En esta página ya se ha hablado, en multitud de ocasiones, de Brian De Palma, un director capaz de lo mejor y de lo peor. Sus delirios y excesos, tanto visuales como narrativos, son marca innegable de la casa. A veces para bien; otras para mal. En La Dalia Negra, su última película, se muestra mucho más reposado que en otras ocasiones, aunque se queda a medio camino en la mayoría de sus pretensiones. Hoy mismo se estrena en nuestras pantallas.
La película está basada en la novela homónima de James Ellroy, el mismo autor del que echara mano Curtis Hanson para su espléndida L.A. Confidential, uno de los mejores títulos de cine negro filmados durante la década de los 90. Al igual que ésta, La Dalia Negra está ambientada en Los Angeles de los años 40 y toma, como excusa principal, el asesinato real y posterior descuartizamiento de la starlet Elizabeth Short. Excesivamente fiel con el original literario, De Palma desgrana minuciosamente los pasos que llevaron, a dos inspectores de policía de la Brigada Criminal de la ciudad, a descubrir la verdad de tan horrendo crimen.
Hasta aquí todo bien, perfecto. Pero esa minuciosidad con la que trata el libro de Ellroy acaba por dañar a la película. Son dos medios distintos y, para evitar tanta farragosidad y el exceso de nombres y personajes que pululan en pantalla, podría haber sintetizado un poco más la historia; una historia en la que, por cierto, se puede encontrar un poco de todo: cobardía, corrupción policial, pornografía, amores imposibles, lesbianismo, boxeo, femmes fatales e incluso la plasmación de una extraña (y platónica) relación triangular, la creada entre el detective protagonista, Dwight “Bucky”, su compañero de trabajo, Lee Blanchard, y la amante de éste, Kay Lake.
A pesar de ser un trabajo fallido (quizás, más que fallido, irregular), no se puede decir categóricamente que La Dalia Negra sea una mala película. Tiene estilo. Recrea a la perfección las calles y el ambiente social de una ciudad imbuida en conflicto raciales y marcada, día y noche, por la gigantesca sombra del mundo de Hollywood. Como todo buen exponente de género, envuelve su narración de un halo de melancolía ciertamente asfixiante y, ¡cómo no!, de un recurso muy típico en el cine negro: el de la voz en off de su protagonista principal, el detective Dwight “Bucky”, al que da vida un Josh Harnett que, por primera vez y de manera inesperada, me convence con su cuidada interpretación. Lástima que el actor no se vea bien secundado por la estrellita del momento, Scarlett Johansson quien, en la piel de la atractiva Kay Lake, se muestra incapaz de demostrar sus buenas dotes de actriz, consiguiendo tan sólo, con su forzada actuación, que su personaje no acabe de ser del todo creíble para el espectador. Suerte que la vampiresa que moldea con especial mimo Hilary Swank, en un registro poco habitual en ella, salva con creces el apartado de los personajes femeninos.
De todos modos, lo más brillante del film se encuentra en las escenas más personales del realizador; aquellas en las que éste recupera el espíritu de sus títulos más clásicos y, ayudado de sus peculiares movimientos de cámara y de una sorprendente planificación fílmica, deja a la platea con la boca abierta. Tres son los momentos memorables que posee La Dalia Negra: un combate de boxeo, en el que una gota de sangre salpica unos documentos apoyados sobre una mesa; el descubrimiento del cadáver de Elizabeth Short en un descampado -a través de un largo, sorprendente y complicado travelling- y, por último, su inevitable toque maestro, en donde el montaje, la ralentización y los primeros planos emulan, a la perfección, la escena del asesinato de Angie Dickinson en Vestida Para Matar. En esta ocasión, la susodicha escena transcurre en las escaleras de un edificio siniestro y semiabandonado: un tiroteo, una navaja, una silueta misteriosa, una degollación y un envidiable juego de sombras, le son más que suficientes a De Palma para demostrar su indiscutible dominio del suspense. Tres momentos únicos (de cine en estado puro) que, por sí solos, hacen olvidar los errores del resto del metraje.
Un De Palma con sus más y sus menos pero, al fin y al cabo, un De Palma visible que, aparte de distanciarse –por suerte- de sus dos nefastos productos anteriores (Femme Fatale y Misión a Marte), le habrá servido como meticuloso ensayo para la nueva película que está preparando: una precuela de Los Intocables en la que mostrará los inicios del imperio de Al Capone y la relación de éste con Jim Malone, el policía que interpretara en su día Sean Connery.
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