
Dotada de la misma magia que destilaba El Mago de Oz (la casa voladora) e inspirándose en los rostros de Spencer Tracy y Kirk Douglas (dos clasicazos de la interpretación) para crear a dos de sus protagonistas, la cinta es todo un dechado de imaginación, elegancia y emotividad. Tracy es Carl Fredricksen (Edward Asner su voz en el original) y Douglas el aventurero Charles Muntz (Christopher Plummer); dos hombres de avanzada edad que se verán enfrentados en una trepidante hazaña en la que sólo falta el mismísimo Indiana Jones.
Divertida y sensible, la película, dirigida al alimón por Pete Doctor y Bob Petersen, posee pasajes que deberían pasar a formar parte de la antología del cine. La delicadeza con la que muestra, en poquísimos minutos, toda la vida de un matrimonio, es mucho más que ejemplar: sin palabras y apoyada únicamente por su banda sonora (espléndido Michael Giachinno, el inspirado compositor de Los Increíbles). Y es que, como bien dicen, una imagen vale más que mil palabras.


Enfocada directamente al público infantil, incide en demasía en el concepto de la palabra “familia” aunque, en compensación por su exceso de moralina, le busca una novia al solitario y bellotero Scrat; una fémina seductora, pero tan altiva e hipócrita como él. La báscula, en este aspecto, está perfectamente contrapesada.

La fantasía está servida. Es poquita cosa, pero entre la entidad que van cobrando sus personajes, el impacto de la imagen en 3-D y el ritmo que ha otorgado Carlos Saldanha a su producto, los más pequeños de la casa la van a disfrutar al cien por cien.

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