Una de las temporadas de Dallas finalizaba justo en el momento en que el execrable J.R. era alcanzado por una bala disparada por un personaje en la sombra. Los responsables de la serie dejaron al respetable con la boca abierta y con un sinfín de dudas a cuestas. Las pastillas para dormir, en esa época, debieron subir sus ventas ya que, en nuestro país, muy pocos podían conciliar el sueño. Cientos y cientos de preguntas sin respuesta martilleaban el cerebro de los más adictos al culebrón: ¿estaría muerto J.R.? ¿quién habría disparado sobre él?... Numerosas teorías sobre el tema salieron al vuelo durante esos días. Ese fue el momento ideal para idear un marketing hispánico de mucho cuidado.
Primero saltó al ruedo el humorista español Pepe Da Rosa, con una prosaica canción dedicada al mismísimo J.R.. Poco después, el avezado realizador Francisco Lara Polop, amparándose en la canción de Da Rosa y en los principales rasgos de la serie norteamericana, puso manos a la obra y urdió ese fenómeno cinematográfico que ahora lleva por nombre Le Llamaban J.R.
Pepe Da Rosa, Mary Santpere, Antonio Garisa, Alfonso del Real y Luis Barbero, entre otros, eran sus principales actores. La florinata del cine hispano; el no va más de nuestra cinematografía. El Da Rosa es J.R., uno de los tres hijos del matrimonio formado por Santpere y Garisa. O sea: Eli y Jorge (Jor para los más íntimos), una pareja que se ocupa del servicio del cortijo del Marqués de Puerto Espiche; Marqués que, como cuyo ilustre apellido indica, espichará a los pocos minutos de proyección. Total, que Eli y Jor, de criados, pasarán a ser los dueños de todas las propiedades del difunto noble, consiguiendo, al mismo tiempo, que el citado J.R., su hijo mayor, olvide sus pretensiones de convertirse en cura para ejercer como Director Gerente de una de las empresas choriceras españolas de más prestigio a nivel mundial. Tomen buena nota del nombre de la misma, pues no tiene desperdicio alguno: Chorizo Egüik Company and Huevos Corporeision. ¡El no va más de la brillantez humorística! ¡El despiporre padre!
El resto de la película está dedicado a un sinfín de chistes y situaciones baratas que, de manera patética, intentan parodiar los escarceos sexuales y empresariales de los miembros de la familia Ewing original. Ninfómanas, capataces homosexuales, impotencia sexual, vecinos rivales y rencorosos... Una excusa como otra para, de vez en cuando, mostrar a la platea dos buenos muslos y un par de glándulas mamarias. Era la época del destape... y es lo que tocaba en nuestros cines. Cómo diría Forges... ¡País! Teta y humor cazurro; muy cazurro. Un sinfín de sandeces de entre las que, en el fondo, tan sólo se podía salvar esa voz ronca tan característica del desaparecido Garisa y poca cosa más.
Su nulo ingenio y la excesiva simplicidad de Le Llamaban J.R., son un buen ejemplo -en el fondo.- de que la comedia española sólo era patrimonio (casi exclusivo) del gran Berlanga. A pesar del enorme disparate que supuso tal film, el Lara Polop, ni corto ni perezoso, un año después, nos volvió a martirizar con J.R. Contraataca, una nueva entrega con más desmanes de su familia choricera.
Personalmente, he tenido más que suficiente con la primera. Aún estoy como petrificado tras haberla visto. Llevo un par de días encerrado en casa recapacitando sobre la película. Es tal mi asombro y para que juzguen por sí mismos que, de manera casera, me he tomado la molestia de realizar un pequeño montaje con algunos de los momentos más representativos de esta joya en bruto del cine español. Con él les dejo. Caspa al cien por cien. Me parece que, a partir de aquí, sobran las palabras. ¡Qué no les pase nada!
P.D.: Creo que aquel de ustedes que me solicitó este título para la sección, es una persona que me odia de manera furibunda. Sospecho quién es. Y, por ello, ya lo tengo anotado en mi agenda negra.
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