28.2.13

Madre no hay más que una y yo la encontré en una cabaña del bosque



Con Mamá, Guillermo del Toro vuelve a apadrinar a un director, en este caso Andy Muschietti, en su primer largometraje. Basada en el cortometraje que, con idéntico título, realizará el realizador debutante en el 2008, nos proponen una nueva historia de terror gótico que bebe directamente del cine de fantasmas japonés. Un buen look visual al servicio de un producto con poquísima personalidad.

Mamá nos presenta la tensa experiencia que vivirá una pareja (él, pintor de cuadros; ella, rockera de tres al cuarto) cuando deciden adoptar a las dos sobrinas de él tras la desaparición de su hermano y la muerte de su cuñada. Lo que ignoran es que las dos niñas, que han pasado cinco años en cautiverio en una aislada cabaña del bosque, llegarán a su domicilio en estado salvaje y acompañadas de una madre muy particular en forma de espectro letal.


En el arranque de la cinta se encuentra su parte más brillante y atractiva. Filmado con ritmo y mucho nervio, Muschietti logra un epílogo cautivador, misterioso y fantasmagórico. Después, con la aparición del tío (el mismo e inexpresivo Nikolaj Coster-Waldau que innecesariamente también da vida al padre biológico de las pequeñas) y de su compañera (una poco creíble Jessica Chastain que últimamente aparece hasta en la sopa), la cosa empieza a perder fuelle. Los sustos se hacen cada vez más previsibles y sólo se aguanta por algún que otro momento aislado (ese magnífico e inquietante plano fijo con Chastain en un pasillo, justo lado de la habitación en donde la más pequeña de las hermanas juega con el fantasma de su “mamá”) y, ante todo, por el buen dominio de sus efectos digitales y sonoros.


Muy poca chicha para su cuidadísima escenografía. Los personajes aparecen y desaparecen de escena como el Guadiana. El guión es como un gigantesco queso gruyere, lleno de agujeros negros y extensas lagunas. Todo sucede porque sí. Por muy fantástico que pretenda ser, no hay una mínima explicación sobre los hechos que suceden en pantalla, a excepción de un flash-back (bastante desastroso, por cierto) que revela lo sucedido en el pasado con la figura de la madre espectral y que, en parte, tendrá mucho que ver con el final propuesto por Muschietti.


En definitiva, Mamá se queda en un film vacío, exento de emoción pero que, por su cuidada realización y su buen manejo de todo lo que hace referencia a su apartado más técnico, demuestra maneras en su realizador. Quizás, en un futuro, Muschietti y su hermana Barbara (co-guionista y co-productora), sean unos valores a tener en cuenta. Por ahora, esto es lo que hay: muy poquita cosa.

26.2.13

Ellos también son humanos

Durante la gala de los Oscar (todos los premiados en este link), Meryl Streep nos demostró que las grandes estrellas son iguales que nosotros. ¿Quién de ustedes no conoce esa extraña y molesta sensación de que una parte de los calzoncillos o de las bragas se les ha metido entre nalgas y han de recurrir a un leve movimiento de mano para proceder a su extracción? Pues cuando la Streep apareció en el escenario, le ocurrió tan desagradable contrariedad aunque ella, acudiendo a sus dotes interpretativas, nos soltó la excusa ideal. He aquí la evidencia.

24.2.13

Las 9 nominadas a lo burdo

Amor: Una vieja y un viejo van p’Albacete, van p’Albacete… y al final del camino, él se la mete, él se la mete…

Argo: Un agente de la CIA y un productor de cine deciden filmar una película de ciencia-ficción con 6 funcionarios en Teherán.

Bestias del Sur Salvaje: Un cameraman tocado de Parkinson sigue las correrías de una niña que alucina pepinillos.

Django Desencadenado: Entre un sacamuelas alemán y un negrata enamorado, le desmontan el chiringuito a un empresario que trata con mano de obra barata.

El Lado Bueno de las Cosas: Chalado conoce a chalada; chalada se cuelga del chalado, pero el chalado no le hace ni puto caso.

La Vida de Pi: Un niño y un tigre van p’Albacete, van p’Albacete… y a mitad del camino, él se lo zampa, él se lo zampa.

La Noche Más Oscura: A una tía obsesiva le entra la paranoia y decide follarse a Osama Bin Laden.

