6.10.06

El arte de lo políticamente incorrecto

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, un palíndromo es una "palabra o frase que se lee igual de izquierda a derecha, que de derecha a izquierda; por ejemplo, anilina o dábale arroz a la zorra el abad". Aviva, el nombre de la protagonista de Palíndromos, el nuevo trabajo del realizador norteamericano Todd Solondz, es otro claro ejemplo de ello.

Aviva es una niña solitaria y triste que ha de aguantar, a diario, las insolencias de una madre dominante y mentirosa y la presencia (casi invisible) de un padre calzonazos. Lo único que no quiere la pequeña es acabar igual que una amiga suya, también menor de edad, quien tras quedar embarazada a consecuencia de una violación, acabó quitándose la vida. De todos modos, Aviva desea, con toda su alma, poder tener un bebé para que alguien la quiera de verdad cuando sea mayor.

Éste es el melodramático punto de partida de Palíndromos, una película dura y cruda; a veces, incluso salvaje y brutal con el trato que Solondz otorga a sus protagonistas. La mentira, el engaño o el querer aparentar un carácter o un modo de actuar diferente al propio de cada uno, son las bases principales por las que se mueve el film; un film lineal que, por otra parte, está dividido en varios capítulos. Cada uno de éstos lleva el nombre de aquellos personajes que irán marcando la vida y el carácter de Aviva.

Curiosamente, Todd Solondz vuelve a utilizar ese tipo de humor sardónico e hiriente que tan bien le funcionó en las compactas Happiness o Bienvenido a la Casa de Muñecas. Ese particular toque cínico y amargo, utilizado siempre en momentos de extrema tensión narrativa, se ha convertido ya en indiscutible marca de la casa. Y ello es, precisamente, lo que más destaca de su cine y, en concreto, de este magnífico Palíndromos.

Todo lo que se describe en el film es real como la vida misma. Solondz sólo le pone esa salsa picante que muchos no acabar de comprender (o de aceptar) y que a mí, particularmente, me parece muy sabrosa. Y como al hombre le gusta ser insolente, escribe su propio guión -plagado de menores de edad, abortos y algún que otro pederasta- como si se tratara de un cuento infantil y evitando además caer en la ridiculez de lo políticamente correcto. Él es uno de los enfants terribles del cine yanqui actual y, por suerte, no se corta ante nada. Una buena muestra de ello se encuentra en la cáustica manera de retratar el hogar de Mama Sunshine, una comunidad, regentada por dos fanáticos religiosos, encargada de recoger y adoptar a niños tullidos, enfermos y abandonados.

Muchos han querido tildar a Palíndromos de película extraña, de difícil comprensión. Nada más falso que ello. Todo cuanto acontece en el film parece sacado directamente de lo que ocurre cada día en nuestras calles. No hay nada que suene a exagerado, imposible o surrealista. Es de suponer que la curiosa opción (aunque también innecesaria) de utilizar a varias actrices para dar vida a la joven Aviva, ha despistado a alguno de sus detractores, los cuales han vendido este trabajo como algo demasiado complicado y absurdo. De hecho, ese cambio de actrices es lo único chocante dentro de un producto que no pierde los papeles en ningún momento. Aparte de esa peculiar sutileza (que, en el fondo, tiene su zeligniana explicación a través de las palabras de un personaje al que acusan de pedofilia), por no haber, no hay ni segundas lecturas que descubrir. El director va al grano sin tapujos, lo revienta y llena la pantalla de pus. Solondz es así. Le gusta hurgar en las heridas y demostrar que nuestra sociedad no es tan modélica como nos la quieren vender. Él busca lo feo, lo sucio, aquello que se esconde por pudor y lo expone sin complejos de ningún tipo. Acertadamente se pasa las falsas apariencias por el forro de la americana. A quien le guste, bien; y a quien no, también. Y que siga así por muchos años.

Palíndromos, aparte de tener el gran acierto de recuperar a un pedazo de actriz como Ellen Barkin para el papel de madre altiva, supone un ejemplo excelente para descubrir que el cine indi no necesita llenar su metraje de cargantes comidas de coco para contar una buena historia. Un cuidado guión, mucha valentía en los temas elegidos y una fuerte dosis de sentido del humor (aunque sea del más amargo) son más que suficientes para hilvanar un buen trabajo.

Por cierto, ¿por qué han tardado casi dos años en estrenar Palíndromos en nuestro país?

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