En Buscando a Eric, Ken Loach apuesta directamente por la comedia, aunque sin olvidar su cine más social y comprometido, su particularísima seña de identidad. De este film, en el que aplica la filosofía del fútbol a la vida cotidiana, se puede decir que se trata de un Loach distinto que, al mismo tiempo, sigue contando sus historias de siempre.
Al igual que hizo Woody Allen en Sueños de un Seductor al emparejar a su protagonista con un Bogart imaginario, el director británico asocia a uno de los personajes habituales de su cine (en esta ocasión, un cartero depresivo) con una estrella del fútbol, un Eric Cantoná que, interpretándose con mucha gracia a sí mismo, se le aparecerá a su fan para aconsejarle sobre su maltrecha vida sentimental y familiar.
La cinta funciona bien, sobre todo en su primera parte. Los diálogos son inteligentes. No busca la carcajada; se conforma con la sonrisa, casi continua, del espectador. Mezcla con facilidad la comedia con su (ya más que demostrada) habilidad para describir el ambiente de los barrios obreros del Londres actual. Incluso, para darle un poco más de salsa a la historia, se saca de la manga una subtrama con connotaciones cercanas al thriller: la mafia de barrio entra en funcionamiento.
Cantoná está bien, tiene coña; pero su comparsa, Steve Evets, el actor que da vida al cartero que pretende enmendar los errores de su pasado, se lo come con patatas. Y es que el hombre domina todos los registros, desde el más dramático al más humorístico, moviéndose con idéntica determinación tanto en las escenas íntimas como en las corales (atención, en este aspecto, a las reuniones de éste con sus peculiares compañeros de trabajo).
Todo parece perfectamente ensamblado. Pero no es así. El engranaje, inesperadamente, deja de funcionar como es debido. Y es que Loach, en la recta final, pierde los papeles, aparca a un lado su correcto tono narrativo y entra de lleno en una astracanada poco creíble y cargada de excesos. Por suerte, sólo son unos minutos de desmadre, perdonables si se tiene en cuenta el resto de su metraje. En términos futbolísticos, este seria un fuera de juego aislado en medio de un partido inspirado.
Al fin y al cabo, tal y como dicen los profesionales, “el fútbol es asín”.
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