Lincoln: El abuelo Cebolleta lucha por terminar de una vez por todas con la mano de obra barata.

Los Miserables: A un ex convicto y a un poli tozudo, les entra la pájara y se meten a cantantes.

22.2.13

El cuento chino mejor contado


Tras la oscarizada En Tierra Hostil, la cineasta Kathryn Bigelow vuelve con un otro thriller en donde, de nuevo, los uniformes, intrigas y hostilidades políticas se mezclan en forma de pirueta de aspecto casi documental. La Noche Más Oscura es su título y, desde él, afronta la caza y asesinato de Osama Bin Laden, un tema ciertamente espinoso y bastante confuso para la opinión pública.

Personalmente, nunca me acabé de creer el montaje que, desde Washington, orquestaron para vender a la gente de a pie la muerte del líder de Al Qaeda y principal responsable de la caída de las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001. Aún y así, he de confesar que la elucubración que la directora y su guionista, Mark Boal, se montan sobre ese cuento funciona a la perfección, tanto por su pulso narrativo como por su brillante puesta en escena.


La cinta, en su primera parte, no tiene reparos en acercarse a las sesiones de tortura realizadas por un grupo de agentes de la CIA a un buen número de detenidos con posibles contactos con Al Qaeda, con la finalidad de establecer una tupida red alrededor de la figura de Bin Laden; torturas que por su crudeza, vistas en pantalla, han logrado enervar a un buen sector de altos mandatarios estadounidenses.

Centrada, ante todo, en el personaje de Maya, una obstinada agente de la CIA obcecada en pillar al líder terrorista, la película, aparte del intríngulis político y de espionaje que detalla minuciosamente, se convierte en el retrato de una obsesión enfermiza. De hecho, el magnífico trabajo de Jessica Chastain recreando a la insistente Maya, es quizás el aspecto más resaltable de un relato contado a golpes de discusiones en despachos de altas esferas gubernamentales, militares y de las fuerzas de inteligencia norteamericanas.


No busquen en La Noche Más Oscura un producto acelerado. Su tempo narrativo es más bien calmado. Da más importancia a los diálogos que a las escenas de acción. Los tiras y aflojas entre pasillos y oficinas priman ante cualquier otra premisa y, a través de ellos, el espectador va conociendo todos los datos que hacen avanzar a Maya y a su gente en la investigación. Prácticamente, la única escena de acción es la del largo asalto final a una residencia pakistaní en la que se cree está escondido Bin Laden; una escena que, por cierto, está filmada entre penumbras y relatada con una frialdad extrema.


El film se puede creer o no. Ese es un problema particular de cada espectador. Personalmente no me creo de la misa ni la mitad, pero aún y así lo disfruté. La mejor manera de entrar en la propuesta es tomándosela como una película de ficción más; otra cinta de espías más. Su factura es tan impecable que sería de bobos no reconocer que el trabajo de Kathryn Bigelow tiene su mérito.

19.2.13

Un cuento de la España cañí


La Blancanieves de Pablo Berger es una pequeña joya; una fantasía en forma de pesadilla casposa en donde el popular cuento de los hermanos Grimm se traslada a la España de los años 20, concretamente al sur de la península: una España cañí, en donde toreros y folclóricas deambulan entre una iconografía tan rancia como perfectamente reconocible.


Carmencita es la Blancanieves del film, hija del famoso torero Antonio Villalba y de la popular tonadillera Carmen de Triana; una joven cuyo día de nacimiento se vio marcado por la fatalidad: el padre quedó inválido debido una cornada recibida durante una corrida y la madre murió tras el parto. Criada en sus primeros años por su abuela, la fatalidad entró de nuevo en su vida, pues pasaría a depender de Encarna, la nueva esposa de su padre impedido; una madrastra de armas tomar.


Con tal premisa, llena de detalles que bien nos pueden recordar a ciertos aspectos cutrones de esa España  de charanga y pandereta que pregonaba Machado, Pablo Berger se adentra en un culebrón tan delirante como surrealista y emotivo al que el blanco y negro de su fotografía le sienta de maravilla y que, con su formato de silent movie, aún se potencia mucho más ese aspecto arcaico y trasnochado que imprime tanto a su historia como a la ambientación y a sus personajes, valiéndose al mismo tiempo de esa expresiva y magistral banda sonora compuesta por Alfonso de Vilallonga.


