30.10.06

Misteriosos asesinatos en Londres

Woody Allen le ha tomado el pulso a la ciudad de Londres. El eterno neoyorquino, que durante años no daba cuatro pasos más allá de su amado Central Park, lleva ya dos películas filmadas en la capital británica. Scoop es su segundo film en el reino de Shakespeare. Y con él no acaba todo, pues el cineasta norteamericano está gestando un tercero en la misma localidad, tras el cual ha prometido seguir en Europa (concretamente en Barcelona) para iniciar el rodaje de un nuevo título.

Scoop es una mezcla entre Misterioso Asesinato en Manhattan y La Maldición del Escorpión de Jade. O sea, una comedia con un claro trasfondo de thriller. Mientras en su anterior película, Match Point, nos ofrecía una media hora final de género cercana al vitriólico mundo de las novelas de Patricia Highsmith, en Scoop resulta todo mucho más banal y dicharachero. En parte, el cineasta intenta regresar a aquellas entrañables comedias con las que consiguió hacerse un hueco en el panorama mundial cinematográfico. Y lo consigue, pero a medias, pues la película resulta muy irregular en demasiados aspectos.

En esta ocasión, al contrario que en Match Point, Allen vuelve a recuperar su protagonismo, repitiendo su papel de siempre; un rol que, por cierto y a pesar de su avanzada edad, aún le funciona a la perfección. Y con su personaje, el de Sid Waterman -un mago norteamericano, venido a menos y en gira por Europa-, aprovecha para adentrarse en uno de los temas que siempre han supuesto una de sus innegables constantes a lo largo de su extensa filmografía: el de la magia. Pero el de la magia cutrona y arcaica, como aquella que practicaba el sacerdote de su ingenioso telefilm Don’t Drink the Water o la que derramaban algunos de los nuevos talentos (o, más que talentos, frikies) que inundaban la pantalla en Broadway Danny Rose.


Si en sus comedias primerizas, las más tontorronas y divertidas, contaba con Diane Keaton como partenaire habitual, aquí ha elegido de nuevo a la joven Scarlett Johansson. Para la actriz ha supuesto la segunda colaboración con Woody Allen, tras la perfecta creación que hizo en Match Point de una joven seductora con aspiraciones de convertirse en actriz. La lástima es que, en Scoop, su trabajo no ha resultado tan brillante, más bien todo lo contrario, pues da la impresión que Allen -demostrando cierta añoranza por los apayasados personajes que interpretaba su antigua compañera-, se haya empeñado en convertir a la Johansson en una émula de la protagonista de Annie Hall, con lo cual la muchacha se ha visto un tanto forzada y perdida al tener que desarrollar un estilo interpretativo que parece no dominar. De todos modos, no se puede negar que tiene su gracia la curiosa relación paterno-filial fingida que mantienen en escena ambos actores. Y es que, con ese visible desfase de edad, no había otra solución mejor.

El argumento de Scoop es muy sencillo y su guión, en muchos sentidos, demasiado pillado por los pelos. El mago Sid Waterman y la joven estudiante de periodismo Sondra Pranski, unirán sus fuerzas para descubrir al Asesino del Tarot, un serial-killer que tiene aterrorizados a los londinenses. La cinta posee un claro componente de cine fantástico, pues el tercer aliado de la pareja se trata del fantasma de un reportero, recién fallecido, que se les aparecerá por vez primera durante uno de los números del espectáculo de Waterman, con la intención de ponerles tras la pista del posible asesino, un elegante y seductor joven perteneciente a una familia aristocrática. Esos claros apuntes fantasmagóricos han supuesto, para los responsable de la última edición del Festival de Sitges, la excusa ideal para que fuera proyectada en el certamen y, al mismo tiempo, sustituyera al nuevo film de David Lynch que el propio realizador retiró de la programación.

Los chistes de Allen resultan repetitivos y previsibles, excepto en un par o tres de ocasiones como ocurre, por ejemplo, con la maravillosa manera de resolver la coña sobre la conducción por la derecha de los británicos o los velados guiños a los respectivos universos de Ingmar Bergman, Fellini y Alfred Hitchcock. De los dos primeros, a través unas espléndidas conversaciones con La Muerte (El Séptimo Sello) a bordo de un barco; un barco que, debido a su escenografía y ambientación, parece sacado directamente de la mismísima Y La Nave Va. Y del tercero, del orondo Hitchcock, mediante un delirante y divertido homenaje a Encadenados, durante una incursión de Woody Allen, en busca de pruebas incriminatorias, a los sótanos de una lujosa y gran mansión.

Un intento fallido (aunque visible) de recuperar el espíritu de la época más alocada de su director (una tentativa, por otra parte, loable), en donde su flojo guión y un casting bastante erróneo suponen la parte más renqueante del producto. Personalmente, y dejando a la Johansson a un lado, me chirriaba bastante la artificiosa presencia de Hugh Jackman (aka Lobezno) como aristócrata y presunto autor de los crímenes.

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