27.12.06

Zapatero, a tus zapatos

Cándida es un personaje real; Villar es su apellido. Ésta, durante muchos años, trabajó como mujer de la limpieza en casa de los padres de Guillermo Fesser, uno de los artífices –junto a Juan Luis Cano- del popular programa radiofónico Gomaespuma. Con el paso del tiempo y al independizarse de su familia, Guillermo también recurrió a los servicios de Cándida para que le hiciera, unos días a la semana, algunas tareas domésticas hasta que, viendo que la señora necesitaba la jubilación con cierta urgencia, la retiró de fregar los suelos para convertirla en la peculiar crítica cinematográfica de su programa de radio.

Ahora, con toda la buena intención del mundo, Fesser, en Cándida -su debut como realizador- ha contado con esa mujer para que, interpretándose a sí misma, traslade parte de sus vivencias personales a la pantalla grande. Así es como ha nacido el film; un film que, en el fondo, pretende ser un cariñoso guiño a un grupo de mujeres anónimas (identificadas a través del personaje de Cándida) que han de ganarse el pan de cada día mediante un empleo miserable y mal pagado como es el de fregona.

La lástima es que Cándida sólo se queda en ese guiño beneplácito y sincero del director y en dos o tres gags muy concretos, debidos, ante todo, a la particular manera de expresarse de su atípica protagonista, una Cándida Villar que, sin ser actriz profesional, se alza en lo mejor de un título fallido y vacío, pues en él no hay una historia mínimamente atractiva (y lineal) a la que agarrarse. Varios retazos de la vida de esa mujer de la limpieza (algunos reales y otros ficticios) se funden, un poco sin orden ni concierto, para conformar una forzada mezcolanza entre la comedia al más puro estilo gomaespumiano (personajes y diálogos delirantes, aunque tópicos y previsibles) y el melodrama de connotaciones almodovarianas.

De hecho, la marginalidad de los hijos de Cándida, los barrios y edificios en los que habitan y esa citada mezcla de géneros, se acercan –aunque guardando las distancias- a uno de los títulos más emblemáticos del director manchego, ¿Qué He hecho Yo Para Merecer Esto?. Pero, al contrario que Almodóvar, Fesser no pasa del envoltorio, con lo cual jamás llegar a profundizar ni en sus personajes ni en sus acciones. Es más: la manera de exagerar a ciertos personajes, en lugar de emocionar al espectador, tan sólo consigue de éste un claro distanciamiento que le acaba apartando definitivamente de la película.


Cándida empieza encallada y continúa encallada, pues su metraje está alargado en demasía. El modo sui géneris de hablar de esa buena mujer (divertido, pero demasiado facilón) es de lo poco con cierto gancho de un film que, construido a base de pegar mínimas anécdotas entre sí (de manera burda y torpe), acaba resultando disperso y repetitivo, Todo cuanto ocurre en él es tan banal como ese innecesario viaje hasta Nueva York en el que embarca, en su apartado final, a su protagonista y a uno de sus señores (el alter ego de Guillermo Fesser).

Recuerdo, con mucho agrado, el debut de Fesser y Cano en las ondas radiofónicas, cuando a principios de los 80 y con Gomaespuma, animaban las madrugadas de los sábados desde la desaparecida Antena 3 Radio. Su humor funcionaba a las mil maravillas, igual que esa mínima tanda de inolvidables episodios –protagonizados por muñecos- con los que intentaron abrirse paso en el mundo de la televisión. Ese alocado universo era mucho más fresco, inteligente y gracioso que este erróneo salto de Fesser a la dirección cinematográfica. Sus anteriores guiones para El Laberinto de P. Tinto y La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón, al lado de su hermano Javier, ya prometían muy poco. Personalmente, me quedo con su vertiente radiofónica (o incluso la televisiva), lugares en los que ha demostrado su valía y su verdadero ingenio. Y es que ya lo dice el refrán: zapatero, a tus zapatos...

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