14.9.04

La muerte tenía un precio

Es una lástima que, a principios del siglo XXI, vuelva a debatirse un tema que hace miles de años tendría que estar ya resuelto: el derecho a tener una muerte digna, sin depender de respiradores, sueros, medicinas y médicos (a veces malsanos) que disfrutan probando y experimentando sobre un cuerpo que pide a voz en grito cruzar la línea de una puñetera vez.

Gracias a Alejandro Amenábar y a su magnífica Mar Adentro, la sociedad parece haber despertado de nuevo, planteándose (una vez más) la implantación, de una vez por todas, de la eutanasia en nuestro país.

Muchos pueden pensar que Mar Adentro es una cinta triste y desoladora, pero están totalmente equivocados, ya que Amenábar ha sabido darle un toque de optimismo gracias a un inmejorable guión y, ante todo, a un impagable Javier Bardem quien, con su interpretación, conseguirá merecidamente todos los premios habidos y por haber.

Basándose en el caso real de Ramón Sampedro, un tetrapléjico gallego que, después de pasarse casi 25 años postrado en una cama, suplicó su propia muerte, el realizador español ha urdido una trama totalmente magnética (suavizando, eso sí, el carácter del protagonista) que abre inesperadamente una puerta a la esperanza para muchos que, en su misma posición, querrían descansar para siempre del suplicio a que se ven sometidos.
Mezclando el melodrama más ácido con algún que otro toque de comedia (inolvidable la visita a Sampedro por parte del sacerdote inválido interpretado por Josep Maria Pou), Mar Adentro se convierte en uno de los mejores productos de nuestro cine actual, al que el jurado del Festival de Venecia ha sabido reconocer en su gran medida. Un reconocimiento que, por otra parte, espero sepa darle el público.

Déjense de falsas morales, aparquen la pereza y la mezquindad a un lado y apoyen a Amenábar y a todo su equipo en esta propuesta.

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