31.5.10

16 visiones sobre Dennis Hopper (La leyenda de un indomable)

El joven

El triste

El triunfador

El perdedor

El Oscuro

El alucinado

El aún más alucinado

El hippie alucinado

El motero alucinado

El enigmático

El creador

El hampón

El terrorífico

El culto

El despeinado

En la enfermedad y en el largo adiós


Descanse en paz, buen hombre.

29.5.10

EN RESUMIDAS CUENTAS: De batracios y dragones

Con Tiana y el Sapo, los estudios Disney regresan al cine de animación hecho a mano, el de toda la vida. Un viaje nostálgico que recupera el espíritu de las clásicas cintas de la productora. Un cuento de hadas, con números musicales incluidos, al más puro estilo de la casa. Dirigiendo el cotarro, Ron Clements y John Musker, los mismos que hace un par de décadas hicieron renacer de las cenizas a la compañía con títulos como La Sirenita o Aladdin. Todo un sello de garantía.

Clements y Musker le dan la vuelta a El Príncipe Sapo de los hermanos Grimm. Al igual que en el original literario, hay una princesa y un sapo. Y un beso…, aunque los efectos de éste dejen algo que desear ya que, en lugar de convertirse el batracio en humano, es la muchacha la que transmuta en rana. Acompañando a los saltarines enamorados, un sinfín de personajes perfectamente definidos, de entre los que caben destacar un hechicero maligno (escapado directamente del 007 Vive y Deja Morir) y un cocodrilo bonachón que aspira a convertirse en trompetista famoso. No en vano, este último atiende por el premonitorio nombre de Louis.

Atención a la perfección musical y visual de los números coreográficos y, ante todo, a la brillante ambientación de los parajes pantanosos de Louisiana y aledaños. Canela en rama. Un trabajo ideal para recuperar la magia de los viejos films marca Disney.


Los que aún siguen fieles a la animación informática (y, en este caso, en 3D) son la gente de DreamWorks quienes, desde Cómo Entrenar a Tu Dragón, plantean una sencilla aunque efectiva historia ambientada en una aldea vikinga con problemas para sobrevivir a los continuos envites de una manada de dragones feroces. Dean DeBlois y Chris Sanders son sus responsables más directos.

Como principales protagonistas, Hippo y Toothless (Desdentao en la versión española). El primero es el hijo del Jefe vikingo, un muchacho nada valeroso en la lucha contra los dragones. El segundo, un dragón alado de rasgos felinos, muy a lo Pokemon, que se convertirá en la fiel mascota del primero. Acompañándoles en sus devaneos, una incomparable y genuina fauna de guerreros vikingos con múltiples guiños a los tebeos de Astérix y al clásico de Richard Fleischer con Kirk Douglas y Tony Curtis.

Una historia de amistad y comprensión y, al mismo tiempo, un divertimento plagado de aventuras y bien perfiladas escenas de acción. Su mayor encanto radica, aparte de la fantasía vertida, en el cuidado diseño de las distintas especies de dragones y en el modo de mostrar las costumbres del pueblo vikingo. De fondo, la relación tensa entre un padre y un hijo con resolución (inevitablemente) feliz.

24.5.10

Bipolaridad

James Gray deja de lado sus thrillers habituales (La Otra Cara del Crimen, La Noche Es Nuestra) y entra a saco en un melodrama de tintes sentimentales y autodestructivos, Two Lovers, una cinta sencilla (pero cerebral) con un buen número de guiños al cine de Alfred Hitchcock, siendo Vértigo y La Ventana Indiscreta sus dos referencias más claras. Al mismo tiempo, Two Lovers significa el último trabajo de un espléndido Joaquin Phoenix antes de salirse por los cerros de Úbeda y retirarse del mundo de la interpretación. Gwyneth Paltrow y Vinessa Shaw le secundan en una historia a dos bandas. Tan hitchconiano resulta el producto que incluso, entre sus secundarios y en el rol de la madre de Phoenix, cuanta con la presencia de una envejecida Isabella Rossellini, hija de Ingrid Bergman, una de las musas indiscutibles de don Alfredo.

La bipolaridad del personaje de Phoenix, Leonard Kraditor, marca todo cuanto acontece en la película de Gray. Una morena y una rubia son las chicas que se cruzarán en la vida sentimental de Leonard, un joven bipolar con varios intentos de suicidio en su haber quien, tras verse abandonado por el amor de su vida, buscará refugio al lado de sus padres al regresar al domicilio de éstos. Allí tendrá que elegir entre dos opciones distintas para compartir el resto de su vida en pareja. O bien el amor de una mujer hogareña que al mismo tiempo satisface a sus familiares más íntimos, o bien el de una joven vecina que acapara, en su personalidad, todos los tópicos de la femme fatal del cine negro de toda la vida. La primera es Sandra, la morena (Vinessa Shaw), y la segunda Michelle, la rubia, una excepcional Gwyneth Paltrow totalmente alejada de sus roles usuales.

