Hace unos cuantos años, una película avalada por el Festival de Cine de Sundance era una garantía casi segura. De un tiempo hacia aquí, es todo lo contrario. La prueba de ello es el estreno de una nimiedad tan olvidable como Junebug, un título aburrido, desangelado y con muy poca chicha.
A buen seguro, Junebug ha acabado estrenándose en nuestras pantallas debido a la nominación al Oscar, como mejor secundaria, de la actriz Amy Adams. Una actriz que, por este mismo papel, ha obtenido 9 premios más en esa categoría, la mayoría de ellos otorgados por círculos internacionales de críticos. Y, la verdad sea dicha, el trabajo de la chica es lo mejor que puede ofrecer el primer largometraje del tal Phil Morrison, su realizador.
Amy Adams interpreta a Ashley, una joven pueblerina, embarazada y a punto de dar a luz. Ella vive con su marido en casa de sus suegros. en Pfafftown, un pequeño pueblecito de Carolina del Norte y, al contrario que el resto de sus familiares, espera con una alegría inusitada la llegada al lugar del hermano mayor de su esposo, el cual les presentará a la mujer con la que acaba de contraer matrimonio, Madeleine. Ésta es una mujer británica, culta, mayor que él y que ejerce en Chicago como responsable principal de una galería de arte. Lo de la galería de arte es una excusa como otra para colar, a lo largo del metraje, la presencia de un pintor extravagante que plasma, en sus cuadros, distintas escenas de la Guerra de Secesión, resaltando, en todo ellos, a soldados con el pene al aire. El toque chorra e inevitable para cualquier producto que se tilde de independiente.
Mostrar el cantado choque de culturas entre la recién llegada y sus nuevos familiares, es la principal intención de su director. La tal Madeleine, ante la inocencia de sus nuevos parientes, ocultará su soberbia amoldándose, falsamente, al estilo de vida y preocupaciones de éstos, iniciando una amistad demasiado fingida con la joven preñada, ya que sus verdaderas intenciones están mucho más allá de ese núcleo familiar. Una Zelig en potencia.
Junebug es una película vacía que, en ningún momento, sabe decantarse hacia la comedia o hacia el melodrama. Se queda a medio camino de todo, pues uno de sus principales errores se halla en esbozar y sugerir demasiados temas para, posteriormente, no llegar a ninguna parte con ellos. Anda a medio gas durante todo el metraje, dando la impresión de que pretende abrir nuevas puertas en su guión, para retractarse de ello a cada una de las intentonas.
Un film básico y con pocos alicientes (a no ser por la ya resaltada actuación de la premiada Amy Adams). Tan básico como el resaltar, contínuamente y ante todo, la inocencia de los habitantes de Pfafftown ante el engreimiento de la recién llegada al hogar, una mujer capaz de anteponer sus intereses laborales a los familiares. Igual que resulta también muy elemental a la hora de colocar la cámara. Debido a su plana y monótona realización, existe muy poca diferencia entre este título y cualquier telefilme de tres al cuarto.
Y todo ello sin hablar de lo estereotipados que están todos sus personajes. La presencia de una madre dominante y absorbente y de un padre sumiso, compresivo y silencioso (en contraposición a la desbordante presencia de su mujer) son un buen ejemplo de ello.
Señores distribuidores, hágannos un inmenso favor e intenten ahorrarnos, durante una larga temporada, cualquier peliculilla que venga precedida de buena prensa en Sundance. Total, para ver nimiedades, me enchufo TV1 las 24 horas del día y me pongo a mirar tíos bailando... Por cierto, ¿qué les pasa a los de la Primera que se pasan toda la semana danzando? Cada vez que hago zapping, sea a la hora que sea, una parejita está dando saltitos en pantalla para demostrar sus habilidades en la pista de baile. Y nosotros, como buenos españolitos, permitimos que una tele estatal nos tome el pelo.
Perdonen: se me ha ido la olla.
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