29.9.12

Tiempo de crisis


Desde que en 1973 Peter Yates filmara el interesante thriller policiaco El Confidente, basada en el libro The Friends of Eddie Coyle de George V. Higgins, nadie había vuelto a adaptar una novela de este autor, un prolífico escritor de novela negra que, con casi una treintena de títulos en su haber, se mostró como todo un experto a la hora de retratar el sórdido submundo de la delincuencia; no en vano, trabajó durante dos décadas como fiscal de distrito en la ciudad de Boston. Casi 30 años después de El Confidente, Andrew Dominik, el realizador de El Asesinato De Jesse James Por El Cobarde Robert Ford ha recuperado otra de sus novelas (Cogan’s Trade) para su nuevo film, Mátalos Suavemente.


Muchos verán en el trabajo de Dominik una clara influencia del cine de Tarantino. Nada más erróneo pues, en realidad, ese supuesto toque tarintiniano proviene de la obra de Higgins, un hombre al que el realizador de Malditos Bastardos debe buena parte del estilo de sus inconfundibles diálogos.

Mátalos Suavemente parte del golpe que realizan tres delincuentes de baja estofa y mínimas entendederas al atracar una partida de póquer organizada por la mafia. Para paliar las pérdidas, el clan contactará con un frío y calculador asesino profesional, un tal Jackie, para que dé caza y termine con la vida del trío de ladrones y, de paso, darle una lección igualmente mortal al organizador de la timba, un tipo con una deuda pendiente del pasado.
 

Cine negro en mayúsculas, con un sinfín de personajes estrambóticos y descritos a la perfección. Con cuatro líneas, Andrew Dominik describe con envidiable exquisitez a cada uno de ellos. El ritmo del film es tranquilo. Va avanzando poco a poco, sin prisa pero sin pausa. No hay precipitación válida. No es una película acción. Es una película violenta, sin más; de ráfagas de brutalidad muy esporádicas, aunque totalmente contundentes: de esas de aquí te pillo, aquí te mato y capaz incluso, como si de un émulo de Peckinpah se tratara, de ralentizar sus pasajes más salvajes para recrearse en algunos de los crímenes mostrados. Todo un deliro visual controladísimo y perfectamente apoyado por un guion de lo más inteligente.
 

En su trama, y desde el inicio de la misma, muestra paralelismos sobre la estructura empresarial y las acciones de la mafia con el perfil político de la crisis económica actual. En este aspecto, discursos reales de Bush y Obama acompañan de fondo más de una escena, al tiempo que descubre al personaje de Brad Pitt (el enigmático Jackie) como uno de esos aprovechados dispuestos a sacar el mayor partido posible a un caos financiero y de valores como el que sufrimos. La máxima de "a río revuelto, ganancia de pescadores" nunca se había cumplido tan bien como sucede en Mátalos Suavemente.
 

Brad Pitt está perfecto en la piel del inmutable Jackie; al chico le van como anillo al dedo los papeles de desarraigado. Y no sólo Pitt destaca por su interpretación. Prácticamente todos los que intervienen se me antojan excelentes. Desde Ray Liotta a Richard Jenkins, pasando por el inmenso James Gandolfini quien, en parte, rememora su época como Tony Soprano al dar vida a un sicario acabado, alcoholizado, putero y con un montón de problemas con la justicia.
 

Una de los mejores productos del año en curso y de la cartelera actual, tanto por su precisión narrativa como por ese humor cáustico que se desprende de cada una de sus escenas. Una maravilla de película; explosiva y cargada de mala leche.

25.9.12

Allen è finito

  
Hace años (ya bastantes) iba contento a cada uno de los estrenos de Woody Allen. Su personalísimo sello significaba una garantía de originalidad y buen cine: diálogos brillantes, situaciones interesantes, gags ingeniosos… Desde hace un tiempo (demasiado), me sucede todo lo contrario. Asisto a cada nueva película del cineasta con poquísimas esperanzas de encontrarme con algo distinto y mínimamente atractivo. Su cine se ha encallado, ya no avanza hacia ninguna parte, tal y como demuestra su último trabajo, A Roma Con Amor. Y es que el hombre ya ni se esfuerza en cavilar un título menos sobado.