La curiosidad de Two Lovers radica en que, sin tratarse de un thriller al uso ni de un film de suspense, se apropia de la mayor parte de elementos del género para desvelar la intriga de saber por cual de esas dos mujeres se decantará el protagonista. Con tales componentes, Gray desarrolla una película cuyo mayor acierto se encuentra en su poder descriptivo. El delicado modo de acercarse a la familia y aledaños de Leonard o la particular manera de retratar la ciudad de Nueva York, son un buen ejemplo de ello. Tanto es así que, sin ir más lejos, consigue trasladar al espectador al mismísimo epicentro neoyorquino de Desayuno Con Diamantes cuando, a través de la cámara y de su banda sonora, hace un recorrido por las calles nocturnas de la ciudad antes de la cena en un restaurante de lujo entre Leonard, Michelle y el amante de ésta (un enigmático Elias Koteas).

Si esta delicada cinta peca de algún defecto es la lentitud abusiva con la que el realizador afronta la mayoría de sus pasajes. Su pesaroso tiempo narrativo, a buen seguro, es el culpable de que se convierta en uno de esos brillantes títulos que uno de no descubre en su totalidad hasta unas cuantas horas después de haberlos digerido. A saber porqué motivo ha tardado más de dos años en llegar a las pantallas españolas.

18.5.10

An Education

Precedida de una crítica y una acogida excelente en el pasado festival de Sitges, llega a nuestras pantallas Canino, un peculiar film griego del que muchos apuestan ya por su futura condición de película de culto. Para gustos, colores. Y es que a mí, vistos los resultados, nunca me ha gustado que me tomen el pelo.

Un salero es un teléfono. El mar es un butacón. Una autopista es un tipo de viento. Un zombi es una florecilla... O eso, a ciencia cierta, eso es lo que interpretan los tres hijos (dos chicas y un chico), ya mayorcitos, de un extraño matrimonio que, años ha, decidió criar a sus retoños fuera de cualquier influencia externa. Encerrados, durante toda su vida, en una solitaria mansión rodeada de una gigantesca valla y alejados del núcleo urbano más próximo, los tres hijos entenderán la vida con una filosofía totalmente distinta a la del resto de los mortales.

Es innegable que la premisa de la cual parte Canino resulta, sobre el papel, mínimamente sorprendente. Dejando a un lado su posible paralelismo con la también discutible El Bosque de Shyamalan (al menos, en lo que a aislamiento y a tergiversación de la realidad se refiere), lo que propone Giorgios Lanthimos parece gracioso y prometedor, amén de grotesco. Pero nada más lejos de lo esperado, ya que su puesta en escena (inundada de planos cortados, estrambóticos y rocambolescos) y su minimalista guión, hacen de este un trabajo tan pedante como insoportable.

El tal Lanthimos mezcla la comedia (surrealista) con el melodrama, sin énfasis y con ningún tipo de convicción. La aberración que propone no motiva en absoluto y su insólita premisa inicial se convierte en una pedantería sin parangón llena de situaciones cansinas y repetitivas. No busquen muchas explicaciones a los hechos que plasma. Canino no busca más que rizar el rizo para poner a tono al gafapastismo cinéfilo de turno y, al mismo tiempo, provocar descaradamente a los más reaccionarios a través del modo en que se acerca a las relaciones sexuales de algunos (y entre algunos) de los integrantes de la familia protagonista. El resto es de una insolencia narrativa que tumba de espaldas; toda una oda al aburrimiento y a la lentitud más enervante. Igual que sucedía en el cine denominado de arte y ensayo allá por los 60 y 70... Y es que estos griegos están mal, muy mal.

Eso sí: a pesar de los pesares (que son muchos y abigarrados) he de confesar que tiene su gracia el que los padres eduquen a sus hijos en la creencia de que Frank Sinatra es el abuelo de la familia. Siempre hay algo salvable en un peñazo de esta guisa.

Si es usted amante de los riesgos extremos, acérquese al film. Pero que conste que está avisado. Después no me venga con reclamaciones.

13.5.10

Adiós, Antonio

Su forma de hablar debería ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

Le echaremos en falta, buen hombre.

12.5.10

La justicia es una mierda (y esta película también)

Un fiscal y el superviviente de un acto vandálico en el que murieron su esposa e hija, frente a frente. El primero defiende el modo en que llevó la acusación de los dos inculpados; el segundo cuestiona sus métodos y las penas aplicadas. El enfrentamiento entre ambos se convertirá en un explosivo mortal que salpicará a más de uno. De fondo, como escenario geográfico, la ciudad de Philadelphia. Un Ciudadano Ejemplar es su título. Tras la cámara, F. Gary Gray, el mismo de esa cosa infumable que atendía por Be Cool. Ante ella, un justito Jaime Foxx y el cada vez más insoportable Gerard Butler.

La cinta, en un inicio y a pesar de empezar como aquellos viejos thrillers setenteros en los que Charles Bronson ejercía de justiciero urbano, parece prometer. Una vez superados los primeros minutos, la cosa se sale de madre pues rizar el rizo, a costa de cualquier tipo de credibilidad, es lo único que parece interesarle al tal Gary Gray. El endeble discurso sobre la eficacia de la justicia norteamericana que parecía proponer, desaparece totalmente por culpa de su desmesurado y nada real argumento. Y es que la víctima, a priori un bonachón de mucho cuidado, no es lo que parece: la bestia que esconde es de lo más potente.

