A principios de los años 40, poco tiempo después de terminada de guerra civil, un grupo de militares, comandados por el sádico capitán Vidal, se instalan en el molino de una pequeña aldea del norte de España. Su intención es liquidar, de una vez por todas, una de las facciones maquis que sigue mostrando su resistencia al régimen franquista en la zona. Una mujer embarazada, junto con su hija Ofelia, llegará también a la misma aldea. Se trata de Carmen, la nueva esposa del capitán la cual, tras perder a su marido durante la contienda, contrajo matrimonio en segundas nupcias con el oficial a cargo del puesto. La pequeña Ofelia, una niña fantasiosa y aficionada a la lectura, no verá con buenos ojos la presencia de su nuevo padrastro e intentará huir de tan tensa situación refugiándose en sus fantasías particulares. Los fantasmas personales y los de la guerra civil se barajarán en sus juegos íntimos.
Éste es el punto de partida de El Laberinto del Fauno, uno de los mejores productos, realizados hasta la fecha, por el mejicano Guillermo del Toro; un trabajo excelente que, al mismo tiempo, complementa uno de los títulos anteriores del autor, El Espinazo del Diablo y en el que. al igual que en esa ocasión, volverá a mostrar su muy particular visión de los efectos y consecuencias que causó, sobre la población española, la guerra civil. A pesar de contar con un excelente casting formado integramente por actores españoles, se trata de una coproducción entre Méjico, España y Estados Unidos que, con muchas posibilidades, puede acabar representando al país natal de su director y productor (junto con Alfonso Cuarón) en la noche de los Oscar.
El Laberinto del Fauno es una muestra contundente de la plena madurez del director. En ella mezcla, a la perfección, la fantasía con la realidad. El personaje de la pequeña Ofelia -interpretado por una más que sorprendente Ivana Baquero (en su primer trabajo de envergadura)-, es el que lleva a cuestas toda la parte más onírica de la película. Ofelia intenta escapar de la extraña relación que mantiene con su madre y su nuevo padrastro. Para ello, con la ayuda de su imaginación, viaja hasta otros mundos no muy alejados de la realidad de un país moribundo. Se trata de mundos góticos, tenebrosos y oscuros; mundos en los cuales las hadas, en lugar de bellas muchachas de cabello largo y dorado, resultan ser tan monstruosas como los fieles servidores del dictador franquista. Sus invenciones no son tan dulces como las de otros niños, pues desde su nacimiento ha vivido inmersa en la desgracia y la violencia. Y, al igual que la Alicia de Carroll, intentará vencer aquellos espectros que la atormentan día y noche.
La cinta de Guillermo del Toro es dura. Dura y triste. Muy triste. En este aspecto, ofrece muy pocas concesiones a la taquilla. Una buena muestra de ello se encuentra en la crudeza con la que afronta los pasajes que plasman las violentas acciones del capitán Vidal y sus hombres. La radiografía que hace de este oscuro y malvado personaje es magnífica; nunca cae en la caricatura, aunque siempre juega al límete con ella. Se trata de un hombre malévolo; un machista dominante; un fascista sin remisión; un criminal sin escrúpulos. Un tipo al que se le cae la baba a la hora de ejercer como torturador; todo un macabro exponente del periodo más gris y oscuro de nuestra pequeña piel de toro. Un ogro más (aunque de carne y hueso) a añadir a la batería de freakis surrealistas que habitan en la mente de Ofelia, aunque éste sea un ser real y muy próximo a ella. El padrastro brutal por antonomasia; la bestia de la que es imposible escapar. Y moldeando a este monstruo uniformado, siempre elegante y bien afeitado, se encuentra Sergi López, un actorazo como la copa de un pino.
La lucha por la supervivencia, el odio, el amor y la muerte. La sinrazón detrás de todo. El miedo, la fascinación por la parca y la emotividad. Del Toro al frente, con la batuta en su mano, dirigiendo el cotarro. En primera plana, la citada Ivana Baquero (un descubrimiento a tener en cuenta); pisándole los talones, el bárbaro de Sergi López y, detrás de éste, dos mujeres de antología: Ariadna Gil (la embarazada y enfermiza madre de Ofelia) y Maribel Verdú (la sumisa criada del capitán Vidal), esta última en un loable registro que la aleja definitivamente de su imagen de sex symbol, acercándose a aquel tipo de papeles que antaño llevara a cabo la inolvidable Lola Gaos. Y todo ello sin olvidar la ternura y la elegancia con la que Álex Angulo construye el entrañable personaje del Doctor.
Una maravilla de película. Una genial manera de abrir un Festival de Cine Fantástico como el de Sitges. Un título que hay que tener muy en cuenta, tanto por su fuerza como por su bien ligado guión. Y, ante todo, por ser fiel al 100% con el universo habitual de su realizador. Sólo hay que fijarse en su brillante diseño de producción para saber quien es su verdadero autor. En esta ocasión, Guillermo del Toro ha dejado su rúbrica bordada en letras de oro.
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