22.2.13

El cuento chino mejor contado


Tras la oscarizada En Tierra Hostil, la cineasta Kathryn Bigelow vuelve con un otro thriller en donde, de nuevo, los uniformes, intrigas y hostilidades políticas se mezclan en forma de pirueta de aspecto casi documental. La Noche Más Oscura es su título y, desde él, afronta la caza y asesinato de Osama Bin Laden, un tema ciertamente espinoso y bastante confuso para la opinión pública.

Personalmente, nunca me acabé de creer el montaje que, desde Washington, orquestaron para vender a la gente de a pie la muerte del líder de Al Qaeda y principal responsable de la caída de las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001. Aún y así, he de confesar que la elucubración que la directora y su guionista, Mark Boal, se montan sobre ese cuento funciona a la perfección, tanto por su pulso narrativo como por su brillante puesta en escena.


La cinta, en su primera parte, no tiene reparos en acercarse a las sesiones de tortura realizadas por un grupo de agentes de la CIA a un buen número de detenidos con posibles contactos con Al Qaeda, con la finalidad de establecer una tupida red alrededor de la figura de Bin Laden; torturas que por su crudeza, vistas en pantalla, han logrado enervar a un buen sector de altos mandatarios estadounidenses.

Centrada, ante todo, en el personaje de Maya, una obstinada agente de la CIA obcecada en pillar al líder terrorista, la película, aparte del intríngulis político y de espionaje que detalla minuciosamente, se convierte en el retrato de una obsesión enfermiza. De hecho, el magnífico trabajo de Jessica Chastain recreando a la insistente Maya, es quizás el aspecto más resaltable de un relato contado a golpes de discusiones en despachos de altas esferas gubernamentales, militares y de las fuerzas de inteligencia norteamericanas.


No busquen en La Noche Más Oscura un producto acelerado. Su tempo narrativo es más bien calmado. Da más importancia a los diálogos que a las escenas de acción. Los tiras y aflojas entre pasillos y oficinas priman ante cualquier otra premisa y, a través de ellos, el espectador va conociendo todos los datos que hacen avanzar a Maya y a su gente en la investigación. Prácticamente, la única escena de acción es la del largo asalto final a una residencia pakistaní en la que se cree está escondido Bin Laden; una escena que, por cierto, está filmada entre penumbras y relatada con una frialdad extrema.


El film se puede creer o no. Ese es un problema particular de cada espectador. Personalmente no me creo de la misa ni la mitad, pero aún y así lo disfruté. La mejor manera de entrar en la propuesta es tomándosela como una película de ficción más; otra cinta de espías más. Su factura es tan impecable que sería de bobos no reconocer que el trabajo de Kathryn Bigelow tiene su mérito.

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