10.- Corrupción en Miami. La innecesaria puesta al día de la serie televisiva de idéntico título. Más de lo mismo para un thriller exento de cualquier atisbo de originalidad. Un renqueante guión -lleno de agujeros del tamaño de los de un queso gruyere-, al servicio de un producto en donde todo cuanto ocurre gira alrededor de su trabajado look visual. El resbalón más fuerte, en varios años, de un Michael Mann más preocupado por la funcionalidad estética que por otorgarle un mínimo de coherencia a una historia imposible, a la que poco ayudan la sosería de Colin Farrell y la arrogancia interpretativa de Jamie Foxx.
(crítica)
9.- Los Fantasma de Goya o el batacazo más sonoro en la carrera del prestigioso Milos Forman; un Forman en baja forma perdido, con su cámara, por tierras españolas. Un melodrama demasiado exagerado en todos los aspectos (empezando por el histrionismo de un Javier Bardem pasado de rosca) e incapaz de profundizar, mínimamente, en uno sólo de los variopintos temas sobre los que trata, empezando por el grotesco y suave enfoque que hace de un estamento tan suculento como el de la Santa Inquisición. Un producto plano, aburrido y sin chicha, fallido a la hora de retratar el malestar de una época ciertamente oscura de nuestro país y que, de manera alucinante, posee una larga elipsis narrativa -de más de quince años de duración- durante la cual no hay ningún personaje que envejezca (o muera) como es debido. ¿Historia o un relato de ciencia-ficción?
(crítica)
8.- El Código Da Vinci. Jamás leí la novela pero, les puedo asegurar que, tras ver los tristes resultados cinematográficos de su adaptación, no le pienso dar ni un mínimo vistazo al original literario de Dan Brown. Su guión se me antoja aburrido, ridículo y plagado de lagunas y cabos sueltos, por lo cual, la abusiva utilización de flash-backs y de extensos monólogos explicativos, resultan del todo inútiles. Un envejecido Tom Hanks y una inexpresiva Audrey Tautou, sin química alguna entre ellos, forman la pareja protagonista más edulcorada del año. Hagan un curioso experimento: cambien al personaje de Hanks por el de Tintín y al de la pánfila Amelie por el del perrito Milou y tendrán un Hergé inédito, Tintín y El Secreto de la Sangre Real.
(crítica)
7.- El Intruso. Una de las pedanterías más solemnes de la temporada. Un film fatuo y molestamente discursivo, repleto de disertaciones metafísicas y existenciales de mucho cuidado. El accidente de un globo aerostático, un intelectual atormentado, una escultora snob y un tipejo piojoso y atrapado por la religión, son algunos de los forzados puntales en los que se sustenta esta torpeza tan presuntuosa como vacía.
(crítica)
6.- Brick o cómo lograr que a Sam Spade y a Philip Marlowe se les llene la cara de acné. Una engreída revisión teenager del cine negro de los años 40 y 50, en la cual se amontonan, sin mucho orden y ningún concierto, todos los tópicos del género. Un film descafeinado, y sin fuerza alguna, que se ampara en un rocambolesco y mal explicado guión. No hay nada mejor, para un producto tan aburrido y soporífero como éste, que haber obtenido cierto renombre gracias a su presencia en el Festival de Sundance. Posiblemente, si no hubiera llegado precedida por un bautizo cinéfilo tan selecto, otro gallo le cantara.
(crítica)
5.- World Trade Center. La otra cara de la moneda respecto a United 93. Oliver Stone, en su particular visión de los sucesos del 11-S, se muestra demasiado blando y pro yanqui en sus intenciones. Unas intenciones en nada objetivas, en donde los buenos son muy buenos y los malos son muy malos. El aspecto emotivo nubla y domina demasiado la película; tanto que, en muchos momentos, termina cayendo en el mayor de los ridículos. ¿Se imaginan a Jesucristo con una botella de agua Fontvella entre sus manos? Ustedes, no lo sé; pero Stone sí. Y el tipo no se corta ni un pelo a la hora de ponerlo en imágenes.
(crítica)
4.- Réquiem. El Exorcismo de Micaela. El film premiado como el mejor título de la última edición del Festival de Sitges. Un dogma de baratillo, basado en un caso real y disfrazado (a modo de descarada coartada intelectual) de empalagoso panfleto antirreligioso. Filmado cámara en mano y manejada bajo los mareantes impulsos temblorosos del Parkinson más avanzado, Réquiem se adentra en una historia mínima y reiterativa en la que la epilepsia, el fanatismo religioso y las relaciones de familia cobran un protagonismo especial, aunándose en desafinada armonía para conjugar uno de los peñazos más solemnes del 2006. De exorcismo muy poquito; de comida de coco, una exageración.
(crítica)
3.- La Joven del Agua. El Viva La Gente del siglo XXI: un canto utópico a la unidad que, tal y como está realizado (a manera de cuento fantástico), suena a ridículo, desfasado y falso. Una película vacía, envuelta por un lujoso tecnicismo visual y auspiciada por un guión mínimo y en exceso infantiloide. Junto con su anterior película, El Bosque, ésta es una de las mayores gansadas de la filmografía de Shyamalan, un director que, bajo mi punto de vista, está perdiendo toda la credibilidad que había alcanzado en sus inicios.
(crítica)
2.- Lo que sé de Lola. Aparte de una gigantesca tomadura de pelo y de un atraco a mano armada al espectador (¡que una entrada cuesta sus buenos euros!), el film de Javier Rebollo significa una rotunda y aplastante muestra del arte de simular decir mucho para, al fin y al cabo, no contar nada de nada. Total, al acabar la película, usted seguirá sin saber nada sobre la Lola. Rebollo, con engaños como éste, que se la pique un pollo.
(crítica)
1.- GAL. O el mayor orgasmo que haya tenido jamás en su vida Pedro J. Ramírez. Una de las películas más sospechosamente reaccionarias y fachendas del 2006. Una bufonada ofensiva que, sin vergüenza alguna, se atreve a tergiversar la verdad de unos hechos históricos para favorecer -con todo el descaro del mundo- ciertos intereses políticos y en donde, por si fuera poco, Jordi Mollà hace gala de su desmesurado histrionismo a la hora de construir a un José Amedo recién salido de El Gran Circo de Televisión Española. Caca de la vaca. Hasta huele mal y todo. De Juzgado de Primera Instancia.
(crítica)
¡Que tengan ustedes un feliz 2007!
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