


Creó un
parque temático cuya máxima atracción se centraba en un descontrolado cowboy autómata con el rostro de
Yul Brynner; a ritmo de thriller, denunció las miserias y terrores del
tráfico de órganos humanos; le regaló a
Steven Spielberg una
isla habitada por dinosaurios; de la mano de
Andrómeda estuvo a punto de exterminar todo tipo de vida sobre el planeta Tierra y, entre otras celebradas proezas, coordinó un acelerado equipo de médicos en la unidad de
urgencias de un hospital de Chicago, su ciudad natal. Atendía por el nombre de
Michael Crichton.
Médico, escritor, director y productor de cine y televisión. Ayer, a los 66 años de edad, un cáncer se lo llevó al otro barrio. Con su desaparición, Hollywood pierde una de las mentes más preclaras e ingeniosas del cine actual.
Descanse en paz.
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