25.9.06

La vida no es más que un plano secuencia de pocos minutos de duración

9 retratos de mujer; 9 fragmentos de 9 vidas distintas; 9 mamporrazos directos al cerebro; 9 maneras diferentes de volcar inteligencia a raudales; 9 cortos que bien podrían haber sido 9 largos... No es de extrañar que Rodrigo García, el realizador de Nueve Vidas, sea hijo del escritor Gabriel García Márquez. Esos cuentos breves que tan bien escribe su padre, han sido la mayor influencia en su carrera como cineasta, pues los tres largometrajes que ha dirigido poseen una estructura más o menos similar. Aparte de estar narrados a partir de cuentos cortos, todos ellos exploran en los sentimientos de la mujer, hurgando en sus rincones más recónditos y arañando siempre el punto más doloroso.

Al igual que Almodóvar, Rodrigo García se nos muestra como un sabio conocedor del mundo femenino pero, al contrario que el cineasta español, desglosa sus conocimientos sobre el tema de manera mucho más íntima, sin caer jamás en la astracanada o en la falla valenciana, tal y como suele sucederle a nuestro manchego más internacional.

Nueve Vidas es un ejemplo ejemplar (y valga la redundancia) de los territorios por los cuales se mueven los intereses de su realizador. Ésta es una película sencilla, aunque altamente suculenta. Un plato cinéfilo para el gourmet más exigente, cocinado con el corazón y que ha de disfrutarse igualmente con el corazón. Una película real como la vida misma. Nueve cortas historias son su componente principal. Cada uno de sus capítulos se transforma en un estimable retrato de la vida de una mujer. Gracias a un conciso guión, escrito con la precisión de un cirujano, radiografía al detalle los sentimientos y emociones de 9 mujeres distintas. No necesitan más de 15 minutos para que el espectador conozca al dedillo los detalles más impensados de la vida de cualquiera de ellas. Sus traumas, sus temores, sus alegrías y sus odios, todos sus secretos más íntimos, son desvelados impúdicamente por la cámara de García.

Más que de una cámara, se trata de un scanner gigantesco; un scanner que fotografía, sigue y analiza a cada una de las 9 protagonistas durante una mínima porción de sus vidas: una porción que, sin embargo, desvelará el universo personal de cada una de ellas. Y para ello, Rodrigo García juega con las cartas en la mano, sin trampas de ningún tipo, pues se trata de 9 vidas narradas a través de 9 inmaculados planos secuencia, de esos que le encantaría haber rodado a Luis García Berlanga. No hay prácticamente trabajo de montaje en el film; sólo el mínimo y necesario para unir los 9 capítulos. Es, casi, casi, una labor teatral filmada por una mano artesanal. Y no es fácil, ni para el realizador ni para su excelente grupo de actrices y actores.

Los pasillos de un centro penitenciario o los de un gran supermecado, las frías estancias de una funeraria, el interior de algunas casas y apartamentos y la intimidad de una pequeña e impersonal habitación de un motel, entre otros, son algunos de los escenarios por los que se mueve la inquieta (aunque al mismo tiempo sosegada) cámara del director colombiano. Delante de ella, desnudando sus intimidades, grandes damas del cine actual como Elpidia Carrillo, Kathy Baker, Sissy Spacek, Holly Hunter o la cada vez más sobria Robin Wright Penn. Otras veces, aunque en pocas ocasiones, el objetivo localiza a sus protagonistas en espacios más abiertos, tal y como ocurre con uno de los capítulos más emotivos del film, aquel en el que una soberbia Glenn Close, en compañía de su hija (la siempre grande, aunque pequeña, Dakota Channing), hace una visita a la tumba de un familiar.

Amor, desamor, frustración, adulterio, amistad, embarazo, maternidad, enfermedad, soledad, suicidio, rabia, impotencia... Un catálogo interminable de realidades que, tal y como muestra el film, influyen y cambian el rumbo de nuestras vidas y que, como tales referentes diarios, quedan perfectamente reflejados en los distintos cortos que componen Nueve Vidas y que, en general, han sido hermanados con una constante muy concreta, la de la envidiable y explícita concisión narrativa.

Por otra parte, Rodrigo García, en esta ocasión, ha demostrado tener una habilidad virtuosa para conseguir que cada uno de sus episodios vaya más allá de lo que nos muestra en pantalla. Ninguno de los fragmentos posee un final aparente: un brusco fundido se encarga de ello. El destino de cada una de sus mujeres queda suficientemente explícito a través de los propios episodios. Dicen que a buen entendedor pocas palabras bastan. Y Rodrigo García ha aplicado, al pie de la letra y con total maestría, ese refrán a la imagen.

Nueve Vidas. Nueve cortos. Nueve cuentos. Nueve lecciones inolvidables de buen cine. Nueve ocasiones únicas para aprender a conocer mejor a las mujeres.

La manera más grata de llegar al 1 partiendo del 9. O sea: a través de un excelente producto.

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