21.2.11

Pasaporte a la locura

En su anterior film, El Luchador, Darren Aronofsky indagaba en el mundo de la lucha libre a través de la figura de un profesional en decadencia. Ahora, en Cisne Negro y mediante una tónica muy similar, entra de lleno en el mundo del ballet para mostrar la degradación psíquica (e incluso hormonal) de una bailarina dispuesta a meterse por completo dentro del personaje que le ha tocado representar.

Si para El Luchador se apoyó totalmente en la actuación y la presencia de un Mickey Rourke espléndido y desorbitado, en Cisne Negro hace lo mismo con una sorprendente Natalie Portman, verdadera alma mater de la cinta y totalmente capacitada para ofrecer una brillante interpretación plagada de matices y cambios de personalidad. La actriz da vida a la obsesiva Nina Sayers, una bailarina que, totalmente dominada por su madre, ve la gran ocasión de su vida ante la posibilidad de convertirse en la protagonista del nuevo montaje que sobre El Lago de los Cisnes prepara un perfeccionista y exigente director artístico y coreógrafo.

Un melodrama psicológico que, en forma de thriller terrorífico, propone al espectador un viaje hasta el interior de la locura, algo similar a lo que hizo Mary Aaron en su discutida adaptación cinematográfica de American Psycho. O sea, Aronofsky, para definir a su frágil Nina, mezcla en su narración la materialidad del personaje con las alucinaciones mentales del mismo. Un proceso éste que va en aumento hasta llegar a ese punto en el que a la platea le resulte difícil (o casi imposible) distinguir entre ficción y realidad. Ni a David Cronenberg, en su etapa más enfermiza (Inseparables, El Almuerzo Desnudo, Crash), le hubiera quedado mejor.

Lástima de sus excesos visuales, en general demasiado forzados y casi siempre buscando el rechazo del espectador más sensible. Pero Aronofsky es así y tiene que descolgar sus neuras por algún lado. Para compensar, en otros momentos, se embarca en apartados más sensuales (aunque no por ello menos enfermizos), tal y como sucede con la escena en la que muestra una masturbación (interruptus) que hasta resulta divertida por lo inesperado de su resolución.

Con la intención de machacar en grado sumo la inestable personalidad de la atrapada bailarina que interpreta Natalie Portman, se encuentran dos secundarios de excepción en dos papeles de lo más retorcido: Vincent Cassel y Mila Kunis. Entre las exigencias del primero y la amenazadora (¿o tentadora?) sombra de la segunda, la pobre Nina lo va a tener difíl. Los perversos ecos de Eva al Desnudo siguen escuchándose en el cine actual.

Atención al rol autoparódico y fugaz de una desconocida Wynona Ryder y, ante todo, a la inquietante presencia de Barbara Hershell en el papel de la madre de la atormentada bailarina: una estremecedora mezcla entre la Reina de Blancanieves y la mamá hijaputa del Carrie de Brian De Palma.

Por ser del mismo tipo que realizó la insoportable Pi, Cisne Negro, a pesar de sus salidas de tono, hasta me parece una buena película.

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