Cine carcelario, judicial y de acción, todo abigarrado en un mismo pack. Demasiadas pretensiones para un producto desmelanado que no conduce a ninguna parte. Un poco de Seven, un mucho de MacGyver (aquel manitas que con una patata frita y un hilo montaba un arma letal) y otro tanto de El Silencio de los Corderos. La maldad siempre tiene que ser extremadamente inteligente, tal y como demostraba Hannibal Lecter. Un hombre en solitario y confinado contra todo un ejército. La venganza, en este caso, se ha pasado de rosca. Pero por suerte, el espectador ya no traga. Que le tomen por tonto tan a menudo empieza a resultar ofensivo.

El Foxx, metiendo cara d'apenao, cumple bajo mínimos con su cometido. No es necesario esforzarse en demasía pa tirar p’adelante un papel como el suyo. Lo del Butler es otra historia: a este chico ya no hay por donde pillarle. A cada nuevo título que protagoniza, más me convence de tratarse de uno de los peores actores de la historia del cine, sólo comparable a Victor Mature.

Si no quieren sentir vergüenza ajena, no se acerquen ni jartos de vino a monumental parida.

7.5.10

Life Underground

El Fantástico Señor Zorro o, lo que es lo mismo, el peculiar y hermético universo de Wes Anderson sumado al ingenio de Roal Dahl, autor del cuento en el que se basa la película. Una curiosa manera, la del director norteamericano, de acercarse por vez primera al mundo de la animación; una animación cutre pero altamente resultona, ideal para su personalísimo estilo.

Entre los miembros de la familia Fox y los de los Tenenbaum hay muy pocas diferencias, a no ser porque los primeros son animales y los segundos seres humanos. De todos modos, en su cine, los animales actúan igual de raro que los hombres. El Sr. Fox, sin ir más lejos, ejerce de columnista en un periódico tras haberse alejado, momentáneamente, de sus compulsivos robos de gallinas. Y es que al zorro no le queda otro remedio que dejar las fechorías a un lado si no quiere perder a la que ha de ser su futura mujer.

Wes Anderson sigue fiel a sus reglas y a sus personajes, persistiendo en el retrato (jocoso) de grupos disfuncionales. Su particularismo sentido del humor y las relaciones entre personajes han variado muy poco. Aquellos que viajaron a Darjeeling bien podrían integrarse entre el grupo de animales que secundan (a regañadientes) las iniciativas del Sr. Fox o, por el contrario, en el de humanos que intentan acabar con las terquedades de éste. A ambos lados del conflicto cuecen habas. A un lado Fox y sus satélites parias; al otro, tres granjeros (o empresarios, léanlo como quieran) amantes de la especulación y las soluciones violentas. El festín de Anderson cubre todos los espectros de la lucha de clases.

Película extraña, aunque divertida e ingeniosa, a la que vale la pena aproximarse (casi por obligación) a través de su versión original subtitulada. El que al zorro protagonista le otorgue la voz el mismísimo George Clooney, potencia sobremanera el carácter cool, pendenciero y un tanto jetas del personaje en cuestión. Y de propina, otras voces de lujo como las de Meryl Streep, Willem Dafoe o Bill Murray, una habitual, este último, del cine de Wes Anderson. Una gamberrada en toda reglas: imposible imaginármela doblada.

4.5.10

Montó un circo y le crecieron los enanos

A los 17 años, justo el día en que tenía que debutar como domador de leones en el circo de sus padres, un vendaval se llevó por delante la carpa, suspendiéndose la función. En 1970 funda su propio circo. Desde ese momento, fue agredido en numerosas ocasiones por sus fieras durante sus actuaciones como domador. En 1980 se casó con con la actriz Bárbara Rey, mujer que en altura le llevaba unos cuantos metros. En 1986 es ingresado a causa de una intoxicación tras incendiarse el circo de su propiedad y dos años después se separa de su esposa tras un turbulento matrimonio. En los años 90 fue denunciado por maltrato a los animales y por usar a un bebé y a dos menores en un número con elefantes. En el 95 ingresa en un hospital por haber ingerido una gran cantidad de barbitúricos y un mes más tarde regresa de nuevo a otro centro hospitalario tras sufrir un accidente automovilístico. En el 98, le embargan el circo con los animales incluidos. En junio del 2001 y dispuesto a recuperarlo, realiza una huelga de hambre de seis días de duración. Dos años después, alegando sufrir una fuerte depresión, ingresa en un centro de rehabilitación. En el 2004 es operado de urgencia de una perforación duodenal. La pasada madrugada, a los 65 años de edad, fallecía a causa de un paro cardíaco.

Atendía por el nombre de Ángel Cristo. Su mayor logro fue convertirse en gran estrella (fugaz) del cine español gracias a El Cid Cabreador.
Descanse en paz.