Ambientada en la década de los 70 y con ciertos paralelismos visuales, e incluso narrativos, con sus Criaturas Celestiales (sobre todo en lo que se refiere a la descripción del limbo), The Lovely Bones se mueve entre los films sobre serial killers y los cuentos infantiles. Un cuento infantil en cierta manera macabro, de los que desprenden un fuerte halo de tristeza en su propuesta. Jackson, consciente de afrontar un tema complicado, se muestra delicado en ciertos pasajes. Así, por ejemplo, evita plantar la cámara para no mostrar directamente el asesinato de la pequeña Susie Salmon a manos de un vecino pederasta. Nunca cae en el morbo aunque, por culpa de la excesiva ternura con la que se plantea la historia, cae en la excesiva recreación descriptiva (y, con ello, provocando el aburrimiento del espectador) a la hora de mostrar el paraíso al que va a parar la niña asesinada. Aquí, a buen seguro, la mano de Dreamworks (productora de la cinta) ha tenido mucho que ver. Y es que, a veces, la factoría Spielberg peca de dulcificar demasiado todo aquello que toca.
La película alterna la brillantez de algunos pasajes con el tedio con el que resuelve muchos otros. Funciona mejor (por no decir a la perfección) cuando la acción transcurre en el plano más terrenal. No ocurre así, en cambio, en su vertiente más celestial y fantasiosa. En ésta, de todos modos, y rompiendo la monotonía general de la misma, se localiza su mejor y más original escena, justo cuando Susie va descubriendo los cuerpos de las víctimas de su mismo ejecutor. Ciertamente espeluznante.
En el plano interpretativo, la cosa, al igual que la película, anda un tanto a trancas y a barrancas. Ante todo cabe destacar el excelente trabajo de Saoirse Ronan, la joven que interpreta a Susie y que dota a su personaje de un magnetismo especial que le hace ganarse la simpatía de la platea a los pocos minutos de proyección. Todo lo contrario de lo que sucede con Stanley Tucci, el malo de la función, y con Mark Whalberg, el atormentado padre de la chica: el primero, aunque de inquietante presencia, opta por la sobreactuación, mientras que el segundo se conforma únicamente con meter cara de apenado. Tanto del uno como del otro, resultan dignos de mención los pelucones que les han colocado en la sala de maquillaje.
Rachel Weiz (la madre) y Michael Imperioli (el policía encargado del caso) cumplen correctamente con su función, aunque sin muchos aspavientos. De éstos, en cambio, suelta un montón una acelerada e histriónica Susan Sarandon quien, en el rol de abuela borrachuza, corre con un innecesario y apayasadísimo papel: el toque burro de la función.
Atrás quedan superproducciones como El Señor de los Anillos o King Kong. Jackson vuelve a un cine menos espectacular, más próximo, como su maravillosa Criaturas Celestiales. Le falta pulir la cosa un pelín más. Pero por ahora, y teniendo en cuenta la media de las producciones actuales, no está nada mal... aunque puede mejorarse.
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