Su ritmo, deudor de un magnífico montaje, es trepidante. Siempre va al grano. Su guión es una pura delicia, mostrándose capaz de sacarle punta y resaltar el detalle preciso en el momento oportuno. No hay nada que se le escape al objetivo de Berger: ni esa sonrisa perversa de una imponente y guapísima Maribel Verdú en la piel de la malvada madrastra, ni el brillo de los ojos de padre e hija durante sus encuentros furtivos.


Seis enanitos no muy duchos en matemáticas, manzanas envenenadas, sirvientes ponzoñosos, bosques en medio de la neblina… Todos los ingredientes del cuento de los Grimm pasados por el colador y teñidos, de forma freaki y divertida, de ese españolismo enfermizo y cutrón que algunos quieren seguir inculcándonos. Y los Goya (10 en total) que, con razón, se enamoraron de esta Blancanieves. No es para menos.

15.2.13

Simbolismos y Parkinson


Hay películas que, cada año y de forma incomprensible, se cuelan en la terna final de las nominadas al Oscar. Bestias del Sur Salvaje es un buen ejemplo de ello. Disfrazada de alegoría poética y plagada de simbolismos, la ópera prima de Behn Zeitlin se acerca a los miedos infantiles de la pequeña Hushpuppy, una niñita de 6 años que malvive, junto a su padre y sus vecinos, en una olvidada comunidad de una zona pantanosa cercana al Mississippi.


Behn Zeitlin, con su propuesta, retrata la extrema miseria, al tiempo que esboza una especie de fallido canto ecológico cuando, debido al deshielo de los polos y a una espectacular tormenta, la comunidad en la que vive Hushpuppy se convierte en un vertedero infernal en donde la enfermedad, la muerte y la suciedad son sus más visibles protagonistas.

La idea es buena. Como decía Mario Benedetti, siempre es bueno recordar que el Sur también existe. Igual que también es necesario tomar conciencia del mal trato y peor uso que la Humanidad hace de nuestro Planeta. El problema es que, para ello, su realizador ha optado por narrar la historia a través de segundas lecturas y metáforas que se me antojan de lo más indigesto y ridículas, tal y como sucede con esas gigantescas fieras (las bestias a las que hace referencia el título) que simbolizan los fantasmas y temores de la pequeña Hushpuppy; unas fieras que, por otra parte, me recuerdan a las criaturas peludas de Donde Viven los Monstruos, otro film de infausta memoria.


Y, por si no hubiera suficiente con tal montón de forzadas gafapastadas, el tal Zeitlin ha contratado a un director de fotografía tocado por la enfermedad de Parkinson quien, cámara en mano y sin ton ni son, sigue las desventuras y elocubraciones de la niña protagonista, entre basuras y barro, mediante un sinfín de vaivenes tremulosos ciertamente molestos. De juzgado de guardia.

Si algo positivo tiene esta cosa (y es que ya ni me atrevo a llamarla película), es la maravillosa interpretación de Quvenzhané Wallis, una niña de color que, a su cortísima edad, ha conseguido un trabajo tan compacto que, merecidamente, le ha llevado a competir por el Oscar con mujeres de la talla de Emmanuelle Riva o Naomi Watts.


Un consejo: si piensan acercarse a estas Bestias del Sur Salvaje, no se olviden las biodraminas en casa. Los arrebatados movimientos de cámara se les podrían indigestar.

13.2.13

Optimismo bipolar

Tras The Fighter, un melodrama ambientado en el seno de una familia con dos hijos boxeadores, David O. Russell, en su nuevo film, ElLado Bueno de las Cosas, vuelve a incidir en las relaciones familiares. Y lo hace centrándose, ante todo, en la figura de Pat, un joven profesor de escuela que, tras estar ingresado en un centro psiquiátrico durante una larga temporada, regresa a casa de sus padres, con su bipolaridad a cuestas y dispuesto a reconciliarse con su esposa.


Las familias disfuncionales y los enfermos bipolares dan mucho de sí en el mundo del cine. Normalmente, su tratamiento es más bien sórdido y de mal rollo. Pero O’Russell rompe con esa regla y afronta los problemas psíquicos de Pat y sus allegados desde el prisma de la comedia, acercándose al melodrama, de forma muy sutil, en contadísimas ocasiones. De hecho, tal y como indica su título, la cinta se enfrenta a los conflictos emotivos y de personalidad de su protagonista de un modo ciertamente positivo.

