Ganadora del Oso de Oro al mejor film en el último Festival de Berlín, Grbavica -una película co-producida por Bosnia-Herzegovina y Croacia (con parte de capital austríaco y alemán)- retrata el ambiente de un país que, recién salido de una cruenta guerra civil, se muestra desorientado por la miseria y el caos en que vive inmerso. Para ello, Jasmila Zbanic, en su debut como realizadora cinematográfica, extrapola con sabiduría la sociedad bosnia actual a unos determinados personajes, centrando su mirada en la tensa relación creada entre una madre y su hija; una niña, con problemas de adaptación, que necesita un certificado que demuestre que su padre murió en el frente de batalla para poder acceder, de este modo, a un viaje de su escuela pagando la inscripción del mismo a un precio más reducido.
Amparada por dos soberbias interpretaciones (Mirjana Karanovic y la joven Luna Mijovic) y sacándole el máximo rendimiento a su mínimo presupuesto, la película -de una sobriedad inquietante- avanza a través de una narración lenta aunque efectiva al cien por cien, casi, casi como ocurre en la vida misma. Habla, ante todo, de mujeres. De mujeres solas, castigadas por la crudeza de una guerra; de mujeres que han perdido la facultad de amar y de emocionarse; de mujeres incapaces de relacionarse más allá de las cuatro paredes entre las que habitan. Y lo hace de manera punzante, mostrando de manera cruda el dolor de un pueblo que ha luchado contra sus propios hermanos y que ha creado una nueva sociedad llena de muertos vivientes. Mafias y jóvenes sin futuro pueblan las calles de un país en plena reconstrucción, tanto física, psíquica como geográficamente hablando.
Cine comprometido y duro, del que se necesita cierta fuerza moral (y mucho estómago) para acercarse a él. Una cinta conmovedora, aunque nada sentimentaloide pues, a pesar de la evidente sensibilidad vertida por su directora y guionista, rehuye cualquier tipo de trampa que induzca al espectador a la lágrima fácil. Y esto, teniendo en cuenta el tema tratado, es ciertamente loable.
Grbavica, el barrio obrero de la ciudad de Sarajevo que da título al film y en el que conviven Esma y Sara, una madre y una hija enfrentadas en busca de respuestas. Aunque la única y verdadera respuesta (tras la que se amaga la clave final de la cinta), demuestra que el horror y la fiereza de una guerra se extienden hasta mucho años después de haber finalizado ésta.
Una clave que, por cierto, desvelaba sin ningún tipo de pudor, al iniciar el análisis personal de la película, el prestigioso Mirito Torreiro, crítico de cine y profesor de universidad. Ello ocurría en el Fotogramas de este mes de diciembre (núm. 1.958 y página 18). Una manera como otra de chafar el desenlace de una película como Grbavica. No me extraña que, tratándose de todo un reputado, ésta sea una soberana reputada.
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