Como siempre, ordenadas de menor a mayor grado, les dejo con lo más sobresaliente de los últimos doce meses.
10.- Gordos. Una comedia ácida e inteligente que tiene, como a principales protagonistas, a cuatro obesos y a un terapeuta. Sus actores, del primero al último, están que se salen de la pantalla (tanto en el plano físico como en el interpretativo). Todos ellos con sus quilitos de más y apoyando el dilema planteado por Daniel Sánchez Arévalo, su director: ¿qué pesa más, el sobrepeso físico o el sobrepeso de las contradicciones que se acumulan en la cocorota del ser humano? El sentido del humor y el melodrama cogidos de la mano y dando forma a una ecuación perfecta, de resultado amargo y coletazos picantes.
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9.- El Desafío: Frost contra Nixon, o la (injustamente) gran perdedora de la última edición de los Oscar. Un periodista y un ex presidente cara a cara. Como testigos de excepción, las cámaras de un canal televisivo. Uno de los hitos del periodismo político del siglo XX analizado con férrea meticulosidad y mediante un ritmo frenético. Los miedos y las fobias de ambos personajes afloran a la superficie perfilando, con ello, un par de retratos psicológicos ciertamente atractivos. La soberbia y la impotencia. El orgullo y la insolencia. El éxito y el fracaso... y, de propina, un Frank Langella de excepción. Ron Howard, por fin, obró el milagro al obsequiarnos con una película redonda.
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8.- El Secreto de sus Ojos. Una obsesión. Un crimen del pasado sin resolver. Un amor jamás confesado. Un fiscal al límite. Un gran flash-back perfectamente resuelto. El hijo de la novia cumple su mayoría de edad y, con ello, Juan José Campanella, su realizador, urde su trabajo más complejo, regalándole, al mismo tiempo, uno de los personajes más maduros de su carrera a un insuperable Ricardo Darín, su actor fetiche. Un bello canto a la amistad y a la fidelidad que, en ciertos pasajes, consigue poner la piel de gallina a más de uno. Atención, ante todo, a la figura del pasante borrachín: toda una delicia.
7.- Lejos de la Tierra Quemada. Una excelente cinta que, sin embargo, pasó sin pena ni gloria durante su estreno español. Dos actrices como la copa de un pino: a un lado, Kim Basinger; al otro, Charlize Theron. Dos historias separadas en el tiempo aunque ligadas por un nexo en común. La primera va de marujona adúltera; la segunda, de mujer sexualmente atormentada. Guillermo Arriaga, el guionista de Babel y 21 Gramos, hace su debut en el mundo de la dirección y, acorde con su estilo habitual, narra a destiempo y a golpe de numerosos saltos temporales. Y, a pesar de la dificultad que en este caso supone para el espectador, le queda de lo más original. Sólo hay que colocar las piezas en su lugar y el puzzle queda resuelto. Dura como el granito.
6.- MR 73 es el otro brillante título al que el público dio la espalda injustamente. Cine negro en estado puro, desgarrador, violento y sin concesiones de ningún tipo. Un policía beodo y un serial killer. Una investigación con demasiadas zonas muertas. Todo un derroche de estilo cuyo título hace referencia directa al tipo de revólver que antaño usaba la policía francesa. Oliver Marchal es su realizador (el mismo de la contundente Asuntos pendientes) y Daniel Auteil su destartalado protagonista, un detective acabado y solitario con una desmesurada afición por la botella. Si Jean-Pierre Melville levantara la cabeza, babearía ante un film de tamaño calibre.
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5.- Celda 211. Un motín carcelario con secuestro político incorporado. Y, de propina, un personaje de envergadura: el Malamadre, un reo con el careto de un Luis Tosar en estado de gracia. Por detrás suyo, un grupo de lo más variopinto: la florinata del presidio, una cohorte de quincorros casi escapados directamente del cine coral de don Luis García Berlanga. Mala leche a raudales y un par de giros de guión de lo más venenoso conforman el mejor trabajo, hasta el momento, de Daniel Monzón.
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4.- The Reader (El Lector). Un film cáustico y emotivo, contado en dos tiempos y con un único hilo conductor capaz de diferenciar entre los dos pasajes de la misma narración. Por un lado, una historia de amor iniciática; por el otro, un vitriólico melodrama marcado por un sobrecogedor desengaño. Un reto psicológico en toda regla, tanto para sus protagonistas como para el propio espectador. Los sentimientos contrapuestos se abren camino a base de garrotazos. Si aún no la han visto, que nadie les desvele el misterio que se esconde tras el personaje interpretado por una espléndida Kate Winslet.
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3.- Up. Una joya del cine de animación en estado puro. Pixar, año tras año, se va superando más y más. Un viejo viudo y gruñón, un boy scout tontorrón y un aventurero poco escrupuloso. El primero es Spencer Tracy, mientras que el tercero es el mismísimo Kirk Douglas ¡Viva la tercera edad!. Añádanle al terceto una casa voladora, una manada de perros parlanchines y un bichejo al borde la de extinción. Dotada de la misma magia que destilaba El Mago de Oz, la cinta es todo un dechado de imaginación, elegancia y emotividad. La delicadeza con la que muestra, en poquísimos minutos, toda la vida de un matrimonio, es mucho más que ejemplar.
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2.- Gran Torino. Pocas sorpresas se esconden tras la última gran película de Clint Eastwood, una cinta que anda por caminos que parecen trillados hasta que el actor y director se saca de la manga un inesperado y sorprendente as. Un thriller, una comedia, un melodrama... Y, a lo lejos, la prepotente figura de Harry Callahan quien, para no despertar sospechas, se ha cambiado el nombre por el de Walt Kowalski y ha optado, al mismo tiempo, por lucir un Gran Torino del 72 en lugar de su preciada y demoledora Magnum. Un buen gruñido es la mejor opción para afrontar la actual sociedad multicultural.
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1.- Déjame Entrar abriga una historia de amor entre un niño y su joven vecina, una vampira que se resiste a iniciar cualquier tipo de relación sentimental con éste. A mi parecer, el mejor título del año: tierno, emotivo, enigmático, gore y dotado de un peculiar sentido del humor. Un film fantástico y de producción sueca que, tanto por sus numerosos valores como por su innegable originalidad, se ha convertido en referente del cine actual sobre chupasangres. A pesar de su temática, Tomas Alfredson, su director, ha logrado mantenerse fiel a las constantes narrativas y escénicas del cine sueco de toda la vida sin caer, por ello, en la pesantez ni en la pedantería de muchos títulos de idéntica procedencia. Una obra maestra absoluta.
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