Bradley Cooper es el encargado de dar vida a ese Pat empecinado en hacer lo imposible para recuperar a su esposa, a pesar de que ésta haya conseguido una orden de alejamiento. Un espléndido Cooper que, al mismo tiempo, destila una química increíble con Jennifer Lawrence, esa chica de LosJuegos del Hambre y de la magnífica Winter’s Bone, que en esta ocasión cambia de registro, de forma sorprendente, para meterse en la piel de Tiffany, una joven viuda que se cruza en su camino, también con problemas psíquicos y que intentará ganarse (no sin esfuerzos) el amor del desorientado Pat.


Como contrapunto a los tiras y aflojas de Pat y Tiffany, están los padres de él, Jacki Weaver y Robert De Niro o, lo que es lo mismo, Dolores y Pat Sr.; ella, más que correcta en el rol de madre sufridora y ama de casa, mientras que él, De Niro, ofrece una de sus mejores interpretaciones de sus últimos años: deja su histrionismo habitual a un lado y encarna con total solvencia y mucho sentido del humor a un tipo supersticioso y atrapado por las apuestas del fútbol americano.


Un producto sencillo y funcional, de agradable visión, que se alimenta de un buen guión, repleto de diálogos y situaciones ingeniosas, y de un considerable número de entrañables personajes secundarios, como sucede con el corredor de apuestas que se pasa todo el día en casa de los padres de Pat o con ese loco, obsesionado por su pelo, que intenta escabullirse del centro en el que está internado.

A buen seguro que sus nominaciones al Oscar de este año, incluida la de mejor película, sean debidas a ese sanísimo optimismo que destila toda su proyección.

11.2.13

Los Goya empiezan a caldearse

El próximo domingo, 17 de febrero de 2013, La 1 de TVE retransmitirá en directo (o, mejor dicho, en semidirecto), la gala de entrega de los premios Goya en su XXVII edición. Ante tal evento, el sindicato Unión de Actores y Actrices de Madrid, en una nota de prensa, ya ha hecho pública su posible implicación en el acto ante la que, política y socialmente hablando, nos está cayendo. Personalmente, les doy mi soporte total. Esa noche, ellos podrían convertirse en nuestro altavoz.
Aquí les dejo el comunicado en su integridad.
 
COMUNICADO DE PRENSA UNIÓN DE ACTORES: ¿QUÉ VAMOS A HACER LA NOCHE DE LOS GOYA?

¿Qué harían los maestros si dispusieran de dos horas en directo en la 1 de Televisión Española el próximo domingo por la noche, en horario de máxima audiencia? ¿Qué harían los trabajadores de la Sanidad Pública? ¿Qué harían las personas en paro? ¿Qué harían las personas a quienes sacan por la fuerza de sus casas al no poder hacer frente a las deudas con los bancos?

Desde el sindicato Unión de Actores y Actrices de Madrid hacemos un llamamiento a la reflexión a los compañeros del cine que tienen el honor de participar en la celebración de los premios Goya, ya sea como nominados o como presentadores. Desde el máximo respeto a la libre decisión de cada uno de hacer o decir lo que le venga en gana, llamamos a reflexionar sobre la situación que estamos viviendo y la responsabilidad de cada uno ante la misma.

No sabemos qué harían los maestros o los médicos del sector ...público si dispusieran de dos horas de televisión en directo (o casi) para celebrar y promocionar su profesión, cosa tan necesaria, vista la campaña de desprestigio que sufren. Sí sabemos lo que llevan meses, y años, haciendo en la calle: defender lo que es de todos.

Muchos pueden pensar que la gente de la cultura no debería expresar en público sus opiniones acerca de lo que sucede a su alrededor, que deberían limitarse al ejercicio de su profesión. Muchos pueden pensar que la implicación de los artistas en el “No a la Guerra” les supuso el rechazo por parte de un sector de la población. Sin embargo, también son muchas las personas que creen que tenemos la responsabilidad de aprovechar el altavoz del que disponemos y del que tanta gente carece. Porque nosotros también somos ciudadanos: sufrimos la Reforma Laboral y el paro, somos pacientes de la sanidad pública, padecemos los recortes en educación, porque también somos padres, conocemos y vivimos de cerca la injusticia de los desahucios,…

El próximo domingo podría ocurrir que habláramos sobre lo que sucede. El próximo domingo podría ocurrir que dijéramos No a los recortes: Hay alternativas. La pregunta es: ¿qué supondría mayor rechazo esta vez: volver a decir no o quedarnos callados?

