5.11.04

X-Files

No se si ustedes habrán visto alguna vez El Rapto de Bunny Lake, una de las películas más emblemáticas de la filmografía de don Otto Preminger, el mismo que urdió esa magistral Anatomía de un Asesinato. Pues bien, Bunny Lake nos explicaba la obsesión de una mujer por demostrar que su hija desaparecida había existido en realidad, y no sólo en su mente, ya que, tras denunciar su posible secuestro a la policía, estos, en la investigación pertinente y debido a la falta de pistas, llegaron a la conclusión de que la niña era sólo un producto de la imaginación de una mujer desesperada.

Ahora, Joseph Ruben, el nefasto realizador de En Compañía de su Enemigo y El Buen Hijo (entre otros desaguisados), en su nueva película, Misteriosa Obsesión, roba la idea principal a Otto Preminger y le cambia algunos parámetos para que no se note tanto el hurto. El desaparecido es un niño, muerto en un accidente de aviación junto a otra docena de pequeños. Año y medio ha pasado desde la catástrofe y ella, la madre, no quiere olvidar, a pesar de que todo su entorno empieza a tacharla de loca, negándole haber tenido un hijo en su vida. Ni su marido ni su psiquiatra atienden a razones. Y ella, como es lógico, no quiere borrar de la memoria a ese ser tan querido.

Entre el sobrio y elegante film de Preminger y la tontería ésta del Ruben, hay un abismo. Mientras el título clásico iba juntando meticulosamente las piezas de un gigantesco puzzle, a medida que avanzaba su guión, confortando así una historia cabal y nada imposible, en Misteriosa Obsesión, Ruben, empeñado en ser más original y atrevido que nadie, juega a las teorías conspiratorias e inverosímiles más descabelladas, resultando efectista y truculenta y, por ese exceso de trampas, incluso risible. Y es que hay momentos en su desarrollo que, por ridículos, la carcajada está asegurada entre los más gamberro (¡atención a esos inesperados golpes de efecto que se repiten a lo largo del metraje). Y eso que su planteamiento inicial no está del todo mal. Tiene su gancho y crea cierto interés en el espectador pero, a medida que va profundizando en la oscura trama escondida y desviándose hacia el género fantástico, convierte a la cinta en un espectáculo de feria barato, en el que todo tiene cabida aunque no cuadre de ninguna manera. Todo lo contrario que Preminger, capaz de buscar una estremecedora solución más pausible sin connotaciones fantásticas de ningún tipo. Y es que Ruben es de esos que piensan que en el fantástico vale todo. Y así de penosa le ha quedado la peliculita.

No sólo se contenta con birlarle la idea inicial a El Rapto de Bunny Lake. No, que va. El hombre va a más y, una vez metido de lleno en el desbarajuste más alucinante, pilla un poco de La Invasión de los Ultracuerpos (versión Kaufman) y otro poco de Terminator 2, sacándose así de la manga a un personaje directamente ligado con el alienígena mutante del film de James Cameron. Sólo falta la presencia de Mulder y Fox; una presencia que, por otra parte, tampoco sería tan improbable viendo los derroteros por los que deambula Misteriosa Obsesión. Y esto no es todo ya que, tras esa persistencia en convertirse en el mayor fotocopiador del reino, Ruben, ni corto ni perezoso, se inventa un final glorioso, sin pies ni cabeza y con dulzona moralina materno-filial incluida. Que toda la película quede en el aire, llena de cabos sueltos por atar, le importa un bledo. A él sólo le interesa decirnos que, a través del amor, incluso se puede llegar a conseguir lo imposible. ¡Vaya tío cursi!

Y lo que peor me sabe de todo este invento es que una mujer como Julianne Moore acabe metida en embrollos como éste. a pesar de que la moza se esfuerza, en todo momento, para sacar adelante su papel. Y es que tiene desgracia, la pobre, pues no hace mucho la hemos podido ver en Hasta que la Ley nos Separe, otra de esas cosas sin sustancia alguna.

Quizás sería el momento en que Julianne Moore debería cambiar de agente, el tal Joseph Ruben replantearse eso de la dirección y un servidor de ustedes dejar de despotricar un rato. Y es que, ¡carajo!, al fin y al cabo, hacía tiempo que no me desternillaba tanto ante una mala película.

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