DÍA 1 (de cieguecitas y luchadores)
El certamen inauguró con Los Ojos de Julia, un thriller español que, dirigido por Guillem Morales, sitúa a Belén Rueda en medio de una intriga en la que se mezclan suicidios injustificados, posibles crímenes y enfermedades oculares degenerativas. Lo mejor del film es el buen trabajo de la actriz (convertida ya en musa del fantástico nacional) y su cuidadísima realización. Lástima de un guión que patina por todas partes, mostrándose incapaz de darle un mínimo de credibilidad a una historia que va difuminándose por momentos. Por mucho que se esfuerce en acercarse a la maestría de Sola en la Oscuridad, la ceguera de Julia queda a años luz de la de Audrey Hepburn. Guillermo del Toro produce el cotarro.
Antes, muy tempranito, por la mañana, pudimos ver Ip Man 2, un título que sigue los pasos de su predecesora aunque sin tener la mitad de garra que ésta. Si la primera apostaba por las vivencias de un maestro de artes marciales en la China invadida por los japoneses, la nueva entrega resulta una especie de Rocky IV en amarillo. En ella se nos plantea el combate que el protagonista tendrá que realizar contra un boxeador yanqui muy brutote. Las artes marciales contra el boxeo. China vs. EE.UU. Todo muy manido, facilón y previsible. Lo más destacable, al igual que en el original, es el trono costumbrista con el que se acerca a sus personajes. Una manera como otra de seguir machacándonos con la biografía del que fuera principal maestro del legendario Bruce Lee.
De madrugada, en el Auditorio del Meliá, pudo verse El Exorcista, uno de los clásicos del género revisados en esta edición. Las vomitonas y meadas de Linda Blair volvieron a causar furor entre los defensores del film de William Friedkin (entre los cuales jamás me he contado).
DÍA 2 (de pelirrojos, más cieguecitas, payasadas chinas y homenajes varios)
La jornada empezó con Notre Jour Viendra, una producción francesa de lo más pedante e inaguantable. Dirigida por Romain Gavras (hijo del prestigioso Costa Gavras), la película se acerca a la extraña relación que mantienen un psicoanalista perverso (un Vincent Cassel empecinado en emular al doctor House) y un joven con problemas de integración. Su condición de pelirrojos les ha marcado frente a la sociedad y juntos deciden volcar su rabia con cuantos se crucen en su camino. Aburrida y pésimamente explicada. A media hora de su finalización huí raudo de la sala. Las herencias genéticas no siempre funcionan al cien por cien.
Eugenio Mira presentó Agnosia, una historia, narrada entre finales del siglo XIX y principios del XX, en donde ya se hacía presente el espionaje industrial. Suplantaciones personales, complots desmelenados y un retrato de la burguesía catalana de la época forman parte de la trama. Una cinta rocambolesca, muy en la línea del Brian De Palma más pasado de rosca, que navega entre los aciertos (el final a lo Padrino III en las escalinatas de la catedral de Girona) y los errores que emanan de un guión pésimo y un casting no muy acertado (las malas interpretaciones de Eduardo Noriega y Sergi Mateu son buena muestra de ello). Al igual que en Los Ojos de Julia, su protagonista femenina vuelve a ser una chica aquejada de una enfermedad que la deja casi ciega y con ciertas facultades sensitivas deformadas. El fantástico nacional de este año ha optado por las mujeres españolas con minusvalías preocupantes.
A Woman, A Gun Ana A Noodle Shop significa el peculiar (y fallido) remake de Zhang Yimou de Sangre Fácil de los hermanos Coen. Ambientándolo en el pasado (el feudalismo chino queda bien latente), a Yimou se le va la mano y convierte la negra historia original en una payasada sin límites, de colores chillones y sin el cuidado escénico que, en general, ha marcado la filmografía del cineasta. Mucha tontería y poca chicha.
Dentro de la sección Els Altres Fantàstics (Los Otros Fantásticos), el festival se acerco a los ojazos de la pequeña Ana Torrent de Cría Cuervos, una de los títulos punteros (y más plomizos) de la obra de Carlos Saura.
Ya entrada la madrugada, en sesión golfa en el cine Prado, se proyectaron un par de películas en homenaje al recientemente fallecido Paul Naschy: La Sombra Prohibida (o sea, la continuación de la insustancial Herencia Valdemar) y El Gran Amor del Conde Drácula, así como El Hombre Que Vio Llorar a Frankenstein, un emotivo documental sobre el actor.
Por otra parte, en sesión golfa en el Audiotorio, se proyectó El Resplandor. Jack Nicholson, 30 años después, volvió a pasearse, a grito pelado y desmelenado por una pantalla de Sitges. Hay cosas que siempre regresan.
Próximamente, un poco más sobre el certamen. Me voy al cine.
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