29.11.16

Entre Casablanca y Londres


Tras la correcta El Desafío, Robert Zemeckis vuelve a la carga con Aliados, una cinta ambientada en 1942, en plena 2ª Guerra Mundial, que transcurre entre dos frentes muy diferenciados, Casablanca y Londres. Como fuerte gancho comercial, el protagonismo de Brad Pitt y Marion Cotillard: él, un agente de la inteligencia británica; ella, un miembro de la resistencia francesa. Juntos habrán de liquidar a un alto mando del ejército nazi, una misión peligrosa en el norte de África que hará que entre ellos surja algo más que una simple historia de amor; una relación que, sin embargo, se verá trastocada por una serie de sospechas preocupantes.


Aliados mezcla, en su trama, el drama romántico con el thriller de espionaje y, para ello, el realizador de la saga de Regreso al Futuro, lo hace a través de una estructura narrativa y una puesta en escena de lo más clásico, aunque sin renunciar por ello a una de las constantes de su filmografía, o sea, a un brillante alarde de efectos especiales que acompañan a la perfección los avatares de la pareja protagónica, al tiempo que le confiere a la cosa un indiscutible (y siempre de agradecer) atractivo visual.

La cinta funciona a sus dos niveles: tanto su historia de amor como la intriga que la termina envolviendo, tienen el gancho suficiente como para mantener al espectador pegado a su butaca. Sin resultar del todo creíble, posee esa misma virtud de algunos maestros del cine de suspense (léase Hitchcock, sin ir más lejos) que, con su savoir faire, fueron capaces de convertir una ficción de lo más inverosímil en una película inolvidable.


Buena parte del mérito del film reside en las excelentes composiciones que hacen de sus respectivos personajes unos vibrantes Brad Pitt y Marion Cotillard y, por supuesto, en esa química que ambos desprenden a lo largo y ancho de su dilatado metraje; más de dos horas que acaban pasando en un abrir y cerrar de ojos. Lástima que, en su parte final, Zemeckis (como buen alumno de Spielberg que es), le añada a su producto un más que innecesario y lacrimógeno epílogo. Nadie es perfecto, como sentenciaría Joe E. Brown.


Entretenida, intrigante, elegante, emotiva y adornada con todos los tics y tópicos del cine clásico por excelencia. Y ya, puestos en plan portera, si a ello le añaden el morbo de la rumorología existente sobre un posible affaire entre el Pitt y la Cotillard, el invento aún lo digerirán mejor.

13.11.16

El retorno del investigador peculiar


Hace cuatro años, Christopher McQuarrie dirigió Jack Reacher, un interesante y vigoroso thriller que, protagonizado por Tom Cruise, recogía las andanzas del personaje del título, un tipo sacado de las novelas de Lee Child tras el que se esconde un exmilitar un tanto fantasmagórico: un hombre difícil de localizar y que tan sólo aparece en momentos puntuales para resolver temas que afecten directamente al estamento militar. Ahora, el tal Reacher reaparece en su segunda entrega cinematográfica, Jack Reacher: Nunca Vuelvas Atrás.

De nuevo Cruise vuelve a ponerse en la piel de su enigmático protagonista, aunque como productor cambia la más contundente dirección de McQuarrie por la de un más irregular Edward Zwick quien, en esta ocasión, se muestra bastante incapaz de dotar a la película de la fuerza que poseía la primera entrega, pues este nuevo Jack Reacher, aparte de entretener, no tiene la energía de la primera cinta.


Ahora, el amigo Jack Reacher vuelve a salir de su anonimato para respaldar a una comandante de su antigua unidad que ha sido detenida acusada de traición. A pesar de la oposición que encontrará en su camino por parte de altos estamentos militares (y también paramilitares), el peculiar investigador, con la ayuda de la acusada, descubrirá un peligroso complot gubernamental, al mismo tiempo que tendrá que lidiar con un secreto de su propio pasado que le podría cambiar la vida para siempre.

La cinta, a pesar de sus múltiples baches narrativos y argumentales, se deja ver, pero no va más allá. No engancha ni resulta tan estimulante como la original, pues Zwick ha realizado un trabajo en exceso plano y un tanto sin alma, así como los secundarios que rodean a un efectivo Cruise (que, por cierto, ya se está haciendo mayorcito y un pelín culón), no tienen, ni mucho menos, la solvencia de los de la anterior. Por mucho que se esfuercen, ni Cobie Smulders es Rosamund Pike, ni Robert Knepper ni Aldis Hodge le llegan a la suela de los zapatos de gente como Robert Duvall o Richard Jenkins.


Además, a mi gusto, este film denota un gran problema que lastra, en parte, la intriga planteada: el del ñoño y cargante personaje de la joven Samantha que, interpretado por Danika Yarosh, se me antoja truculento y sensiblero; una concesión tan comercial como dirigida claramente al público adolescente y sobre la que no quiero insistir más para no caer en el temido spoiler.


Irregular pero distraída gracias, ante todo, a la peculiaridad de las características del interesante y atípico personaje protagonista y a las numerosas ráfagas de acción y violencia con las que se salpican sus casi dos horas de metraje, mereciendo una atención especial al clímax final por las calles de una Nueva Orleans en plenas fiestas.


Espero que si en un futuro hay una nueva entrega de Jack Reacher, se opte por un realizador un poco más práctico y menos formal que Edward Zwick. Todos saldremos ganando.