Unión de Actores y Actrices

7.2.13

YoGa 2012

El colectivo Catacric (Catalans Critics), reunido en la noche del 6 al 7 de febrero del 2013, en un céntrico lugar de Barcelona, ha decidido otorgar los 24º anti-premios YoGa a lo peorcito de la producción cinematográfica del año 2012.

En sus deliberaciones, el jurado, anónimo (que no Anonymous) y mutante, como cada año, desde hace 24 inviernos, ha tenido en cuenta las apreciaciones, comentarios y sugerencias de los lectores de la web, de Facebook y de Twitter de este colectivo, algunas de cuyas propuestas ya habrán podido leer en días anteriores.

Cine extranjero

- Peor película: YoGa Vivir del cuento, a El hobbit, de Peter Jackson.

- Peor director: YoGa El hombre que no amaba los musicales a Tom Hooper, por Los miserables.


- Peor actor: YoGa ¿Por qué no te callas?, a Jean Dujardin, por Los infieles.

- Peor actriz: YoGa Espejito, espejito, ¿quién es más sosa que yo?, a Kristen Stewart por Blancanieves y la leyenda del cazador y La Saga Crepúsculo: Amanecer (Parte 2)


Cine español

- Peor película: YoGa Estrenas, que no es poco, a Todo es silencio, de José Luis Cuerda.
 
- Peor director: YoGa Ego al desnudo, a Nacho Vigalondo, por Extraterrestre.


- Peor actor: YoGa ¿Tengo ganas de ti?, a Hugo Silva, por El cuerpo y En fuera de juego.


- Peor actriz: YoGa Ola k ase, a Clara Lago, por Fin y Tengo ganas de ti.

Premios especiales

- YoGa Franco desencadenado al ministro José Ignacio Wert, por su miserable política cultural.


- YoGa The walking dead al reparto de Los mercenarios 2.

- YoGa Loca academia de peluquería a Javier Bardem (por Skyfall), José Coronado (por El cuerpo) y Sean Penn (por Un lugar donde quedarse).

- YoGa La familia y una más a Carmina Barrios, por Carmina o revienta.

- YoGa Baltasar Garzón a Alberto Ruiz Gallardón, por Holmes & Watson. Madrid Days.


- YoGa Uno de los nuestros: El fiasco se viste de Prada, a Juan Manuel de Prada, por su programa Lágrimas en la lluvia, de Intereconomía.

6.2.13

Maridos y mujeres


Cesc Gay vuelve a dar en el clavo. Después del irregular paréntesis que supuso V.O.S., con su nuevo film, Una Pistola En CadaMano, retoma el pulso narrativo, sereno y fresco, que esgrimió en títulos como En la Ciudad y Ficción. Y lo hace a través de un grupo de actores excelentes. Lo mejor de lo mejor para analizar, de forma cínica y con un sentido del humor tremendo, el comportamiento (en general, disfuncional) de los hombres, centrándose en diversos personajes de mediana edad inmersos en plena crisis personal.


Estructurada como una comedia de episodios, la cámara del realizador catalán se acerca a varias situaciones totalmente reconocibles para el espectador. Contando como telón de fondo con la (también reconocible) ciudad de Barcelona y apoyándose en la profesionalidad de sus actores (a cual mejor), desgrana un variopinto surtido de historias marcadas, en su mayor parte,  por las relaciones de pareja y sus altibajos, sin descartar otras opciones, como por ejemplo el desempleo, tal y como le sucede a uno de sus personajes.

La película queda perfectamente definida con una sola frase, la que le suelta Eduard Fernàndez a una mujer que le acaba de llamar la atención por fumar en un lugar prohibido: “Señora, estamos pasando por un mal momento de nuestras vidas”. Y es que, en todos sus sketches, siempre hay uno o más de sus protagonistas a quienes las "cosas" no les funcionan nada bien. La amargura provocada por el día a día, las crisis y las separaciones matrimoniales, el adulterio, el machismo reprimido o el mismísimo paro, son fundamentales a la hora de crear graves conflictos emocionales.


