Spaulding hoy está contento. No del todo, pero casi. Su blog acaba de cumplir tres meses. Tres meses en los que el hombre las ha visto de todos los colores. Tres meses en los que ha disfrutado, sufrido e, incluso, cabreado. Y les juro que ver a Spaulding cabreado, a punto de embestir, es un espectáculo único, incomparable. Ni en los mejores circos.
El Capitán Spaulding en pleno trance
El viejo capitán ha actualizando su bitácora, ésta bitácora, a diario. Les ha hablado de cine. De los clásicos a lo más novedoso. Y, en un principio, seguirá haciéndolo. Por suerte, Spaulding aún no ha perdido el entusiasmo por este pequeño rincón en Internet. No negaré que, en algunos momentos muy concretos, ha estado apunto de arrojar la toalla. Pero el hombre es duro (o se lo hace) y persiste en su empeño.
Spaulding hoy ha dicho que se toma un día de fiesta. “Que cojones, es el cumplemeses del blog”, ha susurrado entre dientes. Y se ha tumbado en la cama mirando fijamente al techo. Algo está tramando. Algo barrunta en su cabecita. El hombre lleva un par de días un poco decaído. Decaído y un poco enfadado. Serio. Por momentos pensé que a lo mejor se bajaba del burro. Pero no. Sé perfectamente lo que le pasa al infatigable capitán.
A Spaulding le gustan los comentarios de la gente que entra. Le encantan, apoyen o no la película expuesta, tengan sentido del humor o sean sobrios. Aunque no lo parezca, Spaulding es humano. Y tiene su corazoncito. Pero sé positivamente que hay algún tipo de comentario que le jode. Odia la mala leche. No soporta la pedantería ni los falsos protagonismos. Le molesta un montón, como ha ocurrido no hace mucho, que entren a destrozarle la página. En definitiva, odia a aquellos que sólo buscan tocar los cojones sin más sentido. Aquel tipo de entradas que, en lugar de ceñirse a la película o de hacer alguna broma para darle más frescura al invento, entran a saco y, sin explicación lógica, arremeten directamente contra él, criticando su estilo o acusándole de no tener un ápice de personalidad en su prosa. Y le molesta, porque no cesa en asegurarme que había montado esta bitácora para pasárselo bien, no con la intención de pillar disgustos cada dos por tres.
Yo le había avisado. “Capitán, vigile, en Internet hay gente de todo tipo y se va a encontrar con algún provocador”. El hombre no me hacía ni caso. Estaba feliz con su página. Todo iba bien. Sin problemas. Decía que tenía feeling con sus lectores y que toleraba incluso que no estuvieran de acuerdo con él en ciertas películas. “Mientras no me toquen Con la Muerte en los Talones...”. Él a su rollo, a su bola. Ni me escuchaba. A veces pienso que vive en otro planeta, que no pertenece a este mundo. Todo un intocable. Hasta que el otro día alguien me lo puso a cien. Le entró el provocador, el chulo vacilón y Spaulding, el incauto del viejo capitán, picó como un crío.
Le he dado algunos consejos. Pienso que me ha escuchado y me hará caso. Él es muy suyo y por eso no puedo asegurarlo. Su única respuesta a mi insistencia en su tipo de actuación ha sido un seco y conciso “val, nano, d’acord”. Ha movido la cabeza, como asintiendo, un par o tres de veces. Se ha dado la vuelta y se ha dirigido a la cama. Allí está ahora, como les dije, con los ojos abiertos y mirando al techo. Creo que me ha escuchado. Y parece que al fin tiene claro que, ante provocadores, la mejor respuesta es no darles respuesta (valga la redunancia), ignorarlos, como si no existieran. Le costará, pero supongo que se atendrá a mis consejos.
Todo se andará. Ya verán. Saludos.
Spaulding aún no ha perdido la alegría
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