 
De lo poco positivo en el film es que, en esta ocasión, Allen hace un intento por recuperar el humor surrealista que tanto le caracterizó en los sobresalientes inicios de su carrera. Pero lo hace sin frescura, sin chispa. Y es que su sentido del humor ha envejecido tanto o más que él, casi diría que permutándolo por ese afán de folleto turístico que poseen sus películas desde que optó por filmar, en plan mercenario, desde la vieja Europa. Primero fue Londres, luego Barcelona, París y ahora Roma.

Estructura su cinta al igual que las viejas comedias italianas: a base de episodios. Cuatro son los que componen su oda romana. Pero, al contrario que los grandes maestros del cine italiano, no se trata de episodios independientes, sino que las 4 historias se van mezclando a lo largo del metraje, lo cual le da al trabajo un aspecto deslabazado y caótico, tanto cronológica como narrativamente hablando. El único punto de unión entre episodios es la ciudad protagonista. Y punto pelota.


En uno de ellos (el más pedante de todos, sin lugar a dudas), en el que un joven arquitecto mantiene conversaciones imaginarias con un personaje al que admira, Allen recurre a un truco ya utilizado en la entrañable Sueñosde un Seductor;  mientras que en el episodio protagonizado por él mismo y en donde el propietario de una funeraria se transforma en un excelente cantante de ópera mientras se ducha, apuesta por ese toque absurdo que dominaba sus primeras cintas y, ante todo, por el tipo de relatos cortos que caracterizon sus diversos libros. Pero todo ello a medio gas y sin garra, para cubrir el expediente.

 

En los otros dos episodios, a medio camino entre la comedia de enredos y el surrealismo, un joven recién casado vivirá una corta aunque intensa historia con una prostituta, y un hombre anónimo se convertirá en famoso de la noche a la mañana, siendo acosado por todo tipo de medios de comunicación. El primero protagonizado por Penélope Cruz y el segundo por Roberto Benigni; ambos geniales, perfectos. Suerte ha tenido Woody Allen de contar con ambos profesionales pues, cada uno en su estilo, le han dado algo de vida a un producto estrellado y sin gracia: ella, la Pe, por su desparpajo y frescura (aunque repitiendo un poco su personaje en la nefasta Vicky Cristina Barcelona); él, el Benigni, por su habilidad a la hora de manejar de forma magnífica su histrionismo innato.

 

No busquen mucho más en A Roma con Amor. El magistral Woody Allen de Delitos y Faltas o Zelig ya se fue. Y es que la obligación de realizar una película por año ya ha dejado de dar sus buenos frutos. Quizás espaciándolas un poquito, todos saldríamos ganando.

20.9.12

Atrapa a un ladrón


Primero fue el boom de la novela negra nórdica y, con posterioridad, el éxito de la trilogía cinematográfica sobre Millennium. El noir nórdico, en todas sus vertientes, está de moda; mola. A la gente le llama la atención los thrillers actuales de producción europea con apariencia de cine norteamericano. Gracias a esta nueva tendencia llega a nuestras pantallas Headhunters, un film de acción e intriga que,  basado en una novela del prestigioso Jo Nesbo, se acerca a las correrías de Roger Brown un cazatalentos que, para mantener su elevado tren de vida, ejerce desde hace años como ladrón de obras de arte.


Todo parece irle bien al tal Roger (excelente y rarísimo Aksel Hennie). Un posible nuevo fichaje para la empresa para la cual trabaja se inmiscuirá en su vida de delictiva y de pareja, haciendo que su último golpe -en principio de lo más rutinario- se le escape de las manos. Si quiere salvar el pellejo, deberá hacer frente a una imparable espiral de acoso, violencia y misterio.


Hasta aquí, todo funciona a la perfección. Morten Tyldum, su director, sienta bien las bases. Hace una encomiable presentación de personajes, al tiempo que prepara al espectador para un golpe de efecto que se decantará hacia una trepidante cinta de acción. Y aquí, justo aquí, cuando la película adquiere un tono frenético y adrenalínico, es cuando empieza a escapársele la historia de las manos.

Aburrir no aburre; todo al contrario. Su velocidad narrativa es tal que deja poco respiro a las plateas. Incluso tiene su sentido del humor; muy peculiar, pero lo tiene. El problema estriba en las numerosas lagunas que alberga el guión, su escasa coherencia argumental y, ante todo, en la cantidad de escenas que, de tan pasadas de rosca, pueden resultar inverosímiles. Es innegable que,  a pesar de ello, ofrece imágenes si más no curiosas y cercanas al gore, como por ejemplo la del perro muerto ensartado en la pala de un tractor o la del baño de mierda accidental del protagonista huyendo de su perseguidor.


Robos, persecuciones, crímenes, sexo, suspense… Un poco de todo y a grandes dosis, aunque ensartado de cualquier modo y con un final en exceso rocambolesco y decepcionante. Al menos, yo no me lo creo en absoluto.

Por cierto: el malo maloso de la función es Nicolaj Coster-Waldau, el malvado Jaime Lannister de la fantástica serie Juego de Tronos.

19.9.12

Infiel


Terence Davies, un cineasta respetadísimo por la crítica oficial y “bienpensante”, ya nos machacó de lo lindo a finales de los 80 con un tostón de mucho cuidado, Voces Distantes, una cinta que en su época puso la piel de gallina a los gafapastas de turno. Ahora, conservando aún ciertas reminiscencias rancias de ese título, ataca de nuevo con The Deep Blue Sea, un melodrama de tintes intimistas y ritmo cansino.

Que nadie se lleve a engaño y piense que se trata de una secuela de esa entretenida película, de idéntico título, en la que un tiburón se zampaba a Samuel L. Jackson a la primera de cambio. No, que va, nada más lejos de la realidad. Ese era cine palomitero. Lo del Davies está a las Antípodas. Es cine de autor, de ese cine que atufa a pedantería supina, del que aburre hasta a las musarañas.

The Deep Blue Sea se centra en un triángulo amoroso en el Londres de principios de los años 50, en plena postguerra. Allí, una mujer casada con un juez adinerado y mayor que ella, decide plantarlo e irse a vivir a un apartamento cochambroso en compañía de un amigo de su marido, un hombre en el que cree haber encontrado el verdadero amor. A partir de aquí, recurriendo continuamente a flashbacks, irá mostrando al espectador los convulsos sentimientos de una mujer que no se siente amada del todo.
 

Una historia que, en definitiva, ha sido contada una y mil veces de un montón de maneras distintas. Según dicen los “sabios”, la originalidad de este peñazo con toques muy a lo Ingmar Bergman, estriba en el profundo modo de penetrar en los sentimientos de sus personajes, ante todo en los de ella, una Rachel Weisz que se pasa la mayor parte del metraje fumando, con la mirada perdida y oteando el horizonte a través de una ventana de su apartamentucho. A veces llora, otras chilla como posesa y, en ocasiones, chilla de manera estruendosa.


Una película pretenciosa, alarmantemente aburrida, plagada de crispantes tiempos muertos y alargadísimas y enervantes escenas que sólo sirven para que Terence Davies haga gala de su petulancia como hombre de cine, como AUTOR en letras mayúsculas, tal y como sucede en ese irritante y alargadísimo flashback que transcurre bajo el metro londinense durante un bombardeo; secuencia en la que el realizador, volviendo al estilo de Voces Distantes, obliga a todos los allí reunidos a entonar una cancioncilla de lo más amuermante. Y, aviso, esta no es la única muestra músico-vocal de la función. La cuestión es castigar a las plateas.


Intentonas de suicidio y amores no correspondidos al ritmo de un musical con vocación de “cutreintelectualoide”. Vaya, para mesarse los pelos y no volver a ver nunca más una película de este tipo.

Que bien y descansados se deben quedar aquellos que impunemente recomiendan a rabiar un tostón como este. Lo que les digo: una especie de culebrón con ínfulas. Y, además, cantado y bailado. ¡Viva el espectáculo! Búsquense otra propuesta mejor.

17.9.12

El árbol de la vida

Con Prometheus, Ridley Scott regresa al universo de su criatura más querida, Alien. Y lo hace de manera decepcionante, sin garra y a través de un guión endeble, lleno de agujeros (oscuros) e incapaz de atrapar al espectador en una historia que me parece excesivamente forzada. La intención, de todos modos, es dar una explicación (no muy convincente) de los hechos acaecidos antes de que la nave Nostromo llegara al conflictivo planeta.

Es innegable que las escenas que conforman su apertura son de una solidez visual indescriptible. Una entrada que, al contrario que sus resultados finales, promete un film compacto e impactante. En definitiva, su deslumbrante inicio no es más que un espejismo que bebe directamente del 2001 de Kubrick. Y, a partir de ese sugestivo prólogo, la cinta (alargada hasta los 125 minutos de duración) va de mal en peor.

La nave Prometheus lleva a bordo una expedición que, encabezada por un par de científicos, parte en busca de respuestas sobre el posible origen de la Humanidad. Entre sus tripulantes no podía faltar el consabido androide de turno, ni la (en teoría) inquietante jefa de la banda, una mujer contratada por el presidente de una corporación interesado en conocer el sentido de la vida.

La primera hora sucede, más o menos, de forma atractiva. Sin que ocurra nada relevante, Scott va creando atmósfera, al tiempo que presenta a sus personajes principales. A su manera, recrea de nuevo los góticos laberintos de la Nostromo, aunque de forma menos claustrofóbica y más luminosa. Cuatro citas metafísicas, demasiadas referencias religiosas y, ante todo, el dibujo de una tripulación crispada conforman el plato principal del menú. De hecho, no se sabe del todo porque hay tanta crispación entre los navegantes, lo cual ya supone un claro reflejo de que el guión empieza a hacer aguas.

Una vez llegados al planeta, la cinta cambia de estilo. La cosa empieza a tener más nervio. La artificiosidad se apodera definitivamente de la imagen y de la historia. Nunca logra el poder de asombro de Alien, por mucho golpe de efecto que utilice. Y es que, en definitiva, el invento no engancha de ninguna de las maneras. Todo cuanto sucede suena a falso, estereotipado, demasiado convencional. Y de golpe, cuando tendría que llegar una explosión final de suspense y tensión, Prometheus deriva hacia una serie B de lo más nefasto, en la que todo vale. La aparatosidad toma el relevo, olvidándose de un guión que ya resultaba muy poco coherente. La cuestión es seguir explotando al máximo una franquicia exprimida hasta la saciedad, al precio que sea.

La Noomi Rapace hace lo que puede: sin llegar a ser la Ripley de turno, salva su papeleta con dignidad y se alza en la protagonista de la mejor escena del film (con cesárea automatizada incluida). Charlize Theron, sin mucha convicción, ejerce de madrastra de Blancanieves, mientras que el todoterreno Michael Fassbender (últimamente se le encuentra hasta en la sopa) carga con cierta coña con el rol de un robot fascinado por el personaje principal de Lawrence de Arabia. Lástima que el suyo, en la desmedida recta final, caiga en el mayor de los ridículos.

Religión, vida eterna y alienígenas. Todo ensamblado mediante un guión con más orificios que un queso gruyere.

14.9.12

El temible burlón

Los de la factoría Aardman, artífices de las geniales aventuras de Wallace y Gromit, vuelven de nuevo a la carga con una de piratas. Su título no podría ser más explícito: ¡Piratas!. Stop motion de alta graduación. Muñecotes de plastilina en movimiento, foto a foto, para dar vida a un grupo de desastrosos bucaneros que, comandados por el peculiar Capitán Pirata (la voz de Hugh Grant en su versión original), se enfrascan en la ardua tarea de luchar para conseguir que su jefe logre el premio más ansiado del gremio, el de Pirata del Año.

Hora y media de divertimento en estado puro. Trepidante, ingeniosa y cargada de esa mala leche tan característica del humor ingles. British hasta la médula, sus responsables principales, Peter Lord y Jeff Newitt, se embarcan en una comedia alocada capaz de entretener y, al mismo tiempo, de arremeter contra unos cuantos mitos casi diría yo que sagrados. Así, por el camino y como quien no quiere la cosa, el antropólogo Charles Darwin recibirá unos cuantos dardos envenenados, mientras que a la escritora Jane Austin se la emparejará con el mismísimo hombre elefante.

Plagada de detalles visuales, guiños cinéfilos impagables y totalmente brillante e inteligente a la hora de describir con cuatro trazos a sus personajes principales, su acelerado ritmo narrativo no deja tregua a un espectador totalmente atrapado por la locura planteada. De hecho, a pesar de tratarse de un film de animación, la cinta está más dirigida al público adulto que al infantil, aunque los más pequeños de la casa también pueden disfrutar igualmente con las peripecias de ese chiflado capitán pirata dispuesto a todo con tal de conseguir su soñado galardón.

Una pequeña joya realizada en plan artesanal, a mano, casi a las antípodas tecnológicas del cine de animación actual de las grandes majors. Una aventura astracanada, ingeniosa, llena de personajes inolvidables e incluso valiente a la hora de convertir a la Reina Victoria en la mala (y más perversa) de la película.

Para ver en un par de ocasiones seguidas y descubrir centenares de detalles casi imperceptibles durante el primer visionado. El espectáculo está garantizado.

13.9.12

Ocho rima con pocho, chocho y tocomocho

Ocho ½
Cena a las ocho
Ocho millas
Ocho milímetros
Con ocho basta
Ocho mujeres
La octava mujer de Barba Azul
Ocho cabezas
Ocho sentencias de muerte

Hoy se cumplen ¡ocho años de Spaulding’s blog!

Por cierto: nacer en día 13 no fue un buen augurio… Miren la desgracia sucedida con los comentarios. Ayer tuve que enterrarlos.

12.9.12

Comenzar de cero

Me lo temía. La Ley de Murphy ha vuelto a cumplirse. Los más de 23.000 comentarios que había generado Spaulding’s Blog desde su nacimiento, se han ido al carajo. La inminente desaparición del gestor de comentarios ha motivado que tuviera que importarlos a uno nuevo, en este caso Disqus. La importación ha sido perfecta. En la raíz de Disqus están todos los comentarios alojados. El gran problema estriba en que la dirección de cada uno de ellos generada por JS Kit es errónea, por lo que resulta totalmente imposible insertarlos en el blog.

Llevo desde el pasado viernes luchando contra viento y marea para conseguir solucionar tal impedimento. Y no hay manera. He intentado de todo. He hablado con otros blogueros buscando posibles remedios, he intentado arreglar la dirección gestada por JS Kit, los he importado una y mil veces en busca de un milagro, he pasado horas en vela maquinando estrategias de todo tipo… Y nada, que no hay tu tía… que los comentarios se han volatizado de esta página. Lo único que he conseguido es ponerme de los nervios al entrar en un bucle sin salida.

A partir de ahora, partiremos de cero, en plan salomónico. Los comentarios serán gestionados por el propio Blogger, desde el mismo blog, sin dependencias externas. Allí, en la memoria colectiva, quedarán esos miles de comentarios suyos que ayudaron a darle fuerza a esta bitácora. Ahora toca cambiar de chip, cagarnos en la mala administración de JS Kit y olvidar, cuanto antes, la gran putada.

Ni se pueden imaginar lo que me llega a joder el haber perdido todas sus disquisiciones… Me voy a tomar la medicación.

7.9.12

En obras


Perdonen la inactividad del blog en las últimas semanas, pero es que ando atareado con otras cuestiones ajenas al mismo. Además, por si fuera poco, el gestor de comentarios actual cierra sus servicios el próximo mes de octubre, con lo cual, durante el próximo fin de semana, deberé rediseñar la página con la finalidad de albergarlos en otro gestor y así salvar todas sus glosas desde que se inauguró el blog; una bitácora que el próximo 13 de setiembre cumplirá los 8 años de existencia.

No se extrañen si durante estos días, al entrar en la página, notan cosas extrañas y ausencia de ciertos detalles. No se trata de poltergeists. Lo cierto es que estaré dándole vueltas al nuevo diseño, trasladando los comentarios de un gestor a otro y gruñendo como poseso, cosa, esta última, que suele sucederme cuando realizo tareas que me resultan un tanto ingratas.

Lo dicho: no les he abandonado, tan solo estoy metido en labores de mantenimiento para seguir al pie del cañón. En unos cuantos días volveré a la carga y, poco a poco, intentaré recuperar algunos de los títulos que aún no han aparecido por estos lares.

Con la cara nueva y lavada, pronto celebraremos entre todos los 8 años de vida de Spaulding's Blog.