Ayer pude recuperar, gracias a Canal +, la ópera prima como director y co-guionista de Matt Dillon, La Ciudad de los Fantasmas, una película que cuando se estrenó, hace más o menos un año, pasó sin pena ni gloria por las carteleras españolas. Y no es de extrañar. No por ser una mala película, que no lo es, sino por tratarse de una película extraña, atípica, de esas que el gran público no está muy dispuesto a ver.
Si algo tiene de bueno La Ciudad de los Fantasmas es que, por tratarse del primer trabajo de un realizador novato (con alguna que otra experiencia en el campo televisivo), no copia a ningún otro, en cuanto a estética se refiere. Dillon, en esta ocasión, demuestra tener ideas propias. Y las vuelca en su producto intentando crear un estilo visual personal. Duro pero sugerente, yendo al grano en cada momento y dibujando, con cuatro trazos mínimos, un grupo de personajes al límite sin desperdicio alguno.
La película se centra en Jimmy, uno de los responsables de una empresa aseguradora con sede en la ciudad de Nueva York que, viéndose atrapado por el FBI tras una millonaria estafa a sus clientes, abandonará la ciudad con la intención de dirigirse a Camboya para pedirle explicaciones al máximo dirigente de la compañía, un tal Marvin, un tipo oscuro, sagaz a la hora de gestionar todo tipo de negocios sucios y con múltiples contactos con mafias y personajes sospechosos y que, al mismo tiempo, vive escondido fuera de los EE.UU., para huir de la justicia y salvaguardar su piel de una banda rusa con la que tiene alguna que otra deuda pendiente.
La Ciudad de los Fantasmas está enfocada, de principio a fin, como un mal sueño, como una pesadilla diabólica en la que se mezclan todo tipo de circunstancias y detalles: la acidez de la prostitución infantil, miembros mutilados en primer plano, inmensas boas constrictor, lluvias torrenciales, suciedad y miseria, muchísima miseria. Si a algún título anterior recurre Dillon para narrar esta fábula alucinógena es a Apocalypse Now (ventiladores en el techo, la espesura de la selva, el ambiente sofocante de Camboya), más que como copia o guiño, como un claro (y merecido) homenaje a su mentor cinematográfico, Francis Ford Coppola.
Aparte de su director hay que anotar la presencia de otro gran actor, surgido, igualmente de las filas de Coppola, James Caan, ese gran Santino "Sonny" Corleone y al que, no hace mucho, hemos podido ver, repitiendo su eterno papel de gángster, en la magistral Dogville de Lars von Triers. Y, el hombre, como buen experto en caracteres violentos, da vida maravillosamente a Martin, el cínico estafador empecinado en llevar a cabo su sueño dorado, en comandita con un ex militar vietnamita, construyendo un gigantesco Hotel y Casino en medio de la peligrosa selva, a pocos kilómetros de Bangkok. Aunque, en realidad, quien se lleva el gato al agua en esta película es el inmenso Gérard Depardieu convertido, para la ocasión, en un secundario de lujo. Un secundario que, de todas maneras, le roba el papel al mismísimo Dillon, dando vida a un francés pendenciero, propietario de un destartalado hotel en el centro de la ciudad de Phnom Penh, en el sureste asiático.
Deudora de las constantes argumentales del actual cine independiente, con su dosis de guión rocambolesco necesaria y algún que otro giro inesperado en su argumento, violenta y sin concesiones, su debutante realizador ha conseguido una efectividad plástica original que, por si misma, acaba creando una inexplicable sensación de angustia y de ahogo en el espectador, similar a la que deben sentir, en determinados pasajes de la cinta, sus propios protagonistas. Si algo tiene de criticable La Ciudad de los Fantasmas se encuentra en la forzada relación amorosa del personaje de Jimmy con el de Sophie, una restauradora de arte interpretado por Natascha McElhone, totalmente innecesaria en el devenir de la cáustica historia plasmada.
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