Una Pistola En Cada Mano está construida a golpe de duelos interpretativos y de diálogos tan naturales como ingeniosos. El cara a cara está a la orden del día: Leonardo Sbaraglia y Eduard Fernàndez se lo hacen en un portal; Javier Cámara y Clara Segura en casa de ella; Luis Tosar y Ricardo Darín en un parque público; Eduardo Noriega y Candela Peña en el interior de unas oficinas; Alberto San Juan y Leonor Watling en el coche de ella y Cayetana Guillén Cuervo y Jordi Mollà paseando por las calles de la ciudad. Ellas, moralmente, son las ganadoras. Ellos, por su inseguridad y patetismo, salen perdiendo. Ni siquiera la catarsis colectiva final les servirá de mucho.


Una insuperable panda de grandes bestias de la interpretación al servicio de un guión inteligente y mordaz. Una disección (a veces cruel) de la conducta del hombre en beneficio de la de la mujer. Es como el Woody Allen de los últimos tiempos, pero en bueno, en fresquísimo y a la catalana.

5.2.13

El gran peñazo

Paul Thomas Anderson está de un broncas subido. Ya en el 2007 nos la endilgó con el minimalismo insoportable de Pozos de Ambición y ahora, siguiendo con su engreimiento y dispuesto a desbancar de su trono a Terrence Malik como Rey de los Peñazos tras su El Árbol de la Vida, nos la cuela de nuevo con The Master, una insoportable cinta que sigue idénticos derroteros que los citados pozos.

Ambientada en la Norteamérica de los años 50, justo al terminar la 2ª. Guerra Mundial, narra la relación de amor y odio que se establece entre dos personajes de lo más esperpéntico: un antiguo combatiente alcoholizado y un profeta sectario dispuesto a embaucar al personal con su nueva religión. Una relación, la de ellos, difícil de asimilar por el espectador ya que, entre otras cosas, están pésimamente explicados (por no decir inexistentes) los motivos por los que ambos tipos se sienten tan atraídos en esa tortuosa concomitancia con reminiscencias paternofiliales y de mutua dependencia. Es más, ni siquiera resultan comprensibles ni el comportamiento ni las decisiones que ambos individuos toman a lo largo de su dilatadísimo, reiterativo y agotador metraje.


Aparte del siempre imponente Philip Seymour Hoffman, aquí en la piel del gurú engañabobos, lo único resaltable del producto es su excelente fotografía y su dirección artística, capaz de transportar al espectador hasta los mismísimos 50. El resto, aparte de tedioso y pretencioso, se me antoja como una inmensa y apestosa boñiga, empezando por el histrionismo con el que un resucitado Joaquin Phoenix (encorvado y adelgazadísimo para la ocasión) afronta el papel del trastocado y borrachuzo Freddie Quell.


Al Thomas Anderson le encanta colgarse en interminables planos y en situaciones tan imprescindibles como redundantes, absurdas e incluso vacías, que poco aportan a la película. El hombre sigue con su pasión por el exagerado minimalismo -tanto narrativo como visual y musical-  con el que ya nos castigara en su anterior film, ese Pozos de Ambición de infausta memoria. Lejos, muy lejos, quedan sus mejores propuestas (Boogie Nights, Magnolia y Punch-Drunk Love). Ahora, con la etiqueda de "pedantillo" a cuestas y bajo ese disfraz de “autor” que tanto le gusta exhibir, se dedica a engatusar a sus seguidores con su apelmazada doctrina, al igual que hace el lider espiritual de su film con sus adeptos.

Paso total del The Master de las narices. Odio que me tomen el pelo a golpe de falsas (y aburridísimas) coartadas intelectuales.

3.2.13

Las bellas y la bestia

Alfred Hitchcock vuelve a estar en el candelero. Y por partida doble. Por un lado, acaba de estrenarse Hitchcock, el largometraje de Sacha Gervasi que repasa los entresijos del rodaje de la mítica Psicosis y, por otro, The Girl, un telefilme de Julian Jarrold, producido por la prestigiosa HBO y aún pendiente de su pase televisivo en nuestro país, en el que se analiza la tensa relación del Maestro del Suspense con Tippi Hedren, la actriz protagonista de Los Pájaros y Marnie la Ladrona. Ambas películas coinciden en ciertos aspectos, pero mientras el trabajo de Sacha Gervasi se muestra muy (demasiado) complaciente con el mítico director, la cinta de Jarrold no tiene reparos en adentrarse en su parte más oscura.

El Hitchcock de Gervasi apuesta por la vertiente más cinéfila de la historia. Centrado en el rodaje de Psicosis, también aprovecha para esbozar, un tanto de refilón, las obsesiones del realizador. Su pasión por ejercer de mirón a la mínima de cambio y su enfermiza obsesión por las rubias quedan más que latentes pero, al margen de ello, su mirada está enfocada principalmente en plasmar la relación del director con Alma Reville, su esposa y guionista de una buena parte de su obra; una relación marcada por las tensiones matrimoniales y la sospecha, por parte de Hitchcock, de que ella podría estar engañándole con el escritor y también guionista Whitfield Cook.
 

Hitchcock se beneficia de una perfecta ambientación de los años 60, época en la que se gestó la magistral Psicosis y, al mismo tiempo, se muestra ingeniosa y muy cuidada a la hora de recrear la planificación y el rodaje de algunas de las antológicas escenas de la citada película, como la del asesinato en la ducha o la del detective Arbogast cayendo por las escaleras de la mansión de Norman Bates tras ser apuñalado. Mucho menos clarificadora queda la tortuosa relación existente entre el director de Rebeca y Vera Miles, la actriz que protagonizara Falso Culpable en 1956 y que repetiría papel protagónico en Psicosis al lado de Janet Leigh y Anthony Perkins.
 

El interés de Sacha Gervasi es puramente cinéfilo, cosa ciertamente de agradecer. De hecho, donde mejor funciona el producto, es en sus numerosas y bien ideadas citas cinematográficas, su tono de comedia afectuosa y caricaturesca y, ante todo, en el trabajo interpretativo de Anthony Hopkins y Helen Mirren. Hopkins se mete en la piel de un Alfred Hitchcock totalmente creíble, afable y perverso a dosis iguales, y capaz de empatizar con el espectador a pesar de sus defectos, mientras que Helen Mirren se encarga de dar vida a Alma Reville, la sufrida y clara mano derecha del realizador británico, sin olvidar la presencia de Janet Leigh, actriz que durante el rodaje apaciguó los obsesos pensamientos del realizador y que, para la ocasión, se ha permutado en el cuerpo y rostro de una funcional Scarlett Johansson.
 

The Girl, el telefilme de la HBO aún no visto en España y que empieza allí donde termina el Hitchcock de Gervasi, quizás resulta menos lujoso y ambicioso que éste pero, en líneas generales, mucho más punzante al esbozar el dibujo de un perverso y enfermizo Alfred Hitchcock (Hitch para los amigos). Y es que, de hecho, se trata de una visión más intimista del personaje, capaz de mostrar abiertamente los rincones más oscuros de un hombre que, a través del acoso sexual, sometió a la debutante Tippi Hedren a un incómodo suplicio psicológico y físico que acabó con su prometedora carrera.

Al igual que en la película de Sacha Gervasi, la de Julian Jarrold se muestra excelente en la recreación de la filmación de las escenas más imborrables de Los Pájaros y la posterior Marnie. El toque cinéfilo sigue estando presente, pero su tono de comedia no es ni mucho menos tan apacible como el del largometraje. Su mirada en torno al mito es desalentadora. Innegablemente, la percepción que apuntaba Donald Spotto del director en su libro Las Damas de Hitchcock (Spellbound by Beauty: Alfred Hitchcock and his Leading Ladies, 2008) -en el que se basa el guión del film-, queda más que latente.
 

La bella y la bestia. La bella es Tippi Hedren, actriz a la que da vida una espléndida Sienna Miller. Y la bestia, ¡cómo no!, es don Alfredo, un Hitch maligno, traumatizado y obseso al que un genial Toby Jones se encarga de transmitir su parte más tenebrosa, desagradable e incluso repulsiva; un personaje con el que, en esta versión, es difícil simpatizar. Y allí, siempre en un segundo plano aunque con un poder de convicción tremendo, una más que correcta Imelda Staunton en el rol de Alma Reville.
 

Dos enfoques distintos, aunque convergentes y complementarios, sobre la figura de Alfred Hitchcock, uno de los mejores y más populares directores de la historia del cine. Personalmente, por su franqueza, frialdad y valentía desmitificadora, me quedo con la perspectiva de Julian Jarrold y su The Girl.