15.2.10

De buena fuente...

Pues nada, que los premios Goya al cine español del 2009 ya están cerrados. Una edición sobria y sin lloriqueos ni aspavientos políticos. La presidencia de Álex de la Iglesia, con 35 quilos menos, le ha sentado perfecta. Atrás queda la época González Sinde quien, ahora reconvertida en ministra de cultura y aprovechando los carnavales, acudió a la cita disfrazada de gallina Caponata.

Un ingenioso Andreu Buenafunte, muy en su línea, fue un más que digno maestro de ceremonias. Nada que ver con las payasadas horteras a las que nos tenía acostumbrados su colega José Corbacho. Interactuando con los vips del patio de butacas y abriendo su show con un cortometraje en el que colaboró la florinata interpretativa del país, el cómico catalán se puso al público en el bolsillo en menos que canta un gallo. Aseguró no atreverse a bajar nada en presencia de la señora ministra, convirtió a Antonio Resines en improvisado (e iluminado) referente de nuestro cine y, allí en medio del escenario del Palacio de Congresos de Madrid, se dio, literalmente hablando, todo un baño. Luego, tuvo su particular tête à tête con la Sardà, disertó sobre la dificultad de seguir los diálogos en las películas hispanoamericanas, le tiró unas cuantas florecillas a Penélope Cruz, a Maribel Verdú y a Paz Vega y le latió el corazón a cien por hora al compartir protagonismo con una irreconocible Natalia Verbeke, para ser asesinado, posteriormente, de un balazo ante los aplausos (cabrones) de la profesión en pleno.

Una ceremonia que, al margen del efecto Buenafuente y siempre dentro de su sencillez, tuvo un poco de todo y para todos los gustos, incluyendo la dificultad de abrir cada uno de los sobres con los nombres de los ganadores. Secun de la Rosa y Javier Godino se dieron el cante y el baile, y además salieron victoriosos. A la prensa rosa se le cayó la baba al ver juntitos a Penélope Cruz y a Javier Bardem quien, por su parte, hizo sus pinitos como imitador de Malamadre. Álex de la Iglesia, como presidente y durante su discurso, rogó para que los premiados no se alargaran en sus muestras de agradecimiento, sugiriendo que se olvidasen de saludar a papá y a mamá; la mayoría de galardonados hicieron caso omiso de la sugerencia y siguieron dando rienda suelta a sus interminables peroratas. En plan políglota, tres de los laureados soltaron sus mensajes de gratitud en inglés, mientras que otro hizo un tanto de los mismo en italiano: La Academia del Cine y de las Lenguas. Santi Millán nos dio la paliza al acompañar en el escenario a una contable de Mollet del Vallés que tenía que otorgar un premio; la primera vez (y espero que última) que una persona no del oficio entregaba un Goya. Y, como sorpresa y remate final, gracias a la insistencia de Álex de la Iglesia, Pedro Almodóvar, tras varios años de ausencia goyesca, salía del armario de cara a la Academia.

Celda 211 y Ágora estuvieron a punto del empate, pero al final, y a favor del film de Daniel Monzón, la cosa quedó en 8 a 7. La quinquería nacional por encima de la cultura y las religiones: ¡ahí es ná!. La película de Amenábar, como era de esperar, se hizo con casi todos los Goya técnicos. Otra cosa fue lo del galardón al mejor guión original, un premio a mi parecer injusto, pues es precisamente en este punto donde más patina su particular visión de la historia de Alejandría. Por su parte, Celda 211, además de conseguir los Goya a mejor película, dirección, guión adaptado, montaje y sonido, pudo coronar con éxito a tres de sus intérpretes: Marta Etura (actriz de reparto), Alberto Ammann (actor revelación) y a un Luis Tosar (actor principal) que, por unos instantes, dejó aparcado a su Malamadre y ejerció de gallego para saludar a los colegas de su tierra natal.

El Secreto de sus Ojos se hizo con el premio a la mejor película hispanoamericana y Soledad Villamil con el de mejor actriz revelación; una actriz revelación que, por cierto ya acumula 7 papeles protagonistas en su haber. Por su parte, Ricardo Darín, con dos nominaciones (El Secreto de sus Ojos y El Baile de la Victoria) y ausente de la gala por compromisos profesionales al igual que su galardonada compañera de reparto en el film de Campanella, se quedó en blanco al igual que le sucedió al título de Trueba: de El Baile de la Victoria pasó a ser El Baile de la Derrota.

Curiosamente Gordos logró el Goya por uno de los pocos actores no gordos del film, Raúl Arévalo, quien, de animador de Ikea, ha pasado a ser uno de los intérpretes más solventes del panorama actual español. La oscarizada Slumdog Millionaire desbancó a la impresionante Déjame Entrar en la categoría de mejor film europeo y el sorprendente alegato en pro de la eutanasia que abriga La Dama y la Muerte, en plena carrera hacia los Oscar, se alzó con el premio a mejor cortometraje animado, viéndose recompensada también, como mejor largometraje de animación, la aventura norteamericana de Planet 51. Lola Dueñas, tras Mar Adentro, fue reconocida por segunda vez como mejor actriz por Yo, También, película que, asimismo, se vio recompensada con la mejor canción original, mientras que la banda sonora recaía de nuevo, y para no perder la costumbre, en Alberto Iglesias por su trabajo en Los Abrazos Rotos. Mar Coll se fue con el Goya a mejor dirección novel gracias a su sencilla e interesante Tres Días Con la Familia, al tiempo que Garbo: El Espía hizo lo propio con el Goya al mejor documental; dos premios, estos últimos, que recompensaban la producción cinematográfica de Catalunya durante el 2009.

El próximo año, y celebrando sus 25 años de existencia, un poquitín más. Y no sabemos si mejor.

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