto de idéntido título del 2005 ha sido una de las sorpresas del festival. Fresca, acelerada, violenta y con un endiablado sentido del humor, sigue los pasos del estilo sincopado de Guy Ritchie pero a la española. Plagada de personajes salidos del universo almodovariano (el travesti La Infantita o Pura, la madre del protagonista, son buenos ejemplos de ello), nos narra una historia ambientada en los bajos fondos de una gran ciudad portuaria, lugar en el que un joven sin futuro pretende montar, con la ayuda de un par de quincorros, un prostíbulo como regalo a una madre que está a punto de salir de la trena tras cumplir una larga condena. El joven Mario Casas y la legendaria Ángela Molina (más dama del cine que nunca) están que se salen. Y de propina, la aparición siempre perturbadora de Darío Grandinetti y el desparpajo interpretativo de Vicente Romero. De los productores de Celda 211. No se estrenará, en principio, hasta el próximo mes de enero.
Mientras en el Prado se proyectaba una copia de la ya mítica El Tiempo En Sus Manos de George Pal dentro de la retrospectiva El Temps al Cinema (El Tiempo en el Cine), en el Retiro pudimos asistir a Fire Of Conscience, un decepcionante thriller de Hong Kong dirigido por Dante Lam en el que un policía ha de enfrentarse a varios casos a la vez, incluidos el asesinato de una prostituta y la desaparición de un teléfono móvil conteniendo una valiosa información. Una secuencia inicial visualmente impactante es lo único a destacar de un producto farragoso y mal explicado. A otra cosa mariposa.
Mientras esto ocurría, las calles de Sitges, tal y como es habitual en los últimos años, se iban llenando de zombis para celebrar lo que se ha dado en llamar la Zombie Walk. Una nota fiestera y carnavalera (aunque tontorrona) al servicio de un festival en donde siempre se ha tenido en gran estima a los muertos vivientes.
Y por la noche, en el Auditorio, en sesión golfa y de una sola tacada, tres títulos de producción norteamericana para llegar hasta la madrugada. El primero de ellos, una solemne burrada: After Life, una cinta de la varsoviana Agnieszka Wojtowicz-Vosloo que pretende indagar en lo que hay después de la vida mediante la experiencia de una joven que, tras un accidente automovilístico, despierta sobre la mesa de autopsias de una funeraria regentada por un tipo que posee la facultad de hablar con los muertos. De guión tremendamente ridículo e imposible y exento de una mínima lógica interna en su desarrollo, la cosa, sin embargo, a buen seguro alegró la velada a los fans de su protagonista femenina, una adelgazadísima Christina Ricci paseándose por la pantalla o bien en pelota picada o enfundada en una ceñida y cortísima combinación de color rojo. Nunca un cadáver había resultado tan sensual. Que pena da ver a un gran actor como Liam Neeson metido en un engendro como éste.
Con Jonah Hex la gala se animó un poco más. Un western de tono fantástico basado en un personaje de la DC Comics, que se pasa todo el metraje intentando vengar la muerte de su familia en manos de un tipo siniestro dispuesto, con sus malas artes, a apoderarse del mundo. Numerosos guiños al spaguetti western y, de nuevo, como en el título anterior, con la presencia de un protagonista capaz de charlar con los que se han ido al otro barrio. Josh Brolin, con el careto desfigurado, es el tal Jonah, mientras que un desmelenado (y envejecido) John Malkovich da vida al villano de la función. Y, de propina, para despertar al público adormecido, la presencia de una tentadora Megan Fox. Un simpático trabajo sin más pretensión que la de entretener.
Para rematar la larga noche, Frozen, el mejor de los tres films de la sesión golfa. Dirigida por un tal Adam Green, se trata de una cinta en donde la angustia cobra una relevancia especial al dejar a tres jóvenes esquiadores colgados en un telesilla, a una considerable altura, en medio de la oscura y fría noche. La lucha por la supervivencia sólo acaba de empezar. Tensa y por momentos brutal, esta fue la otra clara sorpresa de la jornada. Y eso que, en sus primeros quince minutos, todo hacía pensar que iba a tratarse de una comedieja más protagonizada por teenagers pijillos. Pero nada es lo que parece. Una situación única con un escenario único. Y a sufrir.
DÍA 4 (de psiquiátricos, violencia extrema, basura en 3D y pandemias)
Gran decepción el regreso de John Carpenter a la gran pantalla tras diez años de ausencia. Su Encerrada es una de las cintas más truculentas y falsas que se han proyectado en lo que va de certamen. Y eso que poseía todos los ingredientes necesarios para lograr un buen film de terror al uso: un sanatorio mental en los años 60 y un montón de crímenes sin resolver en su interior. De propina, un grupito de internas femeninas de muy buen ver. A partir de su prometedor planteamiento, la gratuidad de todo cuanto ocurre no tiene nombre. Una pena la vuelta del abuelo.
Secuestrados es otro de los títulos ciertamente interesantes que se han podido ver hasta el momento. De nuevo, otro sevillano tras la cámara: Miguel Angel Vivas, quien se ha planteado un trabajo muy en la línea del Funny Games de Haneke, aunque, al contrario que el realizador alemán, sin apartar sutilmente la cámara de los pasajes más violentos. Éste afronta la violencia de cara, sin tapujos, quizás incluso recreándose demasiado en ella a la hora de contarnos lo que sucede en el interior de una casa, justo cuando sus habitantes han sido secuestrados por un grupo de encapuchados con ganas de sacar una buena tajada de sus pertenencias. La elegancia de su filmación (no más de 12 planos secuencia perfectamente coordinados), el excelente trabajo de sus actores y el modo de partir la pantalla en dos para narrar ciertos sucesos paralelos, hacen de Secuestrados un producto encomiable y, a mi parecer, la posible película ganadora del certamen.
Amphibius es la nueva propuesta de Brian Yuzna tras sus muchos años al servicio de la empresa Filmax. Monstruos marinos prehistóricos en plena Indonesia filmados en 3D. El sistema de las gafitas de marras nunca ha sido de mi agrado... pero que ahora hasta el cine basura se atreva a jugar con él, ya me parece excesivo. Quince minutos y me salí de la sala. A mi edad ya no estoy para perder el tiempo con chorradas insustanciales.
Fase 7 es un curioso film argentino que, en tono de comedia ácida, afronta el pánico colectivo ante una situación de pandemia como la de la denominada gripe A. Ambientada en una escalera de vecinos que las autoridades han puesto en cuarentena, su debutante realizador, el otrora montador Nicolás Goldbart, sabe sacarse de encima la sensación inicial de encontrarnos ante un nuevo Rec y apuesta directamente por un film coral en el que carga buena parte del sentido del humor que desgrana sobre el personaje interpretado por un genial Daniel Hendler. Jocosa por momentos y extremadamente alargada en otros, a la cinta, por desgracia, le sobra una larga media hora de proyección. Y eso que el hombre era montador...
Hasta aquí la información del festival referente al pasado fin de semana. Por mi parte sigo yendo al cine, aunque no volveré a estar con ustedes hasta el próximo domingo, día en el que iniciaré una serie de posts para seguir informándoles de todo lo visto en Sitges. Les dejo, que me empieza una película y está lloviendo a cántaros. ¿Qué sería de este certamen sin la lluvia?
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