La verdad es que aún no entiendo el porqué de Dick y Jane, Ladrones de Risa. O, lo que es lo mismo, Fun With Dick and Jane en el 2005. La historia se repite y su nuevo director sigue siendo otro del montón: Dean Parisot. Los traductores actuales de títulos siguen siendo igual de patéticos que en los 70 (a pesar de que ahora respeten los nombres de la pareja protagonista) y la película, sin molestar, tampoco es nada del otro mundo. Más de lo mismo, aunque en esta ocasión añadiéndole el histrionismo de Jim Carrey quien, junto con una comedida (aunque divertida) Téa Leoni, acaba resultando lo mejor de un producto bastante trivial y con muy pocas diferencias con su original.
En el film, el cómico da vida a Dick Harper, un alto ejecutivo que tras alcanzar el puesto de vicepresidente en su empresa, acabará inesperadamente en el paro; en la puta calle. Su elevado nivel de vida provocará que su familia entre en bancarrota. Buscando fórmulas para salir de la pobreza, él y Jane, su esposa, decidirán iniciar una carrera delictiva imparable, dedicándose a todo tipo de robos como modus vivendi. De alguna manera hay que comer.
En Dick y Jane, Ladrones de Risa no hay más que esto. No busquen nada rompedor. Su argumento es mínimo, sin apenas guión, tal y como ya ocurría con la película de Kotcheff. En realidad se trata de una sucesión de gags (nada sorpresivos) en los que Carrey y Leoni van realizando todo tipo de robos y atracos. Él hace muecas y gesticula continuamente. Y lo hace bien, fiel a su estilo más clásico, demostrando ser consciente de querer seguir conservando el título de sucesor de Jerry Lewis. Y eso, en el fondo, no está mal. Productor al mismo tiempo del film, deja claro con su interpretación que, a pesar de haber cambiado de registro en varias ocasiones, no reniega en absoluto del tipo de personaje que le encumbró al estrellato.
Tal y como habían vendido (de manera engañosa) algunos medios de comunicación, no hay golpes políticamente incorrectos en la historia. Al contrario, pues el tono general se me antoja bastante rosado. E incluso tiene una moralina descarada que, en parte, rompe el mínimo espíritu crítico que podría haberse leído entre líneas. Delincuentes émulos de Robin Hood: primero roban por necesidad y, cuando consiguen el golpe sonado, optan por su propia redención beneficiando a todos aquellos que han sufrido su misma desgracia. Para que luego algunos digan que Capra era ñoño...
Una fotocopia actualizada de una película olvidada. Tal para cual. ¿Por qué? ¡Vayan ustedes a saber... ! Si al menos ésta hubiera tenido un poco más de chicha... Pero no. Todo sigue igual. Hasta incluso Alec Baldwin, en un pequeño papel, sigue haciendo de ese personaje malévolo característico en sus últimos trabajos.
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