4.12.09

Malamadre no hay más que uno

Se me escapó en su pase por el Festival de Sitges, pero finalmente lo he podido recuperar. Se trata de Celda 211, el nuevo trabajo de Daniel Monzón, un realizador que aún no me había convencido en absoluto con sus propuestas. Incluso La Caja Kovak, su film más reputado hasta el momento, me parece totalmente sobrevalorado. Lo de esta celda, sin embargo, es otra historia.

Amparándose en la novela de Francisco Pérez Gandul, Monzón orquesta su mejor cinta. Su inicio es impactante; tiene garra y promete mantener al espectador enganchado. Y cumple con su promesa. La adrenalina fluye tanto desde la pantalla como desde el patio de butacas. De toda la vida, en el cine, el tema carcelario ha ofrecido grandes dosis de morbo. Si se juegan bien las fichas, como ocurre en este caso, la cosa funciona de mil maravillas.

Véanlo sino: un funcionario novato en presidio, un motín inesperado, un secuestro con connotaciones políticas y un personaje de antología: el Malamadre, el rey de los quincorros, la inteligencia suprema de entre los internos. No negaré que, en este aspecto, la cosa tiene truco. Y el truco se llama Luis Tosar. Tosar es Malamadre, el (casi cantado) Goya al mejor actor de este año. Y es que el hombre, a través de ese insano, aunque al mismo tiempo magnético personaje, está que se sale. Añádanle a este tipo la peculiar cohorte de la que se rodea -un grupo de subordinados que parecen escapados del Todos a la Cárcel-, y sabrán lo que vale un peine. Pero aquí, al contrario que en el film de Berlanga, no hay coñas marineras que valgan; aquí, lo que hay, es muchísima mala leche.

El desarrollo tiene algunos puntos oscuros (no muchos) y ciertos detalles poco creíbles pero, en general, la propuesta aguanta de narices. Lo cierto es que resulta tan brillante y acertado el dibujo del Malamadre de marras que, por sí solo, con su presencia, ya llena dos terceras partes de la película. Tanto da que hayan pequeñas fisuras narrativas o pasajes que no terminan de colar: Malamadre y sus tatuajes son más que suficientes. Y allí, en segunda fila, sumisos, aunque cumpliendo a la perfección, gente como Antonio Resines, Carlos Bardem o el debutante Alberto Ammann, dejándose arrollar y arrinconar por el genio interpretativo de un Tosar iluminado.

Malamadre es Celda 211. Y Celda 211 es la película española del año. Monzón ha madurado y, por fin, me ha